Esperanza marchita en plena floración de un investigador literario, publicista y poeta que habría, sin duda, alcanzado una fama duradera, aunque la gloria terrena no satisfacía sus aspiraciones:
No sé si de esta vida, colmada mi esperanza,
iré do los laureles se cogen del vivir;
no sé, más yo no quiero del mundo la alabanza.
No alcanzó a cumplir Cuervo Arango los treinta años, invertidos casi totalmente en su formación intelectual. Dejó escasas muestras de su saber e ingenio, pero suficientes para que, a su muerte prematura, se vertieran con dolor grandes alabanzas, entre sentimientos por la pena que causaba la desaparición de una vida destinada a la contribución del progreso intelectual.
Su mejor y casi única obra, por la que siempre se le podrá recordar con elogio, fué su tesis doctoral; ese trabajo académico que suele ser, en el mejor de los casos, a la vez que remate de la vida escolar, débil anuncio de la labor literaria o científica todavía ni entrevista por el propio interesado La memoria doctoral de Cuervo Arango, después aumentada hasta formar un volumen de tamaño octavo, es algo más que anuncio de una labor futura; es una obra de maduro investigador literario, Lleva por título el de Don Francisco Antonio de Bances y López-Candamo: Estudio bio-bibliográfico y crítico, y es uno de los mejores trabajos de este género que se hayan escrito en nuestro tiempo, completo de documentación y acertadamente orientado de crítica. Tiene, además, para los asturianos, y particularmente para los avilesinos, el mérito de que recuerde a una de sus más legítimas glorias literarias, con categoría de gloria nacional.
Nació Francisco Cuervo Arango en Avilés el 4 de octubre de 1888, primogénito de don Atanasio de esos apellidos y doña María González Carvajal, de posición social distinguida y situación económica espléndida.
Correspondiente a la significación de sus padres, recibió una educación profundamente cristiana y esmerada instrucción elemental, que permitieron revelar al muchacho una clara inteligencia a la vez que prendas de carácter admirables. No acompañaba a esto una buena salud. Su débil y delicada complexión le obligó a comenzar la segunda enseñanza con algún retraso. Cursó ésta en el Colegio de la Inmaculada establecido por los jesuitas en Gijón, con exámenes en el Instituto de Jovellanos, en el que recibió el grado de bachiller a los dieciocho años de edad, en 1906.
Su nativa vocación al cultivo de las letras se robusteció durante los estudios del bachillerato, con preferente inclinación a la forma poética, y con otros compañeros de estudios redactó entonces la revista Páginas Escolares.
Pasó después a la Universidad de Deusto (Bilbao), también de jesuítas, en la que acometió a un tiempo los estudios de Filosofía y Letras y los de Derecho. Tres años después (1909) obtenía el grado de licenciado en la primera de esas dos Facultades en la Universidad de Salamanca. Posteriormente siguió la carrera de Derecho como alumno oficial de las Universidades de Valladolid y Salamanca hasta licenciarse, y después cursó en la Universidad Central de Madrid, las asignaturas del doctorado de Letras, del que alcanzó el correspondiente título.
En estos años de estudiante universitario su vocación literaria encontró el derrotero firme en la investigación histórico-literaria, Servido por sus conocimientos sólidos en literatura, lenguas sabias, paleografía, etc., y fueron fruto de su estudio numerosos pequeños trabajos publicados en periódicos asturianos y madrileños y revistas especiales, como el Boletín de la Academia de la Historia. Y fué el más espléndido de esos frutos la tesis doctoral a que hemos aludido más arriba. Al lado de esta labor de publicista desarrolló actividades de conferenciante en algunas ocasiones, siempre como propagandista de un ideal católico en política.
Con inclinación al ejercicio de la enseñanza y preparado para oposiciones a cátedras, concurrió a varias de éstas, en las que siempre obtuvo votos favorables; pero no alcanzó plaza hasta que en mayo de 1917 se celebraron unas para cubrir vacantes en los Institutos de Las Palmas y Pontevedra, siéndole adjudicada esta última.
Poco tiempo disfrutó de este coronamiento de su carrera. Sólo tres meses, los tres primeros del curso comenzado en 1917, pudo explicar su cátedra, ciertamente a satisfacción de compañeros y alumnos. La muerte acechaba su débil organismo. Pasadas en su casa las vacaciones de Navidad, y a causa de estar interrumpida por las nieves la comunicación ferroviaria de Pajares, se embarcó en Avilés, de regreso a Pontevedra y con rumbo a La Coruña, en el vapor Antonio de Satrústegui, el día 5 de enero de 1918, y, antes de llegar a La Coruña, fué encontrado muerto en su camarote al día siguiente, a consecuencia, al parecer, de un colapso durante el sueño.
Así fué como quedó truncada una gran esperanza de las letras españolas.
Obras publicadas en volumen:
l.—Don Francisco Antonio de Bances y López-Candamo: Estudio bio-bibliográfico y crítico. (Madrid, 1916.)
Trabajos sin formar volumen:
1.—Encuentro de una estela funeraria romana (en Castrillón), desaparecida hace ciento diez años en Asturias, (En el Boletín de la Academia de la Historia, Madrid, enero de 1917.)
Obras inéditas:
—Disquisiciones filosóficas. (MS. en poder de la familia.)
—El estudiante de Salamanca. (MS., ídem.)
—Un volumen de poesías. (MS., ídem.)