Eclesiástico y escritor contemporáneo, que fué muchos años capellán castrense con brillantes actuaciones y que alcanzó por sus merecimientos a figurar como auditor del Tribunal de la Rota. Hermano del anterior y el que le sigue.
Nació Díaz Valdepares en Cartavio (Coaña) el 7 de enero de 1868, hijo de don Ramón de esos apellidos y doña Victoria García de Sierra, comerciantes. Huérfano de padre en la infancia, su madre, no obstante serlo de numerosos hijos, cuidó con celo extraordinario de su educación e ilustración, y ya adolescente, hechos los estudios primarios con gran aprovechamiento, le envió a estudiar en el Instituto Casariego, de Tapia, la segunda enseñanza. Decidido a seguir la carrera eclesiástica, se trasladó a Oviedo, en cuyo Seminario estudió tres cursos de Filosofía y seis de Teología y recibió las órdenes de presbítero el 18 de marzo de 1893.
Su primer destino fué de ecónomo de Taladrid (Ibias), del que no llegó a tomar posesión, para ocupar el mismo cargo en la parroquia de San Dimas (Cangas del Narcea) en junio del citado año. Dos años más tarde (1895) se le designó como coadjutor primero de Luarca. Con las funciones propias de su ministerio alternó las de escritor, generalmente sobre temas religiosos, en periódicos de la provincia, y por entonces dió al público también sus dos primeros trabajos publicados en volumen.
En el mes de octubre del 95 concurrió a oposiciones para ingreso en el clero castrense y alcanzó con brillantes ejercicios plaza de capellán con destino al regimiento de Infantería del Príncipe, con el que pasó a prestar servicios en la guerra que entonces se sostenía en Cuba. Desde su arribo a Guantánamo, donde estaba el foco principal de la insurrección, Díaz Valdepares desdobló una actividad múltiple en muy diversas ocupaciones. La menor importancia corresponde a su cargo oficial, que desempeñó sucesivamente en el Hospital Militar de Beneficencia, de la Habana, y en los Hospitales Militares de Santiago de Cuba y de Guantánamo, en el último de los cuales le encontró la capitulación de la isla en 1898. Esas mismas condiciones de sacerdote y militar, unidas a su amor al prójimo, le llevaron a fundar dos Cocinas Económicas y un Dispensario para Niños, en la Habana, y otra Cocina Económica en Santiago de Cuba. En Guantánamo organizó los servicios de la Cruz Roja. En un orden más espiritual cuenta la organización de la obra del Catecismo en esas dos últimas ciudades, y acaso como más importante entre sus actividades de apostolado se deba citar la organización de la Junta de Socorros al Mutilado de Guerra, que reunió un capital de dos millones de pesetas, y de la cual sigue siendo tesorero y pagador de las pensiones.
Entretanto, el escritor daba poco reposo a la pluma periodística como colaborador de algunas publicaciones españolas y cubanas, principalmente en Crónica de la Guerra, de la Habana; La Bandera, de Santiago de Cuba, y El Imparcial, de Madrid, del que fué cronista de la campaña cubana. Y en medio de tantas ocupaciones aún encontró tiempo para estudiar Derecho canónico en la Universidad Pontificia de Santiago de Cuba, facultad de la que recibió los grados mayores, ya repatriado, en la de Santiago de Galicia, en 1901.
Por el celo patriótico y méritos desplegados en la guerra cubana, el Gobierno español le concedió algunas condecoraciones, entre las que figuran las cruces del Mérito Militar y de Isabel la Católica y la Medalla de la Campaña de Cuba.
Repatriado al finalizar el año 1898, desembarcó en Santander, y en esta ciudad reanudó la prestación de servicios al Estado en el Hospital Militar hasta junio del año siguiente que se le destinó nuevamente de capellán al regimiento del Príncipe, de guarnición en Oviedo.
Su permanencia en esta ciudad se alargó a un decenio, pues aunque en 1906 se le nombró capellán de la Comandancia del séptimo Cuerpo de Artillería y en 1908 se le designó con el mismo cargo de capellán castrense para León, no llegó a posesionarse de esas plazas. En Oviedo, sin abandonar sus conocidas actividades eclesiásticas y sociales, su ocupación principal fué la enseñanza. Actuó como profesor de ciencias de la Academia Laviani como director y profesor de la Academia de San Fernando, destinada a la preparación para la carrera de Derecho y, asistido del Conocimiento de varios idiomas, dirigió durante los diez años de su permanencia en Oviedo una Escuela de Lenguas Vivas. Por su parte, incansable en el estudio, cursó el Derecho islámico en la Universidad de Madrid.Su labor social en Oviedo la desenvolvió desde diversos puestos en instituciones de caridad y beneficencia y como organizador, con otros elementos, de la Cruz Roja, de la que fué también capellán.
Como escritor figuró entre los colaboradores de los diarios ovetenses Las Libertades, El Carbayón, La Opinión y El Correo de Asturias y los madrileños El Correo Español y El Pensamiento Español. Además, fundó y dirigió en Oviedo la Revista Eclesiástica Castrense, y en defensa de la jurisdicción del clero militar publicó el folleto Vindicación (número III).
Toda esa labor desarrollada por Díaz Valdepares en Oviedo, y premiada con nuevas distinciones oficiales, consolidaron su renombre, afirmando el camino que le había vaticinado Eva Canel al escribir: “Un sacerdote joven, terciario dominico, religioso por vocación; ilustrado por su amor al estudio, de carácter entero y de tesón muy semejante al carácter, está llamado a continuar la gloria con que tantos varones ilustres asturianos han contribuido a ensalzar el episcopado español.”
Dejó su residencia de Oviedo en 1909, destinado al regimiento mixto de Ingenieros, de guarnición en Logroño, con el que se trasladó en ese mismo año a Ceuta, al iniciarse la campaña de Marruecos. Del escritor habrá de anotarse entonces que fundó y dirigió el periódico Ceuta Comercial. En 1912 se le destinó a Melilla al regimiento mixto de Artillería, y de Melilla regresó a la Península al año siguiente, de servicio en el regimiento del Rey, de guarnición en Madrid. Durante esos tres años de residencia en la zona de nuestro protectorado de Marruecos, Su gran vocación al estudio de lenguas le movió al del árabe vulgar, que aprendió en las Academias oficiales de Ceuta y Melilla, lengua que luego practicó, pensionado por el Ministerio de la Guerra, en los bajalatos de Tetuán, Larache y Tánger.
En el mismo año 1913 de su repatriación de Marruecos obtuvo ascenso en su carrera y se le destinó a Algeciras de servicio al Hospital Militar y como párroco castrense de esa plaza. Regresó a Madrid en mayo de 1917 al cargo de capellán de la Aviación, que desempeñó hasta 1923 en que fué nombrado para el mismo cargo de la Comandancia General de Inválidos.
Simultáneamente a esos destinos ocupó el de fiscal del Tribunal Eclesiástico de Guerra y Marina En 1924 dejó esos destinos de carácter militar por haber sido designado auditor del Tribunal de la Rota, del que continúa siendo miembro en la actualidad.
Desde la elevación a tan alto cargo, su personalidad ha cobrado los altos vuelos que le había vaticinado Eva Canel y ha venido figurando como miembro relevante de diversas instituciones: vicepresidente primero y socio de honor de la Sociedad Nacional de Geografía, de Madrid, y miembro también de la Sociedad hermana, de Lisboa; académico de honor de la Academia Hispano-Americana de Ciencias y Artes, de Cádiz; consejero del Centro Hispano-Marroquí, de Barcelona, y socio de mérito de la misma institución radicada en Ceuta; vocal del Patronato de los Colegios nacionales de Sordomudos y Ciegos y comisario regio e inspector de todos estos Colegios de España (1925-30); miembro de ía Asamblea Nacional con que el dictador Primo de Rivera sustituyó las funciones del Congreso de los Diputados; director de la Asociación de Damas de San Fernando, de ingenieros militares, y de la Asociación de Damas de Nuestra Señora de Loreto, de aviación militar, y asesor de los Patronatos regionales postcarcelarios de España.
Pero de todos esos destinos, cargos honoríficos y distinciones, ninguno da tanto relieve a la personalidad de Díaz Valdepares como el de nombramiento de hijo adoptivo y predilecto de los dieciocho Ayuntamientos del Valle de Arán (Lérida), en cada uno de los cuales se le ha dedicado una calle.
También es hijo adoptivo de Valverde de Leganés (Badajoz) y de Pesoz (Asturias).
Además de las obras originales y publicadas en volumen que se anotan a continuación, es autor de la traducción del inglés del Devocionario del explorador católico. (Madrid, 1918.)
Obras publicadas en volumen:
I.—Teología pastoral. (Luarca, 1894; dos tomos; obra de texto en algunos Seminarios.)
II.—Descripción del santuario de Nuestra Señora del Acebo y las revelaciones de Santa Brígida ante la fe y la ciencia. (Luarca, 1894.)
III.—Vindicación. (Oviedo, 1904; folleto en defensa de la jurisdicción castrense.)
IV.—Escuelas de analfabetos en el Ejército y la Armada. (Madrid, 1912.)
V.—El culto de la Sagrada Eucaristía en Marruecos. (Oviedo, 1914 y Algeciras, 1916; memoria presentada al XXII Congreso Eucarístico Internacional de Madrid, publicada también en el libro de Actas de dicho Congreso.)
Referencias biográficas:
Anónimo.—Un bosquejo biográfico. (En el Heraldo Español, Santo Domingo—Rep. Dominicana—, 1896.)
ídem.—Una semblanza. (En el Diario de la Marina, Habana, 1896.)
Canel (Eva).—D. Julián Díaz Valdepares. (En Asturias, Órgano del Centro Asturiano, Madrid, Octubre de 1905; trabajo publicado años antes—1896—en El Hogar, de la Habana.)