Hermano del sabio catedrático reseñado a continuación. Hombre que, si no dejó una labor intelectual por la que la posteridad le reconozca una sólida fama, por su clara inteligencia y su hombría de bien, vivió rodeado de generales estimaciones. En la villa natal y en la de Avilés, donde residió querido de todos muchos años, se conserva vivo y venerado el recuerdo de esta noble figura después de un veintenio transcurrido desde su fallecimiento. Ponderando la generosidad con que derramó su saber y su virtud con los demás, Juan Fernández de la Llana ha escrito estas palabras en un artículo dedicado al hermano de don Claudio: “Tampoco don Claudio tiene hijos. Pero ¡¡cuántos formó su intelecto y cuántos deben gratitud a su ciencia y a su saber!! ¡¡Cuántos corazones formó su corazón de Oro, despierto siempre para la abnegación, para el sacrificio, para el socorro del pobre!!” Fué, como profesional, en el ejercicio de la Medicina, y como ciudadano, un hombre ejemplar.Nació Claudio Fernández Luanco en Castropol en 1838, hijo de don Andrés de esos apellidos y doña Petronila del Riego y Riego, de modesta posición social. Después de cursar la segunda enseñanza en Oviedo, graduado de bachiller en Filosofía el 9 de junio de 1857 en la Universidad, en ella estudió dos años en la Facultad de Ciencias (1857-59), y optó luego por Seguir la carrera de Medicina, disciplina de la que obtuvo en la Universidad de Madrid el grado de doctor en 1867, con cuyo motivo escribió la tesis doctoral anotada más abajo, que es lo único publicado por él en volumen.
Ejerció después durante algunos años la profesión en la villa natal, Compartiendo esta ocupación Con algunas actividades intelectuales y políticas. Militó en política, si bien Sin desplegar muchas actividades de luchador, en el Partido Progresista y más tarde, durante el desarrollo de los sucesos revolucionarios que derribaron del Trono a Isabel II en 1868, fué derivando hacia los ideales republicanos, y en 1873 sale elegido presidente del Comité Republicano del distrito de Castropol.
Pasó después a ejercer la carrera en Avilés, donde se estimaron desde los primeros tiempos de su convivencia allí sus bellas prendas profesionales y personales, como lo demuestra que en 1881 se le haya nombrado médico honorario de la Dirección del puerto. En Avilés, por sus entusiasmos desplegados en concurso de cuanto redundara en progreso de la villa, se le llegó a considerar como uno de los avilesinos más popularmente respetados y queridos. Durante su permanencia en Avilés de más de un cuarto de siglo, cerebro y corazón estuvieron prontos siempre a perseguir cuanto redundara en provecho del bien común, como ciudadano con sus actos y como intelectual con la palabra y la pluma. En tal sentido colaboró en los periódicos locales con pluma limpia de ambiciones. En las postrimerías del siglo XIX promovió la celebración anual de una fiesta de primavera, que se ha hecho ya tradicional con el nombre de la Fiesta del Bollo, y que tiene lugar el domingo de Pascua Florida. Como complemento de esa fiesta fundó la revista ilustrada El Bollo, que se viene publicando en ese día año tras año, y que él mismo dirigió al comienzo. También fué iniciativa suya la construcción de un gran teatro que, después de suspendidas las Obras por espacio de cerca de veinte años, ha sido bautizado con el nombre de Teatro de Palacio Valdés, en homenaje al famoso novelista.
Ya en los albores de la ancianidad Fernández Luanco regresó a la villa natal. En ella fundó en 1905 el escenario Castropol, que dirigía y escribía en su mayo! parte como entretenimiento y solaz de sus años postreros. “En él publicó innumerables saetas sobre política local casi exclusivamente—nos ha dicho Loriente Cancio—, que componía de memoria paseando por el pasillo de su casa y echando rayos a quien se le acercase en tales quehaceres y le interrumpiese.” Dejó de existir el periódico Castropol con la muerte de su director, ocurrida el 7 de octubre de 1916, ya anciano de setenta y ocho años.
En marzo de 1901 había sido agraciado con la condecoración de comendador de la Orden de Isabel la Católica,
Obras publicadas en volumen:
I.—La experiencia en Medicina. (Madrid, 1867; tesis doctoral.)