ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

FERNANDEZ SANTA EULALIA (Francisco de Paula).

Escritor florecido en Cuba en la Segunda mitad del siglo XIX, que ensayó afortunadamente diversos géneros literarios, desde la crónica a la novela y el teatro, en castellano y en bable. Persona muy querida de la colonia asturiana de esa Isla por sus prendas intelectuales y Morales. Hermano del reseñado a continuación. 

Nació Fernández Santa Eulalia en Avilés hacia 1850 o acaso algo antes. Recibió una esmerada instrucción elemental y, como tantos y tantos adolescentes asturianos durante más de un siglo, decidió dejarse llevar por el sueño de la leyenda de oro americana, emigrante a la isla de Cuba, provincia ultramarina de España entonces. Poco es lo que hemos podido averiguar de sus primeros años de emigración. Siendo dependiente de un establecimiento de tejidos denominado La Filosofía, se estableció con otro avilesino, protegidos por un tercero, con un comercio en el mismo ramo que titularon los Filósofos. El resultado de tal empresa fué la quiebra, tal vez porque los dueños no reunían condiciones de comerciantes, pues se desprende esto de que el protector solía decir que era mucho filosofar para que la cosa resultara bien.

Se puede dar por seguro que sus inquietudes intelectuales estarían reñidas con el ambiente y las prácticas mercantiles. No es aventurado tampoco asegurar que habrá atendido a suplir con lecturas y estudios privados la deficiente ilustración con que había llegado a la isla. Todo esto se deduce de que al abandonar el comercio, después de ese desastre, se dedicó al periodismo, ejercicio que anteriormente había acometido como simple aficionado. De esas actividades destacan por su importancia la fundación y dirección en la Habana del periódico El Dependiente (1879-81); años después (1885), El Progreso Mercantil, y en ese mismo año, compartida la dirección con el también escritor asturiano Lucio Suárez Solís, El Heraldo de Asturias, que fué acogido con entusiasmo por la colonia asturiana y alcanzó larga vida. Tuvo en su haber este periódico que haya sido promotor con la pluma de Suárez Solís de la fundación del Centro Asturiano.

A la vez que ejerció el periodismo acometió empeños literarios de mayor importancia, primeramente, como comediógrafo con el estreno aplaudido de la comedia en dos actos y en bable, Andresín, el de Raíces (número I), y después con la novela Peregrina del Rosal, virgen y mártir (número II).

Pero las letras; de las que él no había hecho mercado, no le resolvían el problema económico por modestamente que se lo planteaba, y acudió al diputado por Avilés, don Julián García San Miguel, en solicitud de un empleo. Este se lo consiguió, pero en España y no en Cuba, como Fernández Santa Eulalia pretendía, con lo cual decidió regresar a la Península, dejando a su hermano Manuel al frente de El Heraldo de Asturias. Pero cuando llegó a España se encontró con la desagradable sorpresa de que dicho empleo estaba ya ocupado Por otra persona, suceso que él comentaba después diciendo que le habían dado la cesantía antes de la posesión. Como la lucha por la existencia le era ya más fácil en el ambiente habanero, aunque hostil, regresó a la Habana y a la dirección de su periódico.

Algo después vino a aliviar su penuria económica la elección por unanimidad en votación secreta, en enero de 1891, para el puesto de secretario del Centro Asturiano. Se hizo cargo de esa Secretaría cuando el Centro Asturiano atravesaba una época de grandes apreturas económicas, si bien entre entusiasmo que él contribuyó grandemente a sostener. En realidad, el Centro Asturiano vino a ser deudor de una gran fuerza moral a este “hombre nervioso, menudo, simpático y muy inteligente”, como califica Oscar García en El libro del Centro Asturiano de la Habana. En otro lugar de esta misma obra, comenta dicho autor: “Santa Eulalia, aquel sagaz, inteligente secretario, que en Juntas generales de fin de año—años desastrosos, en que los déficits eran tremendos anonadantes—, leía fantásticos, pintorescos balances, acusando falsas prosperidades, a fin de contener la desbandada que, de conocerse la situación real de la Sociedad, habría de producirse. Él distribuía optimismo, fe. El, con gravedad que ahora nos parece cónica—diablo de hombre, vivo y revoltoso—, derramaba bellas, perfumadas ilusiones sobre las un tanto inocentes asambleas, logranlo así que no cundieran ni el desaliento ni la desconfianza, que hubiesen sido nefastos.”

Una de esas memorias, la primera presentada por él, que comprendía los ejercicios de 1889 a 1891, ha sido juzgada de brillantísima por González Aguirre (Centro Asturiano de la Habana. Historia social desde su fundación) y añade: “como trabajo de un mérito extraordinario, mereció un entusiasta voto de alabanzas”.

Es lo cierto que durante el decenio que ejerció ese cargo de secretario, hasta su fallecimiento, contó con el aplauso y el cariño efusivo de los socios y se conquistó un renombre que se ha hecho tradicional en el Centro Asturiano.

Por esta época, aunque con menos fecundidad, no dejó de cultivar las letras, extendidas sus colaboraciones a periódicos avilesinos, como el Diario de Avilés y La Semana Ilustrada. Entonces también recogió en el volumen número III una selección de cuentos y otros frutos de su amena pluma.

En 1900 hizo un viaje de recreo y descanso a Asturias, algo quebrantada su salud. A este efecto sirvió de poco dicho viaje, del que regresó a la Habana y a su cargo en noviembre de ese mismo año.

Pocos meses después, en mayo de 1901, el Centro Asturiano se encontró en el caso de tener que aumentarle veinte duros mensuales de sueldo para que pudiera atender mejor a los cuidados de una pertinaz dolencia que arruinaba su modesto hogar. y a su fallecimiento, ocurrido el 3 de agosto de 1901 (y no de 1900, como anota Oscar García), socorrió con una modesta pensión a la familia, en reconocimiento de los muchos y admirables Servicios prestados por Fernández Santa Eulalia.

 

 Obras publicadas en volumen:

I.—Andresin el de Raíces o una promesa cumplida. (Habana, 1883; comedia en dos actos en bable estrenada con éxito en la Habana; reproducida por Pachin de Melás, Gijón, 1918, en la Biblioteca Popular de Escritores Asturianos.)

II.-—Peregrina del Rosal, virgen y mártir. (Habana, 1888; novela de costumbres asturianas.)

III.—Pote asturiano. (Habana, 1899; cuentos, cartas, narraciones, etcétera.)