En un estudio que hemos escrito no hace mucho tiempo (1933) de este inspirado y donoso poeta en bable, decíamos: “No se puede evocar la asturianísima figura de Perfecto Fernández Usatorre (Nolón) sin disponerse a escribir una de las páginas más dolorosamente emotivas de la historia literaria regional. De la cuerda de Teodoro Cuesta, Popular y regocijado; menos afín a Juan María Acebal, exquisito de dicción y pensamiento, fué Nolón uno de los poetas en el dialecto vernáculo de musa más inspirada y fecunda que tuvimos.
Autor de composiciones que, tanto en lo festivo como en lo sentimental, no desmerecen de las joyas que nos dejaron los dos mencionados maestros. Como las de ellos fué la suya una vida humilde, más abundante en amarguras que e satisfacciones; pero la de él acabó en una de esas tragedias oscuras y desgarradoras de los que se encuentran lanzados del torbellino social, ahíto de ambiciones e impiedades, porque tuvieron la desdicha de agotarse antes de morir.
Perfecto Fernández Usatorre nació en 1847 en humilde hogar de Oviedo, por lo que sólo pudo seguir los estudios de la instrucción primaria, usurpado su puesto en las aulas universitarias, a las qué su despierta inteligencia tenía derecho, por uno de los muchoS galopines de. familias pudienteS que las llenan. Para atender con su propio esfuerzo a las escaseces del hogar paterno, tuvo que comenzar desde niño la lucha por la vida en el trabajo como aprendiz de tipógrafo en las imprentas de la ciudad natal. En las de El Eco de Asturias y El Faro Asturiano, al mismo tiempo que los secretos del oficio llegó, en práctica del mismo, a la posesión de los literarios, que procuró enriquecer con la lectura asidua. Favorecido por las musas, el tipógrafo compuso algunas veces los versos que antes había compuesto el poeta, y en esos mismos periódicos conquistó rápidamente el aplauso de los lectores. Solían aparecer sus poesías para celebrar en tono festivo sucesos locales de alguna importancia y muy especialmente las fiestas populares conocidas con los nombres de Martes del Bollu y Miércoles de Pumarín. Tales fueron los comienzos de este vate, deleite y regocijo de quienes habrían de olvidar la deuda moral que con este goce contraían.
Deseoso de un más amplio horizonte que le permitiera aspiraciones que ni el componedor ni mucho menos, la lira habrían de consentirle en Oviedo, decidió ya en plena juventud dejarse llevar de la corriente emigratoria hacia América, y se trasladó a la isla de Cuba. Residió en la Habana unos treinta años, dedicado como medio de vida a su oficio y como placer espiritual de escaso rendimiento crematístico a poeta en bable con su ya conocido seudónimo de Nolón. Lo más de ese tiempo trabajó en los talleres del Diario de la Marina, de los que llegó a ser regente por espacio de muchos años. Al mismo tiempo las columnas de ese portante periódico se engalanaban con el fruto siempre espléndido de su numen poético, que fué fiesta de los asturianos allí residentes, los cuales también buscaban Sus graciosos o emotivos versos en bable en algunas publicaciones de carácter regional, como El Eco de Covadonga y El Heraldo de Asturias y en el suplemento del primero con el título de La Montera, que estuvo bajo su dirección. Además de su fecunda producción periodística, escribió en verso y prosa, casi siempre en bable, numerosas piezas teatrales que le proporcionaron sonados éxitos. Por los años de 1880 a 1894 (anteriores a la guerra de Independencia cubana, iniciada en este último) estrenó buen número de comedias de ambiente asturiano, diez de las cuales merecieron los honores de la impresión y van anotadas más abajo en su lugar correspondiente.
Algunas de ellas, como Los quintos de la Manxoya, Manín el huérfano, La vaca pinta y Xuaquina figurarán siempre como obras clásicas del teatro asturiano.
Era Nolón, como había soñado, el obrero de posición económica desahogada, que se permitía favorecer a otros desheredados—en lo que gastó el dinero que pudo acumular para la ancianidad desamparada que le aguardaba—, y el hombre de letras aplaudido y famoso que también había visto en sueños.
Dos nobles y firmes pasiones distinguían a este obrero-poeta: el amor a los humildes y el amor a la patria. A esto se refiere Quiroga con las siguientes palabras: “Nolón fué un espíritu sencillo, un hombre bueno que amó a la patria con vehemencia generosa y a los humildes con calor de hermano. Su larga existencia en Cuba rebosa emocionantes episodios de estos dos grandes amores de su vida y con ellos podría tejerse un soberano ramillete, la mejor ofrenda para la tumba del pobre trovador.”
Conocedor de los dolores de los humildes en su propia existencia, jamás se le mostró remisa la musa para enaltecer sus virtudes y demandar en favor de ellos justicia y estimación. El patriotismo exaltado fué consecuencia de sentirse español en un medio desfavorable, creado por las agitaciones políticas precursoras de la independencia cubana. Sus sentimientos en esto rimaban acordes con los de la mayoría de los españoles de esa época, que veían en todo atisbo de libertad política para Cuba como un gran desgarrón de la unidad nacional, sin darse cuenta, porque el sentimiento no razona, que el desgarrón habría de darlo esa posición intransigente.
Aunque de genio apacible y pluma sin hiel, llegó a ser uno de los blancos de la furia separatista. Sin haberlo merecido por ningún concepto, se encontró un día vejado públicamente por un cubano, de tal forma, que no tuvo más recurso que aceptar un duelo a pistola como único medio de reparar la afrenta, imperito en el manejo de toda clase de armas, tenía que enfrentarse con un bravucón que las manejaba diestramente todas, y fué al duelo como quien va a una muerte segura. Pero la fortuna le deparó ser el primero en disparar y herir por casualidad, con lo que se libró de un verdadero asesinato.
Lo quiso así la suerte o la desgracia, porque acaso para su vida y su gloria hubiese sido mejor acabar como los héroes—los más amados de la posteridad— en el campo de aquel singular y amañado combate.
Ya en los linderos de la ancianidad, Fernández Usatorre volvió a la ciudad natal, en busca de fortalecimiento para la salud quebrantada. El cambio de vida le dió pronto nuevas fuerzas, hasta consentirle dedicarse a su oficio en el diario La Cruz de la Victoria y a su vocación en ése y otros periódicos, con lo que renovó la cosecha de alabanzas. Pero, ya restablecido, regresó a la Habana, donde su trabajo era mejor remunerado y, sobre todo, gozaba de mayores consideraciones sociales. Pero el padecimiento sólo estaba curado en apariencia y se presentó de nuevo con caracteres más graves, por lo que decidió repatriarse definitivamente.
Anciano y enfermo, le faltaban ya a Nolón energías para ganarse el cotidiano sustento, que sólo de ellas dependía en un medio social que, si bien era el suyo por nacimiento y devoción del espíritu, no tenía para él otros lazos afectivos que el deleite gratuito recibido con la lectura de sus poesías publicadas entonces en El Carbayón. La ilusión engañadora de que la patria, tan amada, le depararía un dulce acogimiento a la vejez, pronto fué para él desesperanza, con la que tuvo que deambular, entre la glacial indiferencia de sus paisanos, enfermo, hambriento y andrajoso y también beodo, porque trataba de adormecer con alcohol sus amarguras. Los que le reconocían ponderativamente como el Quevedo asturiano no pudieron o no supieron evitar que anduviese por la calle a merced de dádivas generosas y que la chiquillería le siguiese, en los momentos de embriaguez alcohólica, con mofas y escarnios.
El Hospital Provincial fué su hogar único algún tiempo. El hecho movió a algunas personas a la piedad y en su beneficio se editó una selección de sus composiciones con el título de Veyures y Caxigalines (1906). El remedio no pasó de un bien intencionado lenitivo y Nolón no tardó en volver a su lastimosa categoría de hombre. El alcohol, que él buscaba como un refugio a las cuitas, acabó perturbándole las facultades mentales. El peligro social, ahora por un efecto de solidaridad que no se produjo a su debido tiempo, movió a la sociedad en que vivía a darle un hogar: el Manicomio Provincial, donde falleció el 23 de enero de 1911.
Sus compañeros de letras, los únicos que le habrían proporcionado una ancianidad plácida de haber podido, tuvieron para él otro rasgo enaltecedor después de muerto, la Asociación de la Prensa local se hizo cargo de costear el entierro y los funerales.
Obras publicadas en volumen:
I.—Camín de la romería. (Habana, 1882; comedia estrenada en la capital.)
lI.—Los quintos de la Manxoya. (Habana, 1883; ídem id.; reproducida en el volumen señalado con el número XI.) .
III.—El criado de don Pancracio, (Habana, 1884; ídem id.)
IV.—Manín, el huérfano. (Habana, 1884; ídem id.)
V.—El alcalde de Llatores. (Habana, 1884; ídem íd.)
VI.—El primer jornal. (Habana, 1885; ídem id.)
VII.—La vaca pinta. (Habana, 1890; ídem íd.; reproducida en el Volumen indicado con el número XI.)
VIII. —Xuaquina. (Habana, 1891; ídem id.)
IX.—La cruz de nácar. (Habana, 1892; ídem id.)
X.—Don Luis. (Habana, 1894; ídem .)
XI-—Veyures y caxigalines. (Oviedo, 1906; una selección de Poesías y las comedias Los quintos de la Manxoya y La vaca pinta; libro editado por suscripción a beneficio del autor, con prólogo de F, Canella y Secades, intermedio de Palique y epílogo de Acevedo y Huelves.)
Trabajos sin formar volumen:
1 y 2.—Composiciones poéticas. (En el libro Los nuevos bablistas, Gijón, 1925, de E. Gra. Rendueles.)
Referencias biográficas.
Acevedo y Huelves (Bernardo)..—Epílogo al volumen indicado en el número Xl.
Canella y Secades (Fermín)..—Prólogo al ídem id.
Quiroga (Ismael) .—Necrología: Nolón. (En Asturias, órgano del Centro Asturiano, Madrid, febrero de 1911.)
Rodríguez F. Casal (Luis) (Palique).—Intermedio del volumen que lleva el número XI)
Suárez Españolito (Constantino).—Escritores asturianos: Nolón. (En Asturias Pintoresca, Oviedo, setiembre, y La Voz de Asturias, Buenos Aires, octubre de 1933.)