Laureado pintor contemporáneo, natural de Murós del Nalón, donde nació el 17 de mayo de 1860 y donde ha residido la mayor parte de su vida. Fueron sus padres don José y doña Josefa de esos apellidos respectivos, de modesta posición económica, bastante mejorada durante la infancia del artista, por lo que éste pudo cursar estudios que de otra manera habrían quedado en mera aspiración. Hizo los elementales en un colegio religioso dirigido por sacerdotes en Los Cabos (Pravia), y la segunda enseñanza en el que dirigía en Oviedo don Diego Terreto, con exámenes en el Instituto de esta ciudad, en el que recibió el grado de bachiller. Seguidamente se trasladó a Santiago de Compostela (1876) y cursó los estudios de la Facultad de Farmacia, en la que obtuvo el título de licenciado en junio de 1880.
Pero su vocación más firme y honda no había encontrado cauce en la carrera universitaria. Desde muchacho sentía inclinación por las artes plásticas, especialmenie por la pintura, fortalecida esa afición por el ambiente que habían formado en Muros los pintores Robles, Plasencia y otros. Fué después de facultado para desempeñar una profesión cuando decidió entregarse formalmente a las determinaciones de su instinto y se trasladó a Madrid en ese mismo año 1880, dispuesto a estudiar el arte de la pintura. Ingresó en el estudio de Casto Plasencia, con quien le unió una amistad íntima, y asistió además como discípulo a las clases de la Academia de San Fernándo y a las del Círculo de Bellas Artes, de reciente fundación por ese tiempo.
Seis años después (1886) el pintor estaba ya plenamente formado. Los méritos de dos cuadros pintados por entonces, La carta de luto y Después del baile, determinaron a la Diputación de Asturias a pensionarle para que completara estudios en Roma. Los progresos conseguidos con esa estancia quedaron patentes en el cuadro La cuna vacía, muy encomiado por la crítica en Roma y en Madrid y que envió a la Diputación, la cual en vista de la maestría alcanzada por el becario le prorrogó por otros dos años la pensión. (Este cuadro, reproducido por La Ilustración Artística, de Barcelona, fué como el cimiento de la fama de García Sampedro).
Durante los cuatro años de pensionado viajó por Italia y Francia, estudiando las obras maestras de la pintura universal que se conservan en las principales poblaciones de estos dos países. Ejecutó en esta época otras varias obras, una de las cuales, En las catacumbas, dejó sin concluir hasta pasados algunos años, y culminó su producción de entonces en el cuadro A la caída de la tarde que, después de visto y apreciado con alabanzas por los entendidos en Roma, presentó a la Exposición Nacional de Bellas Artes. de Madrid, celebrada en 1890, en la que se dió a conocer públicamente con unánime aplauso. A la caída de la tarde alcanzó una tercera medalla, aun cuando a juicio de la crítica merecía más alta recompensa, y fué adquirido por el Estado para decoración del palacio del Consejo de Ministros. Dos obras bellamente editadas entonces, dirigida una por Jacinto Octavio Picón e impresa la otra por la casa Laurent, de Madrid. dedicadas a reproducir los veinticinco o treinta cuadros mejores de esa Exposición, incluyeron entre los seleccionados el cuadro de García Sampedro.
Después de este éxito Garcia Sampedro regresó a Roma, ya caducada la pensión, llevado por la simpatía hacia aquel ambiente artístico. Era su ilusión en ese momento ejecutar una obra de empeño y gran tamaño con destino a la Exposición Nacional de 1892. La bastante adelantada su tarea, acabadas ya algunas de las catorce figuras que componían el cuadro, cuando tuvo la desgracia de enfermar y de verse obligado a dejar Roma. Regresó a España y a la villa natal, que tuvo atractivos sentimentales suficientes para retenerle en lo sucesivo casi ininterrumpidamente, con daño seguro para su renombre ya nacional. En una finca propiedad de una hermana construyó a su qusto un estudio, que fué además de taller algo así como su hogar a partir de ese momento. A este su retiro le llegaron encargos abundantes; entre as obras ejecutó algunos techos con figuras decorativas para habitaciones de lujo en casas particulares.
Concurrió a la Exposición Nacional de Bellas Artes celebrada en 1897 con el cuadro A orillas del Nalón, que no alcanzó el éxito unánime del presentado en 1890, pero que le valió la condecoración de Caballero de la Orden de Carlos III y que el crítico de arte don Francisco Alcántara lo acogiera en el libro que publicó acerca de esta Exposición.
Por entonces dedicó García Sampedro una larga temporada a viajes de finalidad artística, y residió en Madrid, Barcelona, París y otras ciudades españolas y francesas. Pero pronto volvió al refugio de sus ilusiones. donde continuaron llegándole encargos, ya de nuevos techos para aposentos, bien de cuadros o retratos que se fueron diseminando por España y América española. Por encargo del Casino Español de Guantánamo (Cuba), hizo un retrato de Alfonso XII, niño, muy elogiado.
Pertenecen a esa época otros dos galardones: una medalla de plata en la Exposición regional de Gijón y un premio en metálico y diploma en la Exposición patrocinada por el Círculo de Bellas Artes de Madrid, celebrada en el Retiro en 1903. Poco después, el 6 de noviembre de 1905, la Academia de Bellas Artes de San Fernando, de Madrid, le incorporaba a su seno como académico correspondiente en atención a sus merecimientos.
Posteriormente la tendencia artística de García Sampedro fué derivando de la preferencia por la figura humana a la del paisaje, como intérprete del asturiano, alcanzando en esta difícil modalidad una verdadera maestría.
Referencias biográficas:
Picón (Jacinto Octavio).—Un apunte biográfico. (En la obra Exposición Nacional de Bellas Artes, 1890, Madrid, 1890).