Eclesiástico y magistrado que floreció en el siglo XVI; “varón notorio por su ciencia, virtud y señalados servicios”, dice Canella y Secades.

Nació Junco de Posada en Llanes el 14 de octubre de 1528, descendiente de noble linaje. Carente Asturias entonces de importantes centros de enseñanza, comenzó estudios en Palencia y los continuó luego como colegial mayor en el Colegio de Santa Cruz, de Valladolid, en el que ingresó en octubre de 1560 y donde recibió el grado de doctor en ambos Derechos.

Después, en esa misma ciudad, fué canónigo con las dignidades de provisor y vicecanciller, ocupaciones que simultaneó con las de profesor en la Universidad, en las cátedras de Instituta, Códigos y Digesto viejo.

Volvió años después a Palencia como canónigo y de aquí se le trasladó a Granada como oidor de la Chancillería.

La prueba más notable de hombre de letras la dió en este cargo con motivo de la expulsión de los moriscos, comisionado por el rey Felipe II, con otros elementos, para formar una estadística de los bienes confiscados. A este fin hizo un catastro y escribió una Memoria.

En junio de 1582 se le destinó al Tribunal Supremo de la Inquisición, en el que prestó servicios durante más de seis años. Después y tras una breve permanencia en el país natal, se le nombró presidente de la Chancillería de Valladolid (1589). En 1598 le agració el rey con la mitra de Salamanca, dignidad que desempeñó hasta su fallecimiento el 3 de mayo de 1602.