Pintor del siglo XIX. Con Alvarez Catalá, Fierros, Suárez Llanos y alguno más de menor nombradía, contribuyó grandemente al prestigio pictórico de Asturias a mediados de la citada centuria.
León y Escosura residió la mayor parte de su vida en el extranjero, particularmente en París. “La necesidad de cambiar a cada momento de cielo y latitudes —dice Murguia— llevó a Escosura a tener dos estudios a un tiempo. uno en París y otro en Londres”. Esta circunstancia le proporcionó más extensa y sólida fama fuera que dentro de su país, y la mayor parte de su obra está diseminada en museos y galerías particulares del extranjero, donde concluyó su formación artística, ejecutó las más de sus obras y alcanzó posición económica harto desahogada”. “La firma de León y Escosura —dice Salmeán— se cotizó a gran precio, por el renombre universal que merced a su indiscutible mérito logró conquistar en Europa y América”.
También cultivó las letras. aunque esporádicamente, como crítico de arte, y en La Ilustración Cantábrica, de Madrid (1882), publicó una serie de cartas enviadas desde Viena comentando la Exposición de Bellas Artes que se celebraba entonces en esa ciudad.
Nació Ignacio de León y Escosura en Oviedo el 15 de junio de 1834. Los piloñeses le consideran como nacido en Infiesto y pretenden algunos sostener que es natural de esa villa. De ella eran su padre, don José León y Concha, y la ascendencia paterna; en ella transcurrió parte de su niñez y pasó largas temporadas de recreo y descanso, recordándole todavía algunos ancianos “por su raquítica estatura y la enorme melena que usaba, atributo romántico éste que desconcertaba a los vecinos”. como nos dice Ramón del Busto Toyos.
Tampoco es cierto que León y Escosura pasara en la infancia a vivir en La Coruña, como asegura Murguía, sino más tarde. En 1847, a los trece años de edad, ingresó en la Facultad de Filosofía de la Universidad ovetense, en la que siguió los dos primeros cursos del bachillerato. No pasó a residir en La Coruña hasta los quince años por lo menos, marchando a esa ciudad con la familia a causa de un traslado del padre, que era funcionario de Aduanas.
Inició sus estudios artísticos como alumno de la Academia de Bellas Artes de San Salvador, de Oviedo. y los continuó en la Escuela de Bellas Artes de La Coruña, obteniendo varios premios. Uno de sus profesores, don Juan Villaamil, hermano del famoso paisajista don Jenaro, le recomendó que se trasladara a Madrid para completar aquí su educación pictórica.
Pasó a Madrid cuando andaba por los veinte años (1853) y en esta ciudad permaneció unos seis, ampliando estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes y ejercitándose prácticamente como copista en el Museo del Prado. Fué uno de los discípulos más estimados del pintor Federico de Madrazo. .
La única noticia concreta que conocemos de sus éxitos pictóricos en estos primeros años de su carrera artística es la de haber sido admitido como expositor en un certamen celebrado en Granada en 1856, al que presentó los lienzos Un cuadro de retratos y Vistas de Covadonga.
Concluidos los estudios en la Escuela de San Fernando. León y Escosura se trasladó en 1859 a París, con el deseo de perfeccionaros. En el poco tiempo que residió entonces en París. que tal vez no llegó a un año, progresó notablemente: fué discípulo de los pintores Lazerges y Gérome y frecuentador del estudio de Meissonier, que le dió muy útiles consejos. Gérome fué de los tres seguramente el que dejó rastro más perdurable y ostensible en la técnica de Escosura.
Formado ya el pintor regresó a España. En la Exposición Nacional de Bellas Artes celebrada en Madrid en ese mismo año (1860) presentó dos de sus primeros cuadros de composición: Un licenciado del ejército de Africa refiriendo los hechos de la campaña a un grupo de campesinos y Una fiesta en el Campo (Asturias). La crítica le fué favorable. Regresó enseguida a París, que habría de ser en lo sucesivo su residencia preferida y el teatro de sus triunfos artísticos y económicos. A España volvió numerosas veces, pero siempre como a lugar de paso o de residencia temporal durante sus viajes, a los que destinaba la mitad del año.
No por eso se desvinculó de su país, como lo prueba su concurrencia frecuente a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes. En la de 1862 presentó dos cuadros: La viuda del artista y Un almuerzo, valiéndole éste una mención honorífica especial y la adquisición por el Estado; en la de 1864: Episodio de la fábula de Psiquis, La mantilla, Unas perdices, Un frutero y Un paseo en Aranjuez en tiempo de Felipe IV, el último de los cuales fué premiado con otra mención honorífica especial: en la de 1886:Un retrato, El último beso y La narración de las campañas, con el que alcanzó una segunda medalla.
En 1864 se presentó a oposiciones para una pensión del Estado en Roma, desarrollando el tema de La resurrección de la hija de Jairo, en cuadro que no alcanzó calificación favorable del Jurado pero que mereció grandes alabanzas de la crítica, especialmente por su ponderado colorido.
Su afición a buscar los motivos para sus obras en la naturaleza y en la vida llegó al extremo de poner en inminente riesgo la suya cuando la sangrienta jornada de la Commune de París en 1870. Deseoso de impresionar la retina con el desarrollo de los sucesos, acompañó a un amigo médico de ambulancias de las tropas que salieron de Versalles sobre París. En pleno combate tomó apuntes de la lucha en las barricadas, con los que luego compuso su famoso cuadro La rue de Rivoli dans la matinée du 23 may, que le compró en quince mil francos el marchand Avery y el derecho de reproducción en dos mil, el fotógrafo Bimgaut, que difundió el cuadro por toda Francia en miles de reproducciones, adquiridas por el público con entusiasmo.
Por esta época comenzaron sus grandes éxitos en el extranjero con altas cotizaciones de sus cuadros. Al auge de su notoriedad contribuyó la obtención de una segunda medalla en la Exposición Internacional celebrada en Londres en 1874.
Por lo que se refiere a España, su concurso a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes en años posteriores queda señalado de este modo: 1878, exhibición de los cuadros de Felipe 11 en Hampton Court (Inglaterra), Un loro descarado y Las caballerizas del rey Guillermo 11 de Inglaterra, premiándosele con una Encomienda de la Orden de Isabel la Católica; 1881: Autorretrato, Un fenómeno musical, Esquina de una plaza en El Cairo, Vuelta de las Pirámides, Ruinas de Raznal (Tebas) a la luz de la luna y El tiro al blanco en Haddo-Hall (época de Cromwell); 1884: Murillo en el convento de capuchinos (que pasó a ser propiedad del Museo de Nueva York), María Estuardo en sus tiempos felices (propiedad del Sr. Avery), La diadema de esmeraldas y El descanso (propiedad de D. C. Martínez); 1892: Galería de cuadros y estudio del autor en París, El dúo interrumpido, En la taberna, El plan del capitán y El juego de naipes (propiedad del marqués de la Puente y Sotomayor), exposición en la que alcanzó una Encomienda de Carlos MI; 1895; Un té, La terraza de Haddon-Hall, Pasada la luna de miel, Un acompañamiento difícil y Vuelta al castillo de Chaumont (Francia).
Por los años 1884. al 85 llevó a cabo su primer viaje a los Estados Unidos, de donde le habían encargado oficialmente en 1883 el cuadro Un episodio de la vida de Murillo. De su éxito en esta nación bastará decir que el director del Museo Metropolitano de Nueva York le hizo entrega del nombramiento de patrón honorario del mismo. Algunos años después, a fines de 1892, volvió a esa república, esta vez como delegado artístico de España a la Exposición Universal de Chicago. Todo ello le valió una muy considerable ampliación al mercado de sus cuadros, limitado hasta entonces a Europa.
Otros éxitos fueron los alcanzados en varias exposiciones internacionales. Concurrió a las de Berlín (1886) y de París (1889). En esta última presentó los lienzos: Los amigos del pintor, El paseo de los enamorados, Las rosas y La bandera del enemigo. A la celebrada en Munich acudió con el cuadro Pelipe IV, presentando a Rubens a Velázquez, adquirido por el rey Luis de Baviera, y que fué depositado en la pinacoteca de aquella ciudad alemana.
El estudio y los viajes dieron a León y Escosura grandes conocimientos en arqueología y antigiedades, llevándole esta afición a invertir gran parte de sus ganancias en hacer de su estudio de pintor un museo que llegó a ser famoso en París por los valiosos. objetos que encerraba. La afición del coleccionista derivó luego a especulaciones de negociante, en las que continuó ganando mucho dinero, El museo se convirtió en un comercio que alcanzó la valoración de veintidós millones de francos y que concluyó, tras un ruidoso y desdichado pleito, con la ruina de su dueño.
En uno de sus viajes por España dedicado a la busca de objetos artísticos dejó de existir León y Escosura en Toledo el 28 de enero de 1901, y no en 1902 como anota Fermín Canella y Secades ni en diciembre de 1900, según otros. En 1903 un crítico de arte parisino descubrió que el Museo del Louvre contenía cuadros de Velázquez y Murillo que eran simples copias o invenciones de León y Escosura. En abril de 1928, como un homenaje a su memoria, se celebró en el Salón Nancy, de Madrid, una exposición de sus cuadros, que mereció elogios de crítica y público.
Referencias biográficas:
Anónimo.—Una necrología. (En El Carbayón, Oviedo. 4 febrero 1901).
Escalera (E.).—Un estudio. (En La Ilustración Española y Ámericana, Madrid, 1902).
“Mesalán” [Alejandro Salmeán ].—Necrología (En Asturias, organo del Centro Asturiano, Madrid, abril de 1901).
Murgia (M.).—Ignacio León y Escosura. (En la Ilustración Gallega y Asturiana, Madrid, 18 y 28 de diciembre de 1881).