Pintor contemporáneo, especializado como paisajista, y, dentro de esta modalidad, admirable intérprete del paisaje asturiano. Como ha dicho Mirabal en el diario gijonés El Comercio: “Florentino Soria es el Amante del campo. Sus lienzos pudiéranse llamar virgilianos. Todo en ellos es luz, la luz de Asturias, suave, dulce, plácida. Y dan la impresión da la exuberancia de la tierra, pródiga en la vegetación fresca, verde y limpia”.
Nació Florentino Soria en Avilés el 6 de junio de 1884. Fueron sus padres el pintor reseñado anteriormente don Policarpo Soria Alvarez, y doña Generosa González García. Es hermano de los tres anotados a continuación. .
Desde niño sintió afición por el arte de la Pintura. Recibió las lecciones elementales del padre y fué luego aventajado alumno de la Escuela de Artes y Oficios de la villa de nacimiento. En 1906 se trasladó a Madrid, donde fué discípulo de la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado, cursando los estudios con aptitud y dedicación tales que alcanzó once diplomas de mérito de primera clase y dos de segunda.
Concluyó esos estudios oficiales a comienzos de 1909.
Simultáneamente a los estudios de Dibujo y Pintura, también iniciado, como sus hermanos, por el padre los hizo de Música. Pero esta manifestación artística la ha cultivado a modo de íntimo recreo espiritual, al extremo de ser autor de numerosas piezas musicales que guarda inéditas y desconocidas del público: sólo una canción ha sido impresa en la obra de su hermano Marino, Laudate Dominum.
Antes de aquella fecha (1909) ya había entrado el pintor en la fase de la madurez, como lo demuestra haber sido admitido a la Exposición Nacional de Bellas Artes celebrada en Madrid el año anterior, a la que concurrió con el estudio Una gitana.
En enero del mismo año de acabada la carrera ganó por oposición la cátedra de Dibujo del Instituto de segunda enseñanza de Baeza (Jaén) de la que se posesionó el 13 de febrero de 1909, fecha desde la que viene dedicado sin interrupción al profesorado. Pasó en agosto de 1913 al Instituto de Segovia y regenta esa misma asignatura en el Instituto de Jovellanos, de Gijón, desde agosto de 1924. Unos dos años antes había contraído matrimonio en Avilés con doña María Palmira Cid Rodríguez (9 de enero de 1922), con la que ha establecido el hogar propio en Gijón.
A la vez que el ejercicio docente ha continuado las actividades pictóricas abandonando casi en absoluto los temas en torno a la figura humana para consagrarse al paisaje. Buena parte de sus numerosos viajes por España, sus permanencias en Andalucía y en Castilla y sus veraneos en la villa de nacimiento y aledaños de ella han sido aprovechados para el constante ejercicio del pintor ante la naturaleza.
A lo largo de sus casi veinte años de profesor ha concurrido a numerosas Exposiciones, entre ellas varias de las Nacionales celebradas en Madrid, por este orden: 1912. con los cuadros La torre de las escuelas, Eucaliptus y Autorretrato; 1915. Valliniello; 1920, Contraluz y Apunte de paisaje: 1924, Alisos y El valle de la Magdalena; 1925, Retrato de señora y Prados de Valgranda; 1930, Después de la lluvia. y Pinar en Pillarno; 1932, Campiña de Gijón y Paisaje asturiano, y 1934, La trinchera y Casa del Mirlo.
Ha concurrido también a otras varias Exposiciones, entre ellas todas las celebradas en Avilés bajo los auspicios de la Sociedad Amigos del Arte desde 1922; algunas de las organizadas en Oviedo con fecha anterior y otras en Gijón posteriormente. Expositor asimismo en la de artistas asturianos organizada por el Heraldo de Madrid, en Madrid, el año 1926. en la que presentó los lienzos El álamo, Castanedo, Las Huelgas y Prados del Caliero, con los que recogió las acostumbradas alabanzas de Otras ocasiones. A la Exposición Internacional de Barcelona, de 1929, envió los cuadros Pleamar en la ría y Campo asturiano, con el último de los cuales alcanzó un diploma de honor de primera clase y fué adquirida por acuerdo del Comité ejecutivo de la Exposición para el Museo de Barcelona.