ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

AGUADO (Alfredo)

Malogrado pintor avilesino contemporáneo. Una de esas vidas que nacen y crecen rodeadas de toda clase de adversidades y que, al desaparecer, muere con ellas en floración un fruto que se anunciaba espléndido. 

Alfredo Aguado Alvarez, nacido en Avilés el 11 de enero de 1905, hijo de Francisco y María de los respectivos apellidos, tuvo que abandonar la escuela, muy niño todavía, por la necesidad de ayudar al padre en la modesta peluquería que tenía establecida en el puerto de San Juan de Nieva. 

Los ratos libres que le quedaban como aprendiz de peluquero los dedicaba al ejercicio de una íntima vocación de artista con dibujos y pinturas que llegaron a despertar la atención de personas inteligentes. Un artículo publicado en La Voz de Avilés en 1920 descubrió la existencia de este muchacho de quince años que, sin medios materiales ni orientaciones, acusaba felices disposiciones para la Pintura. Esas aptitudes se confirmaron poco después, al celebrarse en dicha villa la primera Exposición de artistas avilesinos (1921), patrocinada por la Biblioteca Popular Circulante, a la que Aguado concurrió con algunas obras que, si bien modestas, permitían concebir grandes esperanzas. 

Comenzó a disciplinar su gran vocación de artista en la Escuela de Artes y Oficios de la villa natal, en la que hizo notables progresos, que le permitieron competir en Exposiciones sucesivas celebradas por la Sociedad Amigos del Arte con pintores de más madura formación. Aunque cultivaba el paisaje, sus preferencias pictóricas las tenía la figura humana, y en su manera de hacer se advertía una latente y fuerte inquietud por superarse, por ser original, por mostrarse con personalidad propia. 

Pensionado con otros tres jóvenes artistas por el Ayuntamiento, la Escuela de Artes y Oficios y La Sociedad de Amigos del Arte, pasó a Madrid a completar sus estudios en la Escuela Superior de San Fernando. Como la pensión era exigua y carecía de más recursos, Alfredo Aguado pasó en Madrid grandes privaciones, de las que nosotros hemos sido testigo frecuente, que él sobrellevaba, enamorado de su arte y sólo para esto rebelde, con resignación propia de espíritus superiores. En el segundo año del disfrute de la pensión pudo mejorar algo su penuria compartiendo el estudio con ocupaciones eventuales en un taller de restauraciones pictóricas. Sin acabar los estudios, le fallaron la beca y la salud, y tuvo que quedarse en Avilés, amenazado por la adversidad a malograr su destino. 

Durante sus estudios en Madrid continuó concurriendo a las Exposiciones de Arte avilesinas con obras de pintor ya logrado, cada vez más acusadoras de artista a quien espera una extensa fama. también concurrió a los Salones de Otoño madrileños, en 1923, con tres lienzos de sabor asturiano, y en 1925 con uno titulado A mi me gusta la gaita, que representaba una pareja de gaitero y cantador. En la Exposición de Artistas Asturianos celebrada en Madrid en 1926 fué también expositor notable, y en la Exposición Internacional de Barcelona (1929) presentó un retrato. 

Trasladada su familia a Colloto en busca de medio más favorable para el oficio de peluquero que ejercía el padre, tuvo allí que ayudar a América en la peluquería, sustituyéndole por enfermo a fin de contener el total arruinamiento del hogar. Fallecido el padre, la miseria sobrevino en la familia, formada casi totalmente de seres enfermos, y de la que pronto desapareció también la madre, para la cual, la falta absoluta de recursos, llevó al pobre artista a cavar por su mano la sepultura. Poco después moría también el infeliz Aguado en el Hospital de Oviedo, víctima de la tuberculosis que venía minando su vida, el 30 de enero de 1930. 

En la Exposición de Artistas Avilesinos celebrada en 1932 fueron colocadas en lugar de honor algunas de las obras del malogrado pintor, que se conservan en centros oficiales y casas particulares de Avilés, y al clausurarse dicha Exposición, la Sociedad de Amigos del Arte instituyó un Premio Aguado para artistas locales en certámenes sucesivos, en honor y recuerdo del desventurado pintor que le da nombre. En la Exposición de Artistas Asturianos, celebrada en la misma villa en agosto de 1934, se presentó el cuadro suyo El místico, ya conocido de otra exposición local.