ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

VALDES SIERRA (Jerónimo).

Militar que llegó a la más alta categoría entonces, primera mitad del siglo XIX, del ejército español, y escritor sobre cuestiones relacionadas con con su carrera. Nació en el lugar de Villarín, de la parroquia de San Andrés de Veigas (Somiedo) el 4 de mayo de 1784, hijo de don Francisco y doña Antonia de esos respectivos apellidos.

Cursó estudios preparatorios de una carrera universitaria, acaso la eclesiástica, en el Seminario de Lugo, en el que siguió los de Latinidad y Filosofía. Luego se trasladó a Oviedo y en la Universidad estudió Derecho civil y canónico, disciplinas en las que alcanzó el grado de bachiller con nota de sobresaliente. Continuaba los estudios de la Facultad de Jurisprudencia cuando la invasión francesa de 1808 vino a cambiar el rumbo de su vida. Inmediatamente se puso al lado de la causa nacional dispuesto a defenderla con todo su patriótico entusiasmo y formó parte como capitán del regimiento reclutado en Cangas del Narcea (entonces, Cangas de Tineo)

Participó en hechos de armas contra las huestes napoleónicas tales como los de Albufera, Espinosa de los Monteros y Ciudad Rodrigo, conquistando por méritos diversos preciadas recompensas y los ascensos hasta teniente coronel, con cuya categoría paso a ser ayudante del general Ballesteros.

Después de restaurada la monarquía con Fernando VII se le destinó (1816) al Perú con el empleo de jefe del Estado de las fuerzas que combatían la insurrección en aquel todavía territorio español.

Fueron muchos los merecimientos alcanzados por Valdés en esa campaña. Querido de sus soldados, supo llevarlos a victorias que parecían decisivas sobre los revolucionarios, de los que llegó a ser muy temido. En cuanto a estudios de planes estratégicos y de aprovisionamiento desplegó pericia singular. Los combates de Japei, Volcán, Chamical, Desaguadero, Torata y otros, frente a caudillos tan aguerridos y temibles como Ruíz, Chinchilla y Santa Cruz, fueron otros tantos motivos de gloria para el ya famoso militar, el cual, a propuesta del virrey Laserna, fué obteniendo los ascensos sucesivos hasta mariscal de campo. Pero todas esas victorias vinieron a eclipsarse en la famosa batalla de Ayacucho, a la que Valdés Sierra asistió con fuerzas de reserva, que fueron, como las de combate, vencidas y dispersadas por las del famoso general Sucre.

Independizado el virreinato del Perú en 1824, «embarcóse Valdés en Quilea -dice Estruch-, a expensas de un amigo que le pagó el pasaje, pues no disponía de recursos pecuniarios, en mérito de su excesivo desprendimiento proverbial, que llegaba hasta el extremo de repartir casi toda su paga a los pobres: semejante al inolvidable licenciado Lagasca, jamás manchó sus manos con el dinero del Estado, con cuya conducta aumentó el brillo de la aureola que adornaba su frente».

La derrota de Ayacucho pesó sobre su reputación hasta el punto de que se olvidaran sus muchos merecimientos anteriores y fué injustamente posterrrado y hasta vejado desde las altas esferas oficiales con el difamante apodo del lugar donde aquella batalla se había librado.

Desde su llegada a España en enero de 1825, y por espacio de dos años, estuvo destinado de cuartel en Vitoria, y aquí invirtió lo mejor del tiempo «en escribir-anota Estruch– una en detallada exposición de los sucesos de América, la cual consiguió rectificar en la extraviada opinión pública, relativamente, la conducta de los capitulados en la indicada batalla».

De Vitoria pasó Valdés Sierra a comienzos de 1828 a Zaragoza, donde desempeñó el puesto de segundo cabo del Ejército de Aragón, en el que afirmó su capacidad militar con el sometimiento de los insurgentes en Benasque y Mequinenza. Estuvo luego de cuartel en Madrid de donde se trasladó a Asturias en 1832 en el disfrute de una licencia. Al año siguiente se le destinó de gobernador político y militar a Cartagena.

Prestado aquí, al fallecimiento de Fernando VII, el juramento de fidelidad a la heredera del Trono, Isabel II, y desatada por el tío de ésta, don Carlos de Borbón, tío de ésta, la primera guerra civil de las llamadas carlistas, Jerónimo Valdés fué destinado a combatir las huestes del pretendiente como jefe de un cuerpo de ejército en las provincias vascongadas, campaña que comenzó en noviembre de ese mismo año (1833). Con fuerzas escasas -3.666 hombres-, mal equipadas y atendidas, consiguió, no obstante, que reverdecieran sus amustiados laureles contra un enemigo más poderoso y mejor conocedor del terreno donde combatía. Su primera jornada victoriosa tuvo lugar en Durango. A ésta siguieron las de Artaza (donde derrotó a Zumalacárregui), Irurzun, Puente-Brañas, Valle de Losa y Peña de Orduña.

De esta campaña salió con la salud maltrecha, al punto de que , electo diputado a Cortes en 1836 por Asturias no pudo aceptar esa representación. Pidió y obtuvo entonces se le destinara de cuartel a Cartagena, donde le fué dado atender a su quebrantado organismo.

Al año siguiente fué electo senador por las provincias de Murcia y Valencia, y representó a esta última en el Senado hasta que en 1838 fué destinado al mando militar de Galicia. Luego estuvo al frente de la Guardia real durante unos meses de 1839, puesto que dejó por haberle sido confiado el de capitán general de Cataluña y mando del ejército de esta región. Nuevos éxitos militares en este alto mando le valieron la Gran Cruz de Carlos III.

Renunciado el mando de Cataluña por motivos de salud, residió en Madrid, ocupado en la inspección de Milicias provinciales, y en noviembre de 1840 pasó destinado a Cuba como capitán y gobernador general de aquella isla, que formaba parte de la provincia española de las Antillas.

Estuvo al frente de esa capitanía general hasta 1843, y se recuerda su gobierno como ejemplo de moralidad y orden, habiéndose distinguido Valdés, entre otros aspectos, como gran protector de los negros, entonces sometidos a una dura esclavitud.

En una crónica del Diario de la Marina (Habana, diciembre. De 1932) le recuerda A. Catalá para referir uno de esos pequeños episodios que suelen pasar inadvertidos para la historia. «En ese ambiente – dice – vino a gobernar el año 1841 el caballeroso general Gerónimo Valdés, abolicionista convencido, y apenas se conocieron sus ideas se le declaró sorda guerra hasta hacerlo víctima de una de las mas viles intrigas de la política. Se dijo en Madrid que los negros de Cuba iban a levantarse en armas y que Valdés, por sus ideas, no era el gobernante capaz de reducirlos: y algo creyó de eso el Gobierno cuando despachó a la carrera el falucho de guerra Terrible para que a todo lo que dieran sus velas y sus remos, llegara a la Habana con la orden para aquel pundonoroso militar de entregar el mando al jefe del apostadero, Ulloa, sin esperar a su sustituto Leopoldo O’Donell. En veintidós días – desusada rapidez para la época- hizo el viaje el Terrible entre Cádiz y la Habana. A las cuatro de la tarde del 14. de setiembre de 1843 recibió Valdés la inexplicable orden de su relevo, y, militar disciplinado, hizo entrega en el acto del mando, como se le decía, y salió por la noche para Matanzas y de allí, al día siguiente, se embarcó en Paquete de Burdeos para Francia».

A su regreso permaneció Jerónimo Valdés de cuartel en Madrid hasta 1838, fecha en que, ya sexagenario y delicado de salud, se retiró a descansar a Oviedo, donde falleció el 14 de setiembre de 1855.

Es de advertir que hay error o se trata de un homónimo en la noticia que da Ciriaco Miguel Vigil en Cuadro comprensivo del personal de señores senadores, etc., al decir que Valdés tomó posesión de un puesto en el Senado el 10 de diciembre de 1858.

En su carrera militar había llegado Valdés Sierra a la categoría más alta, de teniente general, y entre otros honores que adornaban su figura estaban los títulos nobiliarios de conde de Villarín y vizconde de Torata.

 

Obras publicadas en volumen:

I.-Observaciones del capitán general de Galicia a los discursos pronunciados en el Congreso de los Diputados por Pardo Montenegro y Calderón Collantes. (Santiago de Compostela, 1839; opúsculo en 4-.º).

II.- Bando de gobernación y policía de la isla de Cuba. (Habana, 1842).

III.-Apéndice al Bando de gobernación y policía de la isla e Cuba (Habana, 1843).

IV.-Refutación del manifiesto que el teniente general D. Joaquín de la Pezuela imprimió en 1825 a su regreso del Perú. (Madrid, 1895,- manuscrito de ese mismo año ) .

V.-Exposición … al rey don Fernando VII sobre las causas que motivaron la pérdida del Perú. (Madrid, 1895; trabajo suscrito en Vitoria en julio de 1827).

VI.- Refutación al diario de la última campaña del Ejército español en el Perú en 1824 por D. José Sepúlveda. (Madrid, 1896; manuscrito de la época de los anteriores).

VII.-Documentos para la historia de la guerra separatista del Perú. (Madrid, 1896-98; dos volúmenes en los que el hijo, Fernando, recoge los tres trabajos últimos, también publicados sueltos por él, y otros más referentes al mismo asunto) .

 

Referencias biográficas:

Estruch (Camilo E.) .- El general Valdés, conde de Villarín. (En Ilustración Gallega y Asturiana, Madrid, 18 de enero de 1881).

Valdés (Jerónimo).-Noticias autobiográficas. (En las cuatro últimas obras de la relación anterior).