ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

ACEBAL (Francisco)

Aunque no haya alcanzado muy extensa popularidad ni su nombre haya sido muy llevado y traído en alas de la fama, Francisco Acebal fue uno de los mejores novelistas y cuentistas españoles contemporáneos. Pluma en la que el castellano alcanzó desusadas galanuras y excelente buceadora de los sentimientos humanos en sus más delicados matices.

Nació en Gijón, en hogar acomodado, el 5 de abril de 1866. Fueron sus padres don José Antonio López Sánchez, abogado, funcionario de Aduanas en Cuba, donde falleció, y doña Josefa Acebal Laviada, cuyo primer apellido tomó él para primero de su firma literaria. En la villa natal recibió la instrucción escolar y cursó el primer año de bachillerato, matriculado en el Instituto de Jovellanos. Once años tenia cuando su familia se trasladó a residir en Madrid, y aquí continuó los estudios de bachiller, interno en el Colegio de los Padres Escolapios de San Fernando, y luego los de Leyes hasta licenciarse en la Universidad Central.

De su niñez, ha dicho él mismo en carta a don Andrés González Blanco (Los Contemporáneos, primera serie): “Recuerdo mi infancia y mi adolescencia como dos edades tristes. Fui un infante seriecito, formalote y aplicado, con lo cual me preparé una juventud sin alegría. Solo en la virilidad me percato de que la vida es una obra nuestra, una novela más que nosotros hacemos, algo a nuestro gusto, algo al gusto ajeno: al gusto de la mujer que se interpone.” Tampoco de los años siguientes tenía Acebal mejor recuerdo, En otra carta al autor de la presente obra, después de afirmar que sus mejores amistades de toda la vida databan del internado en el Colegio de Escolapios, dice: ‘“Luego cursé la carrera de Derecho sin convicción, sin entusiasmos. No saque de las aulas universitarias ni educación ni enseñanza. No saqué nada, absolutamente nada. Ni siquiera un amigo. Contemplo de lejos aquellos años como una desolación, como un páramo.”

Concluidos los estudios universitarios y sin vocación alguna al ejercicio de la carrera, al que, por otra parte, tampoco le inclinaba la holgada posición económica, su residencia habitual continuó estando en Madrid, donde, en junio de 1892, constituyó el hogar propio, casado con doña María de Albacete Gil y Zarate, de familia distinguida.

No obstante el alejamiento de Asturias, siempre estuvo latente en su corazón un amor fragante a la tierra natal. En la citada carta dirigida al autor de estas líneas, en los postreros años de su vida (1928), aseguraba don Francisco: “Pero cincuenta años de vida madrileña no han apagado mi férvido amor por Asturias; al contrario, me parece que lo han encendido y como encrespado. Verdad es que todos los años, todos, paso los meses de estío por mi apacible, riente y dulce tierra. Y todos los años, al regresar a tierras de Castilla, siento en mí un nuevo hervor de melancolía asturiana.”

Su iniciación literaria data de los años adolescentes. Andaba por los trece cuando publicó su primer trabajo en el diario El Comercio, de Gijón. Pero no cultivó en serio esta decidida vocación hasta después de concluida la carrera, en su ya granada juventud. Nutrido el espíritu de selectas y aleccionadoras lecturas, se dispuso a la lucha por la conquista de una reputación literaria, y comenzó a colaborar en varias publicaciones madrileñas con mayor asiduidad en El Español. Sus crónicas y sus cuentos acreditaban una pluma diestra al servicio de una robusta cultura y una fantasía nada común; pero, falto de otras aptitudes para sobresalir y brillar, que tienen los audaces, continuó permaneciendo en la oscuridad algunos años. Fue preciso, para que el público se fijara en él, y también los compañeros de pluma, que en un concurso literario celebrado por la revista madrileña Blanco y Negro, en 1901, le fuera adjudicado el primer premio por su bella novelita Aires de mar.

Avaloraba este galardón—no se había corrompido todavía la pureza de intención en los fallos de certámenes y concursos—que estuviese integrado el Jurado calificador con personalidades literarias tan relevantes como Echegaray (J.), Pérez Galdós y Ortega Munilla. Este suceso inesperado le proporcionó consideraciones y renombre, que él supo consolidar con la publicación en volumen, después de la novela premiada, de otras creaciones (números II, Ill, IV, V, VI y VII) no inferiores en mérito a la primera. Sus colaboraciones, por entonces, en las más importantes publicaciones madrileñas, entre ellas Blanco y Negro, Helios, Hojas Selectas, A B C y La Ilustración Española y Americana, contribuyeron también a robustecer su prestigio literario, y en mayor medida, la fundación (1901) y dirección, compartidas con don Clemente de Velasco, de la gran revista literaria La Lectura. En plumas ilustres florecieron entonces elogios que llegaron a consolarle a su recatado rincón de hombre modesto y sencillo. Doña Emilia Pardo Bazán escribía en Helios (1904): “Francisco Acebal, director de La Lectura, se cuenta entre los escritores españoles que retienen a una cultura intelectual muy amplia el sentimiento mas depurado y profundo.” Algunos años después, Andrés González Blanco (Historia de la novela) valoraba de este modo su personalidad literaria: “Hay en Acebal el estilista y hay el novelador. Con ser el primero tan original, tan límpido, tan abundante en matices insólitos, yo aprecio mucho más al segundo, lleno de revelaciones y fecundo en promesas, como una tierra virgen que se abre a nuestra vista desde las riberas de una isla inexplorada. Este novelista nos ha dicho e interesadamente nos ha hecho comprender lo que nadie hasta él aquí, en España, escudriñó con delectación: la poesía de los hogares humildes, donde se elaboran dramas obscuros… Aires de mar es la primera novela de las vidas humildes que en España se ha escrito.” Y concluye con esta concreción: “El más original de los novelistas españoles, si no por la manera de hacer, si por la manera de ver los personajes que saca a escena, por el ambiente de que los rodea y por la psicología de que hace alarde.” .

En la citada revista de su fundación y dirección, La Lectura, además de algunos estudios críticos sobre Bellas Artes, redactaba una sección informativa muy interesante con el titulo De Norte a Sur. En Blanco y Negro y el Almanaque de La Ilustración Española y Americana, de esa época, figuran abundantes cuentos suyos, modelos en el género, de los que solo una pequeña parte ha pasado a integrar el volumen de mi rincón.

Cultivó también con fortuna el drama y la comedia, que le proporcionaron éxitos teatrales. Algunas obras de este género (números VI, IX, X, XI y XII) las dejó impresas en volumen; otras fueron publicadas en las revistas Helios y Renacimiento y algunas han quedado inéditas.

Con escasa vocación ensayo otros géneros literarios, como la conferencia y la poesía. De lo primero fue muestra la disertación con que participó en las tareas de Extensión Universitaria (1905), patrocinadas por el Ateneo de Madrid, intitulada La política agraria de Jovellanos y la política hidráulica de Costa. Como poeta, se puede citar con elogio su Crepúsculo en el puerto, publicado en la ya aludida revista Renacimiento (1907).

A partir de 1915, su producción literaria, nunca prodigada, comienza a serlo menos, y con esto su nombre va quedando algo en penumbra, hasta recordársele solamente poco mas allá del círculo de sus compañeros de las primeras luchas. Las famas literarias suelen ser así de inestables y fugaces en nuestro país, donde la popularidad se va mas fácilmente del lado de la cantidad y la perseverancia en la producción que al del mérito y la calidad.

Sus colaboraciones periodísticas, por entonces, se van de los periódicos españoles a los hispanoamericanos, y en el Diario de la Marina, de la Habana, publica una interesante crónica cada semana, bajo el titulo de Cartas de Acebal. También en La Nación, de Buenos Aires, publica frecuentes trabajos. En ambas capitales americanas conquista con la pluma simpatías y admiraciones.

A la cuenta de sus merecimientos mas considerables, debemos llevar la fundación, a la sombra de La Lectura, y también con don Clemente de Velasco, de la editorial de ese nombre, en la que se publicaron dos meritísimas Bibliotecas, de Clásicos castellanos una, y otra de Pedagogía moderna, que han venido a prestar eminentes servicios a la cultura nacional.

Al instituirse en 1907 la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, en Madrid, Francisco Acebal fué designado vicesecretario, cargo desde el que prestó entusiasta y valioso concurso al desenvolvimiento de ese prestigioso organismo. Muchos años después una gravísima enfermedad, mal de Parkinson, fue imposibilitándole gradualmente para el desempeño normal de sus funciones en esa entidad, al punto de que fue necesario relevarle de ellas. La Junta, atenta a los meritorios servicios prestados por él, decidió eximirle de su obligación con el sueldo que venia percibiendo; pero a tal punto llegaba la probidad de Acebal, que no dejó de acudir a su puesto, en el que solo podía hacer acto de presencia, hasta en días desapacibles de invierno, arrastrando su cuerpo encorvado y tembloroso , con peligro inminente de su vida tan en precario.

Nosotros recordamos, conmovidos, que su dolor mas hondo entre sus grandes dolores físicos era el de no poder pasar los veranos en Asturias, nostalgia que tenia en sus labios, siempre propicios a la palabra festiva, un acento estremecedor.

Víctima de esa enfermedad dejo de existir Acebal, en su casa de Madrid, el 5 de septiembre de 1933, pasando el suceso por la Prensa madrileña como una noticia sin importancia, perdida entre sueltos insignificantes.

Obras publicadas en volumen:

I—Aires de mar. (Madrid, 1901; novela breve premiada en concurso nacional por la revista madrileña Blanco y Negro.)

II.—Huella de almas, (Madrid, 1901; novela.)

III.—De mi rincón., (Salamanca, 1902; cuentos. Volumen VI de la Colección Calón.)

IV.—De buena cepa. (Madrid, 1902; novela.)

V.—Dolorosa. (Madrid, 1904; novela; traducida al inglés, al portugués y al holandés.)

VI.—Nunca. (Madrid, 1905; comedia dramática en cuatro actos.)

VII.—EI Calvario, (Barcelona, 1905; novela de costumbres contemporáneas, con ilustraciones de Salvador Aspirazu.)

VIII. — Rosa mística, (Madrid, 1909; novela corta, en Los Contemporáneos, número 3.)

IX.—A la moderna, (Madrid, 1914; comedia en dos actos.)

X.—El amigo Manso. (Madrid, 1917; comedia en tres actos, escenificación de la novela del mismo titulo de don Benito Pérez Galdós.)

XI—Los antepasados, (Madrid, 1920; comedia en dos actos.)

XI.—Ráfagas de pasión, (Madrid, 1924; comedia en tres actos.)

XII—Penumbra. (Madrid, 1924; novela corta; número 152 de La Novela Semanal.)

Trabajos sin formar volumen:

1.—Artes plásticas: Las artes industriales en nuestro tiempo, (En La Lectura, Madrid, marzo de 1901; tomo I.)

2.—La Exposición de Bellas Artes en 1901. (Ídem julio de 1901; tomo II.)

3.— Misericordia. (En Helios, Madrid, 1903; tomo I; comedia en un acto, traducida al francés.)

4.—Sorolla y Bastida. (En la revista L’Art et les Artistes, Paris, 1906.)

5.—Muñecos de barro., (En la revista Renacimiento, Madrid, 1907, tomo III; comedia en tres actos.)

6.—Frente a frente. (En Hojas Selectas, Madrid…; novela traducida al inglés.)

7.—El ama. (En la obra Cuentistas asturianos, de Constantino Suárez, Madrid, 1930; cuento reproducido del Almanaque de La Ilustración Española y Americana.)

Obras inéditas:

—Rebelde (Ms. Comedia).

—El premio a la caridad (Ms. Cuento en acción).

—Un buen querer (Ms. Drama en tres actos).

Referencias biográficas:

Acebal (Francisco).—Prologo 2 la novela Huella de almas, (Madrid, 1901.)

González Blanco (Andrés).—Un estudio critico. (En la obra Los Contemporáneos, primera serie ; París, 1907.)

Ídem.—Un estudio. (En la Historia de la novela en España desde el romanticismo hasta nuestros días; Madrid, 1912.)

Suárez, Españolito (Constantino).—Una semblanza. (En Cuentistas asturianos; Madrid, 1930.)