ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

ACEVEDO (Isidoro).

Escritor y tipógrafo contemporáneo, militante en las avanzadas del proletariado con la pluma y la palabra, nacido en Luanco el 2 de enero de 1867, hijo de don Pedro Rodríguez Acevedo y doña Isidora González de Posada. De los apellidos paternos ha elegido el segundo del padre para primero suyo, con el que ha firmado siempre y por el cual se le conoce. 

Comenzó sus estudios en el Instituto local de Luanco, interrumpiéndolos a los diez años de edad, para trasladarse a Madrid, donde fijaron la residencia sus padres, alejados de Luanco al derrumbárseles el hogar a causa de graves quebrantos económicos. 

En Madrid (1877) prosiguió los estudios, especialmente de lengua latina, en el Colegio de los PP. Escolapios de San Fernando, que abandonó pronto por la necesidad de emprender la lucha por la existencia. 

Trece años contaba cuando empezó a trabajar como aprendiz de tipógrafo. Apenas en contacto con las luchas sociales, precisamente orientadas, digámoslo así, por el gremio a que pertenecía, se encontró a sí mismo con buena disposición para el combate, y en la huelga planteada dos años después por la Sociedad de Tipógrafos, de Madrid, fué un huelguista, aunque adolescente, entusiasta y disciplinado, que grabó en su espíritu para siempre las palabras redencionistas escuchadas por primera vez al abuelo, como se llamó después en la familia socialista a Pablo Iglesias.

En la lucha societaria desde entonces, no pudo, sin embargo, ingresar en la Asociación Socialista madrileña hasta 1886, por falta de edad reglamentaria. Ya en posesión de este certificado, comienza a ejercer funciones de escritor, incorporado al cuerpo de redactores de El Socialista y como colaborador de otros periódicos proletarios, y también de orador, participante en mítines y reuniones, a la vez que prestaba servicios de carácter administrativo en la Sociedad El Arte de Imprimir con el desempeño del cargo de secretario primero y otros. 

En esta primera época de la vida de Acevedo, que hasta fines del siglo XIX, hay un hecho que estuvo a punto de desviarle del camino que le era propio, y fué la preparación con estudios comerciales y francés (1891) en la Academia Cervantes, dispuesto a emigrar a Cuba. Pero como el propósito no se le hizo grato, acabó por abandonarlo. 

En el año 1898 se trasladó a Santander a trabajar en su oficio de tipógrafo, y allí, terreno casi virgen en las luchas proletarias, continuó sus prédicas con la palabra y la pluma, hasta ser elevado por su prestigio personal y acierto de dirigente a la presidencia de la Federación Socialista. En calidad de tal, sostuvo una intensa propaganda de orador en toda la provincia, la que llegó a ser un verdadero baluarte del socialismo español. 

Al mismo tiempo dirigía en Santander La Voz del Pueblo, órgano de aquella entidad obrera, periódico que, por la pobreza de medios económicos en que vivía, le obligaba a un máximo esfuerzo de escritor. En él sostuvo campañas y polémicas que no dejaron de valerle, aunque justas, algunos contratiempos. Acusado una vez de escarnio a la religión, se le condenó a destierro, pena de la que luego fué indultado. 

Vale como anécdota suya de entonces que, habiendo combatido duramente a un panadero porque suministraba el pan falto de peso, fué denunciado y requerido a juicio. Acevedo se limitó, en apoyo de sus acusaciones, a presentar al Tribunal uno de los panecillos fabricados por el denunciante y que, pesado, efectivamente, quedó bastante por debajo del peso justo. 

Por esta época la personalidad socialista de Acevedo adquiere relieve nacional y no sólo figura como delegado en los Congresos nacionales del partido, sino que ocupa en algunos el puesto de presidente. 

Requerido en 1905 por los socialistas de Bilbao para que dirigiera allí el periódico La Lucha de Clases, fija su residencia en la capital de la provincia vizcaína, que vino a ser escenario de sus campañas periodísticas y oratorias durante una década escasa. Juan Ibero (don Juan Antonio López Vázquez) se refiere a esta época de Acevedo con las siguientes palabras: “Trasladado Acevedo a Bilbao, dirigió en aquella villa industrial el célebre Periódico La Lucha de Clases, cargo que desempeñó, como anteriormente en Santander, con un acierto y nobleza que le granjearon un puesto honorable en la historia del socialismo español. A causa de un artículo publicado en aquel valiente semanario, en el que se ha pretendido ver supuestas injurias al monarca, fué procesado y condenado a ocho años de presidio. Pero las simpatías de que gozaba ya Acevedo en todas partes dieron motivo de que se celebrasen en toda España centenares de mítines de Acevedo contra unas leyes arbitrarias que tendían a tronchar la labor de un maestro honrado. Y aquella campaña de protesta abrió al fin las puertas de la celda carcelaria que durante año y medio ocupó Acevedo por dicha causa. Poco después ingresaba nuevamente en el mismo establecimiento penitenciario a cumplir una condena de seis meses que le impuso un Consejo de Guerra por un escrito antimilitarista.” 

Durante su larga permanencia en Bilbao formó parte del comité de la Federación Socialista vizcaína y desempeñó por el partido los cargos de concejal y teniente alcalde.

Trasladado a Asturias en 1914, con residencia en Oviedo, ocupa aquí los cargos de presidente de la Federación Socialista asturiana, de vocal regional del comité nacional del partido y de director de La Aurora Social, periódico en el que sostuvo campañas proletarias con el mismo tesón demostrado antes y una larga y famosa controversia con el P. dominico Fr.  José D. Gafo, recogida tiempo después en el volumen I de sus obras. 

Cuando la huelga revolucionaria de 1917, en cuyas tareas de organización tomó parte activa, fué detenido y estuvo encarcelado algún tiempo. Delegado al Congreso Socialista de 1921 por la Federación asturiana, partidario de los principios de la Tercera Internacional, sigue a los que se pronuncian en este sentido y se apartan del credo socialista preponderante, y con ellos funda en Madrid, días después, el partido comunista español. De regreso en Oviedo, organiza con otros la Federación Comunista asturiana, de la que es elevado a la presidencia, y el periódico La Aurora Roja (1922), del que es designado director. 

En el otoño de ese último año va a Rusia como delegado del partido español a los dos Congresos Comunistas, cuarto y quinto, que allí se celebran, y en los cuales se distingue, por su sólida defensa de la táctica revolucionaria leninista del frente único, impugnando peligrosas desviaciones de los partidos comunistas francés e italiano. De sus impresiones y observaciones en ese viaje a Rusia da luego en España una serie de conferencias divulgatorias y de propaganda que comienza en el Ateneo de Madrid y prosigue en varias poblaciones de Vizcaya, Santander y Asturias, y que funde más tarde en el trabajo publicado en primer término en el libro Impresiones de un viaje a Rusia. Por segunda vez vuelve a este país como delegado a la Internacional Sindical Roja, en 1924. 

En este mismo año, bajo la Dictadura del general Primo de Rivera, es encarcelado por dos veces, con un total de cuatro meses de prisión, como participante destacado en reuniones clandestinas del partido comunista en Madrid. 

En 1925 su difícil situación económica le obliga a dejar Asturias y fija su residencia en Madrid, donde el año siguiente consigue un destino de corrector de pruebas en una de las casas impresoras más importantes. Deberes societarios, más fundados en convicciones de solidaridad que en tácticas de disciplina, le ponen poco después en el trance de perder este excelente destino. Como ha dicho el citado Juan Ibero, “en contacto siempre inmediato con las masas desheredadas de la fortuna y enfrente siempre de la dura realidad de las injusticias sociales, ha llegado a adquirir un cariño paternal a los humildes.” Esos sentimientos, esta vez como en otras ocasiones, derivaron en daño material de su desenvolvimiento en la vida. Al ser implantado el Impuesto de Utilidades establecido por la Dictadura, los obreros de la empresa donde trabajaba le designaron para llevar la protesta colectiva a la Dirección. Negada ésta a aceptar las peticiones obreras, sobrevino la huelga; y al reintegrarse los obreros al trabajo, Acevedo quedó entre los seleccionados o eliminados por el Gobierno, y, aunque la empresa quiso reponerle en su puesto de corrector, por la difícil sustitución en el trabajo especializado que él llevaba, no fué esto posible, y Acevedo tuvo que prestar servicios desde entonces en talleres de menor importancia, peor retribuido.

Por esta época, la pluma periodística combativa de Acevedo deriva hacia la literatura en buena parte de su actividad y publica las dos novelas consignadas en los números II y III. No obstante, prosigue sin fatiga como periodista y conferenciante, sin dejarse vencer por los años, su larga lucha en pro de las reivindicaciones proletarias. 

Por entender la Agrupación Comunista Madrileña, de la que Acevedo formaba parte, que los directores del Partido no procedían en sus determinaciones de una manera democrática, tomó una actitud de reserva frente a ellos y celebró algunas reuniones clandestinas para acordar las normas a seguir, por lo cual la Dirección del Partido dar de baja en sus filas a la Agrupación madrileña y constituir otra, suceso que tuvo lugar en 1930. Declarada autónoma la Agrupación primera, Acevedo figura entre los elementos principales de ella, y, al instaurarse al año siguiente la República, es incluido candidato a diputado de las Cortes Constituyentes por Madrid, en candidatura que fue derrotada. 

No obstante esa disidencia, él propendió a la unificación de todas las fuerzas comunistas. Puesto en buen camino en principio este propósito, vino a España con el objeto de llevarlo a cabo un representante de la Tercera Internacional, que presidió las reuniones celebradas, en las que Acevedo figuraba como delegado de sus partidarios. Pero esas deliberaciones, sostenidas a fines de 1932, no lograron la finalidad perseguida. Entonces la antigua Agrupación se declaró disuelta, dejando en libertad a sus miembros para reingresar en el Partido si lo deseaban. No obstante, poco después, a comienzos de 1933, el comité de la Tercera Internacional de Moscou desautorizaba a los directores combatidos, que era tanto como apoyar la tendencia del grupo autónomo. Acevedo, invitado por significados camaradas para su reingreso, vuelve a sus filas. 

En el verano de ese mismo año, Acevedo recorre algunas poblaciones asturianas, invitado por sus Ateneos, para pronunciar conferencias, y lleva a cabo una excursión,  durante la cual diserta con aplauso de público y de prensa, sobre La iglesia ante la ciencia y la sociedad, Crisis mundial del régimen a capitalista y El proletariado en la Historia. Esta es la última actividad intelectual importante que conocemos de Acevedo en el momento de redactar el presente estudio (1934). 

Obras publicadas en volumen

I.—Impresiones de un viaje a Rusia. (Oviedo, 1923; prólogo de Juan Ibero.) 

II.—Ciencia y corazón. (Madrid, 1925; novela.) 

III.—Los topos. (Madrid, 1930; novela de ambiente minero.) 

Referencias biográficas: 

Ibero (Juan).—Prólogo a Impresiones de un viaje a Rusia, de Acevedo. (Oviedo, 1923.)