Maestro de instrucción primaria, poeta y prosista, nacido en Villanueva (Santo Adriano) el 7 de noviembre de 1879. Fueron sus padres el también maestro don Rodrigo Albuerne Cañedo y doña Luciana Cobas y Fernández de la Vara.

Estudió Daniel Albuerne con el padre las primeras letras y seguidamente Latinidad en Manzaneda con el cura párroco y preceptor famoso don Gregorio Rodríguez, y luego en un colegio de segunda enseñanza establecido en Mieres.

De propensión a la vida religiosa, en 1895 ingresó en el convento de dominicos de Ocaña (Toledo), en el que permaneció más de un año en espera de que su delicada salud le consistiera profesar. Como los médicos no le autorizaban para someterse a la prueba de un año de ayuno que la regla dominica establece, el padre determinó sacarle del convento, para lo cual tuvo que apelar al engaño de que, una vez fortalecido para resistir el ayuno, volvería a Ocaña, y así fue como pudo conseguir traerle nuevamente a su lado.

De regreso en su casa y reparada la salud, comenzó a estudiar por libre la carrera de maestro en la Escuela Normal de Oviedo; pero tuvo que interrumpir los estudios (1898), después de aprobado el primer curso, para cumplir el servicio militar. Destinado al Cuerpo de Ingenieros Telegrafistas de Madrid, aquí estuvo todo el tiempo de su permanencia en filas, dedicado a trabajos de oficina, en los que obtuvo los galones de cabo. A esta época corresponde su iniciación de poeta en bable y castellano, sin que se sepa si publicó por entonces alguna de sus composiciones y sí sólo que formó un volumen con el título de Ocaso, que ha quedado inédito.

Vuelto a Asturias, y mientras atendía a la lucha por la existencia como maestro auxiliar en la Fábrica de Mieres, primero, y luego como empleado en La Nueva, de Sama de Langreo, prosiguió sus comenzados estudios en la Escuela Normal de Oviedo y, a la vez, los de capataz de Minas en la Escuela de Mieres, hasta poseer las dos carreras con nota de sobresaliente. Cursó luego los estudios de maestro superior, y obtuvo por oposición (1910) la escuela nacional de Belmonte, al frente de la cual permaneció siete meses, para trasladarse, también como maestro titular, a la de La Peña (Mieres). Antes del año de regentar esta escuela le sorprendió la muerte el 7 de marzo de 1912.

Hombre de excesiva modestia, rehuía la publicidad para sus escritos, con lo cual se ha privado de un renombre duradero, sobre todo como poeta en bable y castellano, delicado, fluido, armonioso y tocado de fino humorismo asturiano, particularmente cuando rimaba en el dialecto vernáculo. Solamente en los postreros años de su vida dió al público algunas muestras de su ingenio, las más veces con sus seudónimos Adelín y Niel de Luciana, en periódicos ovetenses, El Correo de Asturias y La Opinión, entre ellos; los madrileños El Correo Español y Patria y Letras, y algunos semanarios de las colonias asturianas de América.

Trabajos sin formar volumen:

1. —Cabo’l candil. (En La Opinión de Asturias, Oviedo, 15 de junio de 1909.)
2. —Añorances… (En ídem, 18 de noviembre de 1909.)
3. —Ráfagas. (En El Correo de Asturias, Oviedo, 11 de abril de 1910.)
4. —Desde Belmonte. (En ídem, 15 de julio de 1911.)
5. —Dos composiciones. (En la antología Los nuevos hablistas, de Gra. Rendueles, Gijón, 1925.)