Poeta y prosista contemporáneo, en bable y castellano, varias veces laureado en públicos certámenes, de amplia y variada producción, y de quien hay que lamentar que casi toda su obra está desparramada por multitud de publicaciones o inédita.
Nació Alfredo Alonso en Gijón el 9 de marzo de 1874, hijo de don José María de ese apellido y doña Teresa León, dedicados al negocio de chocolatería y confitería, que les proporcionaba cierto desahogo económico.
El primer apellido de la madre y segundo suyo es García y no León, como se dice en el estudio del tomo I. Y como consecuencia de esta corrección añadiremos que Alfredo Alonso no ha ejercido funciones de profesor, correspondiendo esa noticia a un homónimo suyo, de segundo apellido León.
Alonso cursó en la villa natal los estudios de bachillerato y perito mercantil, grados que obtuvo, respectivamente, en el Instituto de Jovellanos y en la Escuela de Comercio. Su vocación literaria despierta en la pubertad. Estudiante de bachillerato, escribió nada menos que todo un drama, drama truculento y espantable que cayó en manos de su profesor de Historia de España, al cual produjo hilaridad, hilaridad que acoquinó al aprendiz de literato al punto de que formara el propósito de no volver a meterse a dramaturgo en el resto de su vida. Pero no sucedió así, por fortuna.
Trasladado a Oviedo con su familia, en esta ciudad transcurrió buena parte de su juventud, y en ella se dió a conocer (1895) como escritor ingenioso y emotivo en los periódicos locales, que recogieron con aplauso del público cuentos, crónicas y poesías en bable y en castellano. Acaso lo más y lo mejor de su producción entonces lo insertó el diario democrático El Progreso de Asturias (1901-3), fundado y sostenido por profesores y estudiantes universitarios.
Tan conocidos como su nombre, comenzaron a ser entonces algunos de los varios seudónimos por él usados, entre ellos, Mariblanca, Godofredo Solano y, sobre todos, el de Roque de Lara.
Por este tiempo recibió una reiterada certificación de sus méritos literarios con varios galardones obtenidos en certámenes públicos. El primero, promovido por el Ayuntamiento ovetense, en septiembre de 1900, con su poesía Los de Santa Eulalia, premio del obispo de la diócesis; otro por igual fecha del año siguiente y bajo los mismos auspicios, con el soneto Campoamor, premio del Instituto ovetense, y dos en dos Juegos Florales celebrados en Zaragoza (1901 y 1902), con las composiciones en bable El gallo de la quintana y ¡Probe rapaza!, respectivamente.
Tras una permanencia en Oviedo de unos doce años, volvió a fijar su residencia en Gijón, donde, casado al poco tiempo (agosto de 1904), con la señorita Etelvina González Guinea, se asentó definitivamente, sin otra interrupción que sus frecuentes viajes por la provincia y menos frecuentes a Madrid y otras ciudades españolas. Han venido siendo diversas las actividades remunerativas a que se ha dedicado en Gijón, entre ellas, desde 1912 y por espacio de muchos años, la de profesor auxiliar de dibujo en el instituto de Jovellanos, y la de representaciones comerciales. Pero lo mejor de su espíritu, ahora como anteriormente, continuó dedicado a las tareas menos productivas: a las letras, cada vez en más variadas manifestaciones.
Sus colaboraciones poéticas y periodísticas se extendieron entonces por numerosos periódicos: los gijoneses El Comercio, El Musel, El Noroeste y La Prensa; algunos de Oviedo y varias revistas madrileñas; el avilesino El Progreso de Asturias (1915-20), y el semanario ilustrado de la Habana Asturias, del que fué redactor de plantilla con sueldo y donde sostenía una interesante sección de actualidad regional (1916-20) bajo el título de Acuarelas Asturianas. Pero el esfuerzo mayor se lo exigió la Revista del Ateneo, sostenida por el Ateneo Obrero de Gijón (1913-16), por él fundada, dirigida y casi escrita íntegramente cosa que le obligó a prodigar los seudónimos para darle apariencias de variada en firmas: Juan Juye, Pérez Oso, Urbano Cortés y otros.
También los galardones literarios los vinieron entonces a consolidar su renombre literario: en el Certamen patrocinado por el Ayuntamiento de Gijón (1906), con el trabajo por cien pesetas; en el celebrado por el Centro Asturiano, de la Habana (1911), con motivo de las bodas de plata de su fundación, por la poesía Ofrenda, premio único; en el auspiciado por el Ayuntamiento ovetense en las ferias de San Mateo de 1923, con la poesía ¿Cuándo fué el milagro?, y en el promovido por el Ayuntamiento de Avilés (agosto de 1927), en el que Alfredo Alonso alcanzó dos premios: con tres sonetos bajo el lema Juan Carreño de Miranda y uno con el de Juan Ochoa.
Curado por fin de la dolorosa decepción recibida en sus iniciaciones de dramaturgo, el teatro volvió a atraerle de nuevo. Pero esta vez se acercó a él tímidamente, como autor de un monólogo, si bien pedido y estrenado por el gran actor Francisco Morano en la noche de su beneficio en el teatro Dindurra, de Gijón (1903). Se titulaba el monólogo Una página de Otelo y el éxito conquistado mereció que los amigos del autor le agasajaran con un banquete. Probada su fortuna en lides teatrales, continuó cultivando el género en diversas modalidades. Todas con éxito, estrenó posteriormente las siguientes obras: Los cantos de Ossiam, comedia lírica, con música de Fidel Maya, en el teatro Dindurra, junio de 1909, por la compañía de zarzuela que dirigía Paco Mcana; El cordobeyu, comedia en bable, en el teatro Jovellanos, de Gijón, por la compañía de Isidoro Carballido, abril de 1921, y El sexto no… mentir, comedia, en el mismo teatro y por la misma compañía en mayo de 1924.
Pero la mayor parte de la producción escénica de Alfredo Alonso, no sólo permanece sin estrenar, sino, como las piezas anteriores, inédita, a excepción de una (número 7). Figuran entre esa labor desconocida el poema en verso La gruta del Piloñar, el drama en prosa Luz crepuscular, la comedia La raposa de Argame (escenificación del número I) y Marimanta, cuadro de costumbres asturianas en castellano. Afín a esta labor aludida anteriormente y, como ella, también inédita o perdida en los periódicos, es la que se refiere a los himnos y cantatas por él compuestos en varias ocasiones, tales como A Jovellanos, con música de don Tomás Bretón; A la flor, himno escolar musicado por Fidel Maya; Al adelantado de la Florida, en la ocasión de inaugurarse en Avilés , el monumento a Pedro Menéndez, con música de Heliodoro González; A don Luis Adaro, con música de Cipriano Pedrosa (hijo), al inaugurarse ese monumento en Sama de Langreo, y A la madre tierra, música de Jacinto Guerrero, cantado en Gijón por mil escolares en ocasión de la Feria de Muestras.
Entre su abundosa labor inédita figuran también las novelas El hijo de Maximino y Entre gaviotas; una colección de ochenta sonetos, género poético preferido de Alonso, inspirados en una visita a Toledo y que ha intitulado Sonetario Toledano, y numerosas conferencias.
Su actividad de conferenciante merece también consideración. Entre sus brillantes actuaciones en el Ateneo Obrero de Gijón, del que siempre ha sido elemento entusiasta, figuran la reseñada en el número 6; otra en 1921, con el tema Cómo se hace un soneto, y acerca de Divagaciones sobre la educación, en la sucursal de dicho Ateneo, establecida en el barrio de La Calzada, de la que es Alonso miembro honorario. También merecen ser mencionadas sus conferencias Generalidades sobre la emoción, en la Sociedad La Montera, de Sama de Langreo, y A través de Bunge, en la Escuela de Artes y Oficios de La Felguera, en un ciclo de conferencias a cargo de los ingenieros de ese centro fabril.
Además del banquete con que se celebró en Gijón el éxito de su primera salida a recoger el aplauso público desde el proscenio del teatro Dindurra, Alfredo Alonso ha sido objeto en la villa natal de otros homenajes. Cuentan entre ellos la velada con que celebró en 1908 la Asociación Musical Obrera su nombramiento de Socio de Honor de la misma y el banquete con que le agasajó la Asociación de la Prensa Gijonesa para celebrar el triunfo de su premio en el Centro Asturiano de la Habana (1911) con la poesía Ofrenda.
Ya compuesto para la impresión el presente estudio, Alfredo Alonso conquistó otro de la larga serie de premios alcanzados con la poesía en bable El tío Pachu, enviada al Concurso con que el Centro Hijos de Oviedo ha celebrado la Fiesta de la Raza (12 de octubre) de 1935.
Obras publicadas en volumen:
I.—Los figos, Pedrín, el marqués y el cura. (Gijón, 1923; novela corta, en la colección La Novela Asturiana, dirigida por Pachin de Melás.)
Trabajos sin formar volumen:
- —Prólogo al libro Poesías, de Ricardo Castelles. (Oviedo, 1898.)
- —Prólogo a Gijonismo, de Pachín de Melás. (Gijón, 1905.)
- — Los tres Pedros del lugar. (En El Noroeste, Gijón, 1911; novela corta.)
- — Prólogo al libro publicado por el Ateneo de Gijón para conmemorar el centenario de la muerte de Jovellanos. (Gijón, 1911.)
- —Orzuelo y Jovellanos. (En la obra citada anteriormente.)
- —El regionalismo y el arte. (En El Noroeste, Gijón, 1912, en folletones; conferencia dada en el Ateneo Obrero.)
- —La primera aventura. (En El Noroeste; cuadro escénico en verso sobre un motivo del Quijote, sin estrenar.)