ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

ALVAREZ ACEBAL (Maximino Román).

Hermano mayor de los dos anteriormente reseñados, fué, como ellos, profesor en Avilés, donde nació, probablemente en el año 1829. Su padre, don José Ramón Álvarez—natural de Oviedo y casado con doña Josefa Acebal Laviada, nacida en Gijón— ejerció muchos años en Avilés de maestro de primeras letras con gran crédito, y se le conocía popularmente por el Maestro de la Villa.

Maximino Román adquirió la instrucción primaria en la escuela del padre, del que fué luego auxiliar en ella de Matemáticas y Dibujo, sus principales inclinaciones de toda la vida. Luego pasó a Oviedo a estudiar en la universidad Humanidades, posiblemente, con el deseo de seguir la carrera eclesiástica, pero pronto abandonó estos estudios, sin que se pueda afirmar que haya dejado la carrera de sacerdote, como hizo su hermano Cástor, que la abandonó ya próximo a concluirla. Mejor fijada su vocación, emprendió en el Instituto de Jovellanos, de Gijón, la carrera de marino, y allí obtuvo el título de piloto. Hizo seguidamente los viajes de prácticas, uno de ellos en el barco avilesino La Francisca, a Cuba, que duró nueve meses. Se desconoce si llegó a concluir estos viajes, pero sí se sabe que no llegó a ejercer la profesión de piloto, porque una nueva y más honda vocación despertó en él impidiéndoselo: la enseñanza, que ya había ensayado de muchacho con el padre. Sin embargo, algo debió impedirle esto de momento, porque se sabe que ingresó en las milicias nacionales, en las que llegó al grado de alférez.

Estableció por fin su residencia en la villa natal, donde formó hogar casado con doña Generosa Graíño y Suárez, y en Avilés ejerció ya de profesor durante cerca de medio siglo. Perteneció primeramente al profesorado de un colegio de segunda enseñanza conocido por La Cátedra, que dirigió el médico don Antonio Bellmunt, padre del Bellmunt incluido en esta obra. Luego contribuyó con su hermano Cástor a fundar y sostener el Colegio-Academia de la Merced (1867), en el que continuó de profesor al asumir la dirección el hermano Domingo, en 1875. Más tarde, al instituirse la Escuela de Artes y Oficios (1879), formó parte del profesorado de ella generosamente. La ocupación de profesor de Dibujo, Aritmética y Geometría en estos dos centros docentes, sostenida con entusiasmo jamás decaído, fué su razón de vida.

Con estas actividades pedagógicas compartió el tiempo dedicado a otras que las exigencias económicas le impusieron, y hubo de ser comerciante en harinas y administrador de la Renta de Loterías. Este exceso de trabajo fué seguramente lo que le impidió desarrollar fecundamente al escritor y literato que había en él. Ha escrito poco, y la mayor parte de esto ocultando el nombre, y solamente, que se sepa, en los periódicos locales. El Eco de Avilés, primero de los periódicos editados en Avilés (1866), El Vigía y otros han recogido crónicas y cuentos suyos admirables. También dedicó algún entusiasmo a la política, sin querer salirse en esto del marco local, como hubiera podido bajo la protección de don Servando Ruiz Gómez, que le distinguía y apreciaba por su ilustración y hombría de bien. La política le llevó a ocupar cargos municipales de concejal, teniente alcalde y síndico. Tuvo, como político, que sortear temporales como el levantado por la rivalidad surgida entre algunos barrios avilesinos acerca del emplazamiento de la estación del ferrocarril del Norte, en cuya época, de doloroso recuerdo para Avilés, ocupaba la presidencia del Círculo Industrial, que desempeñó durante varios años. Militaba en sus primeros años de político en el partido progresista, de cuyo comité directivo era vicepresidente cuando la Revolución de 1868.

Fallecido en Avilés, a los sesenta y nueve años, el 5 de marzo de 1898.