No siempre los méritos de los hombres conspicuos se pueden valorar por los signos externos que la posteridad cuenta para recordarles. Si así sucediese, de don Adolfo Álvarez Buylla podríamos deducir que no ha sido una personalidad de excepcional consideración o que floreció su vida en una remota lejanía, perdida en la penumbra del tiempo, y no entre quienes pueden recordar lo mucho aprovechado de su sabiduría de profesor y publicista y su asesoramiento y protección de hombre bueno y justo.
Cuando aún no tenía treinta años de edad, ya decía de él Clarín en un comentario publicado en la Revista de Asturias, de Oviedo (mayo 15 de 1880): “Adolfo Buylla es de la madera de los sabios. Es modesto por instinto, reflexivo por deber, estudioso por vocación; para él la ciencia es una religión y la libertad una patria… Esperanza cierta de la ciencia española.” Y el augurio alcanzó una plena realidad. Son muchos los discípulos que le recuerdan como un sabio auténtico. De su condición moral asegura Altamira: “Rara vez he hallado un hombre más sencillo que él, de menos recodos espirituales (yo no le conozco ninguno), de más franca y leal exposición de alma en todo momento.” Tenía que ser así para que virtudes tan cardinales como la modestia y la austeridad hayan tenido en él consistencia y belleza que solo encontramos en algunas vidas de santos. Y un santo laico puede considerársele.
Posiblemente sus propias virtudes fueron causa inicial de que la posteridad conserve de don Adolfo Álvarez Buylla un recuerdo apagado, que no corresponde al hombre eminente de nuestros días. Su disposición espiritual en la cátedra, la conferencia, el libro, el periódico; en los cargos y las comisiones que ha desempeñado; en todas las manifestaciones de su actividad estuvo inclinada siempre a la simpatía por lo humilde, al amor a lo sencillo, al conocimiento y remedio del dolor y el sufrimiento anónimos, sin ningún cuidado en cuanto a la apreciación ajena por su obra, indiferente a que se estimaran o desestimaran los merecimientos de su personalidad. Y esto es de lo que menos se cotiza en la plaza de las reputaciones. Además, consecuentemente, esa aptitud espiritual le llevó a propulsar ideas en choque con las que cimentaban la sociedad de su tiempo, con el perseverante deseo de rectificar y reformar lo malo que las ideas predominantes sostenían como bueno. Él fué republicano cuando el republicanismo era pecado en España, y si no militó en el socialismo—espanto de los espantos entonces entre españoles— participaba no poco de las doctrinas de Marx.
No figuró muy activamente en las luchas políticas, acaso por desgana y repugnancia, y tal vez fué esto en perjuicio también de su fama, puesto que la política da una extensión a las reputaciones que no proporciona ninguna otra ocupación. Más que por este motivo, secundario después de todo, hay que lamentar su menguada actividad en la política, por lo que habrían aportado a ella su saber y su bondad positivos entre tanto valor falso que en ella circula como legítimo. Y habría allegado su urgentísimo concurso a la política nacional si, las tres veces que los votos del pueblo—dos en Oviedo y una en Madrid—le dieron el triunfo como diputado a Cortes, no le hubiera escamoteado el acta el voraz caciquismo. Se le temía en ese terreno con razón, porque su republicanismo de inconmovibles convicciones, acompañadas de una austeridad socrática—que tanto se echa de menos en los hombres representativos— eran tan conocidas de las fuerzas monárquicas como de las antidinásticas, muchas de las cuales consideraban a don Adolfo Álvarez Buylla como el candidato indiscutible a la presidencia de la futura República.
Pues de este hombre preeminente por su saber y su virtud apenas si se han divulgado noticias más que en algunas modestas crónicas periodísticas; no hay sobre él y su obra ningún estudio detenido y serio, y ni siquiera en Asturias se recuerda su memoria respetable en ningún monumento público ni en más allá de un rótulo en un camino del Campo de San Francisco, de Oviedo, y otro en una calle de Sama de Langreo, bautizada así en 1932.
Don Adolfo Álvarez Buylla nació en Oviedo el 1º de diciembre de 1850, hijo de don Plácido Álvarez Buylla y Santín, médico reseñado en esta galería, y doña Concepción González Alegre Álvarez.
Comenzó a estudiar la segunda enseñanza en el Instituto de la ciudad natal en 1860 mereciendo las mejores calificaciones por su laboriosidad y conducta durante el bachillerato en Artes, del que se graduó el 20 de junio de 1865.
Estudiaba el bachillerato cuando la observación ingrata de cosas y sucesos absurdos e injustos en la organización social despertó su conciencia en disposición de lucha contra todo lo que fuese o representase atraso o falta de equidad. Apenas graduado de bachiller, figuró entre los más entusiasmados fundadores en Oviedo del Fomento de las Artes, que pretendía manumitir de la ignorancia a los desheredados, y en ese centro cultural ofició de profesor de obreros largo tiempo en diversas materias de instrucción primaria.
Cerca de medio siglo después recordó él esto mismo en el prólogo al libro La protección del obrero, con palabras que merecen la transcripción:
“No sé si era ya bachiller en Artes—dice— y de esto van pasados cuarenta y cinco años, cuando, siguiendo tradiciones de familia, ayudaba a deletrear, allá en Oviedo, a obreros infelices que, hartos de trabajo y ayunos de alimento, venían por las noches, en las largas noches del invierno del Norte, a que abogados y médicos, ingenieros y empleados y muchos estudiantes, les enseñáramos las primeras letras y les diéramos lecciones rudimentarias de ciencia y de arte. Esta convivencia trajo consigo el trato amistoso, las confidencias, y con ellas el conocer cómo vivían aquellos protegidos nuestros, sus ahogos, sus miserias, que eran muchas, sus satisfacciones, muy menguadas, el tesoro de sentimientos nobles que encerraban la claridad de su ideación, la firmeza de su voluntad. De entonces acá (1910), puede decirse que he vivido en constante comunicación con los obreros y que, en mi provincia al menos, he seguido paso a paso la evolución de esta benemérita clase social, desde que, desinteresada de su situación económica, aunque entusiasta por la política, se abandonaba a la jefatura y dirección de aquellos a quienes todavía ni llamaba ni consideraba como burgueses, hasta que, guiada por certero instinto, ciega, apasionada, irreflexiva al principio y más tarde, desarrollada su inteligencia, afinado su sentir y afirmada su voluntad, merced a las lecciones de la ciencia y de la experiencia, tomó el camino derecho para su completa regeneración.»
«Apenas sin darme cuenta, me encontró ocupado y preocupado con la gran cuestión del tiempo presente—la de la incorporación del trabajador a la humanidad— porque es indudable que por unas cosas o por otras, durante largos y largos siglos, se ha repetido el enorme crimen de considerar a un inmenso número de hermanos nuestros como medio, únicamente como medio, para la mejor existencia de un relativo corto número de privilegiados de la fortuna, y de ahí las castas, las clases, la esclavitud, la servidumbre, el salariato, o sea el reconocimiento, con todas sus repugnantes consecuencias, de una situación económica y, por lo tanto, jurídica, en que hay superiores e inferiores, explotadores y explotados. Fruto de esas ocupaciones y preocupaciones han sido mis trabajos de la cátedra, del libro, de la revista, del periódico, en conferencias, en mítines, ante las oficinas públicas y tribunales de justicia, siempre humildes en el fondo y modestos en la forma, pero inspirados en el mismo sentimiento, presididos por el mismo pensamiento, impulsados por el mismo motivo: trabajar con todas mis fuerzas a la elevación económica, física, moral e intelectual del desheredado de la fortuna.”
Dicho queda con su propia pluma lo que fué fundamento inconmovible a lo largo de la existencia de don Adolfo Álvarez Buylla desde poco después de trasponer el umbral de la adolescencia.
Continuó sus estudios en la Universidad ovetense, en la que obtuvo el grado de bachiller en Filosofía y Letras el 17 de junio de 1867 con calificación de sobresaliente. Matriculado a la vez en la Facultad de Leyes, recibió los grados de bachiller en Derecho Civil y Canónico el 30 de septiembre de 1869 y el de licenciado el 20 de junio del año siguiente, en ambos casos estudiante con las más altas calificaciones y recompensas. Posteriormente, se graduó en la Universidad de Madrid, de doctor en Derecho y de licenciado en Filosofía y Letras.
Fué luego profesor auxiliar de la Facultad de Derecho en la Universidad de Oviedo, hasta que, por oposición, ingresó en el escalafón de catedráticos numerarios el 4 de julio de 1877, con plaza en la Universidad de Valladolid, donde explicó hasta su traslado a la de Oviedo, poco después, la asignatura de Economía Política y Hacienda Pública, que continuó enseñando por espacio de un cuarto de siglo.
Ya residente en Oviedo con su plaza de catedrático en propiedad, contrajo matrimonio con la señorita Carmen Lozana de la Concha en mayo de 1878 y abrió bufete de abogado.
Si como catedrático fué un admirable forjador de espíritus anhelantes de renovación y progreso sociales, como abogado representó algo parecido a una institución para los más necesitados de esa evolución social. Jamás nadie le vió acudir a los Juzgados o Tribunales con pleitos ruidosos que dan fama y dinero; él sólo llevaba asuntos de gente pobre y desamparada, víctima de atropellos y expoliaciones, que le valían en los más de los casos la gratitud de los a él acogidos. Como de la cátedra, hizo de la abogacía un apostolado, siempre al servicio de los humildes. Las sociedades obreras, entonces en los albores de su organización, acudían en sus dudas y quejas a él, porque sabían que a su honorabilidad unía el estudio a conciencia de los asuntos que afectaban al proletariado, y los obreros asturianos tuvieron constantemente en su bufete a un protector desinteresado y leal.
Sus actividades de profesor merecen también consideración detenida. Cedamos a la pluma de Magdalena S. Fuentes por un momento el comentario: “Su cátedra dice—fué una perpetua innovación. El marxismo tuvo en Buylla su Sanz del Río, y cuando en España aún se tenía de la economía política un criterio estrecho de ciencia crematística, él creó entre nosotros la economía social y convirtió la estadística en verdadera ciencia. Rompiendo con seculares doctrinas, fué su cátedra palenque de fondo y modestos en la forma, pero inspirados en el mismo sentimiento, presididos por el mismo pensamiento, impulsados por el mismo motivo: trabajar con todas mis fuerzas a la elevación económica, física, moral e intelectual del desheredado de la fortuna.” Dicho queda con su propia pluma lo que fué fundamento inconmovible a lo largo de la existencia de don Adolfo Álvarez Buylla desde poco después de trasponer el umbral de la adolescencia. Continuó sus estudios en la Universidad ovetense, en la que obtuvo el grado de bachiller en Filosofía y Letras el 17 de junio de 1867 con calificación de sobresaliente. Matriculado a la vez en la Facultad de Leyes, recibió los grados de bachiller en Derecho Civil y Canónico el 30 de septiembre de 1869 y el de licenciado el 20 de junio del año siguiente, en ambos casos estudiante con las más altas calificaciones y recompensas. Posteriormente, se graduó en la Universidad de Madrid, de doctor en Derecho y de licenciado en Filosofía y Letras. Fué luego profesor auxiliar de la Facultad de Derecho en la Universidad de Oviedo, hasta que, por oposición, ingresó en el escalafón de catedráticos numerarios el 4 de julio de 1877, con plaza en la Universidad de Valladolid, donde explicó hasta su traslado a la de Oviedo, poco después, la asignatura de Economía Política y Hacienda Pública, que continuó enseñando por espacio de un cuarto de siglo. Ya residente en Oviedo con su plaza de catedrático en propiedad, Álvarez la elevación de la no asisten aquellas germen abierto a toda opinión. Cada alumno escribía el acta de la clase, actas que eran comentadas al día siguiente por los discípulos y por el maestro, originando luminosas controversias. La intimidad espiritual de aquellas cátedras facilitó la fundación de un Seminario de Sociología en una época en que este tipo de trabajo colectivo era audaz exotismo en nuestra enseñanza. Funcionaba los martes en la Biblioteca de la Facultad de Derecho, y ofreció, como más simpática y nueva, lacia de alumnos obreros a clases que encerraban el de la Universidad popular.
En su método de enseñanza procuraba Álvarez Buylla aprovecharse, con iniciativas propias, de los progresos pedagógicos alcanzados en el extranjero, que conocía mediante copiosas lecturas y algunos viajes de estudio, como el efectuado en 1886 con don Francisco Giner de los Ríos, don Manuel Bartolomé Cossío y don Adolfo Posada por Inglaterra, Bélgica y Francia.
En el claustro universitario desempeñó los cargos de secretario de la Facultad de Derechos de noviembre de 1879 a octubre de 1981 y después el de decano de esa Facultad, al pasar don Félix de Aramburu al Rectorado en 1889, ocupándolo con notoria competencia durante muchos años, hasta el de su traslado definitivo a Madrid (1903). Entre otros servicios prestados al progreso de la cultura universitaria está el de la fundación en 1895 de la Escuela Práctica de Estudios Jurídicos y Sociales, organismo anexo a la Facultad de Derecho y en el que fue uno de los directores de sección. Años antes había sido el elemento importante de otro organismo similar, la Academia de Jurisprudencia, suspendida y disuelta por el Gobierno en 1885. Años después (1898) fue fundador, con Leopoldo Alas y otros profesores, de otra entidad, de memorable recuerdo por su eficacia en la elevación de la cultura popular asturiana: la Extensión Universitaria, cruzada de vulgarización cultural en la que Álvarez Buylla participó como uno de los más activos conferenciantes. También ha de recordarse su iniciativa en 1895, compartida por González Posada y Sela, del establecimiento de Colonias Escolares en la playa de Salinas (Avilés), idea aclimatada en España por don Manuel Bartolomé Cossío desde la Dirección del Museo Pedagógico Nacional.
No ha limitado Álvarez Buylla el concurso de su inteligencia a las actividades e iniciativas promovidas por el claustro universitario. Casi todas las instituciones ovetenses de fines culturales contaron con las aportaciones de su inteligencia y su laboriosidad, particularmente, las que de algún modo propendían a realzar el estado de la cultura y bienestar populares. Uno de los organismos que más provecho recibió de él fué la Escuela de Artes y Oficios, en la que, además de profesor muchos años, fué vicesecretario por los de 1885 a 1987 y secretario desde el 1989 a 1903. También contó asiduamente con sus actividades la Sociedad Económica de Amigos del País, de la Adolfo Álvarez Buylla y Álvarez que desempeñó con gran acierto el cargo de presidente.
Durante este largo período de sus diversas actividades, desde estudiante en el Instituto ovetense, Álvarez Buylla ha cultivado las letras con fecundidad. No ha concedido nada como escritor a la mera literatura. Desde su iniciación de publicista estuvo siempre atento al estudio de problemas sociales. Entre los periódicos que recogieron sus primeras producciones figura como el más importante El Eco de Asturias (1868), estudiante universitario todavía. Colaboró luego en otras muchas publicaciones ovetenses, todas de ideología democrática, tales como la Revista de Asturias (segunda y tercera épocas, 1879-87); El Carbayón, por los años de 1880 al 90; Unión Republicana, La República (1892), El Progreso de Asturias, diario del que fué uno de los fundadores en 1901, y otras varias, de las que merecen especial mención dos que tuvieron carácter universitario: el Boletín-Revista, dedicado especialmente a temas jurídicos y al que prestó don Adolfo una copiosa colaboración, y los anales de la Universidad, fundados en 1901.
También llevó sus colaboraciones, casi siempre sobre temas docentes notas de critica bibliográfica; la Revista de tribunales, La nueva Ciencia Jurídica (1892), Revista Política Ibero-Americana (1894), La España Moderna, desde 1896, especialmente con estudios críticos sobre las novedades bibliográficas de Sociología; posteriormente, en revistas menos profesionales como Nuestro Tiempo y La Lectura. No fué por esta época copiosa su producción de escritor llevada directamente al libro. La que figura publicada en volumen (números I al XXVII), a excepción de los trabajos anotados en su producción, V y XXIV, son discursos de apertura de los estudios universitarios o escritos con otro motivo semejante, conferencias destinadas a la campaña de Extensión Universitaria, Memorias de la Escuela de Artes y Oficios. Aunque trabajos de modesto empeño, no dejan de tener algunos valor verdaderamente sustantivo, como debidos a una pluma versadísima en problemas económico-políticos y sociales. Merece no menos consideración su abundante labor, de traductor de obras de Economía y Política, algunas de ellas en colaboración con don Adolfo González Posada, al frente de muchas de las cuales figuran estudios propio tribunales de Sociología y Derecho, a publicaciones madrileñas. Pueden anotarse entre otras la Revista General de Legislación y Jurisprudencia, desde 1885, en la que tuvo a su cargo muchos años una sección bajo el título de La cuestión obrera y las leyes; el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, particularmente con abundantes notas de critica bibliográfica; la Revista de tribunales, La nueva Ciencia Jurídica (1892), Revista Política Ibero-Americana (1894), La España Moderna, desde 1896, especialmente con estudios críticos sobre las novedades bibliográficas de Sociología; posteriormente, en revistas menos profesionales como Nuestro Tiempo y La Lectura.
No fué por esta época copiosa su producción de escritor llevada directamente al libro. La que figura publicada en volumen (números I al XXVII), a excepción de los trabajos anotados en su producción, V y XXIV, son discursos de apertura de los estudios universitarios o escritos con otro motivo semejante, conferencias destinadas a la campaña de Extensión Universitaria, Memorias de la Escuela de Artes y Oficios. Aunque trabajos de modesto empeño, no dejan de tener algunos valor verdaderamente sustantivo, como debidos a una pluma versadísima en problemas económico-políticos y sociales. Merece no menos consideración su abundante labor de traductor de obras de Economía y Política, algunas de ellas en colaboración con don Adolfo Gonza
Toda esta larga y fecunda labor de catedrático, jurisconsulto, publicista y conferenciante, aunque llevada a cabo modestamente en una capital de provincia, fue abriéndole paso entre el público ilustrado de toda España a una cada vez más sólida reputación de sabio, a la vez que de firme puntal a la esperanza de una era político-social en la que la equidad y la justicia fueran principios menos burlados. En Madrid gozaba Álvarez Buylla de una consideración y un prestigio como si sus actividades se estuviesen desarrollando en Madrid mismo. Los movimientos políticos de carácter republicano contaban siempre con la seguridad de su valioso concurso. Muchas empresas de orden cultural requerían su sabia aportación, cual lo hizo la Escuela de Estudios Superiores, creada por el Ateneo de Madrid, nombrándole profesor para el curso de 1897-98 y encomendándole las lecciones sobre El estado actual de la Economía. Y hasta su bien cimentada fama de economista traspasó las fronteras nacionales, afirmada con positivas pruebas en sus intervenciones del Congreso Sociológico celebrado en Génova (1899), al que don Adolfo concurrió como delegado oficial.
Estaba ya considerado Álvarez Buylla como uno de los sociológicos más eminentes de nuestro país cuando el estado le requirió para prestar más importantes servicios de los que le venía prestando. Esto sucedió en el año 1902, fecha en que hubo de abandonar sus ocupaciones en Oviedo para trasladarse a Madrid. El cambio representó para él la conquista de una plataforma que le permitía desarrollar más amplia y profundamente sus ideales, a la vez que consolidaría en más alta medida su fama y prestigio; pero supuso para Asturias una considerable pérdida, ya que la Universidad se quedaba sin uno de sus más conspicuos maestros y los proletarios sin su asesor más desinteresado y entusiasta. Las sociedades obreras todas de Asturias, ante la ausencia de tan querido protector, tuvieron un simpático movimiento colectivo para testimoniarle con el dolor de la despedida la gratitud que le debían, movimiento que consistió en dedicarle como homenaje una artística y valiosa placa de conmovida devoción, que le fue entregada en un acto al que acudieron representaciones de todas las entidades cooperantes. En ese citado año (1902), la solicitud del político don José Canalejas, pasó a Madrid destinado a organizar, con González Posada quién también dejó entonces su cátedra universitaria de Oviedo y Morote, el Instituto de Trabajo, que se instalaría en el Ministerio de Agricultura. Fracasó este proyecto en los preliminares de su desarrollo por motivos políticos, pero Álvarez Buylla no regresó a Oviedo, impedido por el nombramiento, en ese mismo año, de vocal del Consejo de Instrucción pública.
Dos años después, en 1904, el fracasado proyecto era llevado a la realidad con el título de Instituto de Reformas Sociales, al cual se le destinó como jefe de la sección de Estadística, dentro de los varios servicios técnicos que dirigía don Gumersindo Azcárate. Fue su labor en ese instituto, por espacio de muchos años, aunque de escaso lucimiento personal, por su condición de anónimo, algo de extraordinarios merecimientos, ya que a esa identidad se debe principal y casi exclusivamente en España por más de un veintenio, hasta que la Dictadura del general Primo de Rivera desvirtuó sus funciones y debilitó su eficacia, cuanto pueda señalarse de importante en el progreso de las condiciones de trabajo y producción. El nombre de Álvarez Buylla ha quedado vinculado al Instituto de Reformas Sociales como un padre queda vinculado a su hijo.
Una de sus actividades primeras de carácter personal desde su establecimiento en Madrid, fué la designación por el Ateneo para abrir en ese mismo año (1904), con una conferencia, el curso de Extensión Universitaria.
También en Madrid desarrolló labor de cátedra, seguramente la que tenía en su espíritu más fuertes atracciones. Prestó concursos de profesor a la Institución Libre de Enseñanza, de la que fué además uno de sus miembros directivos; a la Universidad Popular y al Centro Asturiano, en el cual fué director de estudios desde febrero de 1913 a marzo del 14, en que renunció al cargo. Pero su labor más importante y meritoria de catedrático tuvo desenvolvimiento en la desaparecida Escuela Superior del Magisterio, en la que fué nombrado por el voto unánime de sus miembros, en 1910, profesor de Derecho, Economía Social y Legislación Escolar, y al año siguiente elevado al cargo de director, que desempeñó con el aplauso del profesorado hasta su jubilación el 1º de diciembre de 1920. Luego fué nombrado director honorario.
Con este motivo la ya citada escritora Magdalena S. Fuentes se expresaba así: “Quedó jubilado don Adolfo Álvarez Buylla. La ley, que para ser equitativa, ya que no justiciera, tiene que nivelar las medianías con las cumbres, y el vigor con la decrepitud, ha privado al profesorado de uno de sus mas altos y prestigiosos elementos.” Ciertamente, es lamentable ese rasero de la ley, porque Álvavez Buylla, a pesar de sus setenta años y no obstante haber fallecido pocos después, estaba, al ser jubilado, en plenitud de facultades mentales, que le podían permitir la continuación de sus eminentes servicios a la enseñanza.
Sus ocupaciones de alto funcionario y profesor no le impidieron desempeñar otros cargos y comisiones, acumulados sobre él. Al crearse en 1907 la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, fué nombrado uno de sus miembros, presididos por don Santiago Ramón y Cajal. Fué también vicepresidente de la Sección de Ciencias Filosóficas en la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias, presidente del Patronato de Ciegos y elemento directivo también de otras instituciones españolas. Además desempeñó cargos de entidades de relación internacional, como los de presidente de las secciones españolas de la Asociación para la Protección Legal de los Trabajadores y de la Asociación de la Lucha contra el Paro Forzoso; presidente asimismo de la sección española de la Liga de los Derechos del Hombre y miembro de la Sociedad Internacional de Sociología, de Francia e Italia, institución de la que fué nombrado vicepresidente en diciembre de 1911 para regir sus destinos en el año siguiente.
Hay que añadir a esto las varias comisiones que desempeñó en el extranjero por designación oficial, y su ingreso como académico numerario, el 25 de marzo de 1917, en la Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Hemos dejado adrede de referirnos a su cargo de presidente del Ateneo de Madrid, porque este cargo está más enlazado que los otros a su actuación política, aspecto que vamos a recoger ahora. Desde su traslado a Madrid, aquí como en Oviedo, continuó sustentando su credo de republicano ferviente y laborando en un plano de alta política y escasamente activo en las luchas de partidos. Aunque candidato a diputado a Cortes burlado tres veces, como se ha dicho, acudía forzosamente a estas luchas. Su palenque estaba en otros lugares de menos bullicio político. Los cargos oficiales que desempeñó no debilitaron ni cohibieron su ideario, sino que los aprovechó cuanto le fué dable para fortalecerlo y transmitirlo a otros. “Si fué maestro de obreros en Asturias y maestro de maestros en la Escuela Superior de Magisterio —dice la escritora citada antes—, es aún más maestro de políticos, por su culto a la pureza del sufragio, por sus ideales incorruptibles, por su consecuencia política sin claudicaciones… Y es que Buylla representa una feliz supervivencia del clásico y glorioso republicanismo español; parece hermano gemelo de Pi y Margall, Salmerón y Figueras… Si a través del tiempo y las edades un moderno Plutarco hubiese de estudiar a Buylla, tan sólo encontraría vidas paralelas a la suya en los romanos de la gran República… su progenie espiritual entronca directamente con los Oracos.”
Prueba de la muy alta consideración en que le tenían los elementos antimonárquicos fué que le designaran presidente del comité organizador de la Alianza Republicana, llevada a cabo en 1910. Por su parte, de los partidos liberales al servicio de la Monarquía se hicieron no pocos esfuerzos por atraerle a ese campo, sin percatarse de que su republicanismo no era una simple actitud de acomodación en la sociedad, sino algo consustancial con su espíritu. El conde de Romanones, que fué el político que más y mejores servicios prestó a la Monarquía en la atracción a este terreno de elementos antimonárquicos, no dejó de intentarlo en repetidas ocasiones cerca de Álvarez Buylla. Luis López Rendueles recoge a este respecto la siguiente anécdota: “En cierta ocasión, el conde de Romanones ofreció la cartera de Instrucción pública a don Adolfo A. Buylla, no obstante figurar en las filas republicanas. El insigne asturiano contestó: “Acepto; pero con una condición.” El jefe liberal, que tenía prisa en completar la lista del gabinete, no quiso escuchar más, contento de una defección en las filas antidinásticas. Cuando los periodistas visitaron al futuro ministro, don Adolfo negó que figurase su nombre en la lista del nuevo Gobierno. Enterado el conde, le interpeló, algo contrariado: “Pero ¿no me dijo usted que aceptaba?” “Sí, pero con una condición.” “¿Y qué condición es esa?” interrogó el conde. “Pues la siguiente: que proclame usted antes la República.”
Poco tacto el del conde para distinguir el oro del oropel. Le habría bastado conocer la labor que desarrollaba Álvarez Buylla en todas sus actividades desde siempre, y habría comprendido que no era hombre hecho para dádivas y mercedes.
Una de las instituciones no oficiales que le prestaron mejor campo a la expansión de su ideario fué el Ateneo de Madrid. Figuró en él entre los elementos dirigentes más respetados y queridos. Tenía en torno suyo una adhesión fervorosa cargada de esperanzas.
Era presidente general cuando sobrevino en el protectorado de Marruecos el derrumbamiento de la Comandancia de Melilla, donde España perdió en dos días todo lo conquistado a los moros en doce años y muchos miles de vidas. Tal desastre casi no encontró en España fuerza alguna en disposición de protesta contra las causas que lo habían producido. Fué el Ateneo, alentado por Álvarez Buylla, la entidad que supo erguirse virilmente contra el poder público, que trataba de encubrir las graves causas que habían originado aquella calamidad nacional. Se sabía que las responsabilidades venían desde lo más alto en la gobernación del Estado, y el Ateneo se dispuso con toda su gran influencia en el país a no consentir que se encubrieran o disfrazaran. Por su salón de actos desfilaron cuantos intelectuales y políticos tenían algo que sumar a la protesta, y la nación entera pudo ver claro en la cuestión y sentirse estremecida en un afán de justicia que impidiera por el ejemplo desdichas semejantes. Y fué el Ateneo, con su presidente a la cabeza, el que organizó en Madrid una manifestación popular en pro de la exigencia de responsabilidades, que se recuerda corno el acto público de mayor trascendencia del reinado de Alfonso XIII. Debido a ese valiente y patriótico movimiento de! Ateneo, la exigencia de responsabilidades adquirió estado parlamentario, y una comisión de veintiún diputados quedó encargada de depurarlas. Pero la justicia no iba a volverse contra los que la tienen a su servicio, y a impedirlo vino la dictadura implantada por el general Primo de Rivera, en defensa del Trono y los intereses que lo apuntalaban, dictadura que, al fin, fué la mayor contribución a la caída de la Monarquía. Aunque Álvarez Buylla no haya llegado a ver implantada la República, tan suspirada por él, bien puede afirmarse que desde la Presidencia del Ateneo contribuyó al advenimiento más que cualquiera de los políticos al servicio entonces de ese ideal.
Durante esta larga época de su residencia en Madrid, que sólo interrumpieron algunos viajes al extranjero y los veraneos en Asturias, Álvarez Buylla prosiguió, acaso con mayor fecundidad que antes, sus funciones de escritor. Aparte de la labor anónima llevada al Boletín del Instituto de Reformas Sociales, lo más importante de su producción para los periódicos lo recogieron algunos de los ya citados, como la Revista General de Legislación y Jurisprudencia, Nuestro Tiempo, La Lectura y alguna otra publicación madrileña. También prestó su concurso a periódicos extranjeros, Revue de Economie Politique, de París, entre ellos. Además, aunque con escasa frecuencia, aparecieron escritos suyos en publicaciones de carácter societario, como Revista Socialista (1906), La Ilustración Obrera (1906) y España Social (1911), todas de Madrid.
La producción bibliográfica correspondiente a este período es más importante, por la calidad de las materias y solidez con que están tratadas. Figuran entre esos volúmenes algunos estudios sabiamente desarrollados acerca de temas sociales, y es cumbre de todos el tratado Economía, en dos tomos de tamaño cuarto, que ha sido acogido con cálidos elogios por los doctos en la materia, tanto españoles como extranjeros. Las actividades de don Adolfo Álvarez Buylla, en todas o casi todas sus modalidades, quedaron interrumpidas en los últimos tiempos de su vida por la fatiga de los años, hasta su fallecimiento, ocurrido el 27 de octubre de 1927.
Obras publicadas en volumen:
I.—El socialismo de cátedra: Der Katheder Socialismus. (Oviedo, 1879; discurso de apertura del curso universitario 1879-80.)
II.—Elogio de Flórez Estrada. (Oviedo, 1880; discurso inaugural de la Academia de Jurisprudencia de Oviedo.)
III.—Instrucción y la moralidad de las clases trabajadoras. (Oviedo, 1881; discurso leído en la sesión de reparto de premios de la Escuela de Artes y Oficios de Oviedo.)
IV.— Economistas asturianos: Flórez Estrada. (Madrid, 1885; folleto; publicado también en el tomo LXVI—1885—de la General de Legislación y Jurisprudencia.)
V.—Estudios sobre el concepto de la Economía. .(Madrid, 1887.)
VI.—La educación física y moral en la Universidad. (Vitoria, 1888.)
VIl al XXII.—Memorias de la Escuela de Artes y Oficios de Oviedo. (Oviedo, 1890 a 1904; quince memorias anuales de los cursos 1889 a 1903.)
XXIII.—Necrología y significación de Leopoldo Alas. (Oviedo, 1901; discurso de apertura del curso universitario de 1901-1902.)
XXIV. —Manual de Economía política. (Barcelona, 1901.)
XXV. —Las instituciones obreras en la Economía contemporánea. (Oviedo, 1902; compendio de seis conferencias de colaboración en la Extensión Universitaria.)
XXVI. —La Economía y su importancia para los obreros. (Oviedo, 1902; conferencia en la Extensión Universitaria.)
XXVII.—El Instituto del Trabajo. (Madrid, 1902; en colaboración con González Posada, Morote y Uña, y prólogo de Canalejas.)
XXVIII.—Memoria acerca de la reforma agraria en ambas Castillas. (Madrid, 1904.)
XXIX. —El obrero y las leyes. (Madrid, 1905; estudio de la legislación protectora del trabajo en los principales países.)
XXX. — Derecho internacional obrero. (Madrid, 1907.)
XXXI. —Notas sobre la jornada máxima del trabajo en España. (Madrid. 1908; en colaboración con S. Crespo y López de Arce.)
XXXII.—¿Socialismo o socialismos?: Revista de opiniones. (Madrid, 1908; memoria elevada al congreso celebrado en Zaragoza por la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias.)
XXXIII.—El control del trabajo. (Madrid, 1909; conferencia.)
XXXIV.—Memoria que eleva D… a la Conferencia Internacional de Lucha contra el Paro, la Sociedad Española para el Estudio del Problema del Paro. (Madrid, s. a.)
XXXV.—La protección del obrero. (Madrid, 1910.)
XXXVI.—La política financiera de Lloyd George, (Madrid, 1911.)
XXXVII.—Economía. (Madrid, 1912; dos tomos en tamaño cuarto.)
XXXVIII.—¿Saint-Simon, socialista? (Madrid, 1912.)
XXXIX.—La obra social en España. (Madrid, 1914; trabajo incluido en la obra Lecciones del VIII Curso de Expansión Comercial, Barcelona, 1915.)
XL.—Algunos problemas económico-sociales que suscita la guerra actual. (Madrid, 1915.)
XLI.—La reforma social de España. (Madrid, 1917; discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas.)
Trabajos sin formar volumen:
- —Los Congresos celebrados en París con motivo de la Exposición Universal. (En Revista de Asturias, Oviedo, 1879, números 1,3, 5 y 11.)
- —Dictamen sobre la emigración asturiana, en la Sociedad Económica de Amigos del País, de Oviedo. (En ídem, 1881, y en Ilustración Gallega y Asturiana, Madrid, 1882.)
- —Traducción, prólogo e ilustraciones de La quinta esencia del Socialismo, de Schaffle. (Madrid, s. a.; en colaboración con don Adolfo G. Posada.)
- —Sobre el concepto de la Economía del señor don Gabriel Rodríguez. (En Revista de Asturias, Oviedo, 1887; varios números.)
- —Traducción, prólogo y notas de Principios de Política, de F. Von Holtzendorff. (Madrid, 1888; en colaboración con don Adolfo G. Posada.)
- —El libro de M. Daryl sobre la Educación física. Fragmentos de un estudio. (En el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, Madrid, 1889, números 296 y 308, y 1890, números 310 al 312.)
- —La cuestión obrera y las leyes. (En la flota General de Legislación y Jurisprudencia, Madrid, 1892 a 1908; sección mensual.)
- —El contrato de trabajo y la legislación civil española. (En la revista La Nueva Ciencia Jurídica, Madrid, 1892; tomo II.)
- —Prólogo a El socialismo católico, de F. Nitti, traducción de don Pedro Dorado. (Madrid, 1893.)
- —La cooperación obrera en Asturias. (En el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, Madrid, 1893; números 387 y 388.)
- —Traducción, prólogo, notas y apéndices del Tratado de las pruebas, de Francisco Ricel. (Madrid, 1894; en colaboración con don Adolfo G. Posada.)
- —El concepto de la Economía y el carácter de su ciencia. (Introducción al libro, traducido por el, de Neumann; Madrid. 1894.)
- —La novela sociológica. (En la revista La España Moderna, Madrid, junio de 1896, tomo 90.)
- —Las huelgas en España. (En la revista La Lectura: Madrid, febrero de 1901.)
- —Reformas sociales: Exposición de algunas compatibles con el estado actual de la cultura en patronos y obreros españoles. (En la revista Nuestro Tiempo; Madrid, mayo de 1901.)
- —El problema agrícola asturiano. (En ídem; diciembre de 1901. )
- —El problema social en España. (En La Lectura; Madrid, 1902. )
- —Prólogo a La ley de Accidentes del trabajo: Estudio critico, de Hipólito González Rebollar. (Salamanca, 1903.)
- —Aplicaciones del colectivismo. (En La Lectura; Madrid, 1904.)
- —Socialismo y problema social: Apuntes para una serie de conferencias de Extensión Universitaria. (En Nuestro Tiempo, Madrid; febrero de 1905.)
- —El primer tratado internacional del trabajo. (En La Lectura; Madrid, 1905.)
- —Alós contra los exámenes. (En ídem, 1906.)
- —Con motivo de la reforma de la legislación sobre accidentes del trabajo. (En Revista Socialista; Madrid, septiembre 16 de 1906.)
- —La Economía social en la proyectada Exposición Universal de París de 1909. (En La Ilustración Obrera; Madrid, octubre 27 de 1906.)
- —Hacia la nacionalización de la economía. (En Nuestro Tiempo; Madrid, enero de 1909.)
- —Prólogo de Apuntes sobre la emigración castellana, de Juan Díaz Caneja. (Palencia, 1909.)
- —El patrono y la protección del obrero. (En La Lectura: Madrid, 1908.)
- —Notas sobre la Universidad de Oviedo, (En ídem, 1909.)
- —La política social en Inglaterra, (En ídem, 1910.)
- —El Congreso de Ciencias Administrativas de Bruselas. (En ídem, octubre de 1910.)
- —La huelga de albañiles de la Sociedad “El Trabajo”. (En España Social; Madrid, mayo-junio de 1911.)
- —Las dos nuevas leyes financieras del imperio alemán. (En La Lectura; Madrid, octubre de 1913.)
- —Prólogo a El hombre que hace fortuna: Su mentalidad; sus métodos, de Silvain Roudós; traducción de Gerardo Aza. (1913.)
- —Ligero esbozo de algunos de los problemas económico sociales que plantea la crisis guerrera actual. (En ídem; junio de 1915.)
- —Prólogo a La defensa de clases en el Código civil, de Luis Felipe Martínez Aguilera y Luis Rodríguez-Camuñas Porras. (Madrid, 1921.)
- —Prólogo a Problemas jurídico sociales, de Martínez Aguilera y Rodríguez-Camuñas. (Madrid, 1921.)
- —Prólogo a La orientación profesional, de Rodolfo Tomás y Samper. (Madrid, 1924.)
Referencias biográficas:
Altamira (Rafael). — Contestación al Discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas. (Madrid, 1917.)
Álvarez Buylla (Adolfo).—Prólogo de su obra La protección del obrero. (Madrid, 1910.)
Anónimo.—Don Adolfo Buylla. (En Asturias, órgano del Centro Asturiano; Madrid, diciembre de 1907.)
Fuentes (Magdalena S.).—Despedida: Don Adolfo Álvarez Buylla. (En La Lectura; Madrid, diciembre de 1920.)