ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

ALVAREZ CABALLERO (Eugenio Manuel).

Eminente hombre de leyes, ejemplo de magistrados íntegros y dignos, como hijo espiritual de otros dos asturianos preclaros, Campomanes y Jovellanos, que dejaron estela de conductas señeras en alto grado. Floreció Álvarez Caballero, con fama extensa y sólida de hombre justiciero y probo, en la segunda mitad del siglo XVIII y primeros años del XIX, en los que culminó tal crédito como magistrado con el famoso Proceso de El Escorial. “Pertenecía el señor Caballero—dice Cancha y Secades (F.)— a aquella generación de ilustrados y celosos funcionarios con que los ministros del gran Carlos III supieron dotar a la decaída y perturbada administración española, para levantarla y reformarla con toda clase de mejoras y prudentes medidas.”

Nació Álvarez Caballero en Piedrafita, aldea de la parroquia de San Julián de Ponte (Tineo), el día 24 de febrero de 1736. F. Canella y Secades y otros autores le acreditan natural de Oteda, lugar de la parroquia de Santa María de Francos, en el mismo concejo. Estudió en la Universidad de Oviedo la segunda enseñanza y seguidamente la carrera de Leyes, graduándose de bachiller en esta facultad el 20 de diciembre de 1766 y en Cánones el 21 de diciembre de 1768. Desempeñó luego en dicha Universidad por espacio de dos años la plaza de profesor auxiliar de Prima de Leyes. Fuertes Acevedo, que apenas da pormenores de la vida de Álvarez Caballero correspondientes a esta época (Biblioteca de Escritores Asturianos), anota, sin embargo, el dato de que fué también profesor titular de Derecho Civil y Derecho Canónico, aserto que no figura entre los méritos de esta personalidad en su expediente de oposiciones a cátedras. Fué, sí, profesor particular en su domicilio.

En 1770 quedó admitido como abogado por la Audiencia de Oviedo, profesión que le permitió acreditarse en comisiones como la de presidir la elección de oficios de justicia en los concejos de Rivera, Grado y Gozón, y presidir también la junta general del concejo de Llanes para la aprobación de unas ordenanzas municipales.

Contribuyeron a realzar su personalidad los nombramientos de regidor perpetuo de Tineo y su concejo el 28 de octubre de 1773 y el de juez noble por los mismos el 1º de enero de 1775, así como su representante en la junta general del Principado.

Protegido por el conde de Campomanes, que tenía grandes consideraciones para el talento y la rectitud de Álvarez Caballero, algunos años después (1783) fué nombrado alcalde mayor y corregidor de El Ferrol. Tampoco Fuertes Acevedo alude a esto, dejando con ello una importante laguna en la vida de Álvarez Caballero, porque sus aciertos de gobernante en la ciudad coruñesa durante siete años (1790) fueron fundamento de su fama y prestigio. Su mando en El Ferrol, por su carácter justiciero y bondadoso, dejó memoria perdurable con visos de leyenda mantenida por los ancianos, “que cuentan a sus hijos—decía Montero Aróstegui en 1859 — las virtudes de aquel corregidor, y que hablan de su administración como de un recuerdo de justicia y felicidad”.

Dejó la Regiduría de El Ferrol por ascenso a oidor de la Chancillería de Valladolid, en el desempeño de la cual se le concedieron dos años más tarde (1792) la antigüedad y los honores de alcalde de Casa y Corte. En 1798 fué elevado al cargo de fiscal del Consejo Supremo de las Ordenes Militares y más tarde (1807) a ministro del Consejo Real, que desempeñó brevemente hasta su fallecimiento.

En el desempeño de este último cargo dejó de su vida un recuerdo histórico memorable, a la vez que digno de emulación. Algunos personajes palatinos de la Corte de Carlos IV, entre ellos, Escóiquiz, canónigo y preceptor del príncipe Fernando, después Fernando VII; el duque del Infantado, el de San Carlos, el conde de Montarco y otros, quejosos del predicamento de Godoy y la liviana conducta de la reina María Luisa, tramaron una conspiración para destronar al rey, en la que figuraba como principal complicado su propio hijo Fernando. Descubierta la trama por Godoy, el rey encargó al ministro de Gracia y Justicia, marqués de Caballero, conocido por El Pícaro, instruir el consiguiente proceso, que se hizo famoso con el nombre de Proceso de El Escorial, porque se desarrollaron aquí los sucesos en octubre de 1807. El príncipe Fernando, acreditándose ya de desleal y felón, se retractó de su actitud conspiratoria con melosas cartas que se hicieron públicas en un manifiesto del rey a la nación, y delató a cuantos con él habían intervenido en el movimiento. Formado el alto tribunal que habría de sustanciar la causa bajo la presidencia del presidente del Consejo de Castilla, don Arias Mon y Velarde, asturiano, y once miembros más, entre los que figuraban otros dos asturianos, don Domingo Campomanes y don Eugenio Manuel Álvarez Caballero, se procedió a examen y sentencia en el proceso. Enterado Álvarez Caballero de que Godoy había sustraído del sumario cuantos documentos comprometían al príncipe — así como al embajador francés — y amañado otros expedientes, a fin de que resultaran condenados los cómplices como verdaderos delincuentes, mandó a llamar a su casa a los otros miembros del tribunal, imposibilitado de acudir él por estar enfermo en cama de la enfermedad que poco después le privó de la vida, y cuando los tuvo reunidos al pie del lecho, les hizo partícipes de cuanto sabía en secreto, invitándoles a no dar fallo condenatorio, si pretendían velar por los fueros de la justicia.

“No bien acabó de hablar tan valeroso magistrado—dice Tiers— de una Monarquía absoluta, en la cual, no obstante serlo, había leyes y magistrados imbuidos en su espíritu y dispuestos a guardarlas, cuando se adhirieron a su dictamen todos sus colegas, opinando como él con cierto arrebato de entusiasmo patriótico. Abrazáronse todos unos a otros después de dado el fallo, como hombres preparados a la muerte, porque, en efecto, temían, no a Carlos IV, pero sí a la reina y al privado, capaces de cualquier exceso contra los jueces que habían burlado sus cálculos, suponiendo así extremos de crueldad en aquellos a quienes sólo era justo imputar extremos de bajeza.”

Aunque la sentencia fué absolutoria, firmada el 25 de enero de 1808, el rey, dominado por su mujer y Godoy, impuso a los absueltos penas de destierro o prisión en conventos y castillos. Seis días después de firmado tan valiente y famoso fallo, dejaba de existir (31 de enero de 1808) don Eugenio Manuel Álvarez Caballero.

De sus actividades como escritor sólo se tienen noticias de algunas obras manuscritas.

Obras inéditas:

—Genealogía de la casa de Caballero. (MS. de paradero desconocido.)

—Notas al Sumario de armas y linajes de Asturias, del canónigo don Tirso de Avilés (MS. ídem ídem.)

—Carta al ilustrísimo señor don Pedro Rodríguez Campomanes sobre diversos sucesos industriales y mejoras de Asturias. (MS. fechado el 1 de enero de 1780.)

Referencias biográficas:

Canella y Secades (Fermín).— El fiscal Caballero. (En la Revista de Asturias, Oviedo, 1882.)

Montero Aróstegui (José). — Historia y descripción de la ciudad y departamento naval de El Ferrol. (El Ferrol, 1859.)