ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

ALVAREZ LAVIADA Y ALZUETA (Manuel)

Hermano del anterior. Hijo de Paulino Álvarez Laviada, abogado y escritor incluído en este Índice, y doña Amelia Alzueta. Escultor varias veces laureado. Nacido en Oviedo el 13 de diciembre de 1894. Suele firmar sus obras artísticas con el nombre y segundo apellido solamente.

A los cinco años de edad pasa con su familia a residir a Madrid. Niño todavía, revela disposición para las Matemáticas, al punto de que haya aprendido las cuatro reglas elementales de Aritmética antes que leer. Explica este fenómeno su gran poder de asimilación aplicado al ambiente familiar, ya que su padre se distinguía como excelente matemático.

Estudiante de bachillerato, comienza a frecuentar el estudio del escultor asturiano Folgueras, durante unas vacaciones veraniegas, y en ese taller se aficionó de tal manera a manipular barro de modelado, que, al comenzar el curso siguiente, en lugar de matricularse en el Instituto, ingresa en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. En ella cursó los cinco años de estudios reglamentarios con aprovechamiento y aptitudes extraordinarias, que le valen los primeros premios en ejercicios de modelado de reproducciones antiguas y del natural y en composición. También se inició en los estudios de Arquitectura, sin llegar a concluirlos, no obstante su especial disposición para las Matemáticas y estar dotado de capacidad para la técnica arquitectónica.

En sus años de adolescente concurrió a varias Exposiciones Nacionales de Bellas Artes celebradas en Madrid: a la de 1906, con un busto de escayola; a la de 1910, con la escultura Cazador de águilas, que le valió una mención honorífica, y a la de 1912, con Instintos infantiles. No volvió a exponer en estos certámenes hasta cerca de tres lustros después.

Antes de concluir el aprendizaje de escultor, abrió con otros artistas noveles un estudio. Más que taller de arte fue el tal estudio escuela y refugio de bohemia. Más veces servía para planear y desarrollar allí mismo juergas y calaveradas que para acometer empresas artísticas. Sin embargo, esa vida bohemia exigía dinero. La hacienda familiar no permitía dispendios y era preciso diligenciarse ingresos. Álvarez Laviada, apremiado por esa necesidad, empezó a tomar en serio a ratos el problema, buscando a sus habilidades de artista el aspecto industrial, y ello vino a redundar en provecho de sus estudios porque modelaba con más entusiasmo e inspiración que en la Escuela. Entre los medios empleados para arbitrar fondos que permitieran aquella vida juerguística fue el más fructífero modelar decorados de escayola para interiores y aun fachadas de edificios madrileños en construcción. Algunas docenas de casas lujosas guardan este secreto artístico.

En las oposiciones para pensionados a Roma, celebradas en 1921, Álvarez Laviada conquista una beca de escultor. Nunca hasta entonces un escultor asturiano había alcanzado tan importante recompensa y premio. Recordó con esto el caso igual dado años antes con la pensión a Roma del pintor José Ramón Zaragoza.

Pasó al año siguiente a ocupar la beca en la Academia Española de Roma, donde perfeccionó sus conocimientos artísticos, a lo que contribuyó también con viajes a todas las poblaciones italianas que tienen algo que enseñar en arte, viajes que extendió con la misma finalidad artística a varias ciudades de otros países europeos, como París, Bruselas, Gante y Brujas.

Como obra más saliente entre las ejecutadas durante esta su permanencia en Roma estaba el grupo Diana cazadora, que había merecido encendidas alabanzas de cuantos lo contemplaron. Se le invitó especialmente a exponerlo en la exposición bienal de esa ciudad, y el éxito conseguido fué verdaderamente rotundo. La crítica de arte le prodigó los parabienes y la escultura fué reproducida en grandes fotograbados por las más importantes revistas gráficas de Italia.

Concluido en 1926 el plazo de la pensión oficial, regresa a España y presenta el citado grupo escultórico a la Exposición Nacional de Bellas Artes celebrada en Madrid ese año, y conquista con él también en su país otro éxito resonante, coronado con una segunda medalla, caso no frecuente sin estar en posesión de la medalla tercera, por lo que el premio vino a tener consideración de primera medalla. Tres años después (1929) la misma Diana cazadora le habría de conquistar igual galardón en la Exposición Internacional de Barcelona.

Tras breve permanencia de meses en España, Álvarez Laviada regresa en el mismo año 1926 a Roma. En la Exposición celebrada en 1928 en esa capital obtiene con otro grupo escultórico intitulado Dríadas un éxito aún más afirmativo que el anterior. Después de esta confirmación artística lleva a cabo un viaje de estudio por algunas ciudades griegas, Atenas, Olimpia y Delfos, y regresa nuevamente a España, esta vez con el propósito de fijar en ella su residencia habitual. Así lo hace, abriendo estudio propio en Madrid en 1929.

A la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid celebrada al año siguiente, envía el citado grupo escultórico, Dríadas, que le conquista primera medalla, equivalente a la consagración artística.

Su maestría y fama encuentran eco muy favorable en Asturias. El conde de Sotillo le requiere para que estructure y embellezca el jardín de la espléndida posesión que tiene en Villabona, tarea que Álvarez Laviada desarrolla durante los veraneos allí. También, simultáneamente, modela obras para monumentos públicos de Asturias que se le han venido adjudicando, como el de Leopoldo Alas (Clarín), ya erigido en el Campo de San Francisco, de Oviedo, y el dedicado a don Guillermo Schulz, no levantado todavía. Suyos son también, modelados en Madrid, los grupos escultóricos en piedra que ornamentan el monumento a Tartiere, obra del también notable escultor ovetense Víctor Hevia, emplazado en el citado Campo de San Francisco.

Dichas estatuas de piedra, que simbolizan tres aspectos del trabajo, fueron expuestas al público a la entrada de la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid celebrada en 1932, antes de su transporte a Oviedo.