Abogado y periodista, muchos años residente en Cuba, nacido en Oviedo el 22 de febrero de 1829, de noble linaje.
Residió de muchacho en el extranjero con su padre, don Braulio, de esos apellidos, emigrado político, y en Bretaña (Francia) continuó los estudios de la segunda enseñanza comenzados en Oviedo. Regresado a España, ingresó en 1847 en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad ovetense, en la que estudió los tres primeros años de la carrera de Leyes. Residió luego en la Habana, donde estudió (1853-54) los años cuarto y quinto y se graduó de bachiller en Derecho Civil y Canónico. De nuevo en España, se le dispensó de cursar el sexto año y siguió el séptimo en la Universidad de Madrid, curso que trasladó a la de Oviedo, y aquí recibió el título de licenciado con votación unánime el 4 de junio de 1854.
Poco después, ya casado y nacido su hijo Julio, marchó nuevamente a Cuba y abrió en la Habana bufete de abogado, que gozó de mucho crédito y fué su principal fuente de ingresos hasta que se repatrió definitivamente en 1880.
Con las tareas del foro compartió actividades políticas y desempeñó cargos oficiales, entre éstos los de oficial de la Secretaría del Gobierno Superior Civil, censor de prensa en ese alto organismo y secretario últimamente. También fué profesor interino de Derecho Canónico en la Universidad habanera. Tuvo a gala desempeñar los citados destinos por patriotismo, sin percibir retribución del Estado. Entre los cargos honoríficos ocupados por él figura el de vicepresidente de la Junta de Instrucción Pública.
Políticamente, adoptó una actitud de intransigencia frente a las tendencias emancipadoras de los cubanos, las que combatió tesoneramente con la pluma en colaboraciones periodísticas y por todos los medios a su alcance. Esto le dió una relevante personalidad entre los españoles partidarios de la integridad nacional española, que eran la mayoría de los residentes en la isla, dispuestos, por otra parte, a dispensarle su vida un tanto disipada y escasamente ejemplar. Sostuvo esa actitud bajo el mando como gobernadores y capitanes generales de Cuba de los generales Serrano, Dulce, Manzano y Lersundi; pero al volver a Cuba el general Dulce — el más dispuesto de ellos a medidas de inteligencia con los cubanos — en enero de 1869, coincidente con un recrudecimiento en el país de la efervescencia revolucionaria, Álvarez Mijares dió a sus campañas y actividades tono de exaltado españolismo y de violenta combatividad contra la mesura y transigencia del citado general. Le acompañaba en esta campaña el también abogado y periodista asturiano Gonzalo Castañón, poco después asesinado en Cayo Hueso por los insurrectos cubanos. El general Dulce se vió obligado a tomar severa medida contra la actuación violenta de los dos amigos, decretando en 28 de mayo de ese mismo año la expulsión de ellos del territorio cubano, si bien no se llevó a efecto el extrañamiento. Poco después, al estallar la revolución cubana y formarse en la Habana el batallón de voluntarios de Artillería, ingresó en él con un puesto de oficial.
El gobierno español recompensó sus merecimientos y servicios con las grandes cruces de Isabel la Católica y del mérito Militar y otras condecoraciones.
“Su probidad era tal que ni amigos ni enemigos la pusieron jamás en duda, y él mismo, en el seno de la confianza, solía decir que no había tenido que luchar para cumplir su deber en este punto, pues a pesar de haber desempeñado cargos diversos de gran importancia, nunca nadie le había hecho la ofensa de poner a prueba su honradez, ni de proponerle asunto alguno que no fuera limpio como la luz.”
En 1880 regresó a España y fijó en Madrid su residencia. Dos años después fué atacado de grave enfermedad, y enfermo vivió otros dos hasta su fallecimiento, en pleno vigor físico e intelectual, el 21 de mayo de 1884.
Referencias biográficas:
— Necrología del excelentísimo señor don Eduardo Álvarez Mijares. (En Escenas contemporáneas, Madrid, 1884; trabajo reproducido por El Carbayón, Oviedo, junio 21 de 1884.)