ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

ARAMBURU Y ZULOAGA (Félix Pio de).

Mucho de lo anotado al reseñar a don Adolfo Álvarez Buylla y González Alegre podría aplicarse al caso de don Félix de Aramburu. Otra vida de modestia y austeridad auténticas que apenas si deja de su paso más que la propia obra, y ésta, que se desconoce u olvida fuera de un reducidísimo número de personas, no basta para mantener el recuerdo, que debería ser veneración, de la posteridad. Ha transcurrido poco más de una veintena de años desde la muerte de Aramburu, y su nombre tiene ya eco de recuerdo centenario que no llega a las generaciones nuevas, porque nada conduce ese eco hasta ellas. Un rótulo en una calle de Oviedo carece de importancia y de eficacia al efecto de mantener viva la memoria de esta conspicua personalidad, porque es homenaje prodigado a las mediocridades y nulidades, con el efecto de que ya no mellen la atención de nadie tales rótulos.

Bien sabemos que este fenómeno del olvido respecto de los antepasados que han labrado el patrimonio espiritual de los pueblos es lo corriente en todas partes, cuando se trata de vidas silenciosas de estudio y trabajo, ajenas al efecto externo, mientras ocurre que perdura entre admiraciones generales la memoria de politicastros que han vivido sólo para lo exterior, celosos de producir mucho bullicio y ruido en torno de ellos y de sus nombres. Pero, por lo mismo, la tendencia de quienes pueden hacerlo debe encauzarse a invertir ese fenómeno, para que la posteridad se enorgullezca de invocar nombres macizos y no huecos, y así sabríamos los asturianos, sabría España entera, sabría el mundo que el de Aramburu es uno de los más merecedores de gloria que ha producido Asturias. Pero no se sabe ni se ha hecho nada por que se sepa.

Apena y deprime la observación de que no exista ningún estudio, ni pequeño ni grande, respecto de la personalidad y la obra de Félix de Aramburu. Alguna volandera crónica o necrológica recargada de adjetivos y de escaso contenido biográfico o interpretativo, es todo cuanto ha merecido este hombre excepcional. Con tan pobres elementos y la esterilidad de nuestras diligencias para enriquecer con el testimonio vivo de algunos familiares las noticias que hemos podido allegar en nuestra tarea de investigación general, tampoco nosotros podemos dar de Aramburu la información que quisiéramos realzara su personalidad al plano merecido.

Fue Aramburu y Zuloaga, como ya hemos insinuado, una de las mentalidades más finas y exquisitas que ha dado Asturias. No es tan hiperbólico como pudiera parecer de primera intención el juicio de Edmundo González Blanco al afirmar que “Aramburu es, después de Jovellanos, el hombre representativo de la intelectualidad de Asturias”. La época favoreció a Jovellanos para que, como reformador del medio social en que vivía, le diera tono de sabio polígrafo con acentos rebeldes que alcanzaron importancia histórica. Fué un pensador eximio y un gran escritor. Pero Aramburu, a quien el medio no fué favorable para el despliegue pleno de su idealidad, no solo es también un gran polígrafo, con el espíritu pletórico de ideas cultas que se adelantan a las circulantes en su tiempo, sino uno de los escritores más pulcros y elegantes, no ya de Asturias sino de la España del siglo XIX. Nada hizo él mismo por evitar que este juicio pudiera parecer ahora inusitado y exagerado, ni nada hizo nadie después de fallecido él para contrarrestar el deplorable efecto de su modestia excesiva. Si “su vida es un modelo de consagración a la verdad, al bien y a la cultura patria”, como ha dicho Sanz Escartin, de poco vale que lo haya sido si nada se hace por que se sepa que hay tal modelo.

Cuando al cabo de su no muy larga vida ingresó como miembro numerario en la Academia de Ciencias Morales y Políticas, él mismo supo dar una idea, con palabra modesta y sobria, de lo que había sido fundamental en su existencia.

Decía a los académicos en el discurso de recepción: “Ninguna cosa querríais premiar en mí más que un amor noble y persistente a la cultura y a su difusión, demostrado en una larga vida académica, en una faena que aún no ha cesado, de cátedra y tribuna, en un sostenido empeño, en fin, que se despertó con el despertar de mi inteligencia y que no acabara hasta que sobre su pobre llama venga el indefectible soplo de la muerte.” Y eso fue, en efecto, toda su vida Aramburu: un sembrador de cultura con palabra bella y sugestiva. Y siempre al modo de un admirable forjador. En su actividad principal, la de catedrático, no se ha limitado a enseñar, sino que fué un excelente forjador de mentalidades y caracteres; como hombre de leyes, no quedó en intérprete de las conocidas, sino que señaló rumbos originales para llegar al establecimiento de otras más justas, lo que culmina en su famoso libro La nueva ciencia penal; como hombre de letras, poeta y prosista magistrales cima de su producción una obra de las más estimables en la bibliografía histórica asturiana: su monografía de Asturias, escrita con peritísima pluma literaria empapada en amor consciente a la región natal.

Don Félix Pio de Aramburu y Zuloaga es hijo primogénito de don Domingo Aramburu y Arregui, catedrático y escritor anteriormente biografiado, y doña Josefa Zuloaga y Madariaga, y nació en Oviedo el 5 de mayo de 1848, y no en el año 1847, como anota Balbín de Unquera.

Estudio la segunda enseñanza en el Instituto de Oviedo, en el que ingresó como alumno oficial en 1857 y fué graduado de bachiller en Artes el 16 de junio del 62. Para seguidamente a la Universidad y siguió en ella, simultáneamente, con muestras de aptitud y capacidad extraordinarias, los estudios de Filosofía y Letras, graduándose de bachiller en la primera disciplina el 22 de agosto de 1865 y en Derecho Civil y Canónico en junio 14 del 67, en ambos casos con nota de sobresaliente. En esta última facultad recibió la investidura de licenciado, también con la calificación de sobresaliente, el 1 de junio de 1869. Cursó luego el doctorado en Madrid, en la Universidad central, grado que obtuvo al año siguiente.

Su vocación literaria, como ha dicho él mismo, se despertó con el despertar de su inteligencia, cursante en el instituto del último año de bachillerato, con menos de quince de edad, como colaborador del periódico La Joven Asturias (186263), escrito en su casi totalidad por estudiantes. Sus primeros ensayos fueron poéticos, pero también dio por entonces muestras de prosista con cuentos y crónicas.

Colaboró después, en esos primeros años, en otras publicaciones, como La Tradición, la anteriormente citada, en su segunda época, y algunas más. Pero otra vocación no menos íntima, durante los estudios universitarios, no acabó de entregarle a las tareas literarias con una dedicación fecunda y constante. Esa vocación era la del profesorado.

De regreso en Oviedo con facultades doctorales, en diciembre de 1870, fue nombrado en la Universidad profesor auxiliar de la asignatura Ampliación de Derecho Civil y Códigos, cargo que desempeñó hasta agosto del 74. Volvió a su función de profesor auxiliar en la Facultad de Derecho en agosto del año siguiente y por espacio de unos once meses. En los primeros tiempos de estas sus actividades de cátedra desempeñó también su primer cargo oficial extrauniversitario, que fue el de miembro de la Junta local de Primera Enseñanza por nombramiento del municipio ovetense.

En julio de 1876 se presentó a oposiciones para cátedras de Derecho, con la aspiración de obtener la que estaba vacante en la Universidad ovetense. Sus ejercicios fueron los más brillantes de todos los opositores y la terna elevada a la superioridad le aseguraba esa elección; pero tal plaza le fué conferida a don Fermín Canella y Secades, que también opositaba, y Aramburu paso de catedrático a la Universidad de Santiago de Compostela como titular de la cátedra de Ampliación de Derecho Civil y Códigos, que permutó en ese mismo año, en el mes de octubre, por la de Historia y Elementos de Derecho romano de la Universidad ovetense, con lo cual se reintegró, como deseaba, a la ciudad natal.

De la cátedra hizo desde entonces Aramburu su hogar espiritual, por el que pasaron algunas generaciones de estudiantes que recogieron aquella fructífera siembra ideológica del maestro fué, como educador, uno de los que más contribuyeron al prestigio de la Universidad en su época más gloriosa, con fama que ha trascendido de las fronteras nacionales. Cooperaron con él en ese engrandecimiento profesores tan eminentes como Leopoldo Alas (Clarín), Adolfo Álvarez Buylla, Posada, Altamira, Sela, Estrada y otros. A él le tocó dirigir claustro tan ilustre. después de haber ejercido los puestos de decano de la Facultad de Derecho y vicerrector, desde 1886 a 1888, desempeñó el Rectorado precisamente en esa época del mayor esplendor de la Universidad, desde la última fecha anotada hasta 1905. Fué su mando universitario un encadenamiento de aciertos inteligentes, en el que se enlazaban las mejoras materiales del edificio y de las cátedras con el perfeccionamiento de los planes educativos.

Pero aún merece mayor recuerdo su rectorado por lo que, a iniciativa suya y de los otros catedráticos mencionados, se desbordó la cultura universitaria de su continente propio sobre la población asturiana. Vivió entonces la Universidad atenta con celo y entusiasmo a levantar el nivel de cultura popular, y estos afanes culminaron en la cruzada intelectual que se conoció por Extensión Universitaria, benemérita e inolvidable, en la que actuó Aramburu con múltiples conferencias de divulgación. también bajo su rectorado se publicaron los Anales de la Universidad de Oviedo, que fue otro motivo importante a prestigiar ese centro académico.

Con la profesión de catedrático compartía Aramburu la de jurisconsulto, de penalista, en la que gozó de sólida reputación; actividad que le Ilevó al desempeño de algunas funciones oficiales, como la de miembro del Tribunal Contencioso-Administrativo, por nombramiento de abril de 1877.

Su laboriosidad le permitió además ocupar también puestos en otras instituciones locales, de carácter oficial o particular. Tuvo a su cargo, entre otros, los de jefe de la Inspección Provincial de Instrucción Pública y director del Museo Arqueológico fundado por la Comisión Provincial de Monumentos, ambos conferidos en 1882; secretario de la Escuela de Artes y Oficios, de la que fué también profesor, por los años de 1887 al 90; Vicedirector de la Sociedad Económica de Amigos del País y vicedirector asimismo de la Asociación de Ganaderos,

Todas esas actividades, como las anteriormente indicadas, le obligaban frecuentemente a la de conferenciante, con susto suyo, porque era ésta una de las modalidades predilectas para el trabajo intelectual, y también con gran contento del público ovetense, que sabia el delicado deleite que le esperaba escuchando la palabra enjundiosa y brillante de Aramburu, llena, además, de pensamiento y sugerencias.

Y aún queda por aludir, en cuanto a labor netamente intelectual, la que desarrollaba en el amable recogimiento de su hogar; hogar formado por matrimonio en Covadonga en julio de 1888 con la señorita Eloísa Diaz Cutre. Esa Iabor del hombre que fecunda constantemente su inteligencia con el estudio para producir la obra propia.

Aramburu no estuvo nunca carente de ideas y sentimientos que transmitir a los demás con la pluma, desde sus años de estudiante.

Con frecuencia colaboraba en publicaciones ovetenses y madrileñas No es muy exacto el juicio de Andrés González Blanco, estampado en la Historia de la novela, al decir de Aramburu que, “pasados los Primeros años de efervescencia literaria, siguió otros derroteros muy distintos”. En los años de estudiante y aun algunos después fue solamente, en efecto, literato. Pero hay una segunda época en su vida, la más fecunda como escritor, en que el literato y el tratadista se alternan admirablemente, y es la que abarca los primeros lustros de profesor numerario en Ia Universidad. Se advierte, desde luego, la evolución del literato al hombre de ciencia, del poeta al investigador.

Pero no se trata de una mutación rápida. Su labor literaria, de cronista, cuentista y poeta, culmina en un afortunado ensayo de autor dramático con el estreno de vida por honra en Oviedo, drama en verso en tres actos que le conquistó muchos aplausos. Pero algo más trascendente ha dejado de esa época suya recuerdo perdurable: la fundación de la Revista de Asturias que comenzó llamándose Ecos del Nalón. Se trata de una publicación de elevado tono literario, atenta a toda palpitación y movimiento de la vida regional, difusora de ilustración en los más variados aspectos del saber, y que tuvo y tendrán lugar preeminente en la Prensa asturiana de todos los tiempos. En esa Revista de Asturias se archiva mucho de lo mejor que ha salido de la pluma de Aramburu en prosa y verso, con el poeta en castellano, hondo y tierno, alternó el poeta en bable bajo el seudónimo de Sico Xuan de Sucu, en ambas formas inspirado siempre.

Además de múltiples poesías y crónicas, y de poemas largos, cuentos y novelitas (números II, 1 y 2), escribió para esa revista una sección, muy leída y comentada, con el título de Ecos y Rumores y el seudónimo de Saladino, también aparecieron muchas poesías suyas y otros trabajos, por entonces, en la revista madrileña Ilustración Gallega y Asturiana,

El escritor fué evolucionando de los temas puramente literarios a los de investigación, desarrollados en conferencias y trabajos periodísticos. Un curso de cinco conferencias pronunciadas en el Casino de Oviedo dio origen a la publicación de su libro La nueva ciencia Penal, que le coloca entre los primeros tratadistas de Derecho en España y llevó su nombre más allá de los límites Nacionales. Su nombre entonces, dice Sanz Escartin, “alcanzó una gran resonancia, Y aun los mismos Criminalistas ‘italianos de la escuela Positivista, Cuyas teorías combatía el Sabio Profesor de la Universidad de Oviedo, hubieron de reconocer el Profundo estudio y la alta competencia que en materias de Derecho penal y criminología revelaba su crítica’. Y refiriéndose a esto Misma decía Ramon Prieto en un comentario publicado en el Boletín del Centro de Estudios Asturianos (Oviedo, 1924): “Aramburu fue aquel penalista a quien la escuela italiana felicita con entusiasmo, @ quien los alemanes estimaron como el que mejor había concertado el juicio que merecía la Nueva ciencia penal, Aquel a quien los Profesores rusos mandaron sus |libros con expresivas dedicatorias de admiración Y respeto,”

Llevada su disciplina de investigador por el amor a la región natal, se propuso una nueva valoración de la historia de Asturias y sus elementos de vida, cultura y prosperidad, y fruto de tal empeño fue su otro admirable libro Monografía de Asturias, que, algunos años después de Publicado, mereció de la Academia de la Historia (1903) el Premio al Talento instituido por don Fermín Caballero bajo el patronato de esa Corporación.

Dos brillantes actuaciones cierran esta época de la actividad intelectual de Aramburu y Zuloaga, ambas en 1900. La de Mantenedor de los Juegos Florales Celebrados en Oviedo, en el verano de ese año, y la de uno de los vicepresidentes del Congreso Económico-Social Iberoamericano que tuvo lugar en Madrid.

Electo en 1901 senador por la Universidad de Oviedo y reelecto en sucesivas veces hasta su fallecimiento, la convivencia en los círculos políticos e intelectuales madrileños, donde ya gozaba de solido prestigio, le fué enlazando a una nueva vida, cada vez mas alejado de su esfera de acción en Oviedo.

A sus actividades en el Senado, siempre brillantes y eficaces como orador y como técnico, vinieron a juntarse entonces las de consejero de Instrucción Pública (1902); pero la causa de su asiento definitivo en Madrid fué el nombramiento en 1905 de profesor de la Escuela de Criminología, de reciente creación, y de catedrático, en febrero del año siguiente, de Estudios Superiores de Derecho en la Universidad central. Esto le obligó a dejar el Rectorado de la Universidad de Oviedo, pero continuó ligado a su claustro, además de afectivamente, por la representación que ostentaba en el Senado.

Otro reconocimiento oficial de su saber le vino algo después al ser electo académico de número, en noviembre de 1908, de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, en la que ingresó en 1910.

Poco antes, en enero de ese mismo año, se le nombró magistrado del Tribunal Supremo. Y poco después, en junio, el gobierno francés reconocía también sus merecimientos con la designación de Oficial de Instrucción Pública con Palmas de Oro.

Escaso tiempo disfrutó de esos cargos preeminentes y honores, pues dejó de existir en Madrid el 30 de abril de 1913, en plenitud de energías físicas y mentales. Su cadáver fué trasladado a Ribadesella para su inhumación en el panteón de familia de ese cementerio.

Obras publicadas en volumen:

I.—Concepto, fin, acción y funciones del Estado y su relación con las restantes esferas de la vida.

II. —(Oviedo, 1871; discurso de apertura del curso universitario de Oviedo, 1871-72.)

III. —Vida por honra, (Oviedo, 1878; drama en verso en tres actos y un epílogo, estrenado en Oviedo.) 

IV. — Tres cuentos, (Madrid, 1879; volumen formado con el Suyo Lola Lee, publicado antes en la Revista de Asturias, de Oviedo, varios números; el de Armando Palacio Valdés Crótalus horridus, y el de Eduardo Bustillo Troncos ramas.) 

V.—El trabajo y el progreso moderno. (Oviedo, 1882; discurso en la Sociedad Económica de Amigos del País, de Oviedo.) 

VI.–Los trabajadores y la enseñanza profesional. (Oviedo, 1882; discurso en la sesión de reparto de Premios de la Escuela de Artes y Oficios.)

VI.-—La nueva ciencia penal: (Madrid, 1887; obra compuesta a base de cinco conferencias pronunciadas en el Casino de Oviedo; premiada con medalla de plata en la Exposición Universal de Barcelona de 1888.) 

VII al IX.— Memorias de los cursos de 1887 y 1888 de la Escuela de Artes y Oficios de Oviedo. (Oviedo, 1888 y 1889; dos folletos.) 

X. —Un voto en pro del juicio oral en materia civil, (Oviedo, 1890.)

XI. —Monografía de Asturias (Oviedo, 1899; obra premiada en 1903 por la Academia de la Historia con el Premio al Talento.)

XII.—Historias de pájaros que parecen de hombres. (Oviedo, 1903; Colección de poesías publicadas años antes —1878 y 79— en la Revista de Asturias, de Oviedo.)

XIV.—Don Agustín Argüelles y su tiempo. (Oviedo, 1905; conferencias de colaboración en la Extensión Universitaria, 1903.)

XV.—La actual orientación del Derecho penal y de la lucha contra el delito. (Madrid, 1910; discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas, contestado por Sanz Escartín.)

XVI.—Memorias, informes, discursos. (Madrid, s. a.)

Trabajos sin formar volumen:

XVII.—El juramento cumplido. (En Revista de Asturias, Oviedo, 1878, números 24 al 26; poema en tres Cantos.)

XVIII.—… Velut umbra: Cuento de color de humo. (En ídem, números 16 al 23 de 1881 y 1,3,4,6 y 7de 1882.)

XIX.—Traducción, prólogo y notas del Derecho Penal, de Pessina. (Madrid, 1892.)

XX.—Et nunc erudimini. (En la revista La Nueva Ciencia Jurídica, Madrid, 1892, tomo II.)

XXI.—Covadonga. (Monografía incluida en el tomo I—Gijón, 1894 de la obra Asturias, dirigida por Octavio Bellmunt y Fermin Canella y Secades.)

XXII.—Inauguración de la Escuela Practica de Estudios Jurídicos y Sociales en la Universidad de Oviedo, (En el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, Madrid, 1897: número 453, discurso.)

XXIII.—Prólogo a los Anales de la Universidad de Oviedo. (Oviedo, 1902.) 

XXIV.—La Universidad de Oviedo. (En la revista madrileña Asturias, órgano del Centro Asturiano, febrero de 1904; discurso pronunciado en esa sociedad.)

XXV.—Contestación al Discurso de ingreso de don Rafael Urejía en la Academia de Ciencias Morales y Políticas. (Madrid, 1912.)

Obras inéditas:

—Memoria del estado de la enseñanza del distrito Universitario de Oviedo, en el curso de 1883-1884, (MS. archivado en el Ministerio de Fomento.)

Referencias biográficas:

Balbín de Unquera (Antonio) — Biografía. (En Asturias, órgano del Centro Asturiano, Madrid, abril de 1901.)

González Blanco (Edmundo) — Asturianos insignes: Félix de Aramburu, (En la revista Norte, Madrid, agosto de 1930.)

  1. V. de R. (Dr.).—Una semblanza. (En El Carbayón, Oviedo, agosto 26 de 1895.)

Sanz Escartín (Eduardo).—Contestación al Discurso de ingreso de don Félix de Aramburu en la Academia de Ciencias Morales y Políticas, (Madrid, 1910.)