ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

ARBOLEYA MARTINEZ (Maximiliano).

Canónigo y publicista contemporáneo. Batallador de larga y tesonera lucha contra el integrismo intransigente y a favor de una adaptación más racional del catolicismo al desenvolvimiento moderno de la vida social, conferenciante de palabra convincente y polemista de grandes arrestos.

Nacido el 9 de octubre de 1870 en Pola de Laviana, en un hogar humilde formado por don Marcelino y doña Amalia de esos respectivos apellidos. Sobrino del que fué obispo de Oviedo y escritor, Fray Ramon Martínez Vigil.

Suficientemente preparado en la instrucción elemental en la villa de nacimiento y decidida su vocación por el sacerdocio, ingresó en 1884 en el Seminario Conciliar de Oviedo, en el que siguió gran parte de la carrera eclesiástica, dos años de Humanidades, tres de Filosofía y cuatro de Teología, casi siempre con notas de meritissimus, hasta 1893. El día 21 de octubre de ese año marchó a Roma, pensionado por la diócesis ovetense, para completar sus estudios en el Colegio Español de la capital italiana. Al terminar el primer curso (1893-94) recibió en la Universidad Gregoriana los títulos de bachiller y licenciado en Teología y de bachiller en Derecho Canónico. Después, en el Seminario Pontificio del Apolinar, se graduó, en junio de 1895, de bachiller in utroque jure y licenciado en Derecho Civil y Canónico. Al año siguiente obtenía el de doctor en esta última disciplina.

Concluidos los estudios, y ya ordenado de diácono en Roma y de presbítero en Oviedo — recibidas estas órdenes en el verano del año anterior de manos del obispo y tío suyo, Fr, Ramon Martínez Vigil— regresó a Oviedo, que fué desde entonces su residencia habitual, solamente interrumpida por viajes y peregrinaciones en España y el extranjero.

Poco después de avecindado en esa ciudad se le nombro profesor de Teología del Seminario Conciliar, cátedra que explicó por espacio de algunos años, y algo después obtuvo por oposición, octubre de 1898, la plaza de canónigo apologista del Cabildo catedralicio, al que continúa perteneciendo en la actualidad (1934), con categoría de dean desde 1923.

Hombre intelectual y de acción en admirable mezcla y con una concepción modernizada de la actuación de la Iglesia en la vida social de los pueblos, porque, según  “la Iglesia es militante y no durmiente”, desplegó desde los Primeros momentos una intensa y creciente actividad en todos los órdenes hacia el logro de sus ideales.

Por entonces se inicia su pluma en el periodismo combatiente, sin reposo ya, desde las columnas de El Carbayón (1897), diario ovetense que recoge una gran parte de sus innumerables campañas y que, años adelante, habría de venir a su propiedad en sociedad con don Marcelino Trapiello y a estar por largas temporadas bajo su dirección más o menos directamente. Lleva a la vez sus ideas a otras publicaciones de fuera de Asturias: La Ilustración Católica, de Madrid (1898), y la Revista Eclesiástica, de Valladolid (1899).

Pero no se conforma con teorizar. Al tiempo que desempeñó numerosos cargos y comisiones diversas en el medio puramente religioso, tales como fiscal examinador episcopal y doctoral y provisor interinamente, todos del obispado; secretario en 1899 de la Junta diocesana para el Congreso Católico de Burgos; vicepresidente y luego presidente de la Liga de Defensa Eclesiástica, por él fundada; secretario (1901) de la Junta Organizadora de Peregrinaciones a Lourdes, muchas de las cuales dirigió él mismo a ese Santuario; director de la Cofradía del Perpetuo Socorro, y otros, sus actividades buscan desarrollo catequístico en círculos de vida más intensa y amplia, en los medios sociales donde el trabajo es fundamento primordial de existencia, para atraerlos al amparo y protección de la Iglesia. El empeño decidido y titánico de organizar a las masas obreras en la defensa de sus intereses al socaire de las doctrinas de Cristo, consume lo mejor de sus actividades.

Con fundamento se pudo escribir en El Debate (Madrid, 12 de noviembre de 1927): “Lo que predica, hace. Predicó la necesidad de la prensa, y se hizo periodista y fundó periódicos. Predicó la necesidad de la sindicación obrera con orientación cristiana, y, mientras le dejaron, hizo sindicatos. Predicó la necesidad de sindicar a los agricultores, y hace tiempo que está recorriendo pueblos y aldeas fundando sindicatos agrícolas.” Ya embebido su espíritu con obsesionante tenacidad en la idea de compenetrar la religión y la defensa vindicativa del trabajo, solicitó y obtuvo de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, en 1913, una beca para pasar al extranjero a estudiar la acción social católica y la organización profesional. Recorrió con esa finalidad las principales ciudades de Italia y Bélgica, prorrogada la pensión por el año siguiente, y de sus observaciones y estudios trajo fortalecimiento y nuevos cauces para sus ideas propias.

Las actividades de escritor al servicio de sus doctrinas sociales no interrumpidas antes y llevadas al libro (números I, II, Ill, V, X y XI), se intensificaron grandemente después de esa permanencia en el extranjero, y su pluma se asomó a multitud de publicaciones, en algunas de las cuales sostuvo brillantes polémicas. Además del citado diario ovetense y otros periódicos asturianos, colaboró en los diarios madrileños A B C, El Universo, El Tiempo y otros, y las revistas Luz Canónica, Revista de Cuestiones Sociales, Nuestro Tiempo, Revista General de Legislación y Jurisprudencia, España y América, Revista Eclesiástica Iberoamericana, y otras; Revista Social y Revista Quincenal, ambas de Barcelona; los diarios El Lábaro, de Salamanca, y El Pueblo Vasco, de Bilbao; y en otros muchos periódicos de diferentes localidades, de menos importancia y con menos asiduidad. Entre los diversos seudónimos empleados, muchos de ellos ocasionales, sostuvo y acreditó en El Carbayón el de Maravillas, y en las citadas revistas barcelonesas, el de Juan de Sahagún.

Como antes y siempre, al lado del intelectual estaba el hombre de acción, y éste entregó los máximos esfuerzos a la organización católica de los obreros y productores agrícolas asturianos. Esa labor social culmina en la fundación de dos importantes agrupaciones: la Federación de Sindicatos Obreros Independientes y la Federación Diocesana de Sindicatos Agrícolas. En ese mismo campo de la organización obrera surgen por su esfuerzo la bolsa del trabajo, los sindicatos femeninos y otras entidades mutualistas. La obra social de Arboleya Martínez encuentra ambiente propicio, no obstante el predominio de las sindicaciones de tipo socialista, y llevan sus iniciativas camino de auge y éxito.

Su personalidad y su labor gozan de extensas simpatías en las masas de trabajadores, que ya le distinguen desde 1904, nombrando conciliar del Círculo de Obreros Ovetense. Después, entre otras distinciones, recibe la de miembro consultor (1915) de Acción Social Popular, EI Centro Social de Avilés le nombra socio de mérito.

Otros centros de apartados y hasta remotos lugares premian también su labor, como Acción Popular, de Melilla, que le confiere una asesoría. Y el obispo de Barcelona le distingue con el nombramiento de técnico de la Acción Popular de esa diócesis,

Al tiempo que estas actuaciones de carácter societario, Arboleya Martínez despliega otras en campo más intelectual, como investigador de cuestiones históricas y científicas. A este orden, pero nunca desintegrado de una finalidad práctica, Corresponden los folletos números VIII, XX y XII, en torno a la celebración del Centenario de Balmes, que, por iniciativa suya, celebró el ayuntamiento de Vich.

EI primero de esos folletos, con el fin de dar más fuerza a sus deducciones y proposiciones, con efecto logrado, lo firmó con un Seudónimo: M. Álvarez Morán. El número X alcanzó el premio señalado para el tema Balmes, político, por cuyo motivo le rindió un homenaje la prensa ovetense. A otros folletos, a trabajos periodísticos y a conferencias ha llevado el fruto de sus tareas de investigación. El estudio constante y los viajes frecuentes al extranjero le dieron posesión de conocimientos robustos en muy diferentes materias del saber humano, que le permitieron siempre tratarlas con verdadera autoridad.

En 1923 fué nombrado dean de la Catedral ovetense, En esta ocasión, decía el diario local Región: “Para nosotros los periodistas es también un motivo de regocijo la elevación de don Maximiliano Arboleya para tan alta dignidad. El Señor Arboleya es uno de los nuestros; es un periodista de fibra, un periodista cuya pluma ha estado y esta siempre al servicio de las causas nobles y santas, de la Verdad y del Bien. Por eso nos congratulamos de sus triunfos, y en esta ocasión ofrendamos el homenaje de nuestra simpatía y admiración al hermano en las lides periodísticas.”

Nada le impidió nunca cumplir con las funciones propias de su ministerio, a las que prestaba desbordado interés. Dentro del Cabildo de la catedral venía siendo elemento de grande autoridad y prestigio desde muchos años antes, pues ya, con ocasión de haber quedado vacante la mitra por defunción del obispo Martínez Vigil (1904), había sido electo ecónomo de ella. Las solemnidades y grandes acontecimientos en el mundo católico tuvieron siempre su concurso. En el Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Madrid tuvo a su cargo la secretaría de una de las secciones. Y su espíritu religioso prestó valiosas cooperaciones a entidades ovetenses como la Junta Provincial de Beneficencia, el Consejo de la Asociación de Caridad, la Junta del Patronato de Reclusos y Libertos y aun a otros organismos civiles de diferente personalidad.

Pero lo culminante de su labor, de su obra, estaba en la acción social católica de mutualidad y sindicación societaria, como se ha dicho antes. Ni la pluma, ni la palabra, ni la acción tenían en él descanso. A la defensa de su obra trasladó a Oviedo bajo su dirección la revista sostenida en Madrid por la democracia cristiana, y de la que él era colaborador, Renovación Social, que sostuvo y escribió en gran parte durante unos cuatro años. Y fundó y dirigió mucho tiempo, en Oviedo también, la revista Asturias Agraria, órgano de los sindicatos por él organizados.

Toda esa larga actividad social venia constituyendo en torno suyo una gran fuerza restada a otras organizaciones políticas y sociales, lo que despertó recelos y enemigas de ambos lados. De una parte se le combatía por liberal y de otra por reaccionario, desde sus primeras actuaciones. Ya en 1909 un grupo de sacerdotes jóvenes, como estimulo a su labor y protesta tácita contra la posición intransigente de liberalizar a la Iglesia en sus contactos con la vida social, le obsequiaron por suscripción con una pluma de oro. “Yo he tenido —ha dicho él mismo— desde que acabó la carrera, una vida tan complicada dentro de su absoluta vulgaridad; he trabajado tanto y en tan diversos campos, y en todo caso con una oposición tan violenta y tenaz por la derecha y por la izquierda; he creado tantas obras que conocieron vida vigorosa, y que he visto vilmente destrozadas; he vivido siempre una tal atmósfera de calumnia y difamación por las campañas políticas y sociales, que nada me resulta tan repugnante como volver la vista a lo que tal vez haya influido no poco en la verdadera catástrofe venida sobre la Iglesia, y que yo me cansó de anunciar.”

Todo temperamento combatiente, cuando no tiene enemigos, los crea, aunque no se lo proponga. Y esto es lo que le ha sucedido a Arboleya Martínez. La lucha contra estados de cosas que se estiman inadecuados o perjudiciales tiene que lastimar forzosamente a las personas que sostienen lo que se censura y combate. Y como no faltan nunca blancos en todas direcciones para los tiros de un ideal, se comprende que Arboleya se haya creado enemigos en todos los campos.

En la antes aludida semblanza anónima de El Debate se abunda en esta opinión: “Quizá no haya en esta culta agrupación (Democracia Cristiana) personalidad mas hecha ni mas diversamente valorada. Es admirado y es odiado; su pluma no deja al lector indiferente; hace saltar en él la admiración o la cólera. Hace treinta años que esta en polémica incesante. Su vida es la de un caballero andante de la pluma, al que su adversario no encontró nunca dormido o desarmado. Parece que la lucha es su reposo, la esgrima de la dialéctica su placer y el desfacer entuertos su misión. En general, todos amamos la paz. Queriendo o sin querer —eso él lo sabe— el vivir no es para él paz, sino tumulto, y quién sabe si el tumulto es su paz… Se ha hecho temible, porque su pluma a veces parece un látigo; su sátira es flageladora y mas justiciera que piadosa.

Sus enemigos mas poderosos fueron siempre los que le atacaron por la derecha, intransigentes ante su liberalismo. Una de las mas fuertes arremetidas contra su poderío personal y su obra de sindicación la recibió con motivo de una campaña emprendida por el político reaccionario Juan Vázquez de Mella en Asturias, a titulo de librar a la región del caciquismo sostenido por Melquiades Álvarez. Le combatió Arboleya con todos sus arrestos por estimar esa campaña una mera combinación para fines políticos, falsa en los propósitos perseguidos, y se le motejo de defensor de la política de Melquiades Álvarez y de aliado a las fuerzas de izquierda, de las que él estaba no menos distante. La campaña desatada entonces contra él, como réplica a la por él sostenida, consiguió hasta la intervención favorable de la nunciatura en Madrid. En tal tesitura se colocaron las cosas, que hubo de tomar la medida de ponerse lo más al margen posible de su obra, por el temor de que se derrumbara, y al fin sufrió muy duros contratiempos.

Una de las más importantes consecuencias fué que se malograra un proyecto del cardenal don Victoriano Guisasola Menéndez de crear en Madrid un Secretariado Nacional de los Sindicatos de Obreros católicos, al frente del cual habría de ponerse Arboleya Martínez.

La última arremetida de las fuerzas reaccionarias la recibió al publicar en 1929 su libro otra masonería: El integrismo, contra Ia Compañía de Jesús y contra el Papa. En él afirmaba de nuevo la necesidad vital para la Iglesia de ceder en sus posturas de irreflexiva intransigencia por parte de los católicos españoles. Y en vez de conseguir alguna modificación en lo denunciado como inconveniente, lo que obtuvo fué que se le denunciara por los integristas ante la Congregación del Concilio de Roma, con denuncia pletórica de calumnias, de las que él tuvo necesidad de defenderse en razonado y convincente escrito, que acaso no habría bastado para conseguir la gracia de sus jueces de no haber sobrevenido el cambio de régimen en España, que, en cierto modo, habrá servido para que en la congregación advirtieran que mas fundamento de verdad había por parte del denunciado que de los denunciantes.

Arboleya Martínez ha sumado a sus éxitos intelectuales en estos últimos años algunos de conferenciante en Madrid, tales como en la Academia de Jurisprudencia (1929) con el tema EI Sindicato y su acción sobre la sociedad y La apostasía de las masas, con motivo de la Semana Social celebrada en 1934,

Como dean de la catedral de Oviedo, se ha sumado el mérito de haber realizado importantes obras de reparación en esa basílica, como la total renovación de la techumbre, para lo cual ha reunido por suscripción popular unas ciento cincuenta mil pesetas.

Obras publicadas en volumen:

I.— Laboremus… ( Madrid , 1900.)

II.—La misión social del clero.(Valladolid, 1901.)

III—Liberales, Socialistas y católicos ante Ia cuestión Social. (Valladolid, 1901.)

IV.— Cartas a un seminarista.(Valladolid, 1903.)

V.—La base para la acción católica en España: La sumisión al poder constituido, (Madrid, 1803.)

VI.—En las garras de cuatro sabios. (Madrid, 1904; folleto.)

VII.—EI clero y la prensa. (Salamanca, 1908; prólogo del P. Valdés.)

VIII.— Balmes: Enseñanzas políticas. (Valladolid, 1909; con el seudónimo de M. Álvarez Moran.)

IX— Sobre el tradicionalismo político: Cartas de un obispo español y un personaje carlista. (Madrid, 1909; folleto.)

X.—Los orígenes de un movimiento social: Balmes, precursor de Ketteler. (Oviedo, 1912; prólogo de Amando Castro Viejo.)

XI.—La propiedad: Interesante doctrina del Doctor Angélico. (Barcelona, 1913.)

XII.—Balmes, periodista: Enseñanzas y ejemplos, (Valladolid, 1914; folleto.)

XIII—De la acción social: El caso de Asturias, (Barcelona, 1918.)

XIV.—De la acción social: Los Sindicatos de Obreros. (Barcelona, 1918; folleto.)

XV.—De la acción social: Definiciones y Principios. (Oviedo, 1921; folleto.)

XVI.— Los “Errores”, de Monseñor Pottier, (Madrid, 1622.opúsculo.)

XVII. — La confesionalidad en mis sindicatos y en un texto del P. Noguer. (Barcelona, 1924; folleto.)

XVIII.—EI modernismo social y la democracia cristiana. (Barcelona, 1926; folleto.)

XIX.—Otra masonería: El integrismo, contra la Compañía de Jesús y contra el Papa. (Oviedo, 1929.)

XX.—Sermón perdido: Los católicos de “acción’ bajo la dictadura. (Madrid, 1930.)

XXI.—-La Iglesia y el siglo: Soplo de tolerancia. (Madrid, 1930.)

XXII—Cámara Santa de la Catedral de Oviedo, ( Barcelona, 1930; opúsculo; tomo XXXIII de la Colección El arte en España.)

XXIIIl.—La apostasía de las masas. (Barcelona, 1934; conferencia en la Semana Social, de Madrid, con prólogo de don Severino Aznar.)

Trabajos sin formar volumen:

XXIV—El Congreso de Burgos. (En El Carbayón, Oviedo, 22 al 26, 28 y 29 de septiembre de 1899.)

XXV.—Lourdes (En ídem, Oviedo, abril de 1901, varios números.)

XXVI.—Contra viento y marea, (En ídem, 5 al 11 de marzo; siete folletones.)

XXVII.— Sobre Pérez Galdós. (En ídem, agosto de 1902; seis crónicas.)

XXVIII.— La Iglesia. (En Nuestro Tiempo, Madrid, mayo de 1902.)

XXIX.—El P. Martínez Vigil en su vida intima. (En El Carbayón, Oviedo, 10 al 15 de octubre y 23 al 30 de diciembre de 1904; diez crónicas.)

XXX.—Cartas a un rico. (En ídem, septiembre y octubre de 1906.)

XXXI.—De la acción social: Un aspecto del problema obrero. (En Nuestro Tiempo, Madrid, marzo de 1918.)

XXXII.—De la acción social: recursos ineficaces contra un peligro serio. (En ídem, julio de 1910.)

XXXIII.—Alma religiosa de “Clarín’”’: Datos íntimos e inéditos, (En Revista Quincenal, Barcelona, 1919; número 61, paginas 328 a 349.)

XXXIV.— Amoralidad e inmoralidad de las leyes. (En Revista General de Legislación y Jurisprudencia, Madrid, 1926, tomo CXLV)

XXXV. Los deberes actuales. A una muchacha que quiere ser social. (Madrid, 1935; prólogo de Paz Zaldúa)

Referencias biográficas:

Anónimo. — El nuevo deán de Oviedo: Don Maximiliano Arboleya Martínez (En Región, Oviedo, 30 y 31 de octubre de 1923.)

Anónimo.—Sexta conferencia de la Democracia Cristiana. (En El Debate, Madrid, 12 de noviembre de 1927.)

Prólogo, notas y traducción de “Hacia un porvenir mejor” del P. Croizier, S.J. (Madrid, 1936)