ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

AVELLO CASTRILLON (Juan).

Obispo de Oviedo, que dejó grata memoria por su modestia y caridad, realzadas por una gran ilustración. Algunos autores han convertido esta personalidad en dos anteponiéndole el apellido García, con fundamento desconocido para nosotros.

Nació don Juan Avello y Castrillón en Luarca o su concejo, descendiente de la ilustre casa de Taborcias, probablemente el día 19 de febrero (fué bautizado el 20) del año 1673. Su padre, de los mismos nombres y apellidos, estaba casado con doña Francisca Vázquez Navia.

Estudió en la Universidad de Oviedo la carrera eclesiástica. En posesión del grado de doctor en Teología se trasladó como becario al Colegio de San Pelayo de Salamanca, el 2 de diciembre de 1697. En ese colegio ocupó el cargo de secretario. A los seis años de permanencia en él alcanzó por oposición la Canonjía de lectoral del obispado de Oviedo, cargo que desempeñó durante varios años desde 1703. En Oviedo, la ciudad amada, brilló entre el respeto general por su saber y su virtud con fama de excelente orador sagrado. La Universidad le nombró su rector en 1713, cargo que desempeñó hasta el año siguiente.

Dejó a Oviedo para volver a otra ciudad también querida la de Salamanca, donde había obtenido por oposición una beca en el Colegio Mayor de San Bartolomé, del que salió después de nueva y brillante oposición a desempeñar la canonjía con dignidad de penitenciario del Cabildo catedralicio en el arzobispado de Santiago de Compostela.

También en esta ciudad supo rodearse de un ambiente de respeto y admiración, querido por las personas doctas, al punto de que llegara a considerar a Santiago de Compostela como lugar de residencia para el resto de sus días.

Así sucedió que al ser elevado a obispo de Oviedo, no fué sin esfuerzos contrarios a la designación de su nombre, tanto por modestia como por lo grato de la permanencia en esa ciudad.

Ocupó la mitra ovetense en abril de 1730 con gran satisfacción de la población católica asturiana, que ya de antes sentía por él particular devoción. Fue un hombre tan caritativo que, según el canónigo González de Posada, llegó a pasar apuros económicos a causa de las copiosas limosnas que daba a los necesitados, y acabó por vender “el coche y tren de palacio”. Eran los años de su obispado calamitosos y se desprendió de cuanto tenía por el afán de remediar las calamidades. Llegó en su caridad al extremo de no construir una chimenea en su habitación que le Preservara del frío invernal, dañino a su organismo, porque el maestro cantero le pidió por la obra cien ducados, lo que equivalía a quitar esa cantidad a los pobres, “que padecen mayor frío”, decía él. No cabe duda de que fué un obispo ejemplar, digno de imitación por otros muchos que no supieron o no saben vivir sin fausto y derroche.

A los catorce años de obispado falleció en Oviedo el 30 de octubre de 1744.

Obras publicadas en volumen:

|.—Manifiesto contra el padre don Carlos Castañeda, sobre la fundación del Seminario de Misioneros de Contrueces, en Gijón. (Oviedo, s. a.; trabajo atribuido por Fermín Canella y Secades a Fr. Jerónimo Feijoo.)

Il.—Sermón que predicó… siendo electoral de la Santa Iglesia, en las solemnes fiestas de la traslación de la imagen de la Virgen a su nueva capilla del Rey Casto. (Oviedo, 1717.)

III.—Constituciones de la cofradía de la gloriosa Santa Eulalia de Mérida, patrona del Principado de Asturias, restablecida y nuevamente fundada en el día 22 del mes de julio de 1730. (Oviedo, 1730.)