ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

AZA (Gerardo).

Hermano del famoso poeta y autor dramático don Vital, y como él, aunque dedicado a los negocios comerciales, también escritor. Todos sus trabajos literarios conocidos están en prosa; pero aseguran sus contemporáneos que escribía versos festivos que no desmerecían en ocasiones de los del hermano, cohibiéndole para publicarlos la fama de éste. Gozó en Oviedo, ciudad donde residió la mayor parte de su vida, de prestigio y estimación generales.

Nació Gerardo Aza y Álvarez Buylla en San Félix de Valdesoto (Siero) el 4 de noviembre de 1855. Cursó los estudios de bachillerato en el Instituto de Jovellanos, de Gijón, y una vez concluidos éstos quiso el padre que se dedicara a trabajos de ingeniería, deseo ya ensayado con el otro hijo, don Vital, por lo que pasó de empleado, cuando andaba por los diez y seis o diez y siete años, a las obras de construcción del ferrocarril de Sevilla a Mérida; luego, a las de bajada del Puerto de Pajares, y más tarde, como ayudante de sección, a los estudios del tendido ferroviario de Oviedo a Trubia. En estas ocupaciones estuvo trabajando por espacio de algunos años.

No debían estar esas actividades muy de acuerdo con su espíritu y aspiraciones, porque las abandonó para dedicarse al comercio en Oviedo. Establece entonces en sociedad con su cuñado el señor Campomanes un comercio de coloniales al por mayor y al detalle, y más tarde funda el solo el almacén de novedades para señora, sastrería y talleres de ropa blanca, titulado Al San Luis, que fué famoso en Asturias.

El Campomanes cuñado suyo, aludido antes, era hermano de su primera mujer doña Matilde, con ese apellido, de la que se quedó viudo en 1892, a los muy pocos años de matrimonio. Casó luego en segundas nupcias, en 1901, con doña María Luisa Medley, que le ha sobrevivido.

A la personalidad conquistada en la esfera mercantil juntaba Gerardo Aza la simpatía y la admiración que merecían la afabilidad de su trato y la cultura de su espíritu. De todo ello dio patentes muestras, así como de su amor al progreso de Oviedo y de la región, desde diversos puestos desempeñados en entidades oficiales y privadas, tales como la Sociedad Económica de Amigos del País, de la que fue un elemento de activo entusiasmo; la Cámara de Comercio, que le tuvo como vicepresidente y luego presidente (1900) y fue su representante en Ia Asamblea de estos organismos celebrada en Zaragoza, donde sus actuaciones conquistaron el aplauso general. Por su seriedad y honradez tuvo que intervenir en los negocios públicos y fue elegido concejal y nombrado teniente alcalde de Oviedo. No fue a esos puestos con matiz político ninguno, sino a cumplir el deber ciudadano de velar por el bien de la colectividad, y con este mismo ideal por bandera desempeñó también el cargo de vocal en la Junta provincial de Agricultura, Industria y Comercio. Y buena prueba de la confianza que depositaban en él sus convecinos fué que se le nombrara presidente de la sociedad constituida para la construcción de la plaza de toros (ya desaparecida por incendio) por suscripción voluntaria, lo que ponía en sus manos un importante movimiento de dinero.

Con esas ocupaciones mercantiles y sociales alternó las de escritor. Un escritor de dos facetas: la del literato, autor de interesantes crónicas publicadas en los periódicos Ovetenses, sin prodigalidad, y la del tratadista de asuntos económicos en publicaciones especiales, como El Monitor del Comercio y El Fomento Mercantil, ambas madrileñas.

En los primeros años del siglo XX, una delicada y larga enfermedad del sistema nervioso, una neurastenia de graves caracteres, vino a truncar el desenvolvimiento de su vida, aislándole totalmente de sus actividades después de un largo y esmerado tratamiento pudo incorporarse a la vida normal anterior, en 1908, pero no fué sin pasar por el trance de encontrarse materialmente arruinado y en la necesidad de rehacer de nuevo su posición económica. Pudo reconstruirla, en parte cuando menos, dedicado a negocios mineros, como mediador en transacciones importantes, entre ellas el traspaso de una mina de carbón a una compañía francesa. Restablecido de ese grave padecimiento, continuó en el ya con fortuna ensayado ejercicio de las letras. Lo primero que público, llevado por un sentimiento de solidaridad humana (1908), fue la traducción castellana suya de la obra del profesor francés F. Raymond, Neurosis, psiconeurosis y neurastenia, con un prólogo suyo y otro del médico ovetense Arturo Álvarez Buylla y González Alegre. También publicó por entonces (1909) el único trabajo literario original que ha dejado en volumen. Algo después dio al público otra traducción: El hombre que hace fortuna: su mentalidad. Sus métodos, de Silvain Roudés, con prólogo del famoso economista Adolfo Álvarez Buylla y González Alegre.

Aunque modestos, le llegaron algunos galardones a premiar la ejemplaridad de su vida. Dos de ellos, en épocas muy distantes, fueron el diploma de miembro titular de la Sociedad Científica Europea, de Bruselas (1892), y la Cruz del Mérito Agrícola, concedida por el Gobierno español en 1910.

En las postrimerías de su vida residió en Bilbao, donde dejó de existir en el mes de junio de 1917.

Obras publicadas en volumen:

1.– El viajante de comercio. Cartilla comercial. (Oviedo, 1909; con prólogo de don Rafael Altamira.)