ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

BANCES CANDAMO (Francisco Antonio de).

Una de las más altas y legítimas glorias puramente literarias de Asturias. La primera cronológicamente de las más ilustres. Entre los clásicos castellanos del siglo XVII, figura descollante. Sin embargo, nunca tuvo Asturias para este eximio poeta y dramaturgo un gesto de reconocimiento al prestigio que le presta con su nombre inmortal. Sólo se le recuerda públicamente desde humilde rótulo de una calle humilde en Avilés. Y sus obras pasan por apenas conocidas, porque están en libros raros, codicia de bibliófilos, y en ediciones inaccesibles para el público, también escasas. Ambos males podrían remediar Asturias, realzándose al prestigiar la memoria de quien tanto la prestigia. Se prestaría con ello un eminente servicio, además, a la literatura nacional, porque seguramente el gesto promovería a la revisión y revalorización de que tan necesitadas están la vida y la obra de Bances Candamo. Es asunto del mayor interés dilucidar los puntos oscuros de su vida calamitosa y amarga y expurgar de ligeras y falsas interpretaciones su obra, casi nunca enjuiciada con la autoridad que da el estudio directo de ella. Meritoria en tal sentido es la labor efectuada por el escritor avilesino don Francisco Cuervo Arango, con la publicación de su documentado estudio biográfico-crítico: pero aun quedan muchos extremos sin esclarecer suficientemente.

El pedestal que sustenta la inmortalidad, aunque regateada, de Bances Candamo es su poesía dramática. Apenas cuenta en la consideración de exegetas y tratadistas su poesía lírica, cuando tiene méritos suficientes para figurar entre los poetas líricos más brillantes y famosos del siglo XVI. Su estro es sensible a todos los sentimientos, y se adorna, además, de un humorismo que solo se atisba en los ingenios próceres de su tiempo. Su primero y principal biógrafo, coetáneo y amigo, Julián del Rio Marín, tuvo el acierto inapreciable, tres lustros después de fallecido el poeta, de recoger en un volumen una selección de poesías líricas de Bances Candamo, que son un claro y patente testimonio de su alto mérito poético y de que no hay hipérbole en la afirmación del citado compilador al decir del poeta que en él “depositó la Naturaleza toda la gracia de las musas’’,

Vale la pena de que insertemos aquí algunos breves ejemplos que contribuyan a robustecer la tesis que sustentamos. Como poeta tierno y delicado, véase el comienzo de esta composición amatoria: “

Celia, mientras al aire

digo lo que padezco,

deja que mis suspiros trasladen lo que dice tu silencio.

Mándasme que te diga

mi dolor, no lo entiendo,

pues, si voy a curarle,

casi me haces creer que no lo tengo.”

En un romance, exposición de quejas y amarguras, el dolor no le impide expresarse donosamente:

“Mi nobleza sólo basta

a vivir de ello impedido:

ni pobre parezco honrado

ni honrado puedo ser rico.”

 

El pesimismo que rezuma esta composición sostiene siempre, sin embargo, el tono elevado:

 

Estudios de algunos años

sirven sólo a mis conflictos

de dar a lo desdichado

mas fuerzas, con lo instruido.

 

La gracia, atestiguadora de un ingenio fértil y jugoso, es acaso la cualidad más sobresaliente de Bances Candamo, como puede verse en esta redondilla:

 

“Mi consuelo es que de mi

no ha de sacarme mi suerte;

el rey puede hacer hidalgos,

pero Candamos no puede.”

 

Y esa gracia deriva alguna vez a lo epigramático, como en esta otra cuarteta dedicada a la Fiesta de toros:

 

“En una como ciudad,

unos como caballeros,

en unos como caballos,

lidiaban unos como ellos.”

 

Tiene Bances Candamo composiciones en que alcanza la elocuencia de Herrera o en que emula el pomposo artificio de Góngora; pero lo corriente es que brote en él la inspiración con limpia y espontánea fluidez a la manera de Arguijo o los Argensolas. Vale de ejemplo este soneto primoroso, Vida de aldea, digno de figurar entre los mejor escritos en castellano:

 

“Los que dicen que es vida sosegada

vivir en el retiro de una aldea,

donde ni se pretende ni desea,

ni hay envidia en sayales disfrazada,

vénganse por acá, verán errada

en la experiencia su mortal idea;

pues, codicioso, el labrador emplea

su hacienda por cogerla mejorada.

Desea la cosecha más crecida,

a su interés madruga siempre atento,

envidia al otro la haza más florida.

Padece el testimonio, el pleito, el cuento;

en fin, no hay buena vida en esta vida,

pues nadie con la suya está contento.

 

Como se ve, los versos líricos de Bances Candamo conservan una lozanía perenne. Pese a las modas, ni entonces ni ahora se diría mejor lo que él ha dicho. Puede afirmarse que la desconsideración en que se le tiene como poeta lírico más bien es desconocimiento.

Se suele acusar a Bances Candamo—y esto al enjuiciarle como poeta dramático, aspecto casi único en que se le aprecia—de influido por el culteranismo decadente iniciado en Gongora y la ampulosidad originaria en Calderón. Cierto que padece a ratos de esos achaques. Mas, sobre que tales defectos eran tenidos entonces por los propios poetas como méritos—a la manera que las cabriolas de los poetas actuales a ellos les parecen genialidades—, cabe oponer: ¿Quién está libre en su siglo de esos defectos? Y la censura estaría en su punto si Bances Candamo fuese el poeta mas contaminado de esos males; pero sucede, por lo contrario, que es de los menos retorcidos y oscuros de expresión y de los mas concretos y hondos de pensamiento. En apoyo de esta afirmación traeremos unas palabras de Gerardo Diego estampadas en su antología poética en honor de Góngora: “Si queremos encontrar un verdadero poeta—dice—en la época del último Austria (Carlos II), hemos de trabar conocimiento con Bances Candamo. De los autores de teatro postcalderonianos, es el más fino; y si en cualquiera de ellos hallamos reflejos indirectos de Góngora recibidos de Calderón, en Bances los advertimos también directos.”

Es superior, desde luego, en Bances Candamo, la vena dramática. Esto se reconoce unánimemente. Pero el caso es que si, como poeta lírico, apenas se le tiene en cuenta, como poeta dramático, coinciden los mas de los tratadistas en regatearle méritos, al punto de que parece necesario vindicarle de la dura opresión de la envidia, que le persiguió—como dice Del Rio Marin—, durando la saña de su rencor hasta que, disfrazada de olvido, intento oscurecer su memoria.” Pero de esto hemos de tratar mas adelante con mayor oportunidad.

La existencia de este insigne poeta y comediógrafo permite establecer tres periodos perfectamente delimitados. Son ellos: los diecisiete primeros años, hasta que se consagra como escritor; tres lustros de vida literaria, famoso y envidiado, y una década, la última de su vida, dedicado a funcionario público. Estas dos actividades, literatura y burocracia, en muchos casos simultaneas, señalan dos épocas distintas en su vida.

Nació Bances Candamo—según Del Rio Marin, pues no existe su partida de nacimiento—el día 26 de abril de 1662, en el barrio de Sabugo de la villa de Avilés, y fué bautizado el día 4 del mes siguiente con el nombre de Francisco Antonio, y no con el de Félix, como se asegura en la Enciclopedia Espasa. Fueron sus padres Francisco de Bances Grado y Maria López Candamo, por lo que sus apellidos verdaderos son los de Bances López, correspondiéndole en cuarto lugar el de Candamo, aunque él se lo aplicó en el segundo.

Acerca de lo mal escritos que aparecen sus apellidos en algunos casos, da una disculpa excesivamente benévola Cuervo Arango en una nota marginal de su citado estudio. Dice: No debe culparse a los biógrafos la variación de apellidos de que es objeto el poeta. Debió firmarse de varios modos. La partida de defunción dice Candamo y Bances; algunos, como Mesonero Romanos, le Ilaman Bancés, y no falta quienes, como Gil de Zárate y Ticknor, le llamen Candamo.”’ Hay en torno al nacimiento y al origen de Francisco de Bances Candamo algunos errores que ruedan de libro en libro sin enmienda.

Bastó que su primer biógrafo, Julián del Rio Marin, escribiese que “vió la primera luz en el lugar de Sabugo, concejo de Grado, jurisdicción de Avilés”, para que siga Sabugo perteneciendo al municipio de Grado hasta en obras actuales y presuntuosas, cuando una simple mirada a un nomenclátor, a un diccionario enciclopédico a un mapa advertiría tan craso error. El Origen de esa confusión—seguramente sufrida por Del Rio Marin al tomar de memoria las noticias sobre su amigo—ha de consistir en que sus padres serian oriundos de esa comarca, bañada por el rio Nalón en su próxima desembocadura, como lo certifican los apellidos de ambos, Grado y Candamo.

Otro error es atribuirle a don Francisco origen de familia opulenta porque haya dicho él en un romance

“Noble cuna me dio Asturias”,

y cite luego apellidos de abolengo entre sus antepasados, no ha de entenderse que su cuna, además de noble, fuese rica, El mismo declara su pobreza de siempre en varias composiciones:

“Los bienes que nunca tuve

me parece que he perdido.”

Como asegura Fuertes Acevedo, “no heredó de su padre mas que un nombre honrado y un corazón generoso”’, Parece que descendía de hijosdalgo; pero su padre era un sastre de tan humilde condición, que murió sin testar y pobre, como acredita la partida de defunción, y, al parecer, hasta fué preciso enterrarle de limosna. Hay algo más a confirmar la extrema pobreza del hogar paterno. El padre muere un año después de la fecha que se fija como nacimiento de Bances Candamo, y el niño pasa — ignoramos a que edad—al refugio en Sevilla de un tío materno, canónigo en la Catedral. Como en esa misma ciudad profesa monja una hermana del poeta, doña Catalina, en el convento de las vírgenes, y, al mismo tiempo, nada sabemos de la madre, cabe suponer que ésta se haya trasladado con sus dos hijos, viuda y pobre, al amparo del hermano canónigo. El citado Fuertes Acevedo recoge en Biblioteca de escritores asturianos, no sabemos de qué fuente, una fantasía en torno a la niñez de Bances Candamo. Según esa versión, a los diez  años, “ocupaba una plaza de muchacho en un buque de la matricula de Avilés y recibió lecciones de náutica en el mismo”, y en uno de los viajes se quedó en Sevilla, donde tuvo “el encuentro casual con un tío suyo, canónigo de aquella iglesia’’. Todo eso descubre el irremediable afán de rodear a las personalidades relevantes de elementos sugestivos, casi siempre falsos, como seguramente lo son en este caso. Por lo menos, no se conoce ningún fundamento de ese comienzo de Bances Candamo, y Fuertes Acevedo cura de salvar su responsabilidad con un dícese oportunamente antepuesto al episodio.

Puestos a fijar de manera incuestionable los primeros pasos en la vida de Bances Candamo, llegaríamos a poner en duda muy fundadamente la fecha señalada como de su nacimiento. Ha dado ésta, como se deja dicho, su primer biógrafo. Se ignora de qué documento la ha tomado. Su otro biógrafo Francisco Cuervo Arango ha podido comprobar que el libro-registro de nacimientos mas antiguo comienza en fecha posterior a la indicada. Probablemente Del Rio Marín se la habrá oído al propio Bances Candamo, su compañero de tareas en algunas ocasiones, y esto ha podido correr el riesgo de una equivocación, una errata de imprenta o cualquier otro. Y es lo mas probable que haya nacido algo antes del año 1662, porque, a juzgar por sucesos de que hablaremos seguidamente, determinarían estos una procacidad en nuestro biografiado apenas verosímil.

 

Ya en Sevilla, y protegido el muchacho o niño por su tío, don Antonio López Candamo, cursa estudios eclesiásticos con extraordinario aprovechamiento y recibe los grados menores en diciembre de 1672. Es decir: se le ordena cuando aún le faltaban cuatro meses Para cumplir los once  años. La lógica nos lleva a pensar que tendría mas edad. Sigue luego estudios de Filosofía, Leyes y cánones. De una confesión suya estampada en el Teatro de los teatros, se desprende que sólo se doctoré en esa última Facultad, no obstante lo cual, Cejador asegura que obtuvo el doctorado en ésa y la de Leyes. El caso es que, según el cómputo a que venimos ateniéndonos, era doctor no mas allá de 1679, o sea a los diecisiete  años. También esto parece excesivamente prematuro, aun cuando se sabe que estaba dotado de sobresalientes facultades intelectuales.

Tenían éstas una tendencia contraria a la de seguir el ejercicio disciplinado de alguna profesión alcanzada con sus estudios. Mientras los seguía estableció trato con las musas y se dio a conocer como poeta tan inspirado e ingenioso, en castellano y en latín, que pudo conquistarse rápidamente una reputación sólida y extensa. Deseoso de campo mas amplio y propicio al abrillantamiento de su nombre como poeta—y probablemente movido también porque le faltaba el concurso del tío canónigo, ya fallecido, al parecer—, Bances Candamo se traslada hacia 1679 a Madrid, donde ya era apreciado por alguna gente docta, Cuando esto sucedía, andaba por los diecisiete  años. En Madrid consolida muy pronto sus altos merecimientos poéticos en los círculos ilustrados y en la misma Corte de Carlos ll, del cual se granjea una excepcional estimación algo después, un accidente pone en riesgo grave la vida de Bances Candamo. El suceso inquieta y conmueve a lo más distinguido de la sociedad madrileña. Relevantes personalidades desfilan por el domicilio del ya famoso poeta, interesadas en el curso de su salud, y el rey le envía cirujanos de Palacio y ordena acotar y enarenar el tramo de la calle de Alcalá donde el paciente vive, para que no le molesten los ruidos de la circulación.

Se desconoce la causa y la categoría de este accidente. La fantasía encontró un excelente motivo para desplegar las alas, siempre dispuesta a ilustrar con proezas los puntos simplemente oscuros de una vida, y ha supuesto un duelo por rivalidades amorosas o como consecuencia de alguna sátira contenida en los versos del poeta. De todas maneras, duelo, porque el duelo es un elemento excelente para la leyenda. Pero esto no va mas allá de meras conjeturas en consonancia con el espíritu caballeresco y espadachín de la época a que nos referimos. De que Bances Candamo fuese pendenciero no hay el menor indicio; de sus actividades amatorias, sólo sabemos que, bastantes  años después, en 1691, tuvo un hijo natural, y en cuanto a sátiras o diatribas de sus versos, únicamente podemos encontrarlas en poesías muy posteriores, si no es que han desaparecido las que motivaron tal lance de honor. Por no saber, no sabemos si fué duelo, agresión, caída o simple enfermedad lo que le tuvo gravemente postrado en cama.

El ya citado Cuervo Arango, su bien documentado biógrafo, localiza el percance a que nos venimos refiriendo entre los  años 1679 y 1683. La primera fecha, dentro de la cronología aceptada, daría también a Bances Candamo categoría de héroe precoz en lides amorosas, de ser cierto el supuesto lance de honor por querellas amatorias.

Por otra parte, parece muy exagerado el ascendiente suyo entonces al punto de promover tantas solicitudes en torno a su salud. Pero, afortunadamente, sin quebranto en el computo de fechas admitido, se puede localizar el suceso con mayor precisión de la establecida por Cuervo Arango. Seguramente ocurrió en ese último año (1683)  el anterior, pero no mas allá. Patentiza esto que estando el poeta todavía convaleciente, Carlos II le concede por decreto fechado en noviembre del 83 mil ducados de renta como cronista de las Fiestas Reales de Palacio y del Coliseo.

Si entonces convalecía, corridos once meses de ese año, hay que suponer lógicamente transcurrida en ese tiempo la causa de su postración.Tampoco sabemos con certeza si antes de tal suceso Bances Candamo ha cultivado la poesía dramática. Cabe suponer que si, pero lo que ya es menos probable es que haya desplegado esas actividades antes de establecerse en Madrid, como aseguran algunos. Lo que se conoce como producción suya en ese género literario data de los  años comprendidos entre 1685 y 1693. Entonces la fecundidad y los éxitos de su lira dramática oscurecen la fama de sus colegas contemporáneos. Esto, sin merma de su ganado predicamento como poeta lírico, puesto que en junio de 1691 alcanza un primer premio en el Certamen literario celebrado con motivo de la canonización de San Juan de Dios en el convento hospital de Nuestra señora del Amor de Dios y Anton Martín.

El que no se coloque a Bances Candamo decididamente en el alto puesto que le corresponde en nuestra dramática es un fenómeno que tiene mucho de pereza mental por parte de nuestros tratadistas, mas atentos a copiarse que decididos a la propia investigación, A tal extremo de verdad llega esto que en una moderna Historia del teatro español, de Díaz Escobar y Lasso de la Vega, al aludir estos autores al estado del arte dramático en la época de Bances Candamo, afirman que éste figura “entre los autores que mas contribuyeron a hundirle en el abismo de su ruina, sin que por eso puedan negársele gran talento y justo título a la popularidad que disfruto”.

A esto hay que oponer que no pudo hundir Bances Candamo lo que ya estaba hundido. Es cosa suficientemente probada, para que sea preciso enjuiciarla de nuevo, que la decadencia de nuestro teatro, en descenso rápido, data de mediados del siglo XVIl, algunos lustros antes de morir Calderon de la Barca, quien cierra el ciclo mas glorioso. Precisamente, la época de Bances Candamo—los quince  años últimos de esa centuria—señala el término de ese declive. Bastara recordar que Felipe IV no pudo reunir en la corte tres compañías dramáticas cuando lo intentó para solemnizar las bodas del entonces príncipe Carlos y Maria Luisa de Orleans en 1679, Bances Candamo brilló posteriormente. Llegó a Madrid cuando el género dramático agonizaba, falto de cultivadores ilustres y de intérpretes. Y si, pese a ese hundimiento en que él encontró al teatro nacional, se le reconocen como dramaturgo talento y popularidad grandes, la consecuencia será que ha contribuido a revivir lo que ya era cadáver, como efectivamente contribuyó en mayor medida que ningún otro autor de su tiempo.

El examen y la lectura de las obras suyas que nos han llegado resisten toda comparación en punto a méritos con las de sus colegas de igual época y permiten apreciar constantes esfuerzos suyos tendentes a dignificar el género. Uno de los principales que se advierten fué el de propulsar con éxito la ya iniciada introducción del elemento lírico en la escena, como recurso de gran fuerza que pudiera contribuir a levantarle de su caída ante el interés del público. No sólo van acompañadas muchas de sus piezas teatrales de los, mojigangas, entremeses y bailes, sino que escribe dos zarzuelas—Como se curan los celos y Fieras de celos y amor—, que cuentan entre las más antiguas de ese género, el más nacional de todos. De otros recursos utilizados por Bances Candamo en busca de innovaciones que dieran mayor interés a su teatro ya nos ha dado idea Pedro Penzol con estas apreciaciones: “Su rasgo característico es que cesa de ser nacional, Introduce damas y galanes extranjeros, frecuentemente de dos nacionalidades. Franceses, ingleses, romanos, indios, africanos, etcétera; comparsas de máscaras, músicos y tropas de soldados. La preocupación de la guerra es constante, en especial contra Dinamarca, Suecia y Noruega (no contra Flandes). El asunto es lo que menos interesa a Bances Candamo; lo toma de la Historia, únicamente como pretexto, y no como núcleo vital, alrededor del cual ha de alzarse ese cuadro de amos y criados, de ideales y de amor, base de la comedia; mas aún, el amor es tan subalterno, que las damas, en su mayoría, optan por la libertad de las aventuras y se disfrazan con traje masculino.”

Lo cierto, lo evidente, es que, lejos de haber contribuido Bances Candamo a la decadencia de nuestra dramática, fué de los pocos, y en su tiempo el único, que se esforzaron por levantarla de su postración, y sin él se habría arruinado totalmente algunos lustros antes. Desde Rojas Zorrilla a Cañizares, desde Moreto a Zabaleta, habría que escamotear muchas evidencias para no darle un puesto de primer plano. Y lo prueba de un modo concluyente que entre las escasas comedias de nuestro teatro clásico que se representan y leen todavía con deleite figuran algunas de Bances Candamo, mientras son ya reliquias arqueológicas las de otros muchos comediógrafos citados y no citados en esta información.

De esa decadencia de nuestro teatro clásico—ya iniciada antes de nacido Bances Candamo—conviene tener en cuenta que no es causa única, y quién sabe si ni tampoco principal, la flaqueza o corrupción de nuestros ingenios.

Son algunas las ajenas a ellos. No faltan las que por parecernos ahora demasiado indirectas habrán influido poderosamente en esa ruina. Tal vez no sea la menos importante la doble y hasta triple censura a que esos ingenios estaban sometidos. Por que se vea en estos tiempos de laicismo y secularización a qué extremos de intolerancia se llegaba entonces recordaremos que los censores eclesiásticos del ya mencionado tomo de poesías líricas de Bances Candamo tacharon estrofas como ésta:

No ha tenido la Escritura

mas glosas que mis escritos,

ni a las Biblias le han hallado

concordes tantos sentidos.

El censor justifica el desafuero de esta manera: “El Santo Concilio de Trento prohíbe el abuso de Santas Escrituras para profanas figuraciones y trae en apoyo de su determinación que se haya tachado a Quevedo un verso en el que aludía a un azotado que llevaba en la espalda un cónclave de cardenales… Lo que hoy nos parece irreverencia es que no se haya sido tolerante con Quevedo en gracia… a la gracia indiscutible de su verso,

Se conocen y conservan de Bances Candamo veinticinco piezas teatrales, algunas en colaboración, entre autos Sacramentales, comedias y zarzuelas, varias de ellas acompañadas de entremeses, loas, mojigangas y bailes. Las mas de estas obras figuran en diversos sitios con dos y hasta tres títulos distintos, por lo que Cuervo Arango ha podido anotar hasta cincuenta y nueve. además de las contenidas en los volúmenes II y III, reseñados mas abajo, con un total de veintiuna, son suyas las comedias Sangre, valor y fortuna y La inclinación española y musulmana grandeza, el auto sacramental La mística monarquía y la zarzuela El imposible mayor en amor le vence amor.

Algunas de esas obras, representadas con gran éxito en fiestas y solemnidades regias, dieron a Bances Candamo predicamento sobre todos los autores dramáticos de su tiempo y grandes estimaciones.

Tal preponderancia de su fama y su prestigio en la corte suscitó también contra él envidias y rencores que le amargaban la vida, y esto concluyo por determinarle al abandono de las letras y a marcharse de Madrid. Grandes debieron de ser sus tribulaciones para decidirle a ese doble sacrificio, y acaso no faltaría entre ellas la penuria económica, porque el dramaturgo entonces, como el novelista en nuestros días, sólo de aplausos y parabienes vivía.

Para que abandonara su triunfal actividad de dramaturgo, para que se desviara voluntariamente de la vocación literaria, fundamento de su personalidad, la envidia y la malquerencia tuvieron que ser monstruosas e invencibles. Como derivadas solamente de su auge y de su influencia, apenas se conciben en tal grado en nuestra época, aun cuando sabemos la ruindad y miseria espirituales que imperaban entonces en las clases dirigentes de la sociedad. Como el caso se presta a suponer la enemiga engendrada en otros motivos mas poderosos que su predicamento en la corte y cerca del rey, surge por sí sola la pregunta de ¿cómo era Bances Candamo?

Únicamente su primer biógrafo, Julián del Rio Marín, puede contestarla, y él nos dice: “Fue bien dispuesto, de buen arte, galán, dos varas menos tres dedos de alto, grueso, redonda la cara, barbinegro, muy apacible en el trato, liberal, cortés, ingenioso, gracioso en el hablar y generoso en despreciar émulos y chismosos, fuerte de corazón y de ánimo.”

Como se ve, aun admitiendo como exagerados los nobles perfiles del retrato, es imposible deducir de tales prendas físicas y morales el motivo de cuanto se agitó con furia en torno suyo. Y que se produjo, este fenómeno es indudable, porque las pocas composiciones poéticas suyas posteriores están saturadas de quejas y lamentos que le arranca la persecución, al parecer solapada, de que había sido y continuaba siendo objeto. Sera forzoso que aceptemos el hecho histórico sin mas averiguaciones y que pasemos adelante.

Preparado y dispuesto para desempeñar empleos públicos de carácter administrativo, le confiere el rey en 1694 el cargo de administrador de Rentas Reales en la población de Cabra (Córdoba), cargo que desempeña con singular acierto. Probada ya su competencia, Carlos II le nombra en octubre de ese mismo año visitador general con amplios poderes de recaudaciones—alcabalas, tercias, cientos y millones—de las ciudades de Córdoba, Sevilla, Málaga, Jerez, Sanlúcar, Gibraltar y Ronda. En 1695 pasa a Ceuta, donde organiza, con pericia y fortuna, los irregulares servicios de aprovisionamiento y defensa de esa plaza.

Cumplida su misión en esas poblaciones, con gran provecho para la organización administrativa de ellas y del desvalido Tesoro nacional, en el año 1697 regresa Bances Candamo a la corte, y cuenta Del Rio Marín—como ejemplo de honestidad digno de emulación entonces, ahora y siempre—que llego con tan limpias manos, después de haber manejado cuantiosos recursos, que “el mismo día se le prestó para comer”.

En abril de ese mismo año volvió a salir de Madrid a desempeñar otros importantes servicios. En Ocaña (Toledo), como administrador de Rentas Reales y subdelegado del contrabando, da otra inusitada prueba de integridad moral.

Teniendo derecho al seis por ciento de la recaudación por cobros atrasados, no lo descuenta de la cantidad cobrada porque no constaba expresamente el requisito en las órdenes recibidas. Respetó el olvido como si se tratase de una nueva disposición derogando la establecida. En premio a su desinterés—pero sin que sepamos si el rey ordeno abonarle esos derechos o si padeció algún regio olvido—, Carlos II le confirió el cargo de superintendente de Rentas Reales en Cuenca, del que no llego a tomar posesión, para pasar con esa misma categoría a las ciudades de Úbeda y Baeza en 1699.

Cuenta Del Rio Marín que en estas dos poblaciones sirvió “tan a gusto de los mismos deudores y tan a satisfacción del Consejo de Hacienda, que, a consulta suya, expidió Su Majestad decretos a la cámara para que se le consultase en los corregimientos que vacasen”.

Hasta este momento protegía buena estrella en el camino al inteligente y probo funcionario, Pero su competencia y su dignidad, harto probadas, empiezan de pronto a valerle muy poco. En noviembre de 1702 se descubre contra él una nueva cruzada persecutoria, probablemente iniciada en labor de zapa antes. Se le traslada entonces a San Clemente (Cuenca), cosa que supone una degradación en su jerarquía y una amenaza para su ya delicada salud, con los rigores invernales del clima en esa población. ¿Qué sucede ahora? Solo puede colegirse de tan desconsiderado mandato que, muerto el rey dos  años antes (1700), los enemigos de don Francisco pudieron proceder contra él mas libremente. Porque Carlos II, aunque haya sido una de las varias calamidades coronadas que tuvo España, fué para Bances Candamo un consecuente protector. ¿Pero qué clase de enemigos tan implacables eran ésos? ¿Cual es la razón, ahora como antes, de tan sañudos rencores?

No se puede menos de seguir pensando que algunas de las condiciones morales del dramaturgo y funcionario provocarían esa inquina, Ciertamente, quien, como él, acusa una conducta rectilínea, suele ser de áspera sinceridad, enemigo de ficciones melifluas, y acaso esto exacerbaba el ánimo de los hampones alcurniados que poblaban la corte de aquel rey cretino. Mas, aunque esta suposición tenga sólidos fundamentos, tampoco pasa de ser una conjetura más. La verdad continúa inaprensible. Y será forzoso renunciar de nuevo a las pesquisas, porque bien pudiera suceder que el motivo cierto de tales persecuciones haya sido ignorado por Bances Candamo mismo, para que fuese fácil averiguarlo ahora. Por lo menos, el poeta, en un romance escrito con anterioridad a este momento, da muestras de no conocer el motivo de la enemiga con estas amargas quejas:

Defectos tendré, como hombre;

¿mas cuales son tan inicuos

que me hagan, no sólo odioso,

pero aun de piedad indigno?

 

Bances Candamo acepta sin protesta el traslado al insalubre San Clemente, y afirma en este destino, una vez mas, sus relevantes dotes de funcionario administrativo y de hombre de ejemplar honestidad.

Últimamente, en septiembre de 1704, se le envía a Lezuza (Albacete) a desempeñar no se sabe qué misión especial. Se supone que la de juez inquisidor. En esa ciudad albaceteña enferma al poco de llegado. El octavo día de ese mes, a los tres de gravísimo padecimiento, deja de existir, con sólo cuarenta y dos  años de edad, de ser cierta, que lo dudamos, la fecha que se anota de su nacimiento. La enfermedad fue de tan inusitada violencia, que dejó la sospecha de que haya sido producida por envenenamiento. ¡Bien pudo la persecución haber rematado en crimen!

Ese mismo día 8 de septiembre, Bances Candamo hizo testamento a favor de su hijo natural Félix Leandro José, que tenia a la sazón trece  años, y de quien se ignora todo lo demás. Lo que éste haya heredado también se desconoce, y sólo cabe suponer que obligaciones, porque, agónico ya, don Francisco pide al cura de Lezuza que se le entierre de limosna, puesto que no deja bienes de fortuna. Y, en efecto, se le entierra de caridad, cosa que había sucedido también con el padre, el humilde sastre de Sabugo.

En torno a la muerte de Bances Candamo anda por los mas de los libros en que hay referencias de su vida un lapsus que conviene atajar. El impresor de la biografía de Julián del Rio Marín comete el error de situar en el año 1709 el fallecimiento. Queda salvado en la fe de erratas del libro y en la segunda edición de éste. Pero los tratadistas y biógrafos no caen en la cuenta de esta errata, y la fecha de 1709, copiada unos de otros, sigue figurando como la auténtica a través de Mesonero Romanos, García de la Huerta. Salcedo Ruiz (quien, como Mesonero, escribe Bancés, y no Bances), Pedro Penzol, el Diccionario enciclopédico hispano-americano, la Enciclopedia Espasa y de la moderna Historia del teatro español, de Díaz Escobar y Lasso de la Vega.

Los restos mortales de este preclaro ingenio recibieron sepultura en la capilla del Santo Cristo de la iglesia parroquial de Lezuza.

De la obra de Bances Candamo, de la cual una mínima parte fué impresa en vida de él, se suponen perdidos bastantes manuscritos, algunos de ellos conocidos por el título. Los continuos traslados de residencia dieron lugar en buena medida a esta pérdida. También contribuyo a ella el extravío de un cajón de muchos de sus originales enviado al duque de Alba, su amigo y protector. La suposición de esa perdida es certidumbre en cuanto a varios tratados administrativos y hacendísticos que ha escrito aleccionado por la experiencia de sus cargos. Tal extravío es causa de que no se le pueda apreciar en ese aspecto de escritor. De cuanto ha dejado en prosa de carácter didáctico sólo se conoce Teatro de los teatros de los pasados y presentes siglos, muy elogiado por los eruditos.

 

Obras publicadas en volumen:

I—obras líricas, (Madrid, 1720; con un estudio biográfico de Julián del Rio Marin; otra edición en 1729.)

Il.—poesías cómicas. Obras póstumas. Tomo I. (Madrid, 1722; contiene las siguientes piezas teatrales: El primer duelo del mundo (auto sacramental con loa, entremés y mojiganga), Quién es quien premia el amor (comedia con su loa), La restauración de Buda (comedia con su loa), Como se cuan los celtas y Orlando furioso (zarzuela con su loa), Duelos de ingenio y fortuna (comedia con Su loa), La Virgen de Guadalupe (comedia), La piedra filosofal (comedia), Cuál es afecto mayor, lealtad o sangre o amor (comedia), Por su rey y por su dama (comedia) y El vengador de los cielos y rapto de Elias (comedia).

III. — Poesías cómicas. Obras póstumas. Tomo II. (Madrid, 1722; contiene las obras siguientes: El gran químico del mundo (auto sacramental con loa y entremés), La Xarretiera de Inglaterra (comedia), El Austria en Jerusalén (comedia), Fiestas de celos y amor (zarzuela), El esclavo en grillos de oro (comedia), El sastre del Campillo (comedia), más vale el hombre que el nombre (comedia), Et duelo contra su dama (comedia), San Bernardo Abad (comedia), El español más amante y desgraciado Macias (comedia) y Las mesas de la Fortuna (auto sacramental).

IV.— Sangre, valor y fortuna.(Comedia impresa suelta, según opinión de La Barrera y Paz y Melia, puesta en duda por Cuervo Arango; el manuscrito, en la Biblioteca Nacional.)

V.—La inclinación española y musulmana nobleza. (Valencia, 1765; comedia.)

VI.—EI imposible mayor en amor le vence amor. (Zarzuela en colaboración con Cañizares, impresa en la colección de Comedias escogidas, Madrid, 1826-34.)

VII. — La mística monarquía.(Auto sacramental atribuido a Zamora e impreso como de éste en el tomo XLVII de la Biblioteca de Autores españoles, de Rivadeneyra.)5

 

Trabajos sin formar volumen: 

1.—Teatro de los teatros de los pasados y presentes siglos: Historia escénica griega, romana y Castellana, (En Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, Madrid, Febrero de 1901 a enero de 1902, impreso con algunas supresiones; reproducido en parte por Cotarelo y Mori en Bibliografía de las controversias sobre la licitud del teatro en españa, Madrid, 1904; el MS., en la Biblioteca Nacional.) Obras inéditas:

2—Reglas y método de formar una librería selecta al Excelentísimo señor Duque de Alba, en cuyo aplauso se hizo el soneto 29. (Manuscrito perdido.)

3—Discurso sobre el origen y consistencia de las Rentas Reales, causa de su deterioración y motivos de su restablecimiento. (Manuscrito desconocido.) —Consultas al Consejo de Hacienda. (MS. desconocido.) —Funeral de honras que la insigne ciudad de Baeza hizo a la Majestad del señor Carlos Il, que esta en gloria, y fiestas a la aclamación del rey nuestro señor Felipe V, que Dios guarde, (MS. perdido.

4—Culto del verdadero Dios, continuado desde Adan hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo, fuera del pueblo de los hebreos. (MS. de dos tomos en folio, extraviado.)

5—Romance. (En el volumen Manuscrito La Filis, de Antonio de Fonseca Soares; carta de contestación a Antonio Zamora sobre la muerte de la reina Maria Luisa.)

 

Referencias biográficas:

Balbin de Unquera (Antonio).- Asturianos ilustres: Don Francisco Bances Candamo. (En Asturias, órgano del Centro Asturiano, Madrid, agosto de 1916.)

Barrera y Leirado (Cayetano A. de la).—catálogo bibliográfico y biográfico del antiguo teatro español desde sus orígenes hasta mediados del siglo XVII. (Madrid, 1860.) a

Cejador (Julio) —Historia de la Lengua y la Literatura castellana.(Tomo V, Madrid, 1916.)

Cuervo Arango (Francisco). Don Francisco Antonio de Bances y López-Candamo, (Madrid, 1916; un tomo en octavo.)

Fuertes Acevedo (Máximo). Una biografía. (En su obra inédita Biblioteca de escritores y artistas asturianos, Madrid, 1867.)

ídem.—Un estudio bibliográfico.(En la obra Bosquejo acerca del estado que alcanzó en todas épocas la literatura en Asturias, Badajoz, 1885.)

Mariscal de Gante (J.).—Los autos sacramentales, (Madrid, 1911.)

Mesonero Romanos (Ramón de). Un boceto biográfico-crítico, (En su obra dramáticos posteriores a Lope de Vega, Madrid, 1859; tomo XLIX de la Biblioteca de Autores Españoles, de Rivadeneyra.)

Penzol (Pedro). — Francisco Bances Candamo: De la comedia a la zarzuela: 1662-1709. (Madrid, 1932; opúsculo.)

Rio Marín (Julián del).—Un estudio biográfico. (En el volumen Obras líricas, de Bances Candamo, Madrid, 1720.)

Schaffer (A.)—Geschichte des Spanischen national dramas, (Leipzig, 1890; tomo II.)

Suárez, Españolito (Constantino).—La vida amarga de Bances Candamo. (En el Diario de la Marina, Habana, julio 3 de 1932.)

ídem. — Revisiones: Francisco Bances Candamo, (En La Voz de Asturias, Buenos Aires, 10 de marzo de 1934, y en Solar Norteño, Oviedo, número 2.)