ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

BASCRISTOBAL DE DIEGO (Antonio).

Escritor contemporáneo, residente en la Argentina. Nacido en Cangas de Onís el 28 de enero de 1888, hijo de don Antonio y doña Generosa de esos respectivos apellidos, dedicados al comercio, y el padre, además, a alcaide de la cárcel correccional cuantas veces ocupaban el Poder los liberales de Sagasta.

La infancia y primeros años de la juventud de Antonio Bascristóbal fueron tristes. De las noticias que él mismo nos ha facilitado sobre esa época de su vida deseamos reproducir lo mas interesante. “Fueron mis estudios— nos dice —primarios y únicos, siendo mi asistencia al colegio continuamente interrumpida por la enfermedad de la escrófula que me roía la garganta.”

Otra nota de tristeza en su existencia infantil la puso una larga y penosa enfermedad del padre, a causa de un enfriamiento de nieve, que no  encontró medio ninguno de curación, concluyendo por “permanecer, ya paralítico, en cama, cinco  años, hasta agotar los últimos recursos, y acabó sus  días   en el hospital de la villa, teniéndome—dice el hijo—durante los años que duró su enfermedad y hasta el trance último en cama vecina a la suya”’.

“La afición a la lectura, más que en la escuela, nació en mi cuando, entre los ocho y once años, mi padre, impedido de hacerlo él mismo, me daba a leer, acercándome yo a la cabecera de su cama, periódicos, revistas y libros, que siempre abundaban en casa; entregándome yo después de su muerte de lleno a ellos, cuando, por prescripción médica, me veía necesitado de subir a las regiones boscosas o deambular por los márgenes de los ríos, en busca del oxígeno puro que mi enfermiza sangre necesitaba.»

“Mi estreno poético fué—Dios me lo haya perdonado—imitando inconscientemente, eso sí, y en grado ínfimo, a Moliére. Ello tuvo lugar entre los trece y los catorce  años. Había organizado una murga carnavalesca, y hube de componer las coplas, en las que satirizaba ya al alcalde de la villa. Por causa de una grave distensión habida entre los infantiles componentes, salí también a la calle sustituyendo al tránsfuga director. Y no fué tan malo que dijéramos el resultado de aquella sensacional salida a los dominios de Euterpe y Talía, puesto que, al sacar balance, horas más tarde, tocamos a catorce reales por cada alocada cabeza, cabiéndome a mi, como organizador y director accidental, pasar una noche de caballo en un grito de queja, soportando un tremendo dolor de pecho, consecuencia de haber bailado toda la tarde de gracia con un pesado bombo, hecho de una barrica de sardina y unos retazos de lona, sobre mi no muy recia caja torácica.»

«El libro y la caña de pescar fueron siempre, desde los catorce a los diecisiete  años, durante el día, mis inseparables compañeros de correrías por montes, vegas, valles y orillas de ríos. En la misma época nació en mí una gran afición a la música, inclinación a que me llevaron los telúrico-infernales conciertos que la Banda Municipal solía dar en las plazas, hacia la guitarra, instrumento que alcancé a pulsar discretamente, por lo cual, y siendo poseedor de excelente voz atenorada, modestia a un lado, no se organizaba fiesta de jóvenes en la villa y pueblos vecinos sin contar con mi concurso. Lo cual no dejo, naturalmente, de acarrearme pequeñas antipatías o envidias de otros donjuanes en embrión, como mi arte, amoscados ante los buenos ojos con que me miraban las del bello sexo, y quién sabe si en aquellas jóvenes, mas que admiración por mi persona, habilidades de cantador y ejecutante, no serian sus preferencias producto de la lastima que la venda negra de mi garganta les inspiraba, y bajo cuyo vendaje, cuantas veces, mientras cantaba, los agudos dolores de la escrófula me destrozaban.»

*Muerto mi padre, joven aun, cuando yo andaba por los once  años, mi madre continuó haciendo frente a las necesidades de la vida, defendiéndose en un pequeño establecimiento, mezcla de café y taberna, hasta que, yéndose en sostener el pleito de una herencia materna las escasas utilidades del negocio, resolvimos emigrar a Buenos Aires, haciéndolo así, en compañía de mis dos hermanas, a fines de 1908, llevando todos los espíritus bien templados para lo que el porvenir nos deparará; sobre todo, el mío, que a tal edad ya no esperaba que el mundo, dondequiera que fuese, le revelase nuevos secretos de amargura.”

Emigrado a la Argentina, Antonio Bascristobal empezó a trabajar en el comercio, y luego se ocupó en tareas de taller, y por último, después de otras actividades de calle, ha venido dedicándose a vendedor de automóviles, Pasó una primera época en Buenos Aires, y es centro de sus actividades desde hace muchos  años la población de Avellaneda, muy cerca de esa capital. Los ratos de ocio y los muchos descansos a que le ha venido obligando la salud los dedicó al cultivo del espíritu con lecturas muy copiosas en los más diversos géneros literarios de autores clásicos y modernos, españoles y extranjeros, que le proporcionaron una sólida cultura. Fruto de ésta, años adelante, vinieron a ser sus actividades de escritor en verso y prosa, siempre con pluma tendente a lo festivo y satírico, que en ocasiones le proporcioné disgustos.

Ha colaborado en numerosos diarios y revistas de la Argentina, con mayor asiduidad en los de Avellaneda, Buenos Aires y otras poblaciones de la misma provincia. Entre los periódicos de la primeramente citada figuran El Mercurio y El Progreso (1922). En este  último sostuvo una campaña, dice él mismo, “contra las autoridades y empleados del Hospital Municipal, y de rebote contra las autoridades comunales. El efecto que uno de dichos  artículos produjo fué de espaldas guardar, puesto que a las nueve de la mañana del día de autos, una comisión de bárbaros constituida por enfermeros de dicho establecimiento libres de servicio se presentó en la redacción pidiendo mi cabeza, y a las once del mismo día, otra formada por hermanas de la Caridad, ofreciendo subsanar las deficiencias que de su parte hubiera, a cambio de suspender mis censuras, que en todos los casos responsabilizaba con mi firma”. También colaboró en otras publicaciones de Avellaneda, como la revista ilustrada Progreso, con una serie de sonetos festivos, y en el diario La Libertad, uno de los más importantes del país. Entre los periódicos de Buenos Aires donde más ha colaborado cuenta El Imparcial, también ha escrito y escribe frecuentemente en las publicaciones asturianas bonaerenses, especialmente las intituladas Asturias, La Voz de Asturias y Correo de Asturias, dirigidos sucesivamente por M. Garcia Puigar.

Aunque sin continuidad, ha escrito también para algunos periódicos asturianos editados en España, tales como El Orden, de Cangas de Onís, y la revista Norte, de Madrid.

Destaca de esa labor periodística la fundación y dirección en Avellaneda, compartidas con el también escritor asturiano Jose Garcia de Diego, de El Heraldo, que alcancé un año de vida.