ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

CAMIN (Alfonso).

No será mucho afirmar que Alfonso Camín es uno de los más grandes poetas que ha producido España en el presente siglo. Poeta de verdad, de los que no pasan sin dejar obra perdurable tras de sí, de los que no necesitan encuadrarse en una moda determinada ni fingir lo que no se tiene, porque él hace poesía eterna, y con la emoción poética que a él le sobra puede poner escuela otro cualquiera. Es además cronista, cuentista, novelista… Pero siempre y sobre todo, poeta. “La obra de Camín—dice Cristóbal de Castro—es opulenta y arbitraria, como su vida. Toda ella se inspira en el Arrebato. Los temas surgen del ambiente, del paisaje, de la calle, del cabaret, como impulso exuberante, feraz. Las imágenes brotan en tropel, con precisión antigua y modos nuevos. Es muy moderno en la elegancia y muy antiguo en la sustancia. Está en la noble confluencia de un Rubén Darío menos culto y más febril. Desordenado, pintoresco, vibrador, siempre con altas pulsaciones líricas, sorprende en estos tiempos de poetas con sordina y en voz baja. Cuando la moda intelectual receta pedantescamente la deshumanización del arte, Camín infunde al suyo, no calor, sino fiebre de humanidad.”

El mismo autor, refiriéndose a la estampa de Camín y su pergeño, hace la siguiente semblanza: “Veo a Alfonso Camín macizo, achaparrado, vibrante, atrás el haldudo sombrero, avante el numeroso puro, y la garrota bailoteando en su mano áspera. Apenas divisa a un amigo exclama: ¡En! Y le detiene en un remolinar de brazos, de gestos, de interjecciones, de chupadas de puro, de salivazos de chijate… Generosidad. Cordialidad. Verbosidad. He aquí el pródigo triángulo. Y luego, ese descuido indumentario, ese puro descascarillado, esos zapatones, esa garrota. Y además, esos ¡Eh!, ribeteados de interjecciones de todos los climas.”

El poeta en bable Marcos del Torniello ha hecho también una semblanza de la pintoresca figura de Camín, que concluye así:

Ye un mozu que gasta chambergo sin plumes,

que tién la sesera fantástica y lloca;

por toda fragancia (sin otros perfumes), la pipa en la boca;

que tién una cara con güeyos de lince,

que non están quietos de invierno y verano; 

que tién una llengua que fala por quince…,y el palu en la mano.

 

Otro escritor que tiene para su arte y su figura frases cordiales es Astrana Marín. “Hace muchos años que conozco a Camin—dice—; tiempo, sin embargo, que no excede todavía el límite de la juventud; me es familiar su figura desde los días en que la gran mentalidad de Alfredo Vicenti le saludó diciendo: De él se hablará tanto como de Rubén Darío. Desde entonces he sido su amigo, su compañero constante y su admirador siempre.”

Para completar esta impresión sobre la personalidad de Alfonso Camín, además de sus aspectos de excelente poeta y rara estampa, hay que añadir que anida en él un espíritu aventurero. Camín en el siglo XVI habría sido un conquistador en Indias o un espadachín en Flandes. Nació con más de tres siglos de retraso, y ese espíritu emprendedor y combativo ha tenido que ceñirse a pequeñas empresas, que, no obstante, resultan extraordinarias con relación al patrón de vida actual, ya que en la de él abundan aventuras y pendencias.

Nació Alfonso Camín el 12 de agosto de 1890 en un barrio de la aldea de Roces llamado la Peñuca (concejo de Gijón), que entonces pertenecía a la parroquia de Tremañes donde fué bautizado. Fueron sus padres don Manuel Camín Lozano y doña Máxima Meana y Meana, agricultores.

Apenas nacido Camín, comienza a tener su vida un poco de aventura. Los padrinos que le llevaban a recibir las aguas bautismales riñeron en el camino y abandonaron al recién nacido en un prado, de donde lo recogieron un labrador y una niña y se fueron con él a la iglesia a cumplir el Sacramento. A esto alude el propio Camín para decir que él no tiene padrinos.

A los cuatro años pasó a residir a la aldea La Braña, del mismo término, y en ella recibió la instrucción primaria y única en su “niñez de júbilo y pobreza”. Fué como escolar tan travieso como aprovechado, asistiéndole en ambas cosas una viva inteligencia.

De su aplicación sirve como testimonio el haber obtenido en una velada escolar del Instituto de Jovellanos, de Gijón, un premio consistente en una moneda de oro de veinticinco pesetas y un texto de Historia Natural. A los doce años tuvo que dejar la escuela para ganarse el sustento en una cantera de piedra, trabajando como un hombre. “Un bello dia—dice Martinez Riestra—, acuciado por la visión lejana de nuevos horizontes, Alfonso Camín aventó el pico y huyó por siempre de la cantera. Fué un gesto el suyo de viril rebeldía. El espíritu del poeta tremolaba sobre la humilde condición del aldeano. El rapaz bajó de la montaña y descendió a los llanos astures con las pupilas embrujadas de azul y el alma transformada en una selva lírica. En aquel entonces no conocía la historia pintoresca de los aedos, ignoraba la vida trashumante de los rapsodas, lo mismo que las rutas recorridas por los antiguos juglares; pero sentía allá muy dentro de todo su ser el espíritu aventurero de la Raza; y cayó, al fin, en tierras de América para sembrar estrofas  con la prodigalidad de su estro magnífico.”

Cuando este viaje de emigrante a Cuba, en octubre de 1905, iba en Camín a medio formar un poeta de asombrosa espontaneidad. En las noches aldeanas, de calma y silencio absolutos, era frecuente que el muchacho, como rapsoda redivivo, se fuera por callejas y corradas cantando improvisadas canciones para regodeo de los vecinos.

Llegó a La Habana recomendado a un tío suyo, que le dejó como en depósito en una tienda de tejidos de la calle de Belascoaín, a título de parante en espera de colocación, lo cual no le impedía trabajar como un empleado más.

Su cometido en esa tienda era cuidar de los géneros que se exhibían en la parte de afuera a modo de escaparate al aire libre. Como un perro hiciese en una ocasión una travesura sobre una tela colgante, costándole una regañina del dueño, al segundo perro que intentó hacer lo mismo lo dejó muerto en el acto con el palo de que disponía para descolgar las muestras, y esto le salió al dueño mucho más caro, porque hubo de indemnizar largamente por el perro muerto. En otra ocasión no anduvo lejos de hacer lo mismo con un negro que tuvo la mala ocurrencia de provocarle. Fué necesario retirarle de su misión en la acera del establecimiento y dedicarle a ocupaciones de aprendiz en el interior.

Había transcurrido un año, durante el cual Camín no había tenido otro pensamiento que poder enviar algunas pesetas a la madre, para lo cual no había hecho ningún gasto, ni siquiera el de suplir, como otros compañeros, las deficiencias de la alimentación.

Cuando quiso enterarse de lo que ganaba, para saber de qué dinero disponía, fué cuando supo que no tenía asignada retribución alguna, que sólo le correspondía la ropa que hubiese podido adquirir en la tienda durante ese año y que en lo sucesivo ganaría quince duros al mes. Al oponer que él no había tomado ninguna ropa, la contestación recibida del jefe fué que nadie le había mandado ser bobo. El se sintió estafado, ya qué no había adquirido ni un par de calcetines, y se dispuso a cobrarse lo que en justicia le pertenecía, que eran doce meses a razón de los quince duros que entonces le fueron asignados. En poco tiempo adquirió en la tienda géneros de uso personal por el valor de esa cantidad, y cuando la hubo cubierto salió un buen día de la casa para no volver, llevándose repuesto de prendas de vestir para algunos años.

Desempeñó después Camín diferentes colocaciones, todas en el comercio, una de ellas en el Embarcadero del río Cauto. Disgustado el tío con estas continuas mudanzas, le retira la protección, y Camín queda abandonado a su suerte en La Habana, pasando mil penalidades, en lucha a brazo partido con la vida, ocultando el hambre bajo capa de orgullo. Entonces comienza para él una larga época de bohemia.

A fines de 1908, un episodio sangriento pone término a esa primera etapa de vida bohemia. A consecuencia de un escabroso asunto en que mediaban las faldas, se encuentra acometido por un rival armado de revólver en el Vedado, barrio de La Habana. Camín entra en una carnicería inmediata, se arma de un cuchillo y hace frente al agresor, hiriéndole gravemente en un brazo. En defensa de éste acuden tres o cuatro empleados tranviarios empuñando diferentes instrumentos, Y se desarrolla una batalla, en la que salen todos heridos, incluso Camín, que es conducido al hospital y luego a la cárcel. Los periódicos habaneros acogieron el suceso con grandes titulares y alguno le puso por título el de La epopeya de un loco.

Al poco de ingresar en la cárcel queda ciego a causa de la miseria que venía padeciendo. Era su compañero de reclusión un negro que hacía de jefe de los ñáñigos de Matanzas, el cual le leía libros para distraerle, y Camín, en pago de esto, le dictaba versos, décimas, sonetos y otras composiciones, que se pueden considerar como las primicias de su estro. Sin embargo, el dolor de considerarse ciego para siempre le pone en el trance de quitarse la vida, y lo dispone todo para una noche, a las diez, después de hecho el silencio en la cárcel, ahorcarse con una sábana pendiente de la reja; pero una equivocación al oír las diez cuando el reloj daba las nueve fué causa de que su compañero descubriera y evitara el intento de Suicidio. Al fin desapareció la ceguera; pero siguió a ésta penosa enfermedad a causa de la inanición que padecía, y que le tuvo en trance de muerte. Repuesta su salud, se dedicó a imaginar un medio que le permitiera recobrar la libertad, y como no tenía a nadie que le sirviera en tal sentido, apeló a pedirla en un soneto a la esposa del presidente de la República, doña América Arias de Gómez, y otro a la camarera de la Virgen de Guanabacoa, íntima amiga de la primera. El resultado fué que obtuvo poco después el indulto, conmovidas estas señoras ante la situación del plañidero poeta.

Ya en libertad, se dispuso a la lucha por la vida mediante cualquier clase de trabajo. En el ingenio Tuinucú necesitaban cubrir una plaza de mecánico y otra de ayudante de éste, Como desconocía en absoluto la labor de los dos, pensó que le sería más fácil mandar que obedecer, y que además le pagarían mejor, y se presentó como mecánico. El primer trabajo que se le encomienda consiste en instalar parrillas nuevas al horno del ingenio. Se le ponen a las órdenes suyas dos ayudantes y dos peones de albañilería. Atento a desempeñar bien su papel de jefe y a que los demás hicieran un trabajo que ignoraba, procuró suplir el desconocimiento con atraerse la simpatía de los otros. Entre orden y orden, entre consulta y consulta, él los fué distrayendo con poesías alusivas y procurando enterarse a la vez de cómo se ponían parrillas a un horno. Uno de los ayudantes era asturiano, y con éste, burla burlando, se fué imponiendo del asunto dialogando en bable, que los otros no entendían.

Ya improvisado de mecánico, y con crédito en el ingenio por el éxito de esa tarea primera, al comenzar la molienda de caña de ese año (1910) se le encomienda el cargo de maquinista, que le pone en el dilema de aceptarlo o huir; todo, menos dejar al descubierto su engaño. Acepta el puesto, en cuyo desempeño se vale para suplir su ignorancia de lo que sabe el ayudante aceitero a sus órdenes. El ingeniero jefe de máquinas, un yanqui que no sabía el español, está satisfecho de su tarea y algunas veces le dedica frases de encomio, que Camín no entiende, y por suponerlas éste de censura corresponde entre dientes con insultos. De esto le pone en evidencia ante el ingeniero jefe el ayudante aceitero, y Camín pierde la plaza y el ayudante alguna muela. No obstante, continuó trabajando en otras ocupaciónes en el mismo ingenio Tuinucú, y al concluir la zafra, o sea la molienda, pudo regresar a La Habana con unas economías que ascendían a mil duros.

Mientras duró esa riqueza, Camín vive en La Habana lo mejor que puede, dándose grandes hartazgos de lecturas que acaban de madurar al poeta que había en él.

Cuando el dinero toca a su fin, marcha a Santiago de Cuba. Vuelve aquí a trabajar en el comercio, la ocupación más reñida con su espíritu, obligado por la necesidad. Por entonces da al público en letras de molde sus primeras composiciones poéticas (1912) en el diario El Cubano Libre. Al estallar en ese mismo año la revolución provocada por los negros, deja el comercio y sienta plaza de soldado voluntario en las fuerzas al mando del capitán Valiente, del que llega a ser el hombre de confianza con la categoría de sargento. Acabada esa revolución, regresa a La Habana.

Desde entonces, Camín no vuelve a tener más ocupación que la de las letras, aunque las circunstancias le hayan hecho improvisarse otras actividades. Colabora desde entonces en el Diario de la Marina, Diario Español y otros periódicos habaneros. Desde 1913, en que publica su primer libro de poesías, Adelfas, a libro por año, va afirmando su personalidad de   poeta, que nadie discute. Sin embargo, las letras no le resuelven el problema económico, y se improvisa en vendedor de sus propios libros por los pueblos de la isla, modo de sacarles el mejor partido y hasta posiblemente el único medio de vender las ediciones. En sus correrías por Cuba se detiene en Cienfuegos y funda la revista La Tierrina, de la que sólo se publican dos números, por haber fallado los elementos dispuestos a sostenerla. Tanto por la necesidad propia como por ayudar a un amigo comerciante que se encontraba con exceso de género y compromisos de pago vencidos, en esa misma ciudad vuelve momentáneamente al comercio como vendedor de calle de los géneros del amigo, en lo que obtiene un éxito rotundo, al extremo de que estuvo a punto de uniformar a medio Cienfuegos por la gran cantidad de personas que se encontraron vistiendo las mismas camisas e iguales calcetines.

Instalado nuevamente en La Habana, continúa sus colaboraciones poéticas en los periódicos antes citados y se inicia como escritor en prosa en el diario La Noche.

En 1915 funda y dirige la revista Apolo, exclusivamente dedicada a poesía, que vive corto tiempo, porque surge en él la idea de trasladarse a España, y más concretamente a Madrid, en busca de más amplios horizontes para su personalidad poética.

Amparado en ofrecidos apoyos económicos de una empresa periodística que luego no tuvo, emprendió su viaje a España, dispuesto a darse a conocer en Madrid, donde era preciso hacerlo para ser luego conocido en todas partes, incluso entre la gente de su trato diario en Cuba. Pasó en Madrid una larga temporada de bohemia, abundante de privaciones y calamidades; pero logró el objeto que se proponía, pues fué preciso que se le reconociera un gran poeta.

Pendenciero, de vida desordenada, todavía no madurada su personalidad culturalmente, pero saludado por todos con aplauso a través de algunos poemas publicados en la revista ilustrada La Esfera, el diario El Liberal y alguno que otro periódico «madrileño, publica el cuarto libro de poesías, La ruta, y regresa a Cuba.

Cierta deslealtad de un amigo, de las que van contra el honor, señala en la vida de Camín, a los pocos meses de su regreso a Cuba, otro hecho de sangre, a Call sa del cual, como agresor, es encarcelado y procesado. Puesto algún tiempo después  en libertad provisional, aprovecha ésta y se traslada a Méjico (1917), donde reside por espacio de unos cuatro años. Su vida en esta república es continuación en todos SUS aspectos de la vida anterior, vida de bohemio que hace versos maravillosos. 

El antes citado Martínez Riestra, que fué amigo de Camín desde poco después del arribo de éste a Méjico, dice de él refiriéndose a esa época: 

“Es un poeta fuerte, fragoroso: uno de los mejores líricos de España y de América. Acaso no haya dos que le superen en inspiración, en armonía y plasticidad. No tiene gran cultura; pero tiene juventud para adquirirla. Como todos los grandes cantores del Parnaso, bástale con ser emotivo, eclótico, para producir estrofas de gran elevación mental… A más de poeta, Alfonso Camín es un polemista tremendo… La polémica le encanta, porque maneja la diatriba con maestría insuperable. En cuatro renglones dice las más desorbitadas audacias con excesiva rapidez de juicio. La pluma en sus manos es maza que aplasta. La metáfora es también su baluarte. En ella se atalaya para herir por manera despiadada y hermosa. Los cretinos andan despavoridos. Sólo tiran mordiscos en la sombra. La pistola—¡oh esa descomunal pistola, que reclama el Museo de Artillería—es para ellos otro motivo de pavor. ¡Vaya un apéndice más pesado y macabro! ¡Pobres riñones de Camín!”

Se da a reconocer como poeta, porque conocido lo era ya, en diversas publicaciones literarias, principalmente en la revista española Rojo y Gualda, de la que fué director durante un año; colabora luego en diarios tan importantes como El Universal y Excélsior, y dirige la también revista española Castillos y Leones (1919). Publica allí, además, otros dos libros de versos: Quosque tamdem? y Alabastros.

El entusiasmo que despierta su poesía Chapultepec en el general José Cabrera mueve a éste a ofrecer al poeta un gran banquete en 1919. Acuden unos doscientos comensales, entre los que figuran personalidades descollantes en el Ejército, la política, las letras y las artes, de las que el poeta consigue verdaderas ovaciones a los postres con la lectura de algunos poemas suyos, Este suceso contribuyó mucho a la extensión de SUS amistades en ese país, entre ellas algunos generales en las diversas fases de la larga revolución mejicana, casi todos fusilados, por lo que Camín, en sus posteriores viajes a Méjico, ha tenido que dedicar algún tiempo a visitar tumbas de amigos.

En 1920 contrae matrimonio con una señorita mejicana, y un año después regresa a España. Vuelve a fijar su residencia en Madrid y a luchar aquí por la afirmación de su nombre literario y de su posición económica. Colabora  en algunos diarios y revistas importantes, publica otros dos libros, ambos en prosa, uno de ellos su  primera novela de ambiente asturiano, La moza del castañar, y funda y sostiene algún tiempo la revista Castillos y Leones, que quiere ser como la continuación de la dirigida en Méjico con este mismo título. Vuelve a ser huésped de una cárcel, entonces la de Madrid (1923), por un motivo que antes enaltece que deprime: la defensa noble, pero a garrotazos, que hace de un escritor peruano, amigo suyo, que es agredido.

Como su espíritu no se aviene con la vida quieta y sosegada, que parece la más propia de un pocta, en 1924 vuelve a Méjico, y de aquí pasa a Cuba. Divorciado de su primer matrimonio en Méjico poco antes, contrae nupcias con la señorita cubana Lorenza González Camero, y regresa con ella a España en 1926, con breves paradas en Puerto Rico y Santo Domingo.

Desde entonces, su firma de cronista, poeta y cuentista aparece frecuentemente en revistas ilustradas, como Nuevo Mundo y La Esfera, y diarios, como El Imparcial, La Libertad, La Voz y otros. Continúa también la ya larga serie de sus obras en volumen: libros de versos, de entrevistas, novelas asturianas y una de ambiente mejicano, entre volcanes.

En 1928 acepta el encargo de La Esfera de marchar a Méjico a preparar un número especial de la revista dedicado a esa república, en la que pasa algunos meses consagrado a este asunto y alcanza un rotundo éxito artístico y  económico para la empresa y para él mismo.

En noviembre de 1929 funda en Madrid la revista mensual Norte,  dedicada a la difusión y exaltación de los valores de las provincias norteñas, especialmente de Asturias, que continúa publicándose actualmente (1935). Las atenciones informativas y publicitarias de la revista le han obligado a redoblar sus actividades en viajes a Méjico, a Cuba y a diversas regiones españolas, lo que va muy bien a su hábito de hombre andariego, y a una intensa producción periodística, que, a fin de presentarla como fruto de más de una pluma, ha venido firmándola con diversos seudónimos, entre los que figuran los de Bances Juvenal, Juan de Onís, Juan Franco, Alonso Sánchez de Huelva, Crespo Calvo de Olloniego, Raúl Acebal, Juan de la Braña y Juan del Mar.

Esto no le ha impedido sostener sus colaboraciones en la prensa madrileña, especialmente en La Libertad, donde ha venido publicando una copiosa serie de crónicas sobre múltiples momentos y personalidades de la revolución mejicana. Tampoco ha sido motivo para dejar de dar al público nuevos libros en verso y en prosa, nunca menos de uno cada año, y aún dispone de tiempo para ordenar y publicar la colección de sus Obras completas, algunos de cuyos volúmenes aparecen de tal modo refundidos, que suponen. el trabajo de haberlos escrito de nuevo. 

 

Obras publicadas en volumen:

l — Adelfas. (Habana, 1913; Poesías; segunda edición, aumentada, en Méjico, 1919.)

II.—Crepúsculos de oro. (Habana, 1914; poemas.) 

III. — Cien sonetos. (Habana, a 1915; sonetos a manera de prólogos de Luis G. Urbina, José M. Carbonell y M. Múzquiz Blanco como segunda edición, Madrid, 1932, en la colección de obras completas.) 

IV.—La ruta. (Madrid, 1916; prólogo de Emilio Carrere; poemas.) 

V.—De la Asturias simbólica. (Habana, 1917; poemas; dos ediciones posteriores: Méjico, 1918, y Madrid, 1925, esta última con el a título de la Asturias simbólica y nuevos poemas.) 

VI.—Quosque Tamdem? (Méjico, 1920; poesías.) 

VII.—Alabastros. (Méjico, 1921; ) poemas.) 

VIII.—Hombres de España. (Madrid, 1923; entrevistas con personalidades; segunda edición en La Habana, en 1925, con el título de  Hombres de España y América.) 

IX.—La moza del castañar (Madrid, 1923; novela asturiana.) 

X.—Los conquistadores de América: El criollo. (Madrid, 1924; novela corta, cubana, en la colección Los Contemporáneos, número 786.)

XI—El collar de la emperatriz. (Madrid, 1924; novela corta en la colección Los Contemporáneos, número 807.)

XII. — La Carmona. (Madrid, 1926; novela asturiana; reproducida en folletín por el periódico Asturias, de Buenos Aires, 1933.)

XIII.—Carteles. (Madrid, 1926; poemas.)

XIV.—Los hombres y los días. (Madrid, 1927; entrevistas.)

XV.—Entre volcanes. (Madrid, 1928; novela de la revolución mejicana.)

XVI.— Xochitl y otros poemas. (Madrid, 1929)

XVII.— Antología poética (Madrid, 1930; selección de composiciones, con prólogo de Luis Astrana Marín y epílogo de Enrique Fernández Ledesma.)

XVIII.— Carey. (Madrid, 1932: poemas cubanos, publicado como tomo primero de sus Obras completas.)

XIX.— La danza prima. (Madrid, 1932; poemas.)

XX.— La pregonada. (Madrid, 1932; novela)

XXI.— El gallo de Mateón. (Madrid, 1933; cuentos asturianos, en la colección de sus Obras completas.)

XXII.— Los poemas del indio Juan Diego. (Madrid, 1934)

XXIII.— Los poemas lozanos. (Madrid, 1935; poesías)

XXIV.— Pelayo. (Madrid, 1935; biografía completa y poemática del héroe de Covadonga.)

Trabajos sin formar volumen:

1.- Pericón de Cornellana. (En el Imparcial, Madrid, 3 de octubre de 1926; novela corta)

2.- Xuanón de Cabañaquinta. (En ídem, 5 de diciembre de 1926; novela corta)

3.- Nuestros intelectuales: La aventura de América. (En ídem, 26 de junio, 10 de julio, 11 de septiembre y 2 de octubre de 1927)

4.- Tipos y costumbres de Cuba. (En Heraldo de Madrid, 29 de Febrero de 1928; información sobre la vida de los ñánigos.)

Referencias biográficas:

Astrana Marín (Luis) .- Prólogo de la Antología poética, de Camín. (Madrid, 1931)

Castro (Cristóbal de) .- Galería de poetas contemporáneos: Camín o el arrebato. (En la revista Norte, Madrid, abril de 1931; reproducción de Blanco y Negro.)

Martínez (Emilio) .- Camín-Norte. (En la revista Horizontes, Habana, 1933)

Martínez Riestra (C.) .- En torno de un poeta. (En el libro Amor y dolor, El Paso, Texas, 1923)