ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

CAMPA (Hermógenes Benito de la)

Canónigo en Oviedo en los últimos lustros del siglo XIX y primeros del XX. Nacido en Avilés el 18 de abril de 1842, hijo de don Pedro de la Campa y doña María Fernández Canal, de modesta posición económica.

Cuentan sus coetáneos que de niño tenía la manía de subirse a cajones, sillas y cuanto encontraba propicio a elevarse sobre el nivel del suelo para simular que pronunciaba sermones con ademanes que fingían gran piedad religiosa. El hábito parece que se hizo vocación, y en el Seminario conciliar de Oviedo estudió la entonces llamada carrera corta de sacerdote.

Era capellán de la Catedral cuando, por servicios de carácter político, prestados a don Félix Suárez Inclán, particularmente en unas elecciones ganadas en Luarca en circunstancias nada favorables, se encontró elevado a categoría de canónigo, puesto que desempeñó en la Catedral ovetense durante muchos años.

La manía sermonera de muchacho persistió en él a lo largo de su ministerio eclesiástico, y fue más pródigo como orador sagrado de lo que convenía a su escasa preparación intelectual, reñida, al parecer, con la buena voluntad que le animaba. Persona de toda respetabilidad, coetánea suya, nos dice acerca de esto: «Aprendía de memoria – muy feliz en sus buenos tiempos – largos sermones, y los soltaba; pero como leía mal, eran frecuentes frases como éstas: Entró Atila por el romano imperio «taladrando» campos y ciudades… La Virgen Eulalia, cuya virtud de infinitos «quintales»… Llamaba vaterló al retrete y carnet al infundio. En Oviedo era un tipo popular, y de él se cuenta y no se acaba en terreno indicado. Por pura broma, se pidió para él la encomienda de Beneficencia, y antes, el señor Suárez Inclán le sacó la de Isabel la Católica, cuyas insignias ponía alguna vez, haciendo las delicias de este pueblo tan humorista. Explicaba a todos alegremente por qué había puesto la venérea».

De sus no abundantes colaboraciones en periódicos ovetenses se podría hacer un resumen parecido.

El buen humor ovetense parece que le llevó a creer que se le elevaría a la dignidad de obispo, creencia que le acompañó hasta la tumba. En sus últimos años padeció de trastornos mentales, y dejó de existir en un sanatorio de Palencia.

Obras publicadas en volumen:

I. La caridad pública y la limosna (Oviedo, 1909: trabajo prologado por don Maximiliano Arboleya Martínez, que contiene a manera de apéndice una reseña de las Fundaciones benéfico-particulares y obras pías del Principado de Asturias.)