ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

CANCIO VILLAMIL (Mariano).

Hacendista, político y escritor del siglo XIX, que gozó fama de hombre muy versado en cuestiones económicas y de gran probidad y rectitud en su larga carrera administrativa al servicio del Estado.

Aunque en el libro Las segundas Cortes de la Restauración, de Pedro E. de Tébar y José de Olmedo (Madrid. 1879), se asegure que “nació en Mondoñedo en 1823, donde hizo sus primeros estudios”, tal vez porque representó a esa distrito en Cortes, lo cierto es que Cancio Villamil nació en Oviedo el 7 de noviembre de 1824. hijo de don Víctor Cancio Diaz de Zerio y doña Francisca Pérez Villamil, de los que tomó los apellidos a su arbitrio,

Estudiaba en Oviedo cuando, a la edad de quince años, se trasladó a Madrid, a desempeñar una modesta plaza de escribiente al servicio del Estado, tal vez protegido por don José Posada Herrera. Desempeñó dicha plaza de escribiente por espacio de trece años, desde 1839 a 1852. Durante ese tiempo siguió privadamente estudios de ciencias y artes en el Instituto Industrial y en la Academia de San Fernando, y después, en formación autodidáctica, los de economía política. hacienda y administración, en los que llegó a poseer conocimientos extensos y sólidos. El estudio le llevó, consecuentemente, a actividades literarias, y fué colaborador de El Eco de la Juventud (1850) y otros periódicos madrileños.

En el citado año 1852 fue ascendido a oficial de administración, paso que puede considerarse como el cimiento de su carrera administrativa y política. Dos años después alcanzaba la categoría de jefe de negociado, y cuatro más tarde (1856), con diecisiete de servicios a la Hacienda, era elevado a jefe de administración, con los cargos de oficial de la Secretaría y ordenador de pagos del Ministerio de Fomento. Entonces tuvo ocasión de consolidar su crédito de hombre muy perito en cuestiones administrativas y económicas. Huellas de su inteligente actividad han quedado en obras públicas desarrolladas entonces, tan importantes como el Canal de Isabel II, la reforma de la Puerta del Sol y la construcción de la Fábrica de la Moneda, de Madrid; los ensanches de Madrid y Barcelona y otras empresas sujetas a su organización de construcciones civiles. También por entonces dió admirables muestras de legislador con la redacción de algunos importantes trabajos, como los relativos a la dotación de aguas a las poblaciones, a la reglamentación general de las obras públicas (números I y Il) y a la organización de la contabilidad del Ministerio de Fomento. El segundo de esos trabajos lo hubo de redactar  en sustitución de una comisión de eminencias que había recibido ese encargo, sin que llegara a cumplirlo.

Desde 1865 tuvo representación parlamentaria, primeramente por el distrito de Mondoñedo (Lugo), hasta 1866 y desde el 69 al 71, y luego por Ribadeo (Lugo), en el año 1872 y del 76 al 80. No le esperaba como diputado a Cortes una actuación brillante, que por brillante se entiende en España, en política, tener facilidad de palabra, porque él no era político retórico, sino práctico, y como tal rindió admirable tarea en la oscura labor de las Comisiones parlamentarias. Sin embargo, tomó parte en algunas discusiones del Congreso de carácter administrativo y alcanzó éxitos por lo llenos que estaban sus discursos de doctrina hacendística.

“Uno de los rasgos que más fielmente retratan el carácter del señor Cancio Villamil — asegura J. A. Losada—es el que se dibuja en el hecho siguiente: La revolución de 1868 había cerrado los ministerios; el señor Ruiz Zorrilla fué encargado del de Fomento, Y el señor Cancio Villamil, que siempre tuvo empeño en deslindar los campos de los funcionarios políticos de los administrativos, y que siempre profesó la opinión de que las funciones oficiales debían referirse al servicio del Estado, y no al de los partidos políticos, fué el único jefe que quedó en el expresado departamento ministerial (Ordenación de Pagos) para hacer entrega del mismo al nuevo Gobierno. Consecuente con el principio que sustentaba, no hizo renuncia de su cargo. Pero poco tiempo después, con motivo de haberse empezado a variar sin fundamento el personal de su dependencia, constituyendo tal mudanza un serio peligro para el servicio, que era de contabilidad y fiscalización, presentó la dimisión de su destino, basada en la imposibilidad de poder cumplir con buen éxito su cometido. Al saberlo los demás empleados de la Ordenación, todos quisieron seguir la suerte de su inmediato jefe, hecho que llamó la atención del señor Ruiz Zorrilla, quien, a pesar de su espíritu reformista, reconoció la conveniencia de conservar aquel personal especial. Y, efectivamente, desde aquella fecha no se hizo alteración alguna en el personal de la Ordenación. Y esto demuestra dos cosas dignas de tenerse en cuenta: que no era un interesado amor al puesto oficial lo que impedía al señor Cancio Villamil hacer renuncias políticas, y que cuando los hombres de gobierno encuentran en su camino quien con autoridad moral les observe, maduran su juicio y buscan el acierto hasta en los momentos más críticos y apasionados.” 

En 1869 se le confió la Dirección de Contabilidad del Ministerio de Hacienda. En este alto cargo afirmó nuevamente su pericia extraordinaria con la preparación de la reforma de la ley de Contabilidad y del Tribunal de Cuentas del Reino y la organización del Cuerpo Pericial de Contabilidad y Tesorería del Estado, que aceptaron las Cortes y el Gobierno, si bien más tarde quedaron anuladas esas normas. Todos sus esfuerzos se encaminaban, ahora como antes, a deslindar las funciones políticas de las administrativas, con el fin de reorganizar y consolidar la Hacienda pública, independientemente de los vaivenes políticos y con plena responsabilidad de quienes ocupaban cargos directivos al servicio del Estado.

Por esto, contenidas las ambiciones, los políticos todos le respetaban, porque todos estaban de acuerdo en corregir los vicios administrativos predominantes.

El 15 de febrero de 1871 se le confiaba la Dirección General del Tesoro, cargo que solamente desempeñó por espacio de ocho meses, renunciándolo el 21 de octubre. Sobre su gestión y experiencias en ese alto cargo publicó una Memoria (número III) que mereció autorizadas y cálidas alabanzas.

Propuesto anteriormente para intendente general de Hacienda en Filipinas, sin que llegara a ocupar este cargo, pasó luego a desempeñarlo, en julio de 1872, en la isla de Cuba. Aceptó este nombramiento solamente movido por su patriotismo, sabedor de que en el desempeño de ese cometido le esperaban contrariedades y amarguras en mayor número que las satisfacciones, puesto que la isla se debatía en una larga guerra intestina y en su Hacienda reinaba el desbarajuste con una moneda papel en depreciación. Nadie habría podido obrar el milagro de poner allí en orden lo desordenado y de reorganizar y consolidar los servicios administrativos, Sin embargo, mejoró notablemente la marcha de aquella administración insular. Pero los intereses creados pudieron más que sus prudentes y acertadas disposiciones, costándole la energía de su gobierno muchos disgustos, y a los dos años tuvo que renunciar al cargo y regresó a España. De su gestión elevó una exposición (número X) al ministro de Ultramar, en la que se analizan y enjuician las corruptelas administrativas y políticas que en España y las colonias amenazaban con la ruina total del país, que es como el anuncio de lo que un cuarto de siglo después habría de ocurrir con la pérdida de esas colonias tras una guerra absurda.

Dejó en Cuba, no obstante, tal reputación por sus singulares facultades administrativas y tal respeto por sus bellas cualidades morales, que al constituirse el Banco Hispano-Colonial por un grupo de capitalistas españoles, se le confirió el encargo de organizar en La Habana los servicios de esa entidad bancaria. Esto le obligó a residir nuevamente en esa ciudad desde noviembre de 1876 a enero del 78. En ese tiempo, además de poner en normal y floreciente funcionamiento el citado Banco Hispano-Colonial, dejó establecida también la estadística aduanera.

En agosto de ese mismo año volvió a Cuba como director general de aquella Hacienda, con amplias facultades para organizar la administración aprovechando los sólidos fundamentos que dejaba la conclusión de la guerra civil, que había durado diez años. En los meses que desempeñó ese destino, bajo el mando en la isla, ya pacificada, del general Martínez Campos, acometió la tarea con pericia y actividad excepcionales y estableció las bases de la reorganización administrativa de la isla en forma que permitía el auge rápido de ella; pero los que le sucedieron en la función directiva de esa Hacienda se encargaron luego de volver a torcerla y embrollarla, como convenía a los que medraban a favor del desquiciamiento de las cosas.

Los tres últimos lustros de su vida, aunque al servicio del Estado en diferentes destinos y comisiones, fueron de menor actividad y lucimiento personal. Continuó durante algún tiempo desempeñando el cargo de diputado a Cortes, y más tarde, desde 1891, el de senador por la provincia de Lugo.

En abril de ese mismo año se le nombró vocal de la Comisión calificadora del personal destinado a Ultramar. También fué designado miembro del Consejo de Estado.

De sus ocupaciones no políticas debe anotarse su entusiasmo como uno de los principales propulsores de la sociedad Unión Ibero-Americana, que presidió en 1890, Y también su concurso valioso a la Sociedad Geográfica, por lo que la sociedad similar de Lisboa le nombró socio correspondiente en España.

Dejó de existir Mariano Cancio Villamil el 28 de julio de 1894.

 

Obras publicadas en volumen:

I.—Proyecto de ley general de aguas. (Madrid, 1860?)

II.—Proyecto de reglamento general de Obras Públicas. (Madrid, 1861?)

III.—Memoria sobre la situación del Tesoro. (Madrid, 1871.)

IV.—Situación del Tesoro de la isla de Cuba en fin de diciembre de 1873. (Habana, 1873.)

V.—Carta dirigida al excelentísimo señor don Julián de Zulueta, presidente del Casino Español. (Habana, 1874.)

VI.—comunicación dirigida al Excmo. Sr. Ministro de Ultramar, sobre las causas que influyen en la depreciación del billete de Banco. (Habana, 1874.)

VII.—Propuesta de reforma del artículo sexto del proyecto de 30 de enero de 1874. (Habana, 1874.)

VIII. —Proyecto para resolver la cuestión económica de la isla de Cuba. (Habana, 1874.) 

  IX.—Proyecto sobre franquicia de moneda, (Habana, 1874.)

X.—Situación económica de la isla de Cuba: Exposición dirigida al Excmo. Sr. Ministro de Ultramar acerca del estado económico de la isla en 15 de abril de 1874. (Madrid, 1876; en folio.)

XI—Cuba: Su presupuesto de gastos. (Madrid, 1883.)

XII. —La trasatlántica española. (Madrid, 1887.)

 

Referencias biográficas:

Losada (J. A.).—El excelentísimo señor don Mariano Cancio Villamil. (En Ilustración Gallega y Asturiana, Madrid, 10 de agosto de 1879.)

Segovia (Angel María).—Un estudio biográfico. (En la obra Figuras y figurones, Madrid, 1881, tomo VI.)