Nombre casi desconocido en España y familiar en América, donde alcanzó una enorme reputación por sus campañas en defensa ardorosa del prestigio de su patria.
Sin entrar en el análisis minucioso de sus ideas, que nosotros hemos combatido algunas veces, nadie podrá discutirle un verdadero apostolado, henchido de buena fe, en la reivindicación del nombre de España en América, sin que España se lo haya premiado ni siquiera reconocido. Esta es su mayor gloria.
Todo el continente americano oyó su voz vindicadora, movidos los corazones como por sortilegio a una inclinación de afecto por la nación descubridora y colonizadora de aquellas tierras. El poeta Emilio Martínez ha dicho en un soneto dedicado a esta escritora y conferenciante:
Levantando la frente, que no humilla
más que ante Dios, los ánimos caldea
vertiendo los prodigios de su idea
en el sonoro idioma de Castilla.
El también escritor asturiano M. Isidro Méndez ha enjuiciado esa labor hispanófila de Eva Canel con palabras que estimamos merecen la transcripción aquí:
“Se detractaba al país descubridor—dice— sin voz potente y autorizada que obstase las calumnias y que tuviese la capacitación espiritual y física para la ingente tarea de deshacer el ominoso entuerto. Y Eva Canel, de Norte a Sur, del Atlántico al Pacífico, en actitud quijotesca, por lo que en un principio parecía de irrealizable, fué de pueblo en pueblo creando el ambiente de comprensión con que unos lustros más tarde habría de estimarse el amargo y glorioso esfuerzo español del descubrimiento. Nadie puede arrebatar a Eva Canel las primicias de este apostolado. No importa que por esta hermosa tarea, como por tantas otras del esfuerzo humano, el laurel no cubriese la frente del verdadero heraldo de la reparación histórica de España en América, y en el mundo consiguientemente.
Mas si algún día se cuenta como es debido esta reconquista espiritual del Nuevo Mundo, no menos importante que la conquista, porque de la segunda emerge más luminosa la primera, Eva Canel ocupará el lugar indiscutible de sus méritos. Verdadero apóstol, no supo, como luego los que la siguieron, salvo excepciones contadas, disfrazar a Mercurio de Apolo.
Eva se dió toda sin reparos a la empresa, arruinando su salud y sin saber sacar partido… Eran diarias sus conferencias, diarios sus discursos, diaria su intervención en la prensa contra interpretaciones capciosas de todo género, y en esa perenne preocupación patriótica, capaz de rendir a cíclopes, se mantuvo esta impertérrita asturiana más de cincuenta años.” Con llenar ese apostolado buena parte de su vida, a Eva Canel ha de recordársele como escritora; una escritora de pluma fecundísima, que ha dejado no menos de cincuenta volúmenes, pues a ese número alcanzan los que anotamos al pie de este estudio. Conferencias, polémicas, narraciones de viajes, cuentos, novelas, comedias, monólogos, apenas habrá un género literario en prosa que no haya saludado con su pluma dinámica. Como articulista y cronista habrá producido en multitud de periódicos españoles y americanos, algunos de éstos fundados por ella, un volumen de obra mucho mayor. Puede afirmarse que su pluma no ha conocido el descanso, y aunque gran parte de su producción carezca de méritos relevantes, defectos originados en la escasa madurez concedida a la concepción o por haber desaparecido las causas que la inspiraron, es lo cierto que otra buena parte de ella resulta labor literaria digna de todo elogio. Algunas de sus narraciones breves merecen todos los honores de la crítica por la frescura de ingenio y la emoción realista con que han sido desarrolladas. Para la escena creó tipos y episodios superiores aún: “Su diálogo vigoroso y real—dice el citado Méndez—, su habilidad y gracia en la escena y en la argumentación, dicen adónde hubiera llegado si con calma y en medio adecuado hubiese desenvuelto sus enormes facultades.”
Desciende esta escritora de familia ilustre por su origen y por el brillo que alcanzaron algunas personalidades de ella en las letras y las armas. Fueron sus padres el médico don Pedro Infanzón y doña Epifanía Canel y Uría. Nació en Coaña el 30 de enero de 1857 y fué bautizada con los nombres de Agar y Eva. De estos nombres y sus apellidos verdaderos tomó los de Eva y Canel, que fueron los usados, primeramente como firma literaria y luego en todas las relaciones y actividades de su vida. Muerto el padre a manos de piratas cuando Eva andaba por los tres años, se trasladó con su madre a Madrid algo después, y en Madrid recibió una esmerada educación con arreglo a las normas de entonces. “Ya desde niña—dice don Julián Díaz Valdepares — revelaba sus condiciones de carácter, brillante imaginación y clarísima inteligencia, de las cuales habría de dar más tarde elocuentes muestras.”
Andaba por los quince años cuando se dedicó al arte escénico, favorecida por una gracia y una belleza corporal nada comunes, En esta dedicación la conoció el escritor Eloy Perillán Buxó, que contrajo matrimonio con ella el 25 de abril de 1873. Dejó entonces de trabajar en el teatro. Perillán Buxó dirigía entonces el periódico satírico de su propiedad La Broma, de ideología democrática y temible entre los políticos. Aunque se afirma que desde su matrimonio Eva Canel compartió las tareas del periódico con su esposo, ella ha desmentido esto en su libro Lo que vi en Cuba. A comienzos de 1874, ya restaurada la Monarquía, Perillán Buxó fué desterrado de España a causa de la publicación de su Obra Semblanzas en verso de todos los españoles de ambos sexos que se han exhibido en el Congreso y el Senado, en la Bolsa y en los Ateneos, circos y plazas de toros, y entonces sí parece lo cierto que, mientras él buscaba en América un medio de vida, ella quedó al frente de La Broma. “Su esposo en el destierro — dice el citado Méndez—, sigue Eva Canel al frente del regocijante semanario, con tal éxito, que a él se debe su iniciación en la literatura, en la que había de consumir su existencia y con tanta firmeza señalar su nombre.”
En ese mismo año (1874), Perillán Buxó residió en Montevideo, donde pretendía organizar su vida como profesor y colaborador de algunos periódicos, entre ellos El Siglo y El Ferrocarril; pero no le habrán sido propicios el medio y las circunstancias, y se trasladó al siguiente año a Buenos Aires. Entonces parece que fué cuando Eva Canel se trasladó a la Argentina a unirse con su esposo. Dirigido por éste, fundaron en ese mismo año en Buenos Aires el semanario El Petróleo, calificado por Rafael F. Calzada de “demasiado procaz y que duró pocos meses”.
Desde entonces, el matrimonio se dedicó al periodismo, un tanto errante por algunos países de América del Sur, En el mismo año (1875) residieron algún tiempo en Bolivia, donde fundaron un periódico de corta vida, y al desaparecer regresaron a Buenos Aires. En 1876 se trasladaron a Perú y fundaron en Lima Las Noticias y colaboraron en El Comercio, El Perú Ilustrado y La Broma. Tres años después fundaron El Comercio Español, Parece que residieron también luego en Chile, y escribieron allí en algunos periódicos de Santiago. Al mismo tiempo sostenían colaboraciones en algunos editados en La Paz (Bolivia) y en Buenos Aires.
La primera actitud intelectual de Eva Canel tuvo inclinación acentuadamente democrática, en buen consorcio con su esposo, republicano y en posesión de pluma mordaz y agresiva. De eso dan testimonio sus primeras producciones periodísticas, de inconfundible ideología liberal. Pero se comprende que en sus andanzas por América, ante las hostiles opiniones sobre España de que estaba entonces plagada la prensa de esas Repúblicas, haya tenido que ir moldeando sus ideas y opiniones, por patriotismo, adecuándolas para la batalla contra esa difamación. En este ejercicio concluyó por convertirse a un reaccionarismo que la llegó a ganar totalmente.
Ya su espíritu había evolucionado en tal sentido cuando el matrimonio se repatrió, por los años de 1882 al 84. Parece que residieron entonces habitualmente en Barcelona, donde ambos continuaron cultivando el periodismo. Pero no debió de ofrecerles aquí la vida muy halagüeño porvenir, y Perillán Buxó partió nuevamente, por delante otra vez, a la aventura de América, con dirección a Cuba. Residía en La Habana, reorganizando los medios de vida en espera de su esposa, cuando falleció en marzo de 1889.
Viuda y con un hijo, Eva Canel se vió precisada de acogerse en Barcelona al amparo de un tío suyo, don Saturnino Lacal y Ramón. El viaje a Cuba quedó en suspenso, aunque sin renunciar definitivamente a realizarlo. Acrecidas las dificultades para la lucha por la vida, y sin otro recurso que su pluma, a ella apeló con toda valentía, colaborando copiosamente en periódicos americanos, entre los que cuentan el citado El Ferrocarril, de Montevideo; La Estrella, de Panamá, y El Pueblo, de Ponce (Puerto Rico), Escribió también para La Ilustración Artística, de Barcelona; El Día y otros periódicos, y fué designada corresponsal en la primera de esas ciudades, en 1890, de El Correo Español, de Buenos Aires, que dirigía su paisano y amigo Rafael F. Calzada. Además dió al público en volumen (números I y II) sus recuerdos e impresiones de América y Una novela (número III) de tendencia polémica que ella misma caracterizó de “político-periodística”,
Concibió por entonces el propósito de educar a su hijo, que tenía a la sazón doce años, en los Estados Unidos, y de quedarse ella también, si le fuera posible, con el deseo de continuar en ese país sus actividades literarias. Aprovechó para esto que, con motivo de la ya próxima apertura de la Exposición Universal de Chicago, la nombraran representante informativo de la Exposición el diario El Dia, de Madrid, y la revista La Ilustración Artística, de Barcelona. Así fué como llegó a La Habana en marzo de 1891, muy ajena a que habría de residir en Cuba por espacio de unos ocho años, como dice ella misma en el citado libro: “Ni por las mientes se me pasaba tomar parte en la política, ni menos venía a quedarme aquí. Iba para Estados Unidos. Una buena señora, dama de compañía de la madrina de mi hijo, francesa con treinta y tantos años de residencia en Norteamérica, había poco a poco metido en la cabeza de mi pequeño que se educase en la patria de Washington. Aquella señora, que Dios tenga en su gloria, con su buena intención torció completamente el curso de mi vida. Así estaría decretado en los designios de la Providencia. Si mi marido no hubiera muerto, y, por el contrario, hubiese hallado la salud en estas latitudes, como los médicos le habían predicho, yo habría venido a Cuba a ser lo que había sido antes: una esposa sumisa, que escribía de vez en cuando sin consultarle nada, y por lo cual algunas veces le ocasionaba disgustillos sin mayor importancia, que le hacían mucha gracia y no los eludía. De política antillana estaba tan ayuna, que más no podía ser.”
En junio de 1891 salió de La Habana para los Estados Unidos. Además de las indicadas representaciones periodísticas cerca de la Exposición de Chicago, llevaba las corresponsalías del Diario de la Marina, de La Habana; Las Villas, de Santa Clara; El Diario de Cárdenas y el encargo de la Cámara de Comercio de La Habana de enviar dos escritos mensuales a más de veinte periódicos españoles y americanos, Decepcionada del íntimo propósito que la llevaba a los Estados Unidos, dejó al hijo en un colegio y regresó a Cuba.
Decidida a quedarse indefinidamente en esta isla, fundó en La Habana, en noviembre de ese mismo año (1891), el semanario satírico La Cotorra, que tuvo de vida algo menos de año y medio, tiempo suficiente para que se hiciera famoso aun fuera de Cuba por la valentía y mordacidad con que estaba escrito. Con esta su actuación se creó numerosos enemigos, que apelaron a toda clase de armas para combatirla y le acarrearon no pocos disgustos.
Desde antes de desaparecer La Cotorra, y después con mayor asiduidad, continuó colaborando en algunos periódicos barceloneses y madrileños y en los habaneros Unión Constitucional. y El Comercio. También escribió por entonces en Las Novedades, de Nueva York. Antes y después, además de su firma y nombre social de Eva Canel, usó diferentes seudónimos, tales como los de Clara Mont, Fray Jacoba, Beata de Jaruco, Julia y las iniciales A. V. Publicó por esta época dos novelas (números IV y VI), que dieron ocasión a sus enemigos para difamarla como plagiaria del esposo. La acusación estaba desprovista de todo fundamento. Sus Obras podrían ser mejores o peores; pero la fuerza creadora de su espíritu no necesitaba de tales recursos. Como dice Rafael F. Calzada en Discursos (Buenos Aires, 1900), “su espíritu robusto, lleno de magníficos atrevimientos, no copia, no imita ni sigue los derroteros marcados por grandes ni pequeños; podría decirse de él que encuentra en sí mismo elementos para todo”. De desvanecer esa difamación se encargó ella misma, primeramente con su iniciación como conferenciante (número V), que constituyó un éxito franco, y luego con su iniciación también como autora de obras teatrales, conquistando el aplauso de todos.
Al estreno del drama La Mulata, en 1893, con gran éxito, siguió al año siguiente el de la comedia El Indiano, aún más rotundo, dejándole en la función a beneficio suyo, según confesión propia, un producto “en regalos, largo de cinco mil pesos españoles”. Estos triunfos acabaron con la patraña de los plagios a su marido. Durante la guerra separatista de Cuba, iniciada en 1894, Eva Canel, sin abandonar sus actividades periodísticas y de conferenciante, simultaneadas con la publicación de alguno que otro libro, puso a prueba su patriotismo, al modo que ella lo entendía, en combatir a los insurrectos y en cooperar a la defensa de España con diversas actividades. Desempeñó el cargo de secretaria de la Cruz Roja, contribuyó a la fundación de cocinas económicas, asilos y otras instituciones benéficas, y atendía personalmente a los soldados en cuarteles y hospitales con una efusión verdaderamente maternal, a la que ellos correspondían con su mejor afecto, lejos de la patria y desamparados a la fría disciplina militar. Por todo esto se la motejaba con el nombre de la monja alférez. La prensa revolucionaria, más o menos encubierta, no. le perdonaba ninguno de esos movimientos patrióticos sin difamarla.
“Los ataques más soeces—afirma don Julián Díaz Valdepares—, las calumnias más infames y las caricaturas más grotescas eran para Eva Canel.” A la terminación de la guerra de Independencia cubana se trasladó a España, llevándose con ella los restos de su esposo, que depositó en el cementerio de Coaña.
Tras una breve permanencia en Madrid, que aprovechó para reimprimir la novela Oremus y el libro de cuentos y conferencias Magosto, regresó a América del Sur.
La pérdida de las colonias antillanas, que en una gran parte de la intelectualidad española produjo un movimiento de rebeldía contra las normas del Estado español, en Eva Canel debió de afirmar su espíritu en dirección contraria, porque desde entonces su españolismo se alimenta de todos los tópicos históricos y se robustecen en ella las ideas religiosas hasta alcanzar un grado de intransigencia a toda prueba. Desde luego, fortalecimiento con absoluta buena fe. Por eso estimamos muy puesto en razón lo que dice M. Isidro Méndez a este respecto: “Se había formado su Historia de España—afirma—, se había formado su Historia del mundo. La autoridad, para ella, en la tierra, era delegación del cielo, supeditados los humanos, por clases y categorías, a un común denominador, Cuando la soberbia de los de arriba o la impaciencia de los de abajo quebraba la cuenta, Eva no se arredraba, y sin titubeos seguía a su corazón, en el cual no cupieron nunca otras doctrinas que las del bien a todos los cuadrantes.”
Ese su tercer viaje a América, con una personalidad ya famosa en el Continente, lo emprendió con el propósito de llevar a cabo una cruzada españolista. Ya situada en Buenos Aires y desarrollado el propósito en un plan meditado, se dispuso a recorrer los países suramericanos en actividad de conferenciante. El 12 de octubre de 1899 se la despidió en Buenos Aires, al emprender su viaje a las repúblicas del Pacífico, con una velada en su honor y beneficio organizada por el varias veces citado Calzada.
Recorrió por entonces Uruguay, Perú, Chile y Brasil, cosechando en todas partes aplausos y admiraciones desde prestigiosas tribunas. Reunía a tal efecto cualidades notables, como estampa bella, dominio de palabra y expresión cautivadoramente familiar, esmaltada de donaires y agudezas. Son innumerables las conferencias desarrolladas por ella desde entonces, sobre temas variadisimos, de las cuales sólo una parte ha sido recogida en volúmenes, como puede apreciarse más abajo. Es indudable que esa campaña ha sido altamente provechosa a la labor de acercamiento de aquellas naciones y España, y lo habría sido mucho más si la posición espiritual de Eva Canel no fuera de un patriotismo reaccionario, en oposición con la espiritualidad de esos pueblos, abierta a todos los vientos de progreso y modernidad.
Después de esa campaña, su residencia estuvo por espacio de catorce años, sólo interrumpida por algunos viajes, en Buenos Aires.
Sin abandonar las actuaciones de conferenciante ni las de colaboradora de algunas publicaciones bonaerenses, como El Diario Español, Caras y Caretas, Correo de Galicia y La Tribuna, y otras extranjeras, El Siglo, de Montevideo, entre ellas, en mayo de 1904 fundó bajo su dirección la revista quincenal Kosmos, a la sombra de la cual, y como filial de ella, fundó también (1907) Vida Española. Ambas publicaciones las sostuvo, con creciente interés por parte del público, hasta que, por quebrantamiento de su salud, se vió obligada a suspenderlas en enero de 1908.
Entretanto, después de la novela publicada a su arribo a la Argentina, Agua turbia, en torno a la guerra de Cuba, no dejó de dar al público otros libros, entre ellos dos novelas (números XXVII y XXX), una crónica de viajes (número XXVIII) y varias conferencias, y tornó a buscar los aplausos en el teatro con el drama Fuera de ley, la comedia La abuelita y algunos monólogos y diálogos.
Reparada la salud, volvió a sus actividades de conferenciante en viajes a los países fronterizos a la Argentina y dentro de esta República. A los triunfos de las conferencias y colaboraciones periodísticas vinieron a juntarse homenajes y honores otorgados por numerosas sociedades españolas. Muchas de ellas le confirieron el título de socio de honor, como El Orfeón Gallego Primitivo, de Buenos Aires, en 1899; el Centro Español, de Santos (Brasil), en 1900; el Centro Español, de Córdoba (Argentina), en 1901; Asociación Española de Socorros Mutuos, de Chivilcoy (Argentina), en 1902, y otras.
En 1914 emprendió otra larga excursión con su cruzada hispanizante a través de las repúblicas de América Central, que habría de ser la última por el Continente.
Al llegar a Panamá, procedente de Colombia, su salud volvió a hacer crisis. Fué su propósito trasladarse a los Estados Unidos a un sanatorio; pero un antiguo amigo y compadre, residente en Cuba, don Antonio Díaz Blanco, la invitó a pasar a esta isla, ayudándola económicamente para el caso. No había vuelto a Cuba desde la independencia de esta antigua provincia ultramarina, y llegaba rayana en la ancianidad, resentida la salud y ya iniciada la decadencia del ímpetu que la llevó, a través de múltiples fronteras, a luchar contra cuanto se oponía a sus ideas. Pero aún le quedaban arrestos que para sí quisieran muchas personas con la mitad de sus años.
En el mismo de su llegada a Cuba tuvo que salir inopinadamente para Panamá con dirección a la Argentina, adonde la llevaba la noticia de un desastre económico sufrido por el hijo. Pero en Panamá desistió del viaje, por inútil, y lo aprovechó para recorrer con breves permanencias Venezuela y Puerto Rico.
En abril de 1915 regresó a Cuba, que fué ya su residencia definitiva y última, Aunque sexagenaria, llevó su credo a todos los confines de la isla, que recorrió pueblo a pueblo y algunos varias veces, acogida en todas partes con simpatía y admiración. Al mismo tiempo no dejaba descanso a la pluma, tan fecunda como en los años de juventud, y colaboró copiosamente en el Diario de la Marina y también con asiduidad en otras publicaciones, como Asturias, Heraldo Comercial, Revista San Antonio, todas de la Habana, y La Correspondencia, de Cienfuegos.
Pero, al fin, vino la decadencia con su cadena de achaques y padecimientos hasta anular aquella actividad febril que parecía inagotable en ella. En esos últimos años le llegaron, como parco reconocimiento de sus méritos, algunos honores que no dejaron de producirle algún consuelo. En 1921, Benedicto XV la condecoró con la Croce Pro Eclesia et Pontifice. La Sociedad Geográfica, de Madrid, la nombró miembro corresponsal en 1929, Y en este mismo año el Gobierno dictatorial de Primo de Rivera le concedió, en mayo, el Lazo de la Orden de Isabel la Católica, y en septiembre, la medalla de oro de Ultramar.
Dejó de existir Eva Canel en la Habana el 2 de mayo de 1932, a los setenta y cinco años de edad.
“Así cayó en la ancianidad, pobre y desvalida, en lejanas tierras —lamenta Méndez—, una de las mujeres que más se han desvivido por su patria, poseedora de un talento que, en verdad, ninguna de sus contemporáneas superó.”
Obras publicadas en volumen:
I.—Cosas del otro mundo. (Madrid, 1889; cuentos históricos y viajes de América.)
II.—De América. (Madrid, 1890; viajes, historias y cuentos americanos; dos volúmenes en 84)
III.—Trapitos al sol. (Barcelona, 1891; novela político-periodística, otra edición posterior.)
IV.—Manolín. (Habana, 1891; novela, otra edición posterior.)
V.—Asturias y los asturianos.(Habana, 1893; conferencia.)
VI.—Oremus. (Habana, 1893; novela, otra edición posterior.)
VII.—La mulata. (Habana, 1893; drama en tres actos.)
VIII.—La Pola. (Madrid, 1893; novela, reimpresa tres veces.)
IX.—El indiano, (Habana, 1894; comedia en tres actos.)
X.—Magosto. (Habana, 1894; tradiciones, novelas y conferencias.)
XI.—Las mujeres de mi tierra.(Habana, 1894; conferencia.)
XII.—Réplica al norteamericano Sherman. (Méjico, 1896; conferencia.)
XIII.—Álbum de la Trocha. (Habana, 1897; crónica de un viaje desde Cienfuegos a San Fernando, en colaboración con cuatro periodistas.)
XIV. — Agua turbia. (Buenos Aires, 1899; novela sobre la guerra de Cuba, reimpresa dos veces, una de ellas en la revista Kosmos.)
XV.—El regionalismo de los Catalanes y sus relaciones con la patria. (Buenos Aires, 1899; conferencia.)
XVI.—Porvenir de la raza latina ante los sajones. (Buenos Aires, 1899; conferencia.) .
XVII—El desarme y la paz universal. (Montevideo, 1899; conferencia.)
XVIlI.—Los cantos del pueblo. (Buenos Aires, 1899; conferencia.)
XIX.—Reflexiones Sobre la raza latina. (Buenos Aires, 1899; conferencia.)
XX.—Destruyendo falsas leyendas contra España. (Brasil, 1900.)
XXI.—El feminismo. (Brasil, 1900; conferencia.)
XXII—La conciencia española. (Brasil, 1900; conferencia.)
XXIII.—Sajones y latinos. (Brasil, 1900; conferencia.)
XXIV.—La caridad moderna. (Brasil, 1900; conferencia.)
XXV.—La educación y la ilustración de la mujer. (Buenos Aires, 1902; conferencia.) .
XXVI.—Ambiciones de los Sajones de América y la necesidad de unión entre los latinos del Nuevo Mundo. (Buenos Aires, 1902; conferencia.)
XXVII—El divorcio ante la familia y ante la sociedad. (Buenos Aires. 1903; conferencia.)
XXVIII.—Las manos muertas. (Buenos Aires, 1904; novela, reimpresa dos veces, una de ellas en la revista Kosmos.)
XXIX.—Por los mares australes. (Buenos Aires, 1904; viajes.)
XXX. —Fuera de la ley. (Buenos Aires, 1904; drama en tres actos.)
XXXI—La volatinera. (Buenos Aires, 1905; novela.)
XXXII—La abuelita, (Buenos Aires, 1905; comedia en tres actos.)
XXXIII.—Agua de limón. (Buenos Aires, 1905; diálogo.)
XXXIV.—De Herodes a Pilatos.(Buenos Aires, 1905?; monólogo.)
XXXV.—Soy yo. (Buenos Aires, 1906?; monólogo.)
XXXVI.—Uno de valer. (Buenos Aires, 1907; diálogo.)
XXXVII. —Isabel y Colón. (Corrientes, Argentina, 1907; conferencia.)
XXXVIII.—Por la justicia y por España. (Buenos Aires, 1909; alegato sobre el proceso seguido a Francisco Ferrer, para anatematizar la conducta de éste y aplaudir su proceso y ejecución.)
XXXIX.—La independencia de España y la independencia de América. (Salto, Argentina, 1909; conferencia.)
XL—La religión en el hogar. (Buenos Aires, 1910; conferencia.)
XLI.—Fruto sano. (Buenos Aires, 1911; comedia en tres actos, en colaboración con Méndez Caldeira.)
XLII—Feminismo cristiano y feminismo ateo. (Buenos Aires, 1913; conferencia.)
XLIII.—La cuna de Colón. (Lima, 1913; conferencia.)
XLIV.—El divorcio ante la moral social. (Habana, 1914; conferencia.)
XLV.—Por España antes que por mi: Una polémica inconveniente y necia. (San Juan, Puerto Rico, 1915; conferencia.)
XLVI—La conciencia española ante el Nuevo Mundo, (Habana,1915; conferencia.)
XLVII.—Puerto Rico español y Puerto Rico yankee, (Habana, 1916; conferencia.)
XLVIII.—España a través del continente americano. (Habana, 1916; conferencia.)
XLIX.—Lo que vi en Cuba. (Habana, 1916; crónica de un viaje a través de la isla.)
L.—Cosas de mi tierra. (Habana, 1925; novelas cortas.)
Obras inéditas (Conferencias):
—El trabajo y la acción social. (Manuscrito.)
—Colón, español, (MS.)
—El socialismo cubano y el socialismo ateo. (MS.)
—El hogar y la escuela. (MS.) —El divorcio. (MS.)
—El arte, la educación y la música en las costumbres. (MS.) =La educación del hogar. (MS.) —Un poquito sobre revisiones históricas. (MS.)
—El feminismo y la mujer fuerte. (MS.)
—La España contrahecha. (MS.) —Las razas. (MS.)
—El amor a la raza. (MS.)
—La conciencia española y las grandes naciones ante la Historia. (MS.)
—El alma de la raza, (MS.)
—El arte musical en la educación de los pueblos. (MS.)
Referencias biográficas:
Canel (Eva).—Lo que vi en Cuba. (Habana, 1916; crónica de un viaje por la isla.)
Díaz Valdepares (Julián) .—Biografía. Eva Canel, (En la revista Asturias, órgano del Centro Asturiano, Madrid, mayo de 1901.)
Méndez (M. Isidro). —Eva Canel, (En Río Navia, Navia, 30 de junio de 1932.)
Picón Febres (G.). — Notas y Opiniones. (1899.)