ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

CANTERO (Antonio).

Poeta y prosista contemporáneo. Nacido en Veracruz (Méjico) el 20 de julio de 1880. Su nacimiento en Méjico fué un hecho circunstancial. Sus padres, don Antonio Cantero Campo y doña Petra del Campo Sánchez, ambos asturianos, de Posada él y de Naves ella (pueblos del concejo de Llanes),  residían en la mencionada ciudad al cuidado de intereses que tenían allí.

“En Veracruz transcurrieron los primeros años de mi niñez—nos ha dicho Antonio Cantero—, hasta que, no cumplidos los siete, por quebrantamiento de la salud de mi padre, y satisfaciendo éste los inquietantes deseos de mi madre de volver al suelo nativo, qué diez años antes abandonara, fui traído a España, tomando a Llanes por punto de residencia. En la capital del concejo permaneció cerca de dos años prosiguiendo Mi educación, ya iniciada en Veracruz, pues en Llanes concurrió al Colegio de “La Encarnación”, cuando dicho plantel de primera y segunda enseñanza estaba a cargo de profesores seglares. Luego regresé a Veracruz. En sus escuelas públicas graduadas de la plazuela de la Campana entré en calidad de alumno de la tercera sección. No omito decir aquí—pues a mi edad, prematuramente cercana a sus postrimerías, no es jactancia decirlo—que en los exámenes de clausura de curso obtuve el primer premio, consistente en un libro que aún conservo, denominado Botón de oro, de Carlos Frontaura, mereciendo la distinción de Ser puestos en un cuadro, con letras doradas, mi nombre y apellido paterno, precedidos de las palabras Loor a…, y que había de figurar en la pared correspondiente a la plataforma del profesor durante el curso siguiente, para estímulo de los escolares. Un mes más tarde murió mi padre, y pienso yo recordando a veces aquel suceso, si la alegría tan grande que él experimentó habrá sido el motivo que acelerara su muerte. Entonces volvimos a España, avecindándose mi madre en Santander, en donde continuó en escuelas de pago la primera enseñanza hasta principios de 1893, en que determinó mi madre trasladarse a Naves. En el Colegio de Cardoso, institución benéfico-docente particular, de este valle de San Jorge, estudié contabilidad, francés e inglés, y con este pequeño bagaje cultural, a: los quince años, marché a Méjico, en calidad de emigrante en busca del vellocino de oro, al interior de la república, a una población minera, de cuyo nombre no quiero acordarme, y donde un próximo pariente me brindaba porvenir espléndido, y que, desde luego, hubiera logrado si causas ajenas a su voluntad y a la mía no se hubieran interpuesto. Allí tuve ocasión de tratar a viajantes y comerciantes hispanos con aficiones periodísticas, que, aunque mal preparados culturalmente, acaso provocaron el despertar de mi vocación poética.”

La lectura frecuente de poesías, festivas y sentimentales, de los más celebrados autores españoles de esa época, particularmente Manuel del Palacio, acabó de fortalecer esa vocación literaria, y Cantero se propuso regresar a España para ampliar SU ilustración y ensayarse como poeta. El pariente trató de retenerle con el ofrecimiento de matricularle en el Instituto Científico y Literario de aquella ciudad y enviarle luego 4 proseguir los estudios en alguna Academia de los Estados Unidos: pero Cantero había tomado ya Su   determinación, en la que pesaba no poco el deseo de unirse a la madre, y regresó a Naves, patria de ella y pueblo que él considera como natal. Ya en su pueblo, se entregó efectivamente al estudio de cuanto pudiera completar una sólida ilustración, especialmente Lengua latina, Gramática y Retórica.

Al fallecer la madre en los primeros meses de 1898 marchó nuevamente a Méjico, de donde hubo de regresar dieciocho meses después por motivos de salud. Este viaje sirvió para iniciarse como poeta, entregando sus primicias a los lectores de El Correo de Méjico y El Español (1898).

“Llegué entonces a Naves—dice él mismo—con una modesta maleta, que contenía escasas ropas; quinientas pesetas por todo capital y una neurastenia y un catarro bronquial tan pertinaces, que no dejaron de atormentarme durante varios años ni de día ni de noche.”

Este regreso a Naves ya fué definitivo.

 

… hada desea

mi corazón si tengo entre mis manos

un libro cuyo texto me recrea

o me enseña científicos arcanos.

Silencioso habitante de una aldea,

me juzgo el más feliz de los humanos.

 

Dedicado desde entonces a labores agrícolas y otras ocupaciones que se traducen en el pan de cada día, ha venido entregando los ratos de ocio a la lectura y al ejercicio de escritor en prosa y verso, con mayor preferencia a la forma poética. Desde los primeros años del siglo (1902 a 4) comenzó a colaborar en El Oriente de Asturias, de Llanes, colaboraciones extendidas luego a El Cantábrico, de Santander, cuyo director, don José Estrañi, le dispensaba una gran consideración. Seguidamente publicó también numerosas poesías en el semanario El Pueblo y el quincenario Los Jueves, ambos de Llanes. Con una selección de las composiciones publicadas en esta época formó en 1910 el libro Crepusculares, anotado más abajo, que la crítica acogió con elogio.

Poco después, 2 de abril de 1912, afianzaba su vida al pueblo considerado como natal uniéndose en matrimonio a la señorita Florentina Carriles González, de la inmediata aldea de Hontoria.

Posteriormente, aparte de alguna escapada que otra a diferentes periódicos regionales, su pluma ha venido estando casi al servicio exclusivo de El Pueblo, de Llanes, con las más diversas producciones: “traducciones del francés (prosa y verso), polémicas,  artículos de distinta índole, poesías, descripciones de romerías, gacetillas, hasta composiciones místicas, cuando alguna de mis hijas me ha pedido una para ofrendarla a María en el mes de las flores”, dice él mismo.

Obras publicadas en volumen:

I.—Crepusculares. (Llanes, 1910; poesías, con prólogo de don José Estrañi; folleto.)