ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

CARREÑO VALDES (Eduardo).

Estamos ante un caso de inusitada precocidad, de una vida  extraordinaria malograda en flor. Carreño Valdés fué entre mortales como un relámpago de luz vivísima. Veintitrés años bastaron desde el alba al ocaso de esta existencia para dejar crédito de sabio entre los sabios. Su muerte prematura ha privado a España de una de sus más legítimas glorias entre los especuladores de las ciencias naturales. Que se le recuerde entre ellos al cabo de poco menos de un siglo después de su fallecimiento es un hecho que, consignado, equivale a la más ferviente apología. Pero es doloroso que no se facilite a la posteridad un más amplio y tangible recuerdo de su nombre ni siquiera en la villa de nacimiento.

Eduardo Carreño Valdés, hermano de los tres reseñados a Continuación, nació en Avilés el 13 de octubre de 1819, descendiente de familia distinguida y en hogar medianamente acomodado, hijo de don Pantaleón y doña Dominica de esos respectivos apellidos. Cursó en la villa natal los estudios elementales con aptitud, y aprovechamiento tan extraordinarios, que a los doce años de edad lo llevó a su lado un tío paterno, don Ramón, residente en Santiago de Compostela, con el propósito de cuidar la inteligencia del muchacho con la mayor suma de facilidades para ese fin. En Santiago siguió los entonces llamados estudios de Filosofía, de preparación para los universitarios, hasta graduarse de bachiller. Dos años más tarde, tío y sobrino trasladaron su domicilio a Madrid.

Parece que Carreño Valdés se propuso en principio seguir una carrera literaria; pero ya en Madrid trocó este propósito por el de hacerse médico. De un modo tal vez un tanto subconsciente, su espíritu iba tomando la posición verdaderamente propia, porque los estudios de la Medicina acabaron por descubrirle una vocación más íntima hacia las Ciencias Naturales, que habrían de ser campo de sus sabias investigaciones.

Sin abandonar la carrera de médico, se aplicó con aptitud y entusiasmo tan extraordinarios al conocimiento de la Botánica, que figuró como el más aventajado discípulo del sabio La Gasca, estableciéndose a consecuencia de esto entre los dos una tan cordial amistad, que el famoso botánico, en tributo a la gran devoción que le inspiraba el talentoso discípulo, bautizó en su honor una planta de nueva clasificación con el recuerdo de su apellido: Carreño.

Sus primeros trabajos científicos en contacto directo con la Naturaleza los llevó a cabo en el jardín Botánico de Madrid y en las inmediaciones de esta capital, extendiéndolos a comarcas cada vez más alejadas de ella. Por los años 1836 al 37 regresó por una temporada a Asturias, donde hizo importantes estudios de la flora regional. Como resultado de tan inteligentes y asiduos estudios, llegó a reunir interesantísimas colecciones de plantas espontáneas y cultivadas, dispuestas con tan perfecta clasificación, que contribuyó con ello grandemente a robustecer su crédito científico entre los naturalistas de mayor autoridad.

Anheloso de perfeccionar y enriquecer sus conocimientos de naturalista—y siempre con el propósito de continuar los estudios de la Medicina—, en 1838 se trasladó a París, por ofrecerle este primero y gran centro del saber medios propicios a las ampliaciones que apetecía. La acogida encontrada desde el principio en los círculos científicos parisienses por aquel muchacho de diecinueve años fué la que pudiera dispensarse a un maestro, efusiva, entusiasta, en gracia a las pruebas relevantes que supo dar de experto naturalista. Rápidamente se le consideró como un aventajado compañero entre los botánicos más famosos. Aportó colaboración original, especialmente sobre la flora de algunas regiones españolas, a los trabajos que desarrollaban entonces sabios naturalistas franceses y extranjeros, entre los que figuraban Boissier, Paslatore y Webb, y el Gobierno francés le confirió un puesto de redactor del gran Diccionario de Botánica, en el que sólo colaboró hasta el tomo décimosegundo, por haberle impedido la muerte continuar esta labor.

Llegado que hubo en el conocimiento de la Botánica al grado de extensión y profundidad que corresponde a los sabios, decidió encauzar sus esfuerzos hacia el dominio paralelo de la Zoología, estudio que llevaba en segundo término, a fin de equilibrar su saber como naturalista. Fueron tales y tan rápidos sus progresos en la nueva disciplina, que alcanzó en seguida categoría de gran investigador, al punto de que le dieran ingresó como maestro las prestigiosas Sociedades francesas de Entomología y Cuveriana.

Si asombra que un muchacho, por sabio que sea, llegue a categoría científica que parece reservada a la ancianidad, el asombro crece al saber que Carreño Valdés continuaba con gran lucimiento los estudios regulares de Medicina y que aún le sobraba tiempo para cultivar las amenas letras, de lo cual dejó espléndidas muestras en unos apólogos que pasaron inéditos, a su muerte, a poder de los familiares. Otro testimonio de notable escritor lo dió en la biografía que hizo del gran botánico español La Gasca al fallecimiento de éste en 1839, y que publicó al año siguiente en Annales des Sciences Naturelles, de París (tomo XIV), con el título de Notice Sur la vie et les écrits du botaniste espagnol don Mariano La Gasca, como tributo de gratitud y cariño al sabio maestro.

En el año 1842 obtuvo Carreño Valdés en la Universidad de la Sorbona, de París, el grado de doctor en Medicina. Una vez graduado, el Liceo de Barcelona se apresuró a ofrecerle, con espléndida remuneración, una cátedra de Botánica. Pero, acaso agotada su vida por exceso de estudio y trabajo intelectual, la muerte le cerró el paso en ese mismo año al porvenir glorioso que seguramente le esperaba. Tenía entonces veintitrés años.

Así como sobre el nacimiento de Carreño Valdés corren errores de fecha, hasta uno disparatado que fija el año 1806, también sobre su muerte se consignan fechas equivocadas. El lapsus más importante es el que registra don Miguel Colmeiro en su obra La Botánica y los botánicos de la península hispano-lusitana, donde, después de dedicar subidos elogios a Carreño Valdés, se anota el año 1841 como el de su fallecimiento, “antes de los veinticinco de edad”, que, de ser cierta esa fecha, no serían ni veintidós.

Carreño donó a su muerte varias colecciones zoológicas clasificadas al Museo de Historia Natural de Madrid.

Los restos mortales de este malogrado sabio fueron inhumados en un panteón del cementerio del P. Lachaise, de París, costeado por maestros y discípulos. Su muerte causó general y hondo sentimiento en los círculos científicos de Francia, y toda la prensa le dedicó encendidos panegíricos.

Saint-Cyr escribió entonces: “La España ha perdido uno de sus más esclarecidos genios, y la Francia uno de los hijos adoptivos que más la hubieran honrado.”

 

Trabajos sin formar volumen:

  1. — Notice sur la vie et les écrits du botaniste espagnol don Mariano La Gasca. (En Annales des Sciences Naturelles, París, 1840, tomo XIV.) 

 

Obras inéditas:

— Varios apólogos. (MS. en poder de los sucesores.) 

 

Referencias biográficas:

Colmeiro (Miguel). —La Botánica y los botánicos de la península hispano-lusitana. (Madrid, 1858.)

Fuertes Acevedo (Máximo ). —Los asturianos de ayer: Don Eduardo Carreño Valdés, (En el diario El Carbayón, Oviedo, 19 de octubre de 1886.)

F. A. — Los asturianos de ayer: Don Eduardo Carreño Valdés. (En El Carbayón, Oviedo, 12 de julio de 1898; trabajo del mismo autor que el antecedente.)

Suárez, Españolito (Constantino). — Vidas truncadas: Eduardo Carreño Valdés. (En el Diario de la Marina, Habana, noviembre de 1932.)

ídem.—Escritores avilesinos olvidados: Eduardo Carreño Valdés.(En La Voz de Avilés, Avilés, 29 de enero de 1933.)

ídem.—Escritores asturianos Olvidados: Eduardo Carreño Valdés. (En La Voz de Asturias, Buenos Aires, 23 de septiembre de 1933; reproducido en Solar Norteño, Oviedo, noviembre de 1934.)

Wes Dintén (Juan).—Un bosquejo biográfico. (En La Voz de Avilés, Avilés, agosto de 1932.)