Médico, político y periodista que fué en Gijón, donde residió lo más de su vida, una de las personalidades de su tiempo más populares y queridas. Hermano del anterior y de los dos siguientes, menor que todos en edad. Nació Eladio Carreño Valdés en Avilés el año 1834. Adolescente apenas, le llevó a su lado el hermano Feliciano, que residía en La Habana, y aquí cursó los estudios de Medicina y Cirugía hasta graduarse para el ejercicio de la carrera. Mientras estudiaba desarrollaba funciones de pasante con algunos de sus condiscípulos, y fué luego algún tiempo profesor interino y suplente de la Universidad habanera.
Casado allí en 1864 con doña Nieves Fernández Pozo, regresó con su esposa al año siguiente a España y se estableció en Gijón en el ejercicio de su carrera. Hombre de ideas y conducta netamente democráticas, fué desde el primer momento amparo de los menesterosos que necesitaban médico y medicinas gratis, mientras infundía su pensamiento liberal y generoso, asistido de palabra fácil y persuadiente, entre las personas del medio social en que vivía.
En la tertulia del Casino, primero, y después en una reunión por él convocada en noviembre de ese mismo año (1865) en la Confitería Gaditana, promueve la fundación de un grupo político con el nombre de Partido Democrático, que fué como la raíz del liberalismo local durante el siglo XIX. Desde entonces, la política, sin abandono de su profesión, fué para él como su razón de vida. Limpio de ambiciones y medio personal, abrazó la causa de la democracia a la manera de un apostolado, y la palabra y la pluma apenas tuvieron reposo en su afán de conquistar para el pueblo las libertades políticas y los mejoramientos sociales de que estaba huérfano. Pocos se igualaron a él en la preparación del ambiente para el triunfo de la revolución de septiembre de 1868.
En enero del 69 fundó bajo su dirección el semanario La República Española, Para las elecciones de diputados a Cortes de ese año se le quiso postular por Avilés y Gijón, pero él rehuyó la designación, negado a aceptar puestos políticos. Su labor en pro del bien común estaba en sus actuaciones de Orador y escritor y en asistir a los enfermos pobres que necesitaran de su generoso concurso, que no era procedimiento inferior de hacer política. Sin embargo, durante la breve República de 1873 se vió obligado a aceptar los cargos de concejal y después alcalde, juntamente con el de diputado provincial.
Transcurrida esa etapa revolucionaria y restaurada la Monarquía con Alfonso XII, aunque un tanto decepcionado, no dejó de continuar prestando su apoyo a la causa de la democracia, En 1877 fundó en Gijón el periódico El Productor Asturiano y más tarde La Región Asturiana y luego El Fuete, desde todos los cuales y de otros en que ha colaborado, supo acreditarse de polemista de grandes recursos en defensa de su ideario.
Entretanto, presta su concurso a todo movimiento de mejora y progreso locales y desempeña cargos como los de médico titular del Hospital de Caridad y de profesor sustituto en el Instituto de Jovellanos. La cultura popular tiene en él a uno de sus más celosos propulsores, y en 1881, en unión de don Angel Hevia y otros amigos, promueve la fundación del Ateneo Obrero, inaugurado el 12 de agosto, que es una de las sociedades culturales más prestigiosas de Asturias.
Las actividades políticas, nunca abandonadas, le llevan en 1882 como representante de los republicanos gijoneses a participar en la Asamblea Republicana Nacional celebrada en Zaragoza, donde quedó constituido el Partido Federal Español y de la que regresa a Gijón para fundar aquí la agrupación local, que fué una organización de gran fuerza política. En las luchas locales iniciadas en torno a la construcción de un gran puerto, él y sus correligionarios más amigos se inclinaron por la idea de que se llevara a cabo en el Musel, a cuyo efecto se fundó un periódico con este nombre para defender tal empeño, que fué el que consiguió realización. Todavía después desarrolló actividades periodísticas con la fundación de El Porvenir de Gijón.
Los últimos años de Eladio Carreño Valdés fueron tristes. Fatigado por tan largas luchas y atacado de pertinaz ceguera, y sobre esto en precaria situación económica, se recluyó en su hogar a esperar la muerte, que vino a buscarle el 27 de agosto de 1901. Sin embargo, Gijón no había olvidado al hombre bueno y generoso que todo lo dió sin recompensa, y el trasladó de su cadáver al cementerio de Ceares, donde reposa, fué una de las manifestaciones de duelo más grandes y sentidas que se recuerdan en la villa.
Por acuerdo del Ayuntamiento gijonés se rotuló con su nombre en 1902 la primera travesía del moderno barrio de la Arena.