El primero y más enjundioso de todos los poetas en el dialecto vernáculo. Otros fueron más atildados, como Juan María Acebal, que tradujo en verso bable a clásicos latinos; algunos, como Caveda y Nava, se le igualaron en ternura, y los hubo antes y después de él merecidamente celebrados por graciosos. Pero Teodoro Cuesta fué el más completo y más genuino de todos los tiempos. Su enorme popularidad se cimentaba en que era una espontánea encarnación del espíritu popular asturiano. ninguno fué tan singularmente sensible a la vasta gama de sentimientos que van desde el dolor hondo a la hilaridad desatada. Hay en sus versos fluidez, emoción, agudeza y gracia por nadie superadas, aunque en vida y después de muerto, acatado por muchos como maestro, florecieran poetas en bable tan celebrados como José Quevedo, Marcos del Torniello, Pepín de Pría, Pachín de Melás, Julio García Quevedo y otros.
Dejó Teodoro Cuesta poesías que se han hecho populares, transmitidas por generaciones verbalmente como en los tiempos medioevos, Y las dejó también de las que sólo de esta forma pueden ser transmitidas, destinadas por lo picantes a que sean recitadas en voz baja, como su famosísima Cosadiella.
Dice Clarín en el apéndice a poesías asturianas, de Teodoro Cuesta, que “fué poeta militante; de cuerpo entero; de palabra y obra; en rigor, no fué más que poeta. Su imaginación dorada llenó su vida; su pasión dominante, el amor a su tierra, en él se convirtió en poesía”.
Canella y Secades afirma en el mismo lugar: “Poeta desde los primeros años de la vida, vivió siempre cantando, en la alborada como en el morir de la tarde, a la luz meridiana y en la negrura de la noche. Las notas de su lira cadenciosa llenaron las almas de alegría, conmovieron los corazones y también provocaron a la risa. Nunca sus cantos hirieron a nadie, ni nublaron el semblante de oyentes y lectores. Dios le había dado el numen para conmover profundamente, para solaz y regocijo de todos”.
Y como ha dicho Ataulfo Friera, “dolores y alegrías, recuerdos y esperanzas, bromas y veras, todo encontraba eco sonoro en sus versos fáciles y expresivos”.
De todas sus composiciones en bable bastaría una sola para inmortalizar su nombre, puesto que se ha incorporado a la herencia espiritual de los asturianos transmitida de padres a hijos. Nos referimos a La danza, de la que hace Clarín el siguiente elogio: “Entre todas las poesías de Teodoro, y las hay muy notables, descuella una que es para mí idilio naturalista, acaso no igualado jamás en nuestra literatura provincial. Me refiero a La danza, verdadero primor de inspiración y naturalidad; el asunto, la forma, todo en ella es puramente asturiano, y lo que vale más, poético, expresivo, digno de un Teócrito que, en vez de escribir en griego en Sicilia, escribiese en romance bable en Asturias.”
Fué Teodoro Cuesta, en sus postreros años, algo así como una de las más legítimas instituciones asturianas. Su nombre llenaba con su fama a la región y se desbordaba ampliamente por España y la América española. Por eso pudo escribir don Angel Pulido al fallecer el poeta: “Para las personas extrañas al bello Principado y al conocimiento de su literatura regional, esta pérdida será indiferente; pero tengo por seguro que no sentirán así cuantos de allí procedan o por sus glorias se interesen, a quienes esta desgracia habrá arrancado un gemido de dolor, semejante al que toda España y el idioma castellano pudieron exhalar cuando el fallecimiento del inmortal Zorrilla.”
Hemos de rematar este rosario de alabanzas con la que corresponde a su bondad. Teodoro Cuesta fué un hombre íntegramente bueno, con bondad de santo, desplegada constantemente su generosidad en hacer el bien, no obstante su vida escasa de medios económicos, más adecuada para recibir el bien que para prodigarlo, Por eso pudo decir de él don Félix de Aramburu que “para hacer daño a alguien tuvo que morirse”.,
Nació Teodoro Cuesta en el barrio La Pasera de la villa de Mieres el 9 de noviembre de 1829. No es cierto ni el día 4 ni el 29 que anotan algunos, ni el año 28, como dice Balbín de Unquera. Fueron sus padres don Ramón de ese apellido y doña María Luisa García Ruiz. Acerca de los primeros años de su vida se anota en la Enciclopedia Espasa que, huérfano a los cuatro, pasó al amparo de un tío médico en Gijón, quien, por no haberse ocupado del muchacho, éste se encontró a los quince años sin oficio ni cosa que de tal valiera.
Nuestras noticias, con seguridad, más auténticas, difieren bastante de las que dejamos anotadas. Don Ramón Cuesta tenía en Mieres una modesta botica, de cuyo producto vivía malamente el matrimonio con ocho hijos cuando falleció el jefe de la familia. Contaba entonces Teodoro Cuesta unos cuatro años, al parecer. La miseria se adueñó del derrumbado hogar de tal modo que, tres o cuatro años después, se hizo preciso que algunos de los huérfanos pasaran al amparo de otros familiares. Teodoro fué recogido por su abuelo materno, don Federico, que ejercía de médico en Oviedo, y a esta ciudad, y no a Gijón ni a la casa de un tío, pasó a residir el muchacho. Ni es cierto que el muchacho haya vivido al descuido y desamparo del abuelo.
Bajo la protección de éste, Cuesta terminó de estudiar la enseñanza elemental, y, según Canella y Secades, “con D. Juan Gómez cursó Latín y principios de Filosofía; pero, mal avenido con la disciplina académica, el joven Teodoro cerró los libros de la cátedra, abrió otros de literatura e historia, estudió música, para lo que mostraba singulares aptitudes, con don Cándido Valdés, y después armonía y composición con D. Antonio Duque”. Parece, en efecto, que Cuesta mostraba más inclinación a las travesuras que a los estudios, por lo que algunas veces mereció la pena de que el abuelo le enviara a residir confinado en una posesión de recreo que tenía en Llanera. Pena que, en algunas ocasiones, después de alguna travesura, se imponía voluntariamente el muchacho marchándose al lugar de destierro, sabiendo de antemano que tal iba a ser su castigo.
Mientras estudiaba música emprendió el oficio de tipógrafo, empezando a trabajar en una imprenta de Oviedo. Más tarde fué regente de otra en Gijón, y aquí desarrolló también algunas actividades de gacetillero o repórter, como ahora se dice. Esta ocupación en las imprentas era la base de su sostenimiento, y sólo entregaba a ella la energía y la atención indispensables. Su vocación iba hacia la música y también hacia la poesía, que comenzó a cultivar desde adolescente. Como poeta se dió a conocer en una velada celebrada en El Liceo, de Oviedo, en 1845, con una composición intitulada La mendiga, que le consagró allí mismo como un excelente versificador. Por entonces, con sólo dieciséis años de edad, comenzó a publicar sus poesías bajo el seudónimo de Pepón de Pacho Alonso y a conquistar renombre, como poeta emotivo dedicado a descubrir y dar a respetar la vida de los tristes y doloridos y a enaltecer las bellezas de la historia y la naturaleza asturiana. Tanto la música como la poesía las estimaba como campos de su recreo espiritual, pero la necesidad de luchar por la subsistencia, y más desde que, muy joven, contrajo matrimonio, le obligó a escribir versos que, calandín, vendía a un ciegu, y a ser músico de oficio y profesor de solfeo. Desde los veinte años era ya todo un profesor de flauta, que formaba parte de las Orquestas de ópera en Oviedo y Gijón.
Al mismo tiempo se distinguía como cantante y ejecutó con aplauso papeles en varias óperas, entre ellas Hernani. Fué profesor de música en Mieres primero y en Oviedo después; organizó algunas bandas que iban a las fiestas y las romerías de los pueblos; compuso numerosas piezas musicales religiosas y profanas, que fueron celebradas, y fué, en fin, un mágico artífice que hizo de letras y sonidos muchos motivos de holgorio y solaz de sus paisanos.
Hacia 1857 vino a mejorar la estrecha posición económica en que vivía un puesto que le fué conferido en la Beneficencia municipal, con destino al Hospicio, que desempeñó durante treinta y ocho años, hasta el de su muerte. Su incorporación al personal administrativo del Hospicio fué un verdadero acierto y de gran provecho y beneficio para esta institución. Pocas personas, como él, habrían llegado a ser querido como un padre por los infelices asilados. Aparte de su función propia en ese asilo, se constituyó en profesor de música de los reclusos y organizó entre ellos y dirigió muchos años una Banda que gozó de mucha fama en Asturias y aun fuera de la provincia. “El dirigía la Banda del Hospicio—dice Clarín—, y tras su batuta marchaban por calles, plazas y paseos músicos, niños, aldeanos, el pueblo entero, y a veces los xigantones, esos semidioses de cartón que exige que existan la fantasía de nuestros paisanos.”
La gran celebridad del poeta se forma en los años en torno a 1880.
Su pluma fecunda produce para numerosos periódicos. Se puede asegurar que apenas habrá habido en su tiempo y aun después, en Asturias, algún periódico que no haya dado albergue a poesías de Teodoro Cuesta. Otro tanto sucede con las publicaciones de carácter asturiano editadas en Madrid, como la Ilustración Gallega y Asturiana y Asturias, y en las Repúblicas americanas. Y también son numerosos los periódicos y las revistas ajenas a la región que han reproducido composiciones de él.
Esa fama fué cimentada también por algunos galardones en concursos y certámenes, entre los que cuentan el celebrado en Oviedo en 1881 con motivo del segundo centenario de la muerte de Calderón de la Barca, con una poesía dedicada a este insigne dramaturgo; los Juegos Florales de Oviedo, de septiembre de 1887, en los que conquistó el premio de la Sociedad Económica con la poesía La presona; el Certamen organizado por esa entidad en 1888, donde se le premió Les fiestes de San Mateo, y el Certamen celebrado en Gijón al inaugurarse en 1891 el monumento dedicado a Jovellanos, con la poesía Glorias de Asturias.
En mayo de 1885, requerido desde Madrid para participar en una velada teatral benéfica organizada por el naciente Centro de Asturianos, pasó en la capital algunos días que fueron como una consagración apoteósica del poeta. Clamorosas ovaciones en el acto de recitar sus poesías, banquete, profusas alabanzas de toda la prensa, dedicación de un número especial del Boletín de dicho Centro, y, como un eco de esta glorificación, se le condecoró Caballero de la Orden de Carlos III. La Academia Poética, de Málaga, le nombró académico correspondiente, y el Centro de Beneficencia de Naturales de Asturias, establecido en Cienfuegos (Cuba), le otorgó el título de socio de mérito.
También contribuyó a sostener el realce de su figura la velada literario-musical celebrada el 3 de julio del año siguiente en el Teatro de los Campos Elíseos, de Gijón, en su honor y beneficio, con el objeto de editar un volumen de sus versos, cosa que no fué llevada a la realidad hasta después de fallecido, cerca de diez años más tarde.
No obstante, la vida de Teodoro Cuesta no fué en la vejez lo descansada y rodeada de satisfacciones a que tenía derecho. La estrechez económica estuvo asociada a él desde la cuna a la tumba. “El alma de Teodoro—dice Clarín— era una romería, y no se olvide que también las romerías tienen su hora triste… Los últimos años de Cuesta fueron la hora del Angelus en la romería de su vida, que alegró honestamente tantos corazones. Enfermo él, enfermos los suyos, luchando con la odiosa cuestión económica, a fuer de cigarra perdida en hormiguero. Teodoro estaba triste, pero aun eso, poéticamente; es decir, resignado, «porque hay Dios, porque hay pechos queridos, eco de nuestras penas.”
En sus últimos años pasaba algunas temporadas veraniegas en Gijón, en casa de su gran amigo Octavio Bellmunt, en la que tenía dispuesta siempre una habitación para estancia de Teodoro Cuesta, a tal punto, que, al fallecer éste, Bellmunt la conservó luego como un pequeño museo de cosas que recordaban al gran poeta.
Falleció Teodoro Cuesta en Oviedo el 1 de febrero de 1895, constituyendo su óbito un duelo verdadero en toda Asturias y las colonias asturianas establecidas fuera de la región. Su memoria y su recuerdo han continuado viviendo latentes entre sus paisanos, y Mieres le ha dedicado en 1931 un monumento público, obra del escultor asturiano don Arturo Sordo.
Obras publicadas en volumen:
I-—Vida de aldea. (Oviedo, …)
II.—Programa en dialecto asturiano de las funciones que se celebrarán en el Hospicio Provincial los días 7 y 8 de septiembre, en honor de la Santísima Virgen de Covadonga, patrona de dicho asilo. (Oviedo, 1873.)
III.—A la memoria del malogrado cuanto bravo general Concha.(Oviedo, 1874; poesía; opúsculo.)
IV— Andalucía y Asturias.(Oviedo, 1881; polémica festiva sostenida en verso bable contra don Diego Terreros, que lo hacía en andaluz; trabajo publicado antes—1880—en la Ilustración Gallega y Asturiana y reimpreso posteriormente—1907—con la adición de La danza prima y en 1934.)
V.—Glorias de Asturias. (Gijón, 1891; poesía en bable con motivo de la inauguración del monumento a Jovellanos en esa villa.)
VI.—El protomártir asturiano Fr. Melchor García Sampedro. (Oviedo, 1895; poesía póstuma.)
VII.—Poesías asturianas. (Oviedo, 1895; colección de sus composiciones en bable, publicada después de su muerte con prólogo de don Alejandro Pidal y Mon.)
Referencias biográficas:
Acevedo y Huelves (B.).—Teodoro Cuesta, (En el tomo I de la obra Asturias, editada por los señores Bellmunt y Canella y Secades, Gijón, 1894.)
Anónimo.—Un panegírico. En el diario El Carbayón, 1 de febrero de 1896.)
Anónimo. — Poetas regionales: Teodoro Cuesta, (En la revista Norte, Madrid, febrero de 1930.)
Balbín de Unquera (Antonio).— Biografía. Teodoro Cuesta. (En Asturias, órgano del Centro de Asturianos, Madrid, 1 de mayo de 1895.)
Bellmunt (O.) y Canella (F.) —.A nuestros colaboradores. (En el tomo I de la obra Asturias, Gijón, 1894.) |
Clarín.—Una semblanza. (En la llustración Cantábrica, Madrid, 1882, número 6.)
Friera y Canal (Ataúlfo).—Teodoro Cuesta en Gijón. (En el tomo 1 de la obra Asturias, dirigida por Bellmunt y Canella y Secades, Gijón, 1894.)
Pidal y Mon (Alejandro).—Prólogo a Poesías asturianas, de Teodoro Cuesta, (Oviedo, 1895.)
Pulido (Angel). —Teodoro Cuesta. (En el diario El Liberal, Madrid, febrero de 1895, y reproducido en Asturias, órgano del Centro de Asturianos, Madrid, mayo del mismo año.)
Varios.—Semblanzas y poesías. (En el Boletín del Centro de Asturianos, número especial, Madrid, 16 de mayo de 1885.)
Varios.—Apéndice a Poesías asturianas, de Teodoro Cuesta. (Oviedo, 1895; trabajos recogidos en un número especial de El Carbayón.)