Pintor que floreció en Asturias a mediados del siglo XIX. No obstante lo próximo a nosotros en el tiempo, apenas hay noticias de su naturaleza y de su vida como hombre. El apellido nos lleva a desconfiar de que fuese asturiano y hasta puede invitar a la suposición de que se trate de un seudónimo tomado del pintor italiano del siglo xv de ese nombre y apellido.

Lo cierto es que toda la obra artística de que hay noticia de haber sido ejecutada por este pintor fue en Asturias, a excepción de lo más antiguo: la ornamentación y decoraciones de un teatro en Guadalajara en 1842.

En Asturias, parece que tuvo por residencia habitual Oviedo. Ossorio y Bernard da cuenta de algunas obras importantes ejecutadas en esta ciudad. Entre ellas, una de la que sólo queda el recuerdo, a causa de las llamas que devoraron la Universidad cuando la revolución de octubre de 1934; el techo del Paraninfo, “en el que se ven, entre otras alegorías, tres grandes medallones representando las Facultades de Teología, Jurisprudencia y Filosofía”. En 1868 decoró el teatro, ya desaparecido también bajo la piqueta del progreso urbano, con cuyas Obras alcanzó muchas estimaciones y alabanzas. El año anterior pintó “una Vista de Oviedo y otra de Aranjuez para el diorama propiedad del señor Barbajelota”.

También es obra suya (1866) el monumento de Semana Santa en la parroquia de Laviana.

“Últimamente—dice Ossorio y   Bernard—ha inventado una pasta consistente y dura, con la cual pueden construirse retablos, imágenes y toda clase de adornos para templos, llevando esta clase de obras la ventaja de una mitad más barata que la madera, yeso u otro material.”