ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

DIAZ JARDON (Secundino).

Poeta y también prosista formado intelectualmente en Cuba, donde reside desde la adolescencia y donde goza de merecido renombre. Nacido en Prelo (Boal) el 26 de septiembre de 1900 en hogar campesino acomodado, hijo de don Policarpo Díaz Pérez y doña Concepción Jardón Fernández.

De cómo se incubó su carácter y puso los cimientos a su ilustración, nos ha dicho él mismo: “Sólo concurrí a la escuela primaria de mi pueblo. Al revés de los grandes genios que en el mundo han sido, fuí un excelente alumno; la escuela para mí era una delicia y una liberación, porque, no concurrir a ella, significaba rudo trabajar en el campo, cosa que nunca me agradó, aunque amo el campo de todo corazón. Siempre fuí el discípulo más adelantado de mi sección y lo llegué a ser de la escuela. Mi padre, que es aficionado a leer, tenía bastantes libros, de los que yo me servía a hurtadillas, y en ellos aprendí muchas cosas, ya desde niño, fuera del colegio. Mi carácter fué siempre tímido y apocado. Casi podría decir que no fuí un niño como suelen ser la generalidad: alegres, inquietos, etc. Fuí más bien triste, poco expansivo, soñador; pero, en cambio, con una intensísima vida interior. Mientras los otros niños jugaban, yo me arrinconaba a leer, si tenía qué, o a imaginar. Recuerdo que iba al monte a llevar y traer el ganado con Las ruinas de Palmira en el bolsillo. Era muy amante de oír cuentos e historias fantásticas, aunque me infundían un miedo atroz. Afortunadamente, tenía el juglar en casa, que era mi abuelo, famoso en la comarca por sus cuentos. Debo decir también que fuí excesivamente enamorado desde pequeñuelo: me enamoraba de las muchachas y hasta de las mujeres siendo yo un rapaz de ocho a doce años, y me enamoraba ciertamente hasta sufrir, aunque, desde luego, jamás lo exteriorizaba. Estaba en mi papel: me enamoraba en poeta, y en la clase de poeta que yo soy—si es que lo soy—, es decir, que toda mi personalidad radica en lo íntimo del alma. Por eso todo lo exterior que pude haber hecho y pueda hacer no será más que una pobre caricatura, que nunca habrá de satisfacerme. Vocación literaria la tuve siempre. Desde muy pequeño gustaba de cambiar las palabras a las canciones que aprendía por otras que yo imaginaba. Las primeras poesías que leí fueron el Manojo de picardias por Quevedo y otros clásicos y las Leyendas de Zorrilla. Tendría diez años entonces. El efecto que esos librs produjeron en mi espíritu fué tal, que era toda mi ilusión llegar a hacer yo algo semejante y no a emborronar papel y a buscar consonantes… en medio, como a de suponerse, de un ambiente lo menos favorable que imaginarse pueda.”

Apenas había cumplido Díaz Jardón los catorce años cuando se dejó llevar por la romántica ilusión de emigrar a América, y marchó a Cuba en noviembre de 1914. Los sueños del poeta en cierne se estrellaron allí pronto con la dura realidad: el trabajo y la sujeción como dependiente de comestibles, de una bodega, como allí se dice, en lo que pasó los tres años primeros. Sus sueños e inquietudes intelectuales no se malograron por eso; antes al contrario, el afán de saber se le mostró creciente, y desde entonces y a través de la lucha por el sustento cotidiano, se dedicó a proporcionarse la más amplia ilustración posible, “sin el consejo, ni el apoyo, ni siquiera el parabién de nadie”. Así fué como pudo liberarse del trabajo de la bodega y colocarse en una oficina comercial, destino que desempeñó algunos años. Más tarde trabajó de agente vendedor de víveres, ocupación a la que se sigue dedicando en la actualidad (1935). Esta ocupación  ha permitido conquistarse una vida independiente y crear un hogar. Casado en abril de 1924 con la señorita cubana, hija de españoles, doña Josefina Martínez. Su residencia en la Habana sólo estuvo interrumpida por un viaje de placer a España en 1927.

La nativa vocación a las letras, alimentada con: la lectura y el estudio permanentes, le ha permitido el desarrollo autodidáctico de su personalidad intelectual, rodeada de estimaciones y como un adorno de su vida de trabajo en ocupaciones que podrían parecer reñidas con las literarias. Aunque ha cultivado la prosa, todas sus preferencias como instrumento interpretativo las ha tenido el verso. Ha sido como poeta como ha conquistado aplausos y nombradía; un poeta de estilo viril y robusto, con visión pesimista de la vida que le ha inspirado algunas composiciones verdaderamente desgarradoras. José María Uncal, otro poeta asturiano formado en Cuba, nos ha dicho refiriéndose a Díaz Jardón: “Hemos sido amigos durante algunos años. Incluso hemos escrito en colaboración una comedia dramática de asunto asturiano, titulada El dolor de las campanas, cuyo original aún duerme el sueño de los siglos en el fondo de una de mis maletas. Jardón es un poeta fácil, pero influído por extravagantes tormentos tenebrosos. Sus libros son como visiones dantescas, donde la sangre, el hambre y el dolor cabalgan sobre cada verso.” También con la colaboración de Uncal y otros escritores nuevos por entonces (1922) fundó y dirigió Díaz Jardón en la Habana la revista mensual literaria Juvencia, que sólo alcanzó de vida seis números.

En esa época ya Díaz Jardón había conquistado renombre. Había empezado a colaborar como poeta algunos años antes en los semanarios El Faro Asturiano y Voz Astur y era autor de los dos libros de poesías reseñados más abajo, el último de los cuales fué recibido con aplauso por los más autorizados críticos. Y por entonces se extendían sus colaboraciones a diversas revistas, como Civilización, España Nueva, Atenea, Progreso de Asturias y al Diario de la Marina. Posteriormente, durante su estancia en Asturias, colaboró con asiduidad en el quincenario Vida Boalense, lo que permitió a sus paisanos conocer al poeta con: mayor cantidad de elementos de juicio. De nuevo en la Habana, continuó sus colaboraciones poéticas en el Progreso de Asturias, y ha escrito para los diarios Excélsior y El País pequeños poemas en prosa. Actualmente (1935) tiene a su cargo la página literaria de la revista Renovación, órgano del Centro de Vendedores, en la que publica sus producciones muy frecuentemente.

 

Obras publicadas en volumen: 

I.—Lágrimas del alma. (Habana, 1918; colección de poesías.) 

II.—Gotas de sangre. (Habana, 1921; ídem íd.)