Escritor contemporáneo, fallecido. Hermano de los dos reseñados anteriormente. Nacido en Cartavio (Coaña) el día 1 de septiembre de 1862.
Después de cursados los estudios elementales en la escuela de la Parroquia de nacimiento, se dejó llevar por la corriente emigratoria, ya caudalosa, de jóvenes asturianos hacia América, y marchó a Cuba, donde su padre se encontraba accidentalmente, circunstancia que pesó mucho sobre la determinación. No había cumplido los catorce años cuando llegó a la Habana, ciudad en la que se dedicó al comercio en el ramo de tejidos y novedades. En la misma casa donde trabajó de dependiente consiguió pocos años después formar parte de la razón social y ser, por último, dueño único. Dotado de clara inteligencia y gran amor al estudio, las horas de descanso que le permitían las dedicaciones comerciales las invertía en Su mayor parte en acopiar la cultura de que no había llegado pros Visto a Cuba, especialmente sobre materias históricas y literarias. Consecuencia de sus lecturas y estudios fué el despertar de la vocación literaria y colaboró con éxito en algunos periódicos habaneros. El escritor acabó por desplazar al comerciante, dedicándose casi exclusivamente al periodismo.
Su gran ideal era fundar y dirigir un periódico, y después de algunos poco afortunados intentos comenzó a publicar un semanario con el título de El Asimilista, inspirado en un encendido amor patrio, en el que sostuvo numerosas y empeñadas polémicas de carácter político que le valieron procesamientos y arbitrarias detenciones. Esto le creó un ambiente enojoso, y no encontró mejor procedimiento para librarse de tales desazones que traspasar el comercio, con el que continuaba, y trasladarse a la isla de Santo Domingo, cosa que llevó a cabo en 1892.
En la capital de la República Dominicana estableció unos talleres de imprenta y litografía y fundó bajo su dirección el periódico El Heraldo Español, que llegó a ser el más importante de la isla. Durante la guerra de Independencia sostenida por los cubanos desde 1895 contra el dominio de España. Díaz Valdepares tuvo que sostener en El Heraldo Español duras campañas contra los demás periódicos dominicanos, simpatizadores de aquel movimiento y que no cesaban en sus ataques a España. En Santo Domingo residía el generalísimo del ejército cubano, Máximo Gómez, y se organizaban reclutamientos y expediciones filibusteras en favor de los insurrectos con la aquiescencia del Gobierno dominicano. Contra esto, la pluma de Díaz Valdepares vibraba en actitudes más que valientes, temerarias, y al final de la guerra de Cuba con el desplazamiento de la soberanía de España sobre esa isla, se encontró nuevamente en incómoda situación que le invitaba a un nuevo cambio de residencia.
Pero no fué necesario que se tomara esa iniciativa, porque el Gobierno de Santo Domingo se apresuró a invitarle a ello y entonces el batallador periodista se trasladó a Puerto Rico, en 1899, llevándose con él los talleres tipográficos de que era dueño. En San Juan de Puerto Rico instaló sus talleres y empezó a publicar nuevamente El Heraldo Español, que pronto alcanzó una gran importancia en la prensa borinqueña. En su imprenta publicó la obra reseñada más abajo y otras ajenas importantes, entre ellas los Códigos de Puerto Rico.
En 1905 traspasó la dirección de El Heraldo Español y la propiedad de los talleres de imprenta y litografía al también escritor asturiano Manuel Fernández Juncos, y llevó a cabo uno de sus más íntimos y viejos anhelos: el de un viaje a España, que se extendió a otros países europeos. Satisfecho este deseo regresó a América y se estableció en Caracas, capital de Venezuela, donde poco después, en enero de 1907, dejó de existir inesperadamente.
Obras publicadas en volumen:
I.—Historia y guía de Puerto Rico. (San Juan, Puerto Rico, 1901.)
