Célebre marino del siglo XVIII, que llegó a la categoría de teniente general de la Armada ya entrado el siglo XIX, y desempeñó los más elevados cargos en esa actividad de la vida nacional. Fué hombre, además de arrojado y de carrera esmaltada por numerosos éxitos de guerra, de gran pericia en su profesión y de amplia cultura general.
Nació Nicolás de Estrada en Villaviciosa el año 1749, descendiente de nobles familias asturianas. Su inclinación a la vida del mar le movió a ingresar en la Armada nacional y sentó plaza de guardia marina en Cádiz a los dieciséis años, el 23 de septiembre de 1765.
Hechos los estudios elementales, embarcó de prácticas al año siguiente en un navío de la escuadra de esa ciudad. Ascendido a alférez de fragata el 12 de octubre de 1767, continuó los viajes de prácticas Por aguas del Mediterráneo y Atlántico hasta Canarias. En 1769 hizo el primer crucero de este océano a bordo de la fragata Palas, con la Habana como término del viaje. Ascendido a alférez de navío en 1771, pasó al servicio de la escuadra mandada por el almirante don Andrés Reggio.
Pocos años después, rotas las hostilidades contra España por el Sultán de Marruecos Sidi Mahomed ben Abdalá, tomó parte en esta guerra con el jabeque Pilar en la escuadra mandada por don Pedro González Castejón. En aguas de Argel, en febrero de 1775, batió con eficacia al enemigo que tenía sitiado el Peñón, protegió el desembarco de las tropas mandadas por el general O’Reilly y el reembarque después del desastre sufrido por ellas.
Un año más tarde tomó parte en la expedición enviada contra los Portugueses al Río de la Plata con mando de la fragata Júpiter en la escuadra dirigida por el marqués de Casa Tilly. Cooperó entonces con las fuerzas transportadas bajo el mando del general Ceballos a la toma de la isla de Santa Catalina del Sacramento y en otros hechos de armas hasta la paz con Portugal, en todos los cuales dió palmarias muestras de perito marino.
También le acompañó el éxito en la persecución de corsarios ingleses con una escuadrilla compuesta por los jabeques Mallorquin, Garzota y Murciano, hasta que una tempestad acabó desarbolando su nave con inminente riesgo de naufragio, del que le salvaron su valor y su dominio del arte de navegar.
En esos encuentros con los corsarios ingleses, desde enero de 1780 hasta muy corrido el año siguiente, apresó los bergantines Sali-Raquel, Paly y Delfin. En mayo de 1781, con su jabeque Mallorquín y a las órdenes del capitán de navío don José Salazar, rindió en aguas del cabo de San Vicente a la fragata corsaria inglesa Emperador, dotada con treinta y seis cañones y 188 hombres, fragata que quedó incorporada a la Marina española con el nombre de Salazar.
Siempre al mando de su jabeque, participó en el bloqueo y toma, el 29 de agosto de 1781, de la plaza de Mahón y se distinguió sobre todo en el bloqueo y rendición del fuerte de San Felipe, que volvió al dominio de España el 4 de febrero de 1782. Continuó luego participando en la protección de tropas y prisioneros ingleses entre Mahón y la Península hasta agosto de ese año. Entonces se le destinó a prestar servicios en el sitio puesto por mar y tierra a la posesión inglesa de Gibraltar, con mando en la nave Tallapiedra, en la que se batió contra el enemigo denodadamente hasta que se hundió incendiada en el mar, en la noche del 13 de septiembre, hecho del que Estrada resultó herido, y por lo cual, como mérito de guerra, fué ascendido a capitán de navío el 21 de diciembre de ese mismo año.
Prosiguió con esa categoría en varios servicios afirmativos de su bien ganada reputación como marino bizarro y experto. En 1790 llevó a cabo un importante crucero por el Atlántico, con escalas en Tenerife, Puerto Rico, Habana, Veracruz, La Guaira y Cartagena de Indias, regresando a Cádiz.
Ascendido a brigadier en 1794, tuvo bajo su mando varios navíos de las escuadras dirigidas por los generales Córdoba y Mazarredo.
Con el navío Guerrero y a las órdenes de ese último general, defendió el puerto y la ciudad de Cádiz en 1797 del bloqueo y ataque de los ingleses.
El 9 de julio de 1803 se le nombró comandante principal de los tercios navales del Poniente, puesto en el que conquistó nuevos prestigios por su saber y su conducta intachable. Comandante general del arsenal de Cartagena desde el 27 de diciembre de 1807, tuvo lugar bajo su mando la insurrección popular que costó la vida al general Borja, y cuyo hecho criminoso encontró en Estrada sentimientos y energía que lograron sofocar la intentona y restablecer la calma.
Ascendido a teniente general el 7 de julio de 1809, continuó al frente del arsenal en comisión hasta el 21 de ese mismo mes del año siguiente, en que fué nombrado vocal de la Junta de Asistencia de ese Departamento naval. En 1812 la Regencia le nombró comandante general del departamento, cargo al que renunció poco después falto de los medios y la asistencia para remediar los males de orden moral y material, por lo que se arruinaba el poder y el prestigio de la marina de guerra. Entonces, con fecha de 22 de octubre de ese mismo año, se le nombró ministro del Tribunal especial de Guerra y Marina, cargo del que tomó posesión en Cádiz en noviembre del año siguiente. En 1814 pasó a Madrid con el Gobierno. Al crearse el Consejo Supremo del Almirantazgo se le nombró ministro, y al suprimirse este organismo, a fines de 1818, se le nombró ministro del Consejo Supremo de Guerra, en la Sala de Marina, y, al mismo tiempo, director general interino de la Armada, que desempeñó hasta el restablecimiento del régimen constitucional en 1820. Entonces se restituyó al desempeño de su puesto de consejero, que desempeñó hasta 1823. Como tal, acompañó al Gobierno y las Cortes en su huída a Sevilla y Cádiz cuando la segunda invasión francesa. Al pasar de Sevilla a Cádiz por vía fluvial, fué objeto de robo y atropello, víctima del desorden imperante. Durante el sitio de Cádiz mostró una vez más la bizarría y el ánimo sereno que tan acreditados tenía, no obstante sus setenta y cuatro años de edad.
Restablecida de nuevo la reacción por Fernando VII, quedó injustamente depuesto de su cargo de consejero de Guerra y Marina. Entonces elevó al rey una exposición acerca de la injustificada conducta observada con él, sin que lograra ser atendido ni siquiera con una contestación negativa, cosa que se estima obró para su pundonor Como un revulsivo que precipitó el final de su existencia. Dejó de vivir en Cádiz el 18 de marzo de 1825.
Aunque se supone que ha desarrollado otras actividades como escritor, sólo se tiene noticia cierta de esa aludida Exposición.
Al instituirse la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, se le concedió una de las primeras Grandes Cruces.