ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

ESTRADA Y VILLAVERDE (Guillermo).

Sabio catedrático de la Universidad de Oviedo, que juntó a su gran saber, especialmente en materias de Derecho con autoridad reconocida nacionalmente, espléndida cultura general al servicio de una pluma diestra y elegante y de una palabra fácil, galana y elocuente. A no menos altura estuvo siempre su conducta, de probidad intachable y rectitud inflexible. Militó políticamente en el campo carlista, o sea de los partidarios del pretendiente al trono don Carlos de Borbón y, no obstante la entereza con que mantuvo sus ideales, no tuvo enemigos en los otros sectores de la vida pública.

En el epílogo del tomo 1 de la Obra Asturias, dirigida por Octavio Bellmunt y Fermín Canella, escriben estos autores: “Hombre sapientísimo, escritor castizo y orador de singulares dotes… conspicuo político, varón virtuoso, en extremo modesto y humilde, fué el señor   Estrada, que en la cátedra y en el Parlamento, en las Academias y en la Prensa, en la comunión católicomonárquica y en los áulicos consejos de don Carlos de Borbón y de su primera esposa, en el foro y en los cargos oficiales dejó estela imborrable, general respeto, admiración unánime.”

Reiteración de esas ponderaciones, por parte de Canella, es el recuerdo que le dedica en Historia de la Universidad de Oviedo con estas palabras: “Notorio por su sabiduría en la cátedra, en la tribuna y en la prensa, varón destinado a preeminentes cargos y lucimiento, si su modestia no lo hubiese estorbado. Profesábamosle filial cariño los compañeros, muchos, antiguos discípulos, y cuando su pérdida sentidísima, se tomaron amorosos acuerdos en honra merecida de sus despojos y llegando también al Parlamento y al Trono en favor de su familia.”

Nació Estrada y Villaverde en Oviedo el 23 de mayo de 1834, hijo del también catedrático de la Universidad incluído en este Indice, don Francisco de Borja Estrada y doña Florentina Villaverde y Peón.

Con singular brillantez desde las primeras letras, cursó todos sus estudios. Los de segunda enseñanza, en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Oviedo, desde 1842 hasta 1847, en que obtuvo el grado de bachiller. Los universitarios, seguidamente, en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Valladolid, en la que se graduó de licenciado el 4 de junio de 1854. Hizo después el doctorado.

Desde antes de concluídos los estudios universitarios ya comenzó a brillar en la ciudad natal por su saber e inteligencia entre la juventud intelectual fundadora de periódicos, en un memorable resurgimiento de las letras en Asturias.

Probablemente sus primeros escritos aparecieron en el Álbum de la Juventud (1853). Posteriormente colaboró en El Nalón (1854), El Correo de Oviedo (1855), El Faro Asturiano, desde su fundación en 1856, por espacio de algunos años; Revista de Asturias en su primera época (1858), el Boletín Eclesiástico (1859) y acaso otras publicaciones. Ha solido emplear por entonces y posteriormente el seudónimo de Fulano de Tal. También por esa época hizo sus ensayos del gran orador y conferenciante que habría de ser años después, y en este sentido figuró como uno de los más brillantes miembros de la Academia Científica y Literaria, fundada en Oviedo en 1855, recordada frecuentemente con el nombre de Ateneo, y en la que desempeñó el puesto de secretario. Esas actividades intelectuales le fueron caracterizando y dando personalidad de hombre de pensamiento bien nutrido de doctrina e historia con orientaciones tradicionalistas.

No había hecho Estrada Villaverde profesión ni de la pluma ni de la palabra, que sólo utilizaba como a manera de ornamentación de su personalidad. Sus ocupaciones estaban en el foro, donde lucía como hombre hábil en la interpretación y el manejo de las leyes. Pero su vocación más íntima, ya tradicional en la familia, le inclinaba a la enseñanza y, más concretamente, a la obtención en propiedad de una cátedra en la Universidad Ovetense, amada por él, para lo cual no dejaba de prepararse con el estudio perseverante en las diferentes ramas del Derecho. En 1860 se presentó a oposiciones de catedráticos universitarios y, contendiente con don Eugenio Montero Ríos, alcanzó el primer lugar y obtuvo la cátedra de Disciplina eclesiástica en Oviedo. Como dice Clarín, esas oposiciones a cátedras ganadas contra Montero Ríos y con la admiración de todos por su saber, le perdió para la posteridad, porque de continuar en Madrid y no de catedrático en Oviedo, habría alcanzado brillo nacional, no obstante su inapetencia de medro y lucimiento.

Con el ejercicio de catedrático, al que dedicó siempre lo mejor de su espíritu, alternó el de algunos cargos, como los de secretario del Colegio de Abogados, magistrado suplente de la Audiencia, miembro de las Juntas de Instrucción y Beneficencia y otros. Entretanto, el escritor y el orador continuaban abrillantando su personalidad, famosa ya más allá de las fronteras regionales. Fueron numerosas sus conferencias sobre los más variados temas en diferentes instituciones ovetenses y copiosas sus colaboraciones en la prensa local. Cada vez más inclinado a la defensa del programa político del partido carlista, fundó y dirigió el periódico La Unión (1868), en el que sostuvo valientemente su credo a riesgo de algunos contratiempos, consistente uno de ellos en ser huésped de la cárcel por una temporada. Un año después, ya triunfante la revolución de septiembre que culminó en el derrocamiento de Isabel II, afirmó esos ideales Con el folleto El Carlismo es una esperanza (número V).

A las Cortes Constituyentes de ese mismo año (1869) fué electo diputado por la circunscripción de Oviedo, de las dos en que se dividió entonces electoralmente Asturias—la otra era la de Avilés—, y ostentó esa representación parlamentaria como carlista hasta el año 1871. En las Cortes que duraron desde ese año al siguiente, representó al distrito de Llanes. Fué en el Congreso de los Diputados, no solamente el de mayor respeto entre los tradicionalistas, sino uno de los que lucieron más como oradores,

Por haberse negado a jurar la nueva Constitución, fué depuesto de su cátedra, y entonces, en situación de perseguido, se pasó al campo carlista, ya desatada la guerra civil. A este respecto escribe Balbín de Unquera: “La revolución, que había nacido conculcando los juramentos, pensó en exigirlos, y conciencias como la de Estrada no podían jurar lo que no creían, lo que no querían, lo que no estaban dispuestos a cumplir. Salió de su Patria sin comodidades, sin recursos en ella adquiridos; siguió los pasos de una corte errante y más que corte, campamento; y vimosle honrado y apreciado en ella, sobre todo por la bondadosa doña Margarita, esposa de don Carlos, que tanto supo apreciar el mérito del profesor ovetense”. 

Al lado de don Carlos de Borbón, Estrada y Villaverde le sirvió como secretario y como preceptor a su hijo don Jaime. El pretendiente a trono recompensó sus merecimientos con el título de conde de Covadonga. No obstante esta protección de don Carlos, Estrada pasó unos años de amarguras y privaciones como consecuencia de su integridad de pensamiento y de conducta.

Algunos años después de vencida la insurrección carlista y de restaurada la Monarquía con Alfonso XIl, se le repuso en su cátedra por Real orden de 1882, limitándose a esto solamente la reparación, pues no se le abonaron los sueldos que había dejado de percibir.

Vuelto a la cátedra, que con razón podríamos llamar paterna dice el citado Balbín de Unquera—”fué el hombre de siempre, el sabio estudioso y modesto que consagraba sus vigilias a lo que no podía extinguirse por derrotas, ni por transacciones, ni por convenios: a la religión y a la de de sus padres.”

Durante esta nueva y última etapa de su incorporación al Claustro universitario ovetense, tuvo a su cargo las cátedras de Derecho Civil, Hacienda, Derecho internacional y, últimamente, Historia de Derecho. Además, de 1884 al 86, desempeñó interinamente los cargos de decano de la Facultad de Derecho y vicerrector. También ejerció de profesor en la Escuela de Artes y Oficios.

Firme en la consecución de sus ideales, procuró sostenerlos y  difundirlos, como había hecho antes y acaso con mayor ahínco, con la palabra y con la pluma. Los mantuvo como escritor desde algunos periódicos locales, entre ellos El Carbayón, y hasta fundó (1893) y dirigió uno con el título de Las Libertades. Del orador casi podría decirse que no tuvo reposo. Figuró entre los más entusiastas fundadores de las Conferencias de San Vicente de Paúl y, además, su voz elocuente y cargada de doctrina se dejó oír con aplauso repetidas veces en las principales instituciones ovetenses, tales como la Academia de Jurisprudencia, Juventud Católica, Escuela de Artes y Oficios, Círculo Católico Obrero y otras.

En el casino dió varios cursillos de conferencias por los años 1888 y 89 sobre problemas de política internacional, cuestiones de Irlanda, Oriente y África, que fueron muy elogiadas, con el sentimiento de que no se hayan impreso.

A esas y otras instituciones prestó su inteligente concurso como elemento directivo. Entre las no citadas figuran la Sociedad Económica de Amigos del País y la Comisión provincial de Monumentos, a la que le dió ingreso su calidad de académico correspondiente de la Academia de la Historia y en la que desempeñó el cargo de presidente efectivo (nominal lo era el gobernador civil) desde 1889 hasta su fallecimiento.

En pleno vigor físico e intelectual todavía, a los sesenta años de edad, llegó la muerte a sorprenderle, cuando preparaba su obra más fundamental, una Historia del siglo XIX, según Canella y Secades. Dejó de existir el 27 de diciembre de 1894, y no en 1895 como se anota en la Enciclopedia Espasa.

 

Obras publicadas en volumen:

I.—Importancia del Derecho canónico. (Oviedo, 1860; conferencia.)

I (bis) – Discurso leído el 27 de enero de 1861 en la Universidad de Oviedo. (Oviedo, 1861; folleto en 4º; contestación de Manuel Rosón Lorenzana)

II.—Servicios prestados a la ciencia por la Iglesia. (Oviedo, 1862; discurso de apertura del curso universitario 1862-63.)

III.—Pedagogía. (Oviedo, -5 discurso.)

IV.—La novela. (Oviedo, -5 discurso.)

V.—El carlismo es una esperanza. (Oviedo, 1869; discurso.)

VI.—Significación cristiana y moral de la instrucción obrera. (Oviedo, 1892; discurso en la sesión de entrega de premios en la Escuela de Artes y Oficios.) 

 

Referencias biográficas:

Alas (Leopoldo). Clarin.—Don Guillermo Estrada. (En El Carbayón, Oviedo, 3 de enero de 1895.)

Anónimo.—Una necrología. (En El Carbayón, Oviedo, 28 de diciembre de 1894.)

Balbín de Unquera( Antonio).—Biografía: Dr. D. Guillermo Estrada y Villaverde. (En Asturias, Órgano del Centro de Asturianos, Madrid, marzo de 1895.)

Bellmunt (O.) y Canella (F.).—A nuestros colaboradores. (En el tomo 1 de Asturias, Gijón, 1894.)