ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

FERNANDEZ (Baldomero).

Músico, pintor y escritor contemporáneo, víctima inocente a consecuencia de las vicisitudes padecidas cuando la revolución asturiana de octubre de 1934. Espíritu saturado de inquietudes y apetencias artísticas, fué Baldomero Fernández maestro en las tres manifestaciones indicadas, y habría escalado altas cimas de la fama a no acompañarle una modestia excesiva y un tan acendrado amor al terruño, que le retuvo con merma de gloria y posición social, si bien para los asturianos quedó esto compensado con la emoción asturianísima que palpita en toda su obra.

“Baldomero Fernández — dice Silvio Itálico (Benito Álvarez Buylla y Lozana) —puede afirmarse que era uno de los ejemplos típicos de flor espontánea, nacida al amor de la naturaleza neblinosa de Asturias, Todo él, íntegramente asturianos su dejadez, su desprecio a los hombres, su humorismo en el trato social, su genialidad sorprendente, su difícil facilidad para todas las manifestaciones del arte y de las letras, sus tránsitos instantáneos del entusiasmo al pesimismo y de éste a la alegría o a la desesperación, sin apurar—¡claro está!—los términos extremos, su timidez, su versatilidad, su disposición, su poligrafía… Todo ello grababa sobre su personalidad un sello inconfundible del homo astur.

Pudo haber sido el músico asturiano. Pero fué pobre y tuvo que ganarse el pan cotidiano saciando la codicia de los empresarios de teatros y cines, que exigían demasiado ruido por muy poco dinero. Y necesitó también, para malvivir, adular a la bambolla burguesa, desasnando muchachos a quienes Sus progenitores daban por futuros astros del piano. Y entre aquella tarea destructora y esta ingrata labor docente se fué diluyendo el optimismo del, quizás, más inspirado y fácil de nuestros compositores.” Nació Baldomero Fernández en Oviedo el 26 de febrero de 1871, hijo de don Baldomero, inspector de policía, y doña Evarista Casielles. Desde muy niño se reveló en él una gran vocación artística con inclinaciones preferentes a la música, y estudió solfeo con el entonces subdirector de la Banda de Santa Cecilia, de Oviedo, don Antonio Iglesias. Simultáneamente, aprendió dibujo con el abuelo, don Juan Casielles, que era profesor de la Escuela de Bellas Artes. A los once años comenzó a estudiar piano con el también notable músico asturiano don Víctor Sáenz, que fué su único maestro. “Ya desde muy joven—se escribe en una necrología anónima de El Carbayón para Baldomero no tenía secretos el piano, y Supo muy pronto, por efectos complementarios de vocación verdadera y disposición excepcional, servidas por gran amor al estudio, mucho más de lo que le había enseñado el maestro, aunque éste, el inolvidable don Victor Sáenz y Canel, fué también pianista de los de valer extraordinario.” Andaba por los catorce años cuando se dió a conocer públicamente como pianista, con motivo de una fiesta benéfica celebrada en el desaparecido Teatro del Fontán, y desde entonces le acompañó siempre el aplauso como concertista. Dos años después se inició como compositor con una tanda de valses bajo el título de Lola, que publicó algo más tarde. Con esto aunque todavía en los umbrales de la primera juventud, quedó consagrado como músico. En sus aspiraciones y en los estímulos de familiares y amigos alentaba la idea de que pasara al extranjero a completar sus estudios, cuando el fallecimiento del padre truncó tal ilusión, atándole al hogar donde vivía con la madre y cinco hermanas, a las que se vió obligado a sostener con su esfuerzo. Desde entonces Baldomero Fernández necesitó recurrir a su arte con el apremio del diario sustento y comenzó a tocar el piano, solo 0 con alguna pequeña orquesta, en cafés, teatros y cinematógrafos ovetenses y a dar lecciones particulares de solfeo y piano. Sus comienzos de ejecutante tuvieron lugar en el Café Colón.

Habituado ya a esa cotidiana tarea, perdió toda incipiente ambición de conquistar renombre en medios sociales más amplios y propicios, y rechazó siempre proposiciones que tuvo más adelante para actuar como concertista en las grandes ciudades españolas y algunas extranjeras, Habana, Nueva York y Londres, entre ellas. Si alguna vez dejó la ciudad natal, desmintiendo “su propia frase de que Oviedo y él estaban pegados, fué por breve tiempo y siempre obligado por la defensa del sustento, acompañando a otros concertistas y a cantantes. Pero Oviedo fué siempre el escenario principal y casi único de sus actividades, muy particularmente después que contrajo matrimonio el 11 de febrero de 1899 con doña Aurora Gutiérrez Martínez.

Además del piano, llegó a dominar con maestría el violonchelo, instrumento con el que tocó en zarzuelas, misas y novenas. Pero fué como pianista en lo que rayó a la altura de los grandes ejecutantes.

Merece en este sentido especialísimo recuerdo su actuación en el café Pasaje, en 1908, con una larga serie de conciertos a dos pianos, acompañado del también gran concertista don Saturnino del Fresno, de esta forma dieron a conocer al público inteligente de Oviedo numerosas obras clásicas, lo que despertó en la ciudad un ambiente tan favorable a la buena Música, que dió ocasión a que se promoviera la organización de la Sociedad Filarmónica.

El ejecutante estaba acompañado de un admirable Compositor, y a su inspiración se deben numerosas Obras Pianísticas, orquestales y Corales, las más de ellas de profundo sabor asturiano. “Inspirándose en melodías, trovas y cantares asturianos—dice el citado autor anónimo—, compuso obras de sello y estilo inconfundibles e inspiración exquisita, para piano, orfeón y gran orquesta, siendo éstas interpretadas muchas veces por importantes agrupaciones musicales, entre ellas la Orquesta Sinfónica del gran maestro Arbós. Toda la música asturiana de Baldomero Fernández es de pura cepa, como suele decirse, sin mezcla de tonadas Y aires de otras regiones que, por cierta semejanza melódica con nuestra música, pueden infiltrarse en ella.” Las más de esas obras han quedado manuscritas. Entre las impresas merece especial mención el álbum Cuarenta cantos asturianos de inspiración popular y armonizados para piano, “con una tan impecable y magistral factura —dice Suvio Italico—, que se agotó la edición apenas salida”. Entre sus obras originales, algunas alcanzaron galardones en públicos concursos, como las dos andas de valses que envió al celebrado por el Heraldo de Madrid en 1903 y la canción para coro mixto ¡Aramo, bellísimo Aramo!, clasificada con primer premio en el certamen de la Asociación Coral Mierense en 1927. En cuanto a las canciones asturianas por él arregladas son muchas las popularizadas en España y América, impresas en discos de gramófono.

Desbordado de su espíritu el amor a toda manifestación artística, continuó a lo largo de su vida cultivando el dibujo y la pintura en sus ratos de ocio, como retratista y paisajista, con aciertos que le valieron sinceros elogios.

Concurrió a las exposiciones regionales celebradas en Oviedo los años 1916, 1918 y 1921, y a la de Artistas asturianos organizada en Madrid por el Heraldo de Madrid en 1926, asistiéndole en todas el aplauso de la crítica. Ha dejado numerosos retratos, un autorretrato y paisajes de los aledaños de Oviedo y de Luanco y Tiñana, lugares donde solía pasar temporadas veraniegas. También, aunque con menos fecundidad, cultivó las letras. En este ejercicio derramaba el humorismo de que estaba saturado su espíritu, como en el celebradísimo monólogo en prosa bable Un día en Uvieu (número II), Popularísimo en Asturias y en las colonias asturianas de América, representado numerosas veces y dos reimpreso.

Durante los tres últimos lustros de su vida gozó de muy sólida fama como concertista de piano, a la que contribuyeron numerosas y brillantes actuaciones, de las que merecen especial recuerdo las siguientes: En la Sociedad Filarmónica ovetense, en 1919, como acompañante en la interpretación de sus Canciones asturianas de la cantante polaca Aga Lahowska; un concierto compartido con el violinista Jesús Fernández Lorenzo, en setiembre de 1922, en el teatro Dindurra, de Gijón; un recital de piano en el Ateneo Obrero de la misma villa el 25 de octubre de 1924; conciertos asociado a la Soprano dramática señorita Aurora Población, organiza Sociedades Filarmónicas de Gijón y Avilés, celebrados, respectivamente, el 30 de noviembre de 1926 y el 7 de febrero del año siguiente, encontrándose de paso en Madrid, en el invierno de 1931, el Centro Asturiano organizó un concierto, en el que prestaron concurso a Baldomero Fernández cinco profesores de las Orquestas Sinfónica y Filarmónica, y que tuvo lugar con excelente éxito el día 4 de marzo. en julio de 1934 tocó en el Café Niza, de Oviedo, con el violinista Celso Díaz, y después con este mismo artista en el Café Setién, de Gijón, durante los meses de agosto y setiembre.

El día 1 de octubre regresó a Oviedo; cuatro después, estallaba la revolución socialista que asoló a esta ciudad y la cuenca minera asturiana por espacio de dos semanas. Baldomero Fernández se vió precisado a huir de su casa, situada en el barrio de Santullano, uno de los más duramente castigados por los mineros insurrectos. Los sufrimientos morales derivados de esto y la escasa y mala alimentación a que hubo de estar sujeto varios días fueron causa de que el organismo de Baldomero Fernández, ya muy debilitado por un crónico padecimiento del estómago, quedara resentido de tal gravedad, que dejaba de vivir poco después, 12 de diciembre de ese mismo año (1934).

Poco más de un año antes de su fallecimiento, disfrutó Baldomero Fernández del único destino que ha desempeñado en su vida: el de profesor de música de las escuelas municipales, por designación del Ayuntamiento ovetense en noviembre de 1933.

 

Obras publicadas en volumen: 

I.—Lelola. (Tanda de valses compuesta en 1887.)

II.—Un día en Uvieo. (Oviedo, 1912; monólogo en prosa bable, reeditado dos veces, la última en 1920.)

III.—Cuarenta cantos asturianos. (Madrid, 1914; canciones populares armonizadas para piano.) 

IV.—Minuet. (Composición para Piano publicada con el seudónimo de Odom Laber, anagrama del nombre.)

 

Obras inéditas (todas ellas interpretadas en público):

—Tandas de valses. (Dos colecciones presentadas al concurso celebrado en 1903 por el diario Heraldo de Madrid y premiada con Diploma de Mención Extraordinaria.)

—Cuarteto en re. (Para dos violines, viola y violoncelo.)

—Suite-Trio. (Para piano, violín y violoncelo.)

—Cinco valses. (Para dos pianos.)

—Primera Misa a tres voces, con acompañamiento de orquesta.

—Album. (Para violoncelo y piano.)

—Vals romántico. (Para piano.)

—Alegrías. (Escrito expresamente para La Argentinita en 1914.)

—Guateque. (Capricho cubano compuesto en 1918.)

—Zingara. (Danza.)

—Como foi…? (Melodía para canto, violoncelo y piano, con letra de Curros Enríquez.)

—Sapatos. (Foxtrot.)

—De la tierrina. (Capricho asturiano.)

——Danza asturiana. (Para orquesta.)

—De mi tierra. (Capricho rapsódico a cuatro voces.)

—Alborada. (Para quinteto de arco y piano.)

—Danza vaqueira, (Para piano.)

—Impresiones asturianas. (Para piano.)

—¡Aramo, bellisimo Aramo! (Para coro mixto, galardonado con primer premio en el concurso de 1927 de la Asociación Coral Mierense.) 

—Rapsodia asturiana, (Para piano.)

—Sonata: Primer tiempo. (Para violín y piano, dedicada a don Antonio Bordas, director del Conservatorio Nacional.)

—Poema de un niño: Páginas íntimas. (Escrito para piano y orquestado años después; compuesto a la memoria de un hijo muerto a los cuatro años de edad.)

—Canciones asturianas armonizadas para coro. (Cantadas por numerosas agrupaciones corales de España.)

—Piezas bailables: Habaneras, valses, tangos.

—Piezas cantables: Canciones, romanzas, couplets.

 

Referencias biográficas:

Anónimo. — Baldomero Fernández Casielles. (En El Carbayón, Oviedo 10 de diciembre de 1934.)

Itálico (Silvio). — Baldomero Fernández. (En el Correo de Asturias, Buenos Aires, 13 de julio de 1935.)