ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

FERNANDEZ CUEVAS (P. José).

Sabio aunque malogrado jesuíta que floreció como filósofo e historiador a mediados del siglo XIX con crédito y prestigio entre la gente docta. Unió a esto una incansable actividad en la práctica de sus acendradas virtudes.

Nació el P. Fernández Cuevas en modestísimo hogar de un arrabal de Oviedo el 24 de abril de 1816, hijo de don Santiago de esos apellidos y doña María Alonso de Nora, según los datos que anota Fuertes Acevedo en su Bosquejo acerca del estado que alcanzó en todas épocas la literatura en Asturias, Por su parte, don Arturo de Sandoval, en el estudio anotado al final del presente, dice que nació en noviembre de ese año Citado y que fueron sus padres don Manuel Aractio, vizcaíno de nacimiento, y doña María Fernández Cuevas, de la que, en este caso, habría tomado los apellidos el padre José. Desconocemos si estas noticias de Sandoval tienen veracidad suficiente para anular las de Fuertes Acevedo.

Con grandes aptitudes para el estudio, demostradas al cursar la instrucción elemental, los padres, aunque pobres, se aprestaron al esfuerzo de que estudiara Latinidad. Entonces se decidió su vocación por la vida religiosa, que era a la vez la carrera más fácil de emprender sin recursos económicos. Ingresó en la Compañía de Jesús en el noviciado del Colegio de San Isidro, de Madrid, y pasó luego (1833) al colegio establecido en Loyola, donde comenzó a estudiar la carrera eclesiástica.

Aquí le sorprendió dos años después la decretada exclaustración, y, según Fuertes Acevedo en Biblioteca de escritores asturianos, “alto de recursos, se vió obligado a unirse a una familia distinguida, con la cual pasó a la Corte”. Lo cierto es que pasó a Francia con otros exclaustrados, prosiguiendo aquí y en Bélgica sus interrumpidos estudios. Concluida la carrera, y ya docto en materias histórico-filosóficas, asistió a diversos colegios y Universidades de esos países y de Italia y Alemania para perfeccionar sus conocimientos.

Posteriormente regresó a España, y se le destinó por la compañía al profesorado del colegio establecido por ella en Valladolid, donde permaneció hasta el año 1856, en que fueron expulsados los jesuitas de esa ciudad por atribuirseles el papel de inductores de varios incendios ocurridos en ella. Pasó entonces, también como profesor, al Seminario de Santa Catalina de Crobán, a la ciudad de Santander, donde explicó un curso de Teología

Moral. Aquí residente y en ese mismo año dió al público el primer tomo de su obra Philosophe rudimenta ad usum academico juventis opera et studio (número 1), continuadora de las antiguas doctrinas de los filósofos españoles.

La aparición de ese primer tomo dió lugar a una larga y ruidosa polémica entre teólogos y filósofos, que sirvió para acreditar más sólidamente los altos méritos del libro, muchas veces reeditado después y utilizado como texto en numerosos centros de enseñanza. La obra, dice Fuertes Acevedo en Bosquejo, “que fué recibida con general aplauso por los amantes de los estudios filosóficos por la copiosa doctrina, la erudición y excelentes conocimientos que derramó en ella, no menos que por la pureza de la dicción con que se halla escrito libro tan bien meditado”.

Dos años después (1858) y uno antes de que acabara de publicar la obra anterior dió al público otro libro, Historia philosophia ad usum academico juventutis opera et studio, en el que se hace historia de las diversas escuelas filosóficas, sus enlaces y derivaciones, y que Fuertes Acevedo enjuicia también en la obra citada Con estas palabras: «Libro de corto volumen, pero de notable mérito ¡por la extensión de los conocimientos y la suma precisión con que expone los principios en que descansan todas las escuelas filosóficas de las naciones más antiguas, así orientales como occidentales, hasta la filosofía española de la edad antigua, de la edad media y de la moderna, hasta las doctrinas del marqués de Valdegamas.”

El cumplimiento de un precepto de la compañía destinándole a las misiones de Filipinas, para donde salió de Cádiz en febrero de 1859, vino a truncar sus investigaciones y estudios y también su vida física. Fué en ese archipiélago como el superior de los misioneros jesuitas. A la vez dedicaba ardorosos esfuerzos a propagar el catolicismo y abandonaba sus ocupaciones, aunque en circunstancias menos favorables, de investigador y publicista. Cuanto propendiera en el orden material al progreso del país tenía también en el padre Fernández Cuevas disposición de ánimo y actividad despierta. Su esclarecida inteligencia lo preveía todo. Desde el proyecto de un camino al de una escuela, desde el de un hospital al de un templo, cuanto significara mejora y adelanto le tenía de iniciador, propulsor o defensor. La pluma y la palabra en estos casos eran en él instrumentos de una máxima eficacia. Además, en sus viajes y excursiones por el interior del país hizo observaciones y estudios naturalistas, que alternaron en su pluma con relatos sobre la vida y los sucesos de las misiones jesuítas,

La última producción suya de escritor (número 1) fué una descripción del desastroso terremoto ocurrido en Manila en 1864. Al concluir este trabajo, una violenta enfermedad puso repentinamente fin a su vida, causando su muerte un duelo general.

 

Obras publicadas en volumen:

I.—  Philosophe rudimenta ad usum academia juventutis opera et studio. (Madrid, 1856, 57 y 59 tres tomos en cuarto; obra de texto numerosas veces reeditada.)

II.— Historia philosophica ad usum academic juventutis opera et studio. (Madrid, 1858.)

 

Trabajos sin formar volumen: 

1.—Filipinas. Misión de Mindanao. (En el Boletín Eclesiástico, Sevilla, 1864.)

 

Referencias biográficas:

Sandoval (Arturo de).—Los jesuítas en Oviedo: Distinguidos jesuítas asturianos. El P. José Fernández Cuevas, (En El Carbayón, Oviedo, 11 de agosto de 1896.)