ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

FERNANDEZ DE MIRANDA (Pablo).

Militar que llegó al grado de general de Brigada con actuación de hombre honorable y escritor de los más batalladores y distinguidos entre los que propulsaron el progreso de Asturias en la segunda mitad del siglo XIX.

Nacido en Grado el 30 de junio de 1821. Hijo de don Álvaro de esos apellidos y doña Francisca de Llano Ponte, solía conocérsele con el primer apellido paterno y el segundo de la madre: Fernández Ponte.

Segundón de familia noble y obligado Por esta circunstancia 4 labrarse el propio porvenir con la elección de carrera, después de bien preparado para seguir una, optó por la de las armas, y en 1837 ingresó en la Academia de Alcalá de Henares, de la que pasó a la de Madrid y por último a la de Segovia, donde concluyó los estudios de artillero, no en el año 1844, como se anota generalmente, sino en el 41, fecha en que comenzó a prestar servicios como subteniente en la guarnición de Gijón hasta que, ascendido a teniente en 1844, desempeñó este destino en Figueras (Gerona), Cardona (Barcelona) y otros lugares. Destacado después en Valladolid, ascendió aquí a capitán en 1853 y al año siguiente se le destinó a Oviedo a la sección del petall de la Fábrica de Armas, destino que desempeñó hasta el 57.

Por entonces, si no antes, debió despertar su vocación de escritor, movido al ejercicio de esta disciplina por sus constantes estudios y hondos conocimientos en materias diversas, especialmente las económico-administrativas. Por lo menos, lo más antiguo suyo que se Conoce fué publicado en El Faro Asturiano, desde el año de su fundación, en 1856, en el que firmaba con el seudónimo de El Moscón, que continuó empleando posteriormente, en ese periódico, en El Trabajo y posteriormente en otros, como El Carbayón y El Correo de Asturias, sostuvo campañas y polémicas en favor del progreso regional con altas miras y gran desinterés.

Por esa época ya había contraído matrimonio en Barcelona con doña Raimunda Vives y Amat, hija del famoso jurista don Pedro, y había nacido en Grado su hijo Álvaro, reseñado como escritor páginas atrás.

Después de una licencia de cuatro meses que disfrutó en Barcelona en 1857, se le destinó en ese mismo año a la Fábrica de Pólvora, de Granada, y después de otros varios servicios, regresó en marzo del 59 al puesto que había tenido anteriormente en Oviedo. Aquí ascendió a comandante en 1861, y con esta categoría sirvió sucesivamente en las guarniciones de La Coruña, Barcelona y Vigo, de donde, ascendido a teniente coronel, pasó a Melilla, para volver antes de finalizar ese año a Barcelona.

Por esta época, la década que corre desde 1864 hasta la restauración de la Monarquía con Alfonso XII, tuvo reiteradas ocasiones de poner a prueba el honor de su Palabra y juramento, conduciéndose con serena ecuanimidad en medio de la baraúnda en que se desenvolvía la política española. De haber sido ambicioso de renombre y brillo sin reparo a los procedimientos, habría conquistado entonces una descollante personalidad. Cuando la revolución que en setiembre de 1868 depuso del Trono a Isabel Il, se le hicieron en Barcelona toda clase de ofrecimientos tentadores para que secundara el movimiento, rehusadoS por él con entereza, y no porque la revolución no se ajustase a su manera de pensar, puesto que, años adelante, en 1874, ascendido a coronel desde 1871 y destinado C0mo director de la Fábrica de Armas de Oviedo, se le hicieron aqui iguales ofrecimientos para que proclamara la restauración en el Trono del hijo de Isabel II, Alfonso XII, a lo que se negó igualmente con la misma energía, no obstante ser partidario de ese cambio de régimen político por el republicano, que se derrumbó entonces.

Continuó de director de la Fábrica de Armas de La Vega (Oviedo) hasta 1880, en que se le destinó de director del parque de Bilbao y comandante de Artillería de esa plaza, de donde pasó al año siguiente con igual empleo a Santa Cruz de Tenerife. Ascendido en febrero de 1882 a general de Brigada desempeñó el puesto de comandante general subinspector de Castilla la Vieja. y éste fué su último destino militar.

Durante esas cuatro largas décadas de servicios prestados al Ejército recibió numerosas condecoraciones, algunas de ellas de orden civil: (Cruz de Carlos Ill (1858), la sencilla de San Hermenegildo, de segunda clase del Mérito Militar, encomiendas de Isabel la Católica y de Carlos III, Placa y Gran Cruz de San Hermenegildo (1882).

Su retiro del ejército coincidió con haber entrado en posesión del mayorazgo por fallecimiento del hermano mayor, y se dedicó posteriormente a sus ocupaciones personales. Entre éstas figuraban la ya ensayada con aplauso de escritor y la política, a la que se propuso dedicar algunos entusiasmos.

Residente lo más del tiempo en Grado y Oviedo, pensó en prestar su esfuerzo a la política regional. Pero política para él era justicia en los procedimientos y honradez en la administración de los bienes públicos, y su buena fe se estrelló pronto contra las marrullerías e intrigas que florecen siempre en ese campo, y se apartó de la vida publicación repugnancia que no pudieron vencer ninguna clase de consideraciones ni los ruegos y las promesas de sus amigos, cada uno por su parte, los marqueses de Camposagrado y Gastañaga, que entonces movían con grandes resortes la política en Asturias.

Pero a lo que no renunció fué a batallar con la pluma por el mejoramiento de la vida y las costumbres y a poner su entusiasmo personal al servicio de iniciativas provechosas. En lo primero, continuó sus colaboraciones en la prensa regional sin desmayos y con valiente independencia y publicó folletos de combate como los anotados más abajo. En lo segundo, se le deben cooperaciones positivas en Grado y en toda la provincia en favor de los intereses generales. Se puede recordar a este respecto que con tal calor tomó la construcción de la carretera de Grado a Oviedo, que el gobernador solía responder a quien le preguntaba por esa obra. Debe de ir bien, porque hace ya días que don Pablo calla. y no puso solamente su saber y su entusiasmo al servicio de tales empeños, sino también su fortuna. Tan generosos esfuerzos se los premió la villa de nacimiento poniendo su nombre a la plaza donde está la casa de nacimiento. 

Falleció Pablo Fernández de Miranda en Valladolid el 10 de enero de 1895. (y no 1896 como anota Somoza), y su cadáver fué trasladado a Grado, donde recibió Sepultura en el panteón de familia.

 

Obras publicadas en volumen:

I.—El distrito electoral de Pravia. (Oviedo, folleto de campaña política.)

II.—Moralidad, moralidad, moralidad. (¿Oviedo, 1878?; folleto político.)

III.—El dedo en la llaga (Valladolid, 1888; folleto contra la desorganización política.) 

 

Trabajos sin formar volumen:

1.—Varios artículos. (En la obra Memorias asturianas, de Protasio González Solís, Madrid, 1890.) 

 

Referencias biográficas:

Anónimo.—Una necrología. (En El Carbayón, Oviedo, 17 de enero de 1895.)

Ruidíaz y Caravia (Eugenio).—Los asturianos de hoy: Don Pablo Fernández Ponte. (En la revista Asturias, órgano del Centro de Asturianos, Madrid, diciembre de 1891.)