ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

FERNANDEZ LUANCO (José Ramón).

Hermano del reseñado anteriormente. Sabio catedrático, investigador y tratadista de ciencias químicas, que fué orgullo del profesorado universitario español en las últimas décadas del siglo XIX. Los descansos de sus tareas científicas los dedicó en buena parte a la investigación histórico-literaria, y también en esto mereció la consideración de sabio. y como ornamento de su sabiduría le caracterizaban esa sencillez y esa modestia que rara vez dejan de acompañar a las mentalidades conspicuas.

En Barcelona, donde sus actividades Profesionales e intelectuales tuvieron Principal desenvolvimiento, fué una de las personalidades Más Prestigiosas de su tiempo, con fama extendida a España y aun a varias Naciones Europeas. Fué, además, desde todas las brillantes posiciones por él ocupadas, como un fuerte símbolo de las corrientes de armonía entre Castilla y Cataluña.

De su gran saber y su no menos grande modestia dan idea estas palabras del no menos sabio profesor Odón de Buen, recogidas por el biógrafo de Fernández Luanco, García Teijeiro: “Don José Ramón no tiene cruces ni condecoraciones; hasta hace pocos meses era sólo catedrático de ascenso, no había llegado a la categoría superior del profesorado. El no ser catedrático de término, fué causa de que no se le eligiera senador por la Universidad de Oviedo en alguna ocasión; en la propia Universidad de Barcelona tuvieron el pensamiento muchos profesores de sostener su candidatura y se encontraron con que no podía ser senador aquí, que lo es cualquier gañán tan falto de ilustración como de virtud. En 2007 cursos y en ascensos siempre fué postergado, porque no hacía valer esos méritos oficiales que se conquistan halagando caciques y con blando el espinazo o quemando incienso ante los que mandan.”

En cuanto a las devociones catalanistas a que hemos aludido antes merecen transcripción las frases siguientes de una crónica que el citado biógrafo recoge y traduce de la Ilustración Catalana: “Durante treinta años bien cumplidos vivió el doctor Luanco entre nosotros, no dejando a Barcelona más que de las vacaciones de estío. Hombre de extraordinaria ilustración, había manifestado sus extensos conocimientos en nuestros principales Centros intelectuales, obteniendo merecidamente la presidencia a corporaciones tan importantes como la del Ateneo Barcelonés y de la Academia de Buenas Letras. Sentía por nuestra ciudad una verdadera idolatría, porque se había identificado con nuestra manera de vivir y porque aquí había creado sus mejores relaciones y sus más íntimos amigos… Admiraba el gran conocimiento que tenía de nuestra lengua y la facilidad con que traducía los documentos catalanes de la Edad Media,  y al darlos a la versión castellana, no resplandecian menos su competencia y su buen gusto. Porque Luanco, después de haber dedicado toda la vida a ocupaciones científicas, bien poco amenas, no había descuidado sus aficiones literarias, y en tol0 cuanto escribía denotaba condiciones envidiables de buen estilista y de excelente literato, Se había nutrido en los clásicos castellanos, y esta sólida educación se revelaba no sólo en las memorias y trabajos que se veía obligado a presentar ante las Corporaciones científicas de que formaba parte, sino también en sus explicaciones de cátedra, en sus ordinarias conversaciones y actos más vulgares de la vida. Este máximo espíritu culto era don que le hacía entrar en todos los centros literarios y científicos más importantes de Barcelona.”

Por su parte, el escritor catalán Bofarull decía un año después de fallecido Fernández Luanco: “Mereció ser considerado hijo adoptivo de Barcelona, y su cariño y consideración a los catalanes no menguaron jamás, tomando siempre parte activa en nuestros estudios y trabajos. En la cátedra y en otros centros docentes ha dejado recuerdo imperecedero de laboriosidad y constancia.”

La evocación de Fernández Luanco trae la del eximio investigador de nuestra historia literaria, Menéndez y Pelayo, de quien fué maestro orientador en Su juventud.

El actual director de la Biblioteca Nacional, don Miguel Artigas, alude a esto en un breve artículo publicado en El Aldeano, de Castropol (1932): “yo he escrito, y cada vez me parece más probable, que Luanco debió ser quien orientó a Menéndez y Pelayo hacia la Bibliografía cuando el joven bachiller no soñaba más que con ser poeta.” y la sospecha tiene el más sólido fundamento, porque el propio Menéndez y Pelayo había escrito en otro periódico de la misma villa, el Castropol (1906), lo siguiente: “Entre las principales fortunas de mi vida cuento el haber pasado algunos años de mi primera juventud al lado de don José Ramón de Luanco, paisano y fraternal amigo de mi padre. En aquel varón excelente no vi más que sanos ejemplos y aunque he cultivado muy distintos estudios que él, bien pudo llamarme discípulo suyo, puesto que su vasta y sólida cultura se extendía a varios ramos del saber, y muy particularmente a las letras humanas, en que no sólo podía calificarse de aficionado, sino de conocedor muy experto. Él me comunicó su afición a los libros raros y me hizo penetrar en el campo poco explorado de nuestra bibliografía científica. Sus trabajos eruditos, interesantes y hasta la fecha únicos, sobre la Alquimia en España, prueban lo que valía como investigador al mismo tiempo que como hombre de ciencia.” 

Nació José Ramón Fernández Luanco en Castropol el 14 de noviembre de 1825, descendiente de don Andrés de esos apellidos, que era administrador del marqués de Santa Cruz de Marcenado, y doña Petronila del Riego y Riego, ambos nacidos en la villa de Luanco, donde José Ramón pasó los años de la infancia.

Acerca de esa época de su vida y años sucesivos correspondientes al comienzo de la formación intelectual de Fernández Luanco, escribe su biógrafo García Teijeiro: “A los veintidós meses fué llevado a Luanco, de Gozón, a la casa de su tío materno, don José González Llanos, y aquí permaneció hasta la edad de diez años, trasladándose al hogar paterno de Castropol. En la referida villa y puerto de Luanco, y durante su estancia dicha, recibió la enseñanza elemental en la escuela de don Ramón Gutiérrez, preceptor de fama en el país y uno de esos que practicaban el viejo lema, disciplinando: Las letras con Sangre entran. Desde 1836 a 1838 estudió privadamente en Castropol Latinidad, ingresando, en noviembre de 1838 en la Universidad de Oviedo para cursar Filosofía, y en ella se graduó de bachiller, nemine discrepante, en junio de 1841, pasando después al puerto de Figueras como alumno del célebre colegio privado de don Esteban Suárez Cartavio, donde, en 1842 a 1843, realizó estudios de Trigonometría rectilínea y esférica, Cosmografía y Pilotaje, siguiendo, en 1844, el repaso de la Aritmética, del Álgebra y parte de la Geometría con don Bernardo Escudero, administrador de Rentas Reales en Castropol. A pesar de estos estudios, no por eso abandonó las letras humanas, base de la profunda erudición que poseyó, perfectamente hermanada con el árido cultivo de las Ciencias experimentales, en el idioma francés lo dominaba ya en esta época y para perfeccionarse más en él consagra algunos meses en 1846, bajo la dirección del abogado don Gabriel Yanguas, de Ribadeo.”

“Dispuesto el ministro de Instrucción pública, don Pedro José PidaI.—sigue García Teijeiro—, a organizar la enseñanza, creó veinte plazas de alumnos pensionados en la Escuela Normal de Ciencias, por decreto de 24 de junio de 1846, a fin de dotar de profesores idóneos a los Institutos establecidos, mostrándose entonces opositor el señor Luanco a una de estas plazas, que obtuvo tras lid reñida mediante concurso y examen verificado el 14 de setiembre, siendo uno de los 18 jóvenes que el tribunal juzgó dignos de las prebendas.”

Examinado cómo tal becario de la Escuela Normal de Ciencias en setiembre de 1849 con la calificación de sobresaliente, se le confirieron los títulos de licenciado y regente de primera clase, el último de los cuales conmutó por el de doctor de ciencias físico-químicas, cosa que le fué aceptada en febrero de 1850.

Pocos meses después, en el de setiembre, se le nombraba ayudante de las cátedras de Física experimental y Química general que en la Universidad de Oviedo regentaban respectivamente don León Salmeán y don Magín Bonete y Bonfill, con lo cual quedó iniciado en la disciplina de educador, a la que habría de consagrar sus mejores desvelos por espacio de medio siglo.

A título de curiosidad, anotaremos que por entonces se matriculó en la cátedra de Lengua griega, curso de 1852-53, y que en el libro de matrículas de esa época (desaparecido, como todo el archivo, por incendio, cuando la revolución de octubre de 1934) se consignaba que “fué borrado de la matrícula el 30 de febrero de 1853 por haber ARA las faltas del Reglamento”.

Muy cerca de nueve años y medio permaneció en Oviedo incorporado al claustro universitario, durante los cuales sustituyó en ausencia por espacio de dos Cursos (1851-53) al segundo de los citados catedráticos. También fué profesor sustituto durante algo más de un curso en la cátedra de Historia Natural de la Facultad de Filosofía.

Esos ejercicios de laboratorio y de cátedra fueron afirmando en él su gran vocación por las ciencias naturales, muy especialmente la química, apreciándole como un experto colaborador los dos mencionados catedráticos.

Por esta época se inicia como escritor en dos modalidades que ya no habría de abandonar más: la científica y la literaria. Con otros elementos universitarios y bajo la dirección del catedrático de Literatura don José Puente Villanúa, funda el semanario El Ovetense en enero de 1851, en el que, bajo el seudónimo de Dalmiro, dió a conocer algunas producciones literarias. Su primer trabajo científico de empeño, acerca de las posibilidades y conveniencias de dotar a Oviedo de alumbrado de gas, y que luego cogió en un folleto (número D.)

También publicó en este semanario en varios artículos el estudio sobre la fermentación del zumo de la manzana, recogidos en el volumen indicado con el número ll. Posteriormente (1851-54) figuró entre los más asiduos colaboradores de El Fomento de Asturias, donde empleó el seudónimo de Carlos.

Pero los dos hechos que más contribuyeron a sentar los cimientos de su notoriedad por entonces fueron la colaboración con el catedrático y después rector León Salmeán en el análisis de las aguas de varios manantiales de Oviedo y sus alrededores (número III) y los experimentos personales desarrollados en torno a la idea de obtener gas para el alumbrado por un nuevo procedimiento. Respecto de esio último dice García Teijeiro: “Múltiples experiencias llevó a Cabo, en 1851, hasta lograr la producción de gas para el alumbrado, extrayéndolo del residuo, rulo o escobajo de la manzana que en Asturias se llama magaya. De estas experiencias se ocuparon periódicos extranjeros y nacionales.”

La autoridad conquistada con su saber le llevó a desempeñar diversas comisiones oficiales y alcanzó una general estimación, reflejada en diferentes puestos que le fueron conferidos en las instituciones culturales ovetenses, desde las cuales cooperó al progreso moral y material de la ciudad y de la región. La Sociedad Económica de Amigos del País le dió ingreso en 1858, reconocida a sus merecimientos.

En diciembre de 1855 hizo oposiciones 4 las cátedras de Química general vacantes en las Escuelas Industriales de Sevilla y Valencia, obteniendo el primer lugar de la propuesta, y ya expedido el título correspondiente a la de Sevilla con fecha de 1 de enero del año siguiente, no: llegó a tomar posesión de ella por haber alcanzado en ese tiempo también por oposición la misma cátedra de la Universidad ovetense, de la que se posesionó como catedrático numerario el 16 de abril siguiente.

Dedicado a la enseñanza, a los trabajos de laboratorio y a los ejercicios de escritor en periódicos de Oviedo y revistas especiales de Madrid, continuó hasta que fué suprimida de la Universidad en 1860 la Facultad de Ciencias. Entonces se le confirió por decreto de marzo del mismo año un puesto en la Universidad de Santiago de Compostela para explicar las cátedras de Complemento de Geometría analítica y Álgebra superior, de las que tomó posesión en mayo siguiente.

Al marchar de Oviedo, la Universidad y la Sociedad Económica le rindieron un homenaje en reconocimiento del grato recuerdo que dejaba entre los ovetenses.

En Santiago de Compostela, como en Oviedo, fué altamente estimado en los círculos intelectuales. La Sociedad Económica le acogió como socio de número a los pocos meses de establecido allí, en el de noviembre, y fué redactor y corrector de la Revista Económica, editada por dicha corporación. Escribió también en otras publicaciones gallegas y aportó algunas contribuciones personales al estudio de la historia y la arqueología de la región. En” cuanto a actividades universitarias, además de explicar sus cátedras Propias, regentó en ausencia del titular la de Química general, durante unos meses de 1861, con gran contento suyo por tratarse de la disciplina predilecta, Además desempeñó importantes comisiones como inspector de Instrucción Pública y fué varias veces miembro de tribunales de oposiciones con una rectitud ejemplar que le caracterizó siempre en estas actuaciones.

Su ejercicio de profesor en Santiago de Compostela estuvo interrumpido por la designación de sustituto en la cátedra vacante de química inorgánica de la Universidad Central. En el desempeño interino de dicha cátedra permaneció desde diciembre de 1862 hasta octubre del 65, en que una inesperada orden ministerial le reintegró 4 la Universidad compostelana. También en Madrid, donde ya gozaba antes reputación como hombre de ciencia, se vió rodeado de generales estimaciones en el Claustra universitario y en los centros intelectuales. Entre otras entidades que le llevaron a su seno figura la Sociedad Económica Matritense, que le dio ingreso como individuo de número en enero de 1864 y le nombró secretario de la Sección de Artes para el ejercicio del año siguiente. Del recuerdo que dejó como profesor en la Universidad Central da idea el que le consagró años después su discípulo don Benito Hernando (palabras transcriptas por García Teijeiro de la Revista de Ciencias y Letras, Madrid 25 de octubre de 1897), cuando dice: “Método de exponer, seguridad de afinación en las generalidades sin subir ni bajar del tono debido, tino para no dejar ni un vacío ni abrumar con detalles, elección de experimentos fundamentales, y que nos habían de servir de base científica y de reglas mnemotécnicas a los que hoy somos viejos, el aprovecharse de los conocimientos que nos habían dado otros venerandus maestros, preparación para que entendiéramos después a don Manuel Sáenz Díez las inolvidables lecciones de Química orgánica y Análisis… Esto y mucho más era la cátedra de Química inorgánica explicada por don Ramón Luanjo.”

Nuevamente incorporado a la Universidad de Santiago, permaneció en su puesto algo menos de dos años, hasta que fueron suprimidos en dicho Centro los estudios de la Facultad de Ciencias. Se le destinó entonces, por Real orden de 20 de julio de 1867, a explicar Física y Química en la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza.

Fué en ella, además de profesor, decano interino de la misma Facultad. Pero su estancia en Zaragoza, de unos siete meses «efectivos, se puede considerar en su vida como un puente para ir a la Universidad de Barcelona, que fué el centro de sus actividades de catedrático hasta la jubilación.

Por Real orden de 22 de abril de 1868 se le destinó a esa Universidad, en la que tomó posesión de la cátedra de Química general de la Facultad de Ciencias a mediados de junio. Esta disposición oficial fué sin duda la más grata a su espíritu desde que dejó la Universidad Ovetense, debido a que le reintegraba Plenamente al ejercicio de la enseñanza en la materia más dilecta y en un gran centro intelectual, que le ofrecía campo dilatado a sus devociones de hombre estudioso.

Llegaba Precedido de renombre y rápidamente se le prestó acogida en los medios científicos y literatos, en los que brilló por su saber y su bondad por espacio de un tercio de siglo, tiempo de su convivencia con los catalanes. Las más ilustres corporaciones de Barcelona se aprestaron a contarle enseguida entre sus miembros. La primera en concederle ese honor, poco después de establecido en la capital de Cataluña, enero de 1869, fué la Academia de Ciencias Naturales y Artes, ante la cual leyó como discurso de ingreso (número VI) un estudio sobre Raimundo Lulio, probatorio con gran erudición de que jamás el sabio mallorquín había practicado la Alquimia ni otras pseudociencias, y destruyendo en torno a esa figura otras fábulas por el estilo. La Revue Philosophique, de París, al enjuiciar con gran elogio dicho estudio años después (1887), aseguraba que Fernández Luanco “es quizá de todos los sabios contemporáneos el más a propósito y el más preparado” para hacer igual esclarecimiento sobre la vida y la obra de Arnaldo de Vilanova, maestro de Lulio. Dos años después (abril de 1871), la Academia de Buenas Letras le nombraba académico honorario, para elevarle más tarde (julio del 717) a académico de número, en cuya ocasión leyó el estudio Un libro más para el catálogo de los escritores catalanes (número X). que, con otros estudios anteriores y posteriores sobre bibliografía catalana, le dieron una preeminente personalidad entre los eruditos de su tiempo. 

Otras entidades culturales continuaron atrayéndole a sus labores. En enero de 1872 el Ateneo Catalán le elevó al cargo de vicepresidente: el Ateneo Barcelonés, por su parte, le nombró presidente, en mayo del 73, de la Sección de Ciencias Exactas, y le elevó a la vicepresidencia general en el 77, y a la presidencia, en 1880; la Academia Médico-Farmacéutica le dió un puesto de socio protector en abril de 1875; el Colegio de Farmacéuticos le hizo socio honorario en octubre del 76; miembro de la Asociación Artístico-Arqueológica en 1878. Otras instituciones de fuera de Cataluña, algunas extranjeras, le concedieron parecidos honores. Entre las madrileñas, cuentan la Sociedad Histológica, que le nombró socio correspondiente en marzo de 1874, y la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, que le nombró académico corresponsal en febrero de 1886.

Puede afirmarse que tal vez no ha transcurrido un año sin que Fernández Luanco recibiera una de estas distinciones, que él no aceptaba como un mero adorno personal, sino como un colaborador en activo siempre. También fué agraciado con algunas condecoraciones oficiales, entre ellas, la Encomienda de Isabel la Católica en junio de 1886 y nuevamente en marzo del 89, pero en ambas ocasiones dejó extinguir el plazo para la obtención del correspondiente título, negado en absoluto a recibir honores de pago.

Estas múltiples ocupaciones, lejos de interrumpir los deberes de Catedrático, le permitieron cumplir éstos con todo rigor, admirado y querido por dos generaciones de estudiantes, y desplegar innúmeras actividades relacionadas con el gobierno dimanado del Claustro universitario y de los Poderes públicos: comisiones de inspección y fiscalización en diversos centros docentes de Cataluña y miembro de tribunales de oposiciones dentro y fuera de la región. En 1882 se le nombró inspector del distrito universitario, cargo en el que fué luego reelegido. En 1888 se le confirió el Decanato de la Facultad de Ciencias. Por último, vicerrector bajo el rectorado de Rubio y Ors y rector interino al fallecimiento de éste, fué elevado a ese puesto, en propiedad, del que se posesionó el 30 de diciembre de 1899.

A este respecto escribe el citado biógrafo García Teijeiro: “Varias veces se indicó al docto profesor don José Ramón F. Luanco y Riego para el alto cargo de rector de la Universidad barcelonense, el cual contaba con las francas simpatías del Claustro; Se le quería, se le reconocía valor y rectitud y Se hacía honor a su brillante hoja de Servicios; Más él, firme en su modestia, rehuía toda tentativa hacia este galardón, diciendo: que el cargo atraía responsabilidades; que su gusto no era ir a puestos elevados, puestos en que la política juega algo y en ella tropiezan forzosamente, y que no era figura, Por su torpeza, para vivir en ese ambiente, asimilable más a batalladores sujetos, adeptos a ideas y tareas de partidismos que se mueven en la escena del Poder; que, con su labor modesta de profesor, al lado de sus alumnos, se contentaba.”

La prensa barcelonesa saludó la designación del nuevo rector Con aplauso- El Diluvio, no obstante su catalanismo, tuvo para el rector forastero frases de afecto y aliento, que recoge el citado biógrafo: “El agraciado—decía—explica la asignatura de Química en el curso preparatorio para el ingreso en las Facultades de Medicina, Farmacia y Ciencias y de las Escuelas especiales de Arquitectos e Ingenieros. Dícese de él que sabe Química, y sobre todo que la sabe enseñar, y que a no ser porque no dispone de los recursos necesarios para hacer experimentos, más provecho sacarían los alumnos, lo cual motiva que muy a menudo el doctor Luanco ponga como no digan dueñas a nuestros gobernantes, que tan desatendida tienen la enseñanza.”

 Breve y poco fructífero, por lo mismo, fué el rectorado de Fernández Luanco. Menos de un año estuvo al frente del distrito universitario catalán, pues el 26 de octubre de 1900 se le jubilaba por haber cumplido la edad reglamentaria de setenta años, en virtud de decreto de ese mismo mes. Tenía entonces setenta y cinco años.

Durante esa larga época de catedrático en Barcelona sus actividades de escritor dieron, además de las obras anotadas, frutos de los más espléndidos de su producción total. Colaboró en las más imPortantes Publicaciones científicas de la época, como Revista de los Progresos de las Ciencias, Anales de la Sociedad Española de Historia Natural, Anales de Química y Farmacia, y Otras de Madrid; Revista Histórica y Crónica Científica, entre Otras, de Barcelona, y algunas de Provincias y del extranjero.

Su siempre vivo amor a Asturias, donde pasaba invariablemente las vacaciones veraniegas, y que le llevó a aceptar el puesto de vicepresidente al instituirse en Barcelona (1887) el Centro Asturiano Gallego, le proporcionó con frecuencia momentos, en medio de sus ocupaciones científicas, para escribir sobre temas relacionados con la tierra natal, y en este sentido fué un ilustre colaborador de la llustración Gallega y Asturiana, de Madrid (1880-81), de algunos periódicos editados en Oviedo y hasta de publicaciones locales, como Las Riberas del Eo, de Ribadeo.

Con los temas de investigación científica alternaba los de investigación histórico-literaria y en ambas manifestaciones recogió el fruto de sus estudios y experiencias en varios volúmenes. En la primera disciplina merecen especialisima mención sus Lecciones de Química General (número VII), obra de texto varias veces reeditada, (que se consideró en su tiempo una de las de exposición y método más claros y completos. Como erudito, su obra en dos tomos, La Alquimia en España (número XIV), está considerada de ilustre aportación a la historia del desarrollo de Ias ciencias en nuestro país. Sus obras científicas y literarias le conquistaron en la Exposición Universal de Barcelona (1888) una medalla de oro.

Las repercusiones de su prestigio en el extranjero, especialmente en Francia, le valieron altas distinciones. El Gobierno francés le favoreció en 1895 con las Palmas Académicas y el título honorífico de Oficial de Instrucción pública, y en 1900 con las insignias de Oficial de la Legión de Honor. El Gobierno español, al jubilarle, le concedió, libre de gastos, la Gran Cruz de Isabel la Católica.

Espíritu todo actividad, las vacaciones que pasaba en Asturias, lo más del tiempo en Castropol, las dedicaba al estudio y divulgación de las fuentes históricas de la comarca y de la provincia. Resultado en parte de estos afanes fué la publicación (1882) en Las Riberas del Eo de importantes documentos históricos y la colaboración prestada a don Ciriaco Miguel Vigil sobre Epigrafía y Heráldica.

Después de su jubilación fijó la residencia en la villa natal, donde vivió consagrado en gran parte al bien merecido descanso, que pasó a ser definitivo el día 5 de abril de 1905.

A su fallecimiento dejó a la Universidad de Oviedo lo más y lo mejor de su biblioteca, cuya donación, expuesta en vitrinas independientes, pereció en las llamas que arruinaron totalmente cuanto había en la Universidad cuando la revolución de octubre de 1934, Aunque menos recordada y exaltada esta eximia personalidad de lo merecido, no se la ha tenido en olvido absoluto, sin embargo. Castropol celebró con fiestas y solemnidades la conmemoración del centenario de su natalicio, por iniciativa de la prestigiosa Biblioteca Popular Circulante, que contribuyó al esplendor del homenaje con iniciativas como la de editar el estudio biográfico de que es autor Miguel García Teijeiro.

 

Obras publicadas en volumen: 

I.—Alumbrado de gas en Oviedo. (Oviedo, 1851; trabajo publicado antes en El Ovetense.)

II.—Consideraciones acerca de las circunstancias en que debe fermentar el zumo de la manzana en la preparación de la sidra. (Oviedo, 1853; trabajo publicado antes en varios artículos en El Ovetense, 1851.)

III.— Análisis cualitativo del agua de los manantiales y fuentes de Oviedo y sus inmediaciones. (Oviedo, 1857; investigación y escrito hechos en colaboración con don León Salmeán por encargo del Ayuntamiento ovetense; trabajo publicado antes en la Revista de los Progresos de las Ciencias, tomo VII)

IV.—Noticia del aerolito que cayó en las inmediaciones de la ciudad de Oviedo el 5 de agosto de 1856, seguida de su análisis cualitativa y cuantitativa. (Madrid, 1867; trabajo publicado también en la Revista de los Progresos de las Ciencias, tomo  XVII)

V.—Experimentos hechos con el papel reactivo de Schoenbein para conocer la existencia del ácido cianhídrico, y acción del fósforo sobre el oxígeno del aire comprimido o dilatado. (Madrid, 1869; estudio publicado también en los Anales de Química y Farmacia, de Madrid, y en Crónica Científica, de Barcelona.)

VI.—Ramón Lull (Raimundo Lullo) considerado como alquimista. (Barcelona, 1870; discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Naturales y Artes, de Barcelona, leído el 24 de junio de 1869.)

VII.— Descripción y análisis de Los aerolitos que cayeron en el distrito de Cangas de Onís (Asturias) el día 6 de diciembre de 1866. (Madrid, 1874; estudio publicado también en los Anales de la Sociedad Española de Historia Natural, tomo 11019)  

VIII.—Compendio de las lecciones de Química general explicadas en la Universidad de Barcelona. (Barcelona, 1878; obra reeditada en 1884 y en 1893.)

IX.—Organización y vida del hombre. (Barcelona, 1879; discurso de apertura del curso universitario de Barcelona de 1879-80.)

X.—Un libro más para el catálogo de los escritores catalanes: Incipit tractactus contre alchimistas, de Bernardo Estracio, (Barcelona, 1880; trabajo publicado también en el tomo III de las Memorias de la Academia de Buenas Letras.)

XI.—Otro libro catalán desconocido: De la Purificació des metalls, de Francesch Borrell, (Barcelona, 1884; trabajo leído en la sesión de 9 de julio de la Academia de Buenas Letras y publicado también en el tomo VI de las Memorias de esa institución.)

XII.—Tentativa para establecer en España la industria del yodo, y noticia de algunas reacciones que pueden contribuir a este propósito. (Barcelona, 1883; estudio leído ante la Academia de Ciencias y Artes de Barcelona el 24 de junio de 1877).

XIII.—Los metalúrgicos españoles en el Nuevo Mundo. (Barcelona, 1888; trabajo publicado antes en varios artículos en Crónica Científica.)

XIV.—Espíritu y tendencias de la Química moderna, (Barcelona, 1888; estudio leído el 15 de enero de ese año en la Academia de Ciencias y Artes, de Barcelona.)

XV.—La Alquimia en España: Escritos inéditos, noticias y apuntamientos que pueden servir para la historia de los adeptos españoles. (Barcelona, 1889 y 1897, dos tomos en 8.”; publicado totalmente o en gran parte en Crónica Científica.)

XVI.—Ateneo Barcelonés: Sesión inaugural de 1889 a 1890. (Barcelona, 1890; discursos.)

XVI. —Biografía del académico correspondiente Dr, D. Manuel Sáenz de Pinillos. (Barcelona, 1891; reeditado en 1894.)

 XVII.—Don Juan Argell y sus trabajos científicos. (Barcelona, 1897; estudio leído en la inauguración del curso 1896-97 de la Academia de Ciencias y Artes de Barcelona.)

 

Trabajos sin formar volumen:

 

1.—Contestación al discurso de D. Jaime Forn y Segura, profesor de la Facultad de Farmacia en la Universidad de Santiago. (Publicada en el mismo volumen que el aludido discurso, Santiago, 1861.)

2.—Introducción a la Química moderna, por G. Brelaz. (Al frente de esa obra, Barcelona, 1871, traducida por el propio Fernández Luanco.)

3.—Carta al Sr. D. José Amador de los Ríos, en contestación a un de este señor sobre la pericia alquímica de Ramón Lull. (En la Ilustración de Madrid, 30 de octubre de 1871.) 

4.—Dos palabras más acerca de la patria catalana de Arnaldo de Vilanova. (En Revista HistóricoLatina, Barcelona, 1. de junio de 1875; carta dirigida a don Manuel Milá y Fontanals y don Antonio de Bofarull.) 

5.—Una réplica a Mr. Boudet redactor de la “Revue des Questions Historiques”, referente a lo que dijo el señor Luanco acerca del  “Libro del Tesoro y el marqués de Villena” en la carta dirigida a los señores Milá y Bofarull. (En la Revista Histórica, Barcelona, diciembre de 1876.)

6.—Documentos históricos de Asturias. (En Las Riberas del Eo, Ribadeo, 1882.)

7.—Modo de fabricar la sidra. (En El Carbayón, Oviedo, 13 de Marzo de 1883.)

8.—Castropol. (Monografía histórico-geográfica de ese concejo incluida en el tomo II (1897) de la Obra Asturias, dirigida por BellMunt y Canella y Secades.)

9.—El neologismo en las ciencias. (En Revista Crítica de Historia y Literatura, Madrid, junio-setiembre de 1898.)

 

Obras inéditas:

—La fuerza cabalística. (MS. de 1855.)

 

Referencias biográficas:

Anónimo.—Homenaje a un asturiano ilustre. (Comentario publicado en la Revue Philosophique, París, octubre de 1887; traducido y reproducido por El Carbayón, de Oviedo, y el Boletín del Centro de Asturianos, de Madrid, en ese mismo año.)

ídem.—El rector de Barcelona (En El Carbayón, Oviedo, 11 de diciembre de 1899.)

ídem. — Una necrología. (En ídem, 10 de abril de 1905.)

ídem.—Un panegírico. (En la Ilustración Catalana, Barcelona: 1906.)

Arenal (Gervasio).—Los asturianos de hoy: Don José R- de Luanco. (En El Carbayón, Oviedo, 19 de agosto de 1896.)

Bofarull (Francisco de).—Una  semblanza. (En el decenario Castropol, 10 de abril de 1906.)

Canella (Fermin).—El doctor Luanco. Notas bio-bibliográficas. (En los Anales de la Universidad, Oviedo, 1907.)

Garcia Teijeiro (Miguel). —Del atrio astur: Antecedentes de la vida del químico doctor D. José Ramón F. Luanco y Riego, preclaro castropolense. (Lugo, 1926; folleto editado por la Biblioteca Popular Circulante de Castropol.)

Mesalán.—Biografía. Don José Ramón de Luanco. (En Asturias, órgano del Centro Asturiano, Madrid, enero de 1903.)

S.—Los asturianos de hoy: Don José Ramón de Luanco y Riego. (En El Carbayón, 8 y 9 de abril de 1889; reproducido por el Boletín del Centro de Asturianos, Madrid, abril de ese mismo año.)

Varios —Comentarios y panegíricos. (En el decenario Castropol, 10 de abril de 1906; número de homenaje en el aniversario del fallecimiento de Fernández Luanco.)