Profesor y publicista contemporáneo, fallecido. Un caso ejemplar Entre los abundantes que se dan de asturianos que deben todo cuando han sido a su propio esfuerzo. Férrea voluntad, actividad perseverante y múltiple, inteligencia clara y confiada en sí mismo, fueron las cualidades que en proceso autodidáctico dieron a Marcelino Fernández y Fernández una descollante personalidad entre los Ovetenses de su tiempo, aureolada por una hombría de bien a toda prueba.
Nació Marcelino Fernández y Fernández en humilde hogar de campesinos de la aldea El Franco, concejo de este mismo nombre, el 25 de febrero de 1866. Sin otros conocimientos que una deficiente Instrucción elemental, pero lleno de ambiciones de prosperidad, marchó adolescente a Madrid, donde comenzó su lucha por la vida en medio de adversas circunstancias y privaciones, hasta Lu alcanzó una modesta plaza de mozo de café. Su apetencia de instrucción más alta y la a de valerse de ella para elevarse en el plano social le decidieron a una carrera, y mientras rendía trabajo cotidiano restaba todos los momentos posibles al esparcimiento y al sueño para dedicarlos al estudio. Así cursó el bachillerato, con exámenes como estudiante no oficial, y luego la carrera de Filosofía y Letras en la correspondiente Facultad de la Universidad Central, también con exámenes de alumno libre. Trasladado a Oviedo, en esta Universidad recibió el título de licenciado en noviembre de 1887.
Dos años después alcanzaba una plaza de profesor auxiliar de la Sección de Letras en el Instituto Casariego, de Tapia, de donde pasó algún tiempo después con la misma designación al Instituto de Oviedo. En Oviedo residió desde entonces, descontadas las salidas eventuales a otros sitios de España, el resto de su vida. Contrajo matrimonio con doña Oliva Trelles Viña, y las necesidades del hogar, superiores a los emolumentos percibidos como profesor auxiliar, le obligaron a distraer actividades en funciones Muy ajenas a la enseñanza, como fué, entre otras diversas, la administración de una agencia de servicio de coches de alquiler, entonces tirados por caballos, muy acreditada en Oviedo.
Años adelante (enero de 1914) vino a mejorar su situación económica el nombramiento de profesor numerario del Instituto para la cátedra de Latín, que explicó en lo sucesivo con toda dedicación, hasta cuando los achaques de la pertinaz dolencia que le llevó al sepulcro habrían podido eximirle del cumplimiento del deber.
Las atenciones como profesor y otras actividades remunerativas no le impidieron consagrarse desde la juventud al cultivo de las letras, casi siempre como entretenimiento romántico y siempre con Pluma dispuesta a perseguir el mejoramiento de la vida colectiva en todos sus aspectos o a difundir el conocimiento y la estimación por sucesos y recuerdos históricos. De lo primero fueron fruto sus abundantes colaboraciones en la prensa Ovetense, particularmente en los diarios tradicionalistas La Victoria de la Cruz, Sucesor de La Cruz de la Victoria, y Las Libertades, fundado en 1899, y del que fué director. También recogieron escritos suyos algunas publicaciones especiales, como el Boletín del Centro de Estudios Asturianos (1924-25).
Ha solido emplear el seudónimo de Franco por alusión al lugar de nacimiento, y con él sostuvo en Las Libertades una sección bajo el título de En Broma y en Serio, que era muy buscada por los lectores, y en la que libró campañas que le hicieron temible como polemista. Como investigador ha dejado varios volúmenes, casi todos en torno al pasado asturiano, entre ellos una monografía del concejo de su nacimiento y un vocabulario del bable publicado después de su muerte.
Sus campañas periodísticas la llevaron a la política. Militó últimamente en el Partido Reformista acaudillado por Melquiades Álvarez, y con esta representación fué concejal, teniente alcalde y alcalde del Municipio ovetense, elevado a este último puesto en diciembre de 1915. No obstante sus aplaudidas gestiones y sus desvelos desde la Alcaldía por impulsar el progreso de la ciudad, debido a una martingala política se vió en el caso de renunciar a ese cargo en agosto de 1917; pero hubo de volver a ocuparlo en diciembre de ese mismo año. Posteriormente, y también como reformista, fué gobernador civil de Cáceres, donde dejó grato recuerdo de su gestión y del trato sencillo y efusivo que le caracterizó siempre.
Como escritor de temas sociales alcanzó de la Academia de Ciencias Morales y Políticas el galardón de que resultara premiada su monografía La Beneficencia pública y los Hospicios (número IV), y sus méritos de otro orden | le valieron las condecoraciones de caballero de la Orden civil de Alfonso XII y la cruz de tercera clase del Mérito Militar.
Falleció Marcelino Fernández y Fernández en Oviedo el 18 de diciembre de 1932.
Obras publicadas en volumen:
I.— El Franco y su concejo. (Luarca, 1898; monografía histórico-geográfica incluida también en el tomo III —Gijón, 1900—de la Obra Asturias, dirigida por Octavio Bellmunt y Fermín Canella y Secades.)
II.—Memoria del Instituto de segunda enseñanza de Oviedo correspondiente al curso 1899-1900. (Oviedo, 1900.)
III.—Cuestiones sociales de actualidad. (Oviedo, 1921; folleto.)
IV.— La Beneficencia pública y los Hospicios. (Madrid, 1923; monografía premiada por la Academia de Ciencias Morales y Políticas.)
V.— Las Casitérides. (Oviedo, 1924; trabajo reformado sobre otro inserto en varios artículos en La Cruz de la Victoria en 1891.)
VI.—Apuntes para la protohistoria de Asturias. (Oviedo, 1926; folleto.)
VII.—Por tierras de León: Recuerdos y tradiciones. (Oviedo, 1926.)
VIII. —Vocabulario del bable de occidente. (Madrid, 1932; obra póstuma refundida con otra similar de Bernardo Acevedo y Huelves para formar el presente volumen, que lleva prólogo de Ramon Menéndez Pidal.)
Referencias biográficas:
Anónimo.—Una necrología en El Carbayón, Oviedo, 20 de diciembre de 1932.