ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

FLOREZ DE VALDES (Diego). (I)

Uno de los marinos españoles más ilustres del siglo XVI. Entre los protagonistas de la historia militar y naval de España, es acaso Flórez de Valdés, después del adelantado de La Florida, Pedro Menéndez, la figura más eminente nacida en suelo asturiano. A los numerosos hechos de armas e importantes empresas navales en que se acreditaron su pericia y arrojo extraordinario, se juntan los vastos conocimientos profesionales, de los que ha dejado indubitables testimonios en numerosos manuscritos, varios de los cuales se conservan en el Archivo de Indias, de Sevilla.

Diego Flórez de Valdés nació en la parroquia de San Esteban de las Morteras, del concejo de Somiedo, El investigador chileno don José Toribio Medina escribe Sarmiedo, seguramente por errata, en su obra Diccionario biográfico colonial de Chile, Fueron sus padres don Juan Flórez, nacido también en Las Morteras, y doña Urraca de Valdés y Garcia Dóriga, de Dóriga (Salas), ambos de noble ascendencia. Sobre la fecha de nacimiento anotan unos el año 1525 y otros el 1535. Ninguna de las dos parece la verdadera. La primera, porque tal vez no se habían casado sus padres todavía, ya que se da como fecha de nacimiento del primogénito y mayorazgo, de nombre Fernando, el año 1530. y la otra (1535), da a don Diego, con relación a los datos conocidos, una poco verosímil precocidad.

Por su calidad de segundón se vió obligado a conquistar un porvenir con el esfuerzo propio, como era costumbre entonces, y se decidió a sentar plaza en la marina real. Se fija esta iniciación suya de marino en 1550 a las órdenes del conquistador de La Florida, Pedro Menéndez de Avilés, en navegaciones de la carrera de Flandes. ya probadas, poco después, sus admirables aptitudes para la navegación, se le confió el mando como capitán de un patache a las Órdenes del almirante Diego de Mendoza en la misma carrera. Tomó parte en la nutrida escuadra que dió escolta al príncipe de Asturias, Felipe, después Felipe Il, cuando éste pasó en julio de 1554 a Inglaterra a contraer matrimonio con la reina María Tudor. También por entonces figuró con mando en expediciones de la carrera de Indias, como lo justifica el dato de que haya estado el año siguiente en el Perú.

Mas la cadena de hechos notables que le dieron prestigio y fama tiene su primer eslabón diez años después, cuando se designa a Pedro Menéndez para ir a la conquista de La Florida. El conquistador le confiere el mando como comandante de la flota destinada a esa expedición, y Flórez de Valdés, tras de vencer la dura resistencia de los indígenas, es el primero en desembarcar, cosa que lleva a cabo con setenta arcabuceros el día 28 de agosto de ese mismo año (1565), festividad de San Agustín, por lo que se bautizó con este nombre el Primer fuerte construido en el territorio conquistado.

Entre otros sucesos que figuran como meritorios en ese momento de su vida cuenta la degollación de una colonia de ciento noventa y dos hugonotes franceses, po here jes, crimen horripilante que, tiempo después, sería vengado allí mismo con el exterminio de una pequeña colonia de españoles, por asesinos. .

Para conseguir alguna explicación de episodios tan repugnantes como éste, comentado y fantaseado por los historiadores, seria preciso que nos compenetráramos con toda hondura anímica del espíritu de la época, si bien en todas se han cometido felonías no menos condenables. El caso es que esa degollación de hugonotes, más que otros episodios, sirvió para que, al regresar Flórez de Valdés a España en octubre de ese mismo año, le diera Pedro Menéndez de Avilés una carta para el rey (fechada el día 15), en la que, después de ponderar los servicios prestados por aquél en la Real Armada, agregaba: “V. M. nunca le ha hecho merced ni dado ayuda de costa… El está gastado y ha vendido y empeñado el más del patrimonio que heredó de sus padres, con la esperanza que siempre tiene de que V. M. le haga merced… Suplico a V. M. le dé un hábito y alguna ayuda de costa… Para andar con los navíos de la Armada en la mar de esta costa, conviene tener toda autoridad para con los enemigos y amigos, y el hábito le ayudará mucho”. No tendremos que hacer menor esfuerzo mental para comprender la petición de esta carta que para admitir como mérito la monstruosidad que la inspira.

Durante esa permanencia en España, que habrá durado, cuando menos, gran parte del año 1566, Flórez de Valcés fué investido efectivamente con el hábito de la Orden de Santiago. Por entonces, también, contrajo matrimonio con doña María Menéndez de Avilés, sobrina del conquistador y adelantado de La Florida, hija del general Alvar Sánchez de Avilés, hermano del anterior. El lazo del parentesco vino a robustecer la consideración que gozaba de su jefe, a cuyas órdenes continuó. Después de residir nuevamente por breve tiempo en La Florida, volvió a España capitaneando la fragata en que regresó su tío político y superior jerárquico en 1567.

El año siguiente Flórez de Valdés era ascendido en su carrera a general de flotas de galeones destinadas a Tierra Firme y a Méjico.

También por méritos sucesivos le nombró el rey en 1574 general de la armada de Indias. Uno de los hechos más notables que abrillantaron su nombre en esa categoría fué la conquista de la Isla tercera en 1581 asociado a su tío Pedro de Valdés.

En ese mismo año tuvo lugar uno de los episodios más interesantes, ya que no de los más afortunados de su vida: la expedición al estrecho de Magallanes. Como antecedente de esa misma empresa, dice don Senén Álvarez de la Rivera: “Al volver Pedro Sarmiento de Gamboa de su travesía por el estrecho de Magallanes, convenció a Felipe 11 de la posibilidad y necesidad de poblar y fortificar ese paso para impedir a los piratas ingleses llegar al Mar Pacífico, donde acababan de saquear los puertos de Chile.” Se trataba de un proyecto considerado magno entonces: guarnecer de hombres los lugares fortificados de las costas brasileñas; fortificar el paso de Magallanes; poblar las ciudades de proyectada fundación en esa tierra extrema de América, y sostener la guerra de Chile. 

Se formó y equipó convenientemente la más poderosa escuadra que hasta entonces había cruzado el Atlántico, compuesta de veintitrés naves con unos tres mil hombres, cifras que Fuertes Acevedo reduce a dieciséis navíos y dos mil cuatrocientas ocho personas. “A pesar de ser Sarmiento—dice el citado Álvarez de la Rivera—un marino de los más experimentados, y notable geógrafo y astrónomo, el rey sólo le dió el cargo de gobernador del Estrecho y sus poblaciones, dando el mando de la armada a Diego Flórez de Valdés con amplias atribuciones. Desde este momento nació profunda rivalidad entre ambos, y Flórez renunció a su cargo, ordenándole el rey que cumpliera sus órdenes sin replicar.”

Partió esa flota de Sanlúcar de Barrameda el 26 de setiembre de 1581, llevando como capitana a la fragata San Cristóbal, en la que iba el general Flórez. Como tantas otras empresas de semejante índole en aquel siglo, ésta resultó una verdadera desdicha. Colaboró al desastre, acaso en primer término, la rivalidad provocada por Sarmiento contra Flórez; pero no cooperaron menos tempestades, enfermedades e indisciplinas de la tripulación. Flórez de Valdés, a quien no arredraban fácilmente los obstáculos, intentó por tres veces vencer las dificultades que se oponían a que penetrara en el estrecho; pero abandonó por fin el empeño, por parecerle, además de muy arriesgado, de una finalidad inconveniente, como era la de poblar un paraje desolado e inhóspito, y determinó regresar a España.

Sarmiento de Gamboa—con tenacidad y amor propio que se nutrían del odio que le inspiraba el general Flórez de Valdés—no quiso renunciar al empeño y lo prosiguió con sólo tres navíos que se le declararon adictos. Vencidas las dificultades y dominados los peligros, toma posesión de aquellas tierras y funda en ellas dos ciudades. Sale después rumbo a España en busca de toda clase de recursos, de que carecían en absoluto los temerarios colonizadores de aquel Suelo improductivo. y en este momento la aparente victoria se convierte en una catástrofe: mientras los infelices pobladores de aquella paramera perecían de hambre, él caía prisionero de los corsarios ingleses,

Esta malaventurada empresa dió motivo a Flórez de Valdés para describir sus tristes episodios en una Relación, que es lo más antiguo que se conoce de su pluma.

Antes de su llegada a España, el general Flórez pudo resarcirse parcialmente del descalabro anterior con un hecho calificado de heroico y glorioso, en las costas de Brasil. Tal fué la reconquista del Puerto de Parahíba, del que se habían apoderado los franceses. Fué tan decisiva y absoluta la rendición que les impuso, con destrozo de todas las resistencias, incendio de sus buques y apoderamiento de cuanto botín poseían, que la hazaña inspiró a uno de sus soldados, llamado Juan de Paraza, un bello poema impreso más tarde (1584) en Sevilla. 

Flórez de Valdés se encontró a su llegada a España Con nuevos honores concedidos durante los dos años de esa expedición, entre ellos el de comendador de la villa de Oreja; pero, en contraste con esos homenajes, encontró también vilipendiado su nombre con informes difamatorios enviados por Sarmiento, a consecuencia de los cuales se le abrió un proceso, del que al fin salió justificada y resplandeciente su conducta.

Algunos historiadores, guiados casi exclusivamente por esos informes de Sarmiento, descargan sobre Flórez de Valdés inculpaciones tan poco consistentes como la de atribuirle a propio intento el fracaso de esa empresa expedicionaria al Pacifico. Si no existiesen otros argumentos de fuerza contra tal aseveración, bastaría para destruirla el de que siendo Flórez jefe supremo de la escuadra, habría que declararle loco de remate si hubiese buscado expresamente el desastre, puesto que equivalía al anulamiento de su propia personalidad. Pudo, efectivamente, llevar a término el mandato del rey, como lo llevó Sarmiento de Gamboa; pero el funesto resultado conseguido por éste confirma la razón que tuvo Flórez para desistir de poblar una tierra inhabitable. y esa razón la apoya incontestablemente el hecho de que no se volviera a repetir tan temerario intento hasta que lo acometió Chile, favorecido por la proximidad, tres siglos después, en el XIX.

La tramitación de ese proceso sobre el desastre de Magallanes no privó a Flórez de Valdés de sus honores ni del mando que le correspondía en la carrera de Indias, y continuó prestando servicios como marino y como escritor con indiscutible competencia.

Cuando la soberbia de Felipe II organizó en Lisboa la tristemente célebre Armada Invencible en 1588 contra Inglaterra, Flórez de Valdés, que tenía ya categoría de capitán general de la carrera de Indias, fué designado para el mando de la escuadra de Castilla, compuesta de catorce unidades entre galeones y navíos, vencida en parte la terquedad de Felipe II de mantener como jefe de esa gran flota al duque de Medina-Sidonia —cuya incapacidad reconocían todos, incluso el propio interesado—, se relevó a Flórez de aquel mando para confiarle en la nave generala el cargo de primer consejero y sucesor del duque, en caso de muerte de éste.

De las causas internas que contribuyeron al fracaso de la Armada Invencible antes de que los elementos causaran el desastre final, los historiadores han coincidido en culpar principalmente a Flórez de Valdés, por suponérsele animado del deseo de que fracasara un hombre a quien tenía que reconocer como superior, sin serlo en conocimientos y prácticas relacionadas con empresas marinas. Mas contra la suposición de su deslealtad, se puede argumentar con Álvarez de la Rivera, que el duque de Medina-Sidonia, “fundándose en que el rey le había ordenado no combatir por ningún motivo con los ingleses antes de reunirse con el duque de Parma en Flandes, desoyó los consejos, no sólo del mismo Flórez, sino de todos los demás notables marinos que iban en la armada, y se perdieron brillantes oportunidades de destruir la flota inglesa y tomarse a Londres”.

De todos modos, la ejecutoria en esta ocasión de Flórez de Valdés no parece tan clara y defendible como en ocasión del desastre de Magallanes. Sin embargo, conviene tener en cuenta que las acusaciones contra Flórez en este caso las formula el duque de Medina-Sidonia, que obraba en todo a su arbitrio, como se ha podido comprobar, “Obligado a llevar un Diario de los sucesos de la escuadra—indica el varias veces citado Álvarez de la Rivera—, donde se anotaran las resoluciones de los consejos de generales, sólo dió A la firma de éstos dos actas donde precisamente aparece Flórez votando contra el parecer del duque.

Después, el duque llevó su Diario solo en su cámara, sin anotar nada que no le conviniera y sin intervención de ninguna otra persona.”

Quedó entonces Flórez sometido a un nuevo proceso, pero privado esta vez, no sólo de libertad en el castillo de Burgos, sino impedido de hacer sus descargos, resolución absurda que ha privado de que se esclareciera el fundamento de las acusaciones.

Empero, Felipe Il echaba muy de menos los servicios del encarcelado capitán general, y percatado, al fin, de que más parte habían tomado en la destrucción de la Armada Invencible la incapacidad para el mando del duque y el poder mucho más invencible de los elementos que la mala fe de Flórez, aprovechó la coyuntura de que un sobrino de éste había rescatado un tesoro real del poder de los piratas en las Antillas, y le puso en libertad en el año 1590.

Tampoco esta vez había sido despojado de sus honores y preeminencias, entre las que figuraban, además de las antes aludidas, las de señor de la casa de Miramontes, alférez mayor del concejo de Miranda y regidor perpetuo de los de Somiedo y Las Babias.

En el año 1595—que es el de su muerte—hizo testamento y fundó mayorazgo con los bienes de esos dos últimos concejos en cabeza de su hija Francisca, por no haber dejado hijos varones.

Descansan sus restos junto a los de su esposa, en la iglesia de San Esteban, de la villa de Tineo.

 

Obras inéditas:

—Relación del viaje que hizo la Armada de S. M., de que era general don Diego Flórez de Valdés, desde el 26 de setiembre de 1581 que salió de Sanlúcar hasta 19 de enero de 1583, que se apartó de ella en la boca del río de la Plata don Alonso de Sotomayor con tres Navíos y la gente que llevaba para Chile y lo ocurrido a éste en el mismo río hasta que desembarcó en la ciudad de Buenos Aires. (MS. en el Archivo de Indias, de Sevilla.)

—Descripción sucinta del río de la Plata y del camino y leguas que hay para Chile y el Perú. (MS. ídem íd.)

—Memoria presentada al rey S0bre la importancia de poblar y fortificar el puerto de San Vicente y todos los otros de las costas del Brasil hasta el río de la Plata, Para estorbar y ofender a los enemigos en sus tentativas de penetrar hasta el Perú. (MS. ídem íd.) 

—Dos cartas al rey sobre sucesos de la armada y flota de Tierra Firme. (MS. de 1587, ídem id.) 

—Parecer que dió sobre la fábrica de seis navíos que se habían de hacer en las costas de Vizcaya para el reconocimiento y navegación de las costas de Nueva España y Tierra Firme; con otros puntos respectivos al examen de pilotos, visitas de las naos en el río Sevilla, nombramientos de capitanes de buques mercantes… (MS. ídem id.)

—Memorial presentado al rey sobre la seguridad y guarda de la navegación y puertos de Indias. (MS. ídem íd.)

— Parecer del general Diego Flórez de Valdés sobre los inconvenientes y dificultades de traer el oro y plata, así de V. M. como de particulares de las provincias de Tierra Firme y Nueva España. (MS. ídem id.)

 

Referencias biográficas:

Álvarez de la Rivera (Senén).—Unos apuntes biográficos. (En el tomo 1 de la Biblioteca Histórico Genealógica Asturiana, Santiago de Chile, 1924.)

Fernández Duro (Cesáreo).— La Armada Invencible, (Madrid, 1884.)

Miguel Vigil (Ciriaco).—Anotaciones biográficas. (En el libro Noticias histórico-genealógicas de Pedro Méndez de Avilés, Avilés, 1892.)

Pastells (P.).—Datos biográficos. (En la obra Descubrimiento del Estrecho de Magallanes.)

Ruidíaz y Caravia (Eugenio).—Apuntes biográficos. (En el libro La Florida, Madrid, 1893.)

Suárez – Españolito (Constantino) —Diego Flórez de Valdés. (En el Diario de la Marina, Habana, 7 de agosto de 1932.)