El arte escultórico tiene en Folgueras la figura asturiana más descollante del siglo XIX y una de las más notables de España en ese tiempo. Inflamada su inspiración por la chispa del genio, dejó abundantes obras que acreditarán siempre a través de todas las modas a un artífice consumado. Si su nombre se presenta un tanto oscurecido a la posteridad, culpa ha sido de su modestia excesiva, esa modestia o apatía tan asturiana que, dígase lo que se quiera, sólo sirve de estorbo para el brillo y la prosperidad en vida y merma de la fama después de la muerte. Quien no viva atento al reconocimiento permanente de sus méritos entre los coetáneos, puede estar seguro de que renuncia a la base más fundamental de su fama para la posteridad. y esto es lo que le ha sucedido a Folgueras. Tendrá admiradores siempre entre los pocos que puedan contemplar sus Obras; pero le faltarán las admiraciones que surgen al calor de resonancias del elogio, porque si con motivo de alguna exhibición pública de su arte alcanzó calurosas alabanzas, éstas se han perdido sin eco en amarillentas páginas de hojas volanderas. y de esa desgana por la opinión ajena viene luego la insuficiente valoración y hasta el error, como si se tratase de una personalidad milenaria y no viva hasta nuestros días. Diganlo hasta los errores con que se escribe su fecha de nacimiento; mientras unos anotan el año 1864, otros, como la Enciclopedia Espasa, dan la fecha de 1860. y menos mal que en obras de la índole y la extensión de la indicada se le conceden unas líneas de respeto y consideración.
Nació Cipriano Folgueras en Oviedo el 10 de setiembre de 1863, hijo de don Bernardo de ese apellido y doña Nemesia Doiztúa, de Modesta posición. Después de estudiada la instrucción elemental se matriculó en el Instituto de segunda enseñanza y a la vez, llevado de su gran vocación al arte. Cursó estudios en la Academia de San Salvador. Lo de seguir una carrera literaria era más deseo de los Padres que suyo, porque el de él Se manifestaba mucho más vivo Por los estudios artísticos, seguidos como en segundo término, pero con mayor brillantez y abundantes premios. Al fin abandonó las aulas del Instituto para concurrir solamente a las de la Academia.
De cómo se reveló el escultor nos da la explicación Juan-Jesús (Jesús Fernández Martínez Elorza) con las siguientes palabras: Mientras que los jóvenes de su edad se dedicaban a las expansiones propias de su clase, a él le vemos coger puñados de barro y ejecutar con habilidad pasmosa multitud de figuras que cincelaba con una navaja, con un palito que él cortaba a manera de espátula; con estos instrumentos rudimentarios inauguró su carrera haciendo un bajorrelieve, copia de un grabado que representaba a Colón discutiendo su proyecto en el monasterio de la Rábida, que fué digno de admiración y le valió que la Excma. Diputación ¡provincial recogiera aquel fruto, aquel prodigio de la inteligencia del joven Folgueras y Doiztúa, y fijando la atención en él la corporación provincial citada, hiciera suyo este trabajo y después de un maduro y concienzudo estudio, en el que colaboraron todas las eminencias ovetenses en la materia, con un luminoso informe de la citada Academia de Bellas Artes, acordara remitirlo todo a la de San Fernando, de Madrid, la que viendo en la obra realizada una esperanza para el porvenir, con frases laudatorias y manifestaciones de simpatía para el joven escultor, recomendó en un brillante informe, lleno de entusiasmo, la conveniencia de proteger a nuestro biografiado, y la Excma. Diputación, apreciando las manifestaciones de la docta corporación científica con aplauso general, acordó pensionar al autor de aquel delicado trabajo con el estudio de la escultura en Madrid.”
Andaba Folgueras por los dieciséis años (1878) cuando esto sucedía. Trasladado a Madrid al amparo de esa beca, que disfrutó por espacio de cinco años, fué en la Academia de Bellas Artes de San Fernando uno de los discípulos más aventajados de su tiempo, señalado su paso por esas aulas con las mejores calificaciones y premios extraordinarios. Distinguido por su talento y bellas prendas de carácter entre los profesores, gozó especial estimación de su paisano Grajera y de Suñol.
Después de ejecutar diversas obras que merecieron aplausos de los amigos, decidió darse a conocer públicamente y concurrió a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1884 con la escultura Orestes perseguido por las fieras, que le conquistó los honores de una tercera medalla y pasó a propiedad del Estado.
Este claro testimonio del buen destino que tenía la beca concedida por la Diputación, decidió a ésta a pensionarle por tres años para que ampliara su educación artística en Roma. “En esta ciudad, emporio de las artes —dice el citado Juan-Jesús—, consiguió ya en el primer año abrirse paso entre los más afamados escultores del orbe entero y captarse las simpatías de todos ellos, de renombrados pintores, entre ellos Pradilla, del que recibió muestras de grandioso aprecio y admiración, hasta el punto de que su modesto estudio fuese por él visitado diferentes veces, y del afamado escultor del emperador de Alemania, que le brindó con su decidida protección, presentándolo en las sociedades a que él asistía como una gloria del arte.” Desde Roma envió a la Diputación de Asturias, como muestra de sus progresos y de su gratitud, la estatua Celta o astur, que se considera una de las mejores producciones del artista en esa época. También desde allí concurrió a la Exposición Nacional, de Madrid, de 1887, con la escultura Jesús discutiendo con los doctores, que mereció grandes alabanzas de la crítica.
Después de la permanencia en Italia, que se prolongó a cuatro años, regresó a España y Asturias, donde tuvo su residencia algún tiempo, y durante el cual ejecutó diversas obras que le conquistaron el aplauso de los suyos, entre ellas un busto de la difunta marquesa de la Vega de Anzo que hubo de hacer tomando retratos por modelo, no obstante lo cual, consiguió el más caluroso elogio de cuantos habían conocido y tratado a la marquesa.
Ya plenamente formado el artista, era necesario afrontar la lucha por el triunfo y la posición social en ambiente propicio, y se trasladó a Madrid, donde tuvo la fortuna de encontrar “la decidida protección del ilustrado comerciante asturiano don Juan de la Fuente”, según dice el citado Juan-Jesús, posesor de las intimidades del artista, con quien le unían los lazos de hermano político.
Su reputación en Madrid, ya cimentada, se irguió rápidamente. El grupo escultórico Los primeros pendientes presentado en la Exposición Nacional de 1890 (no el 94 como afirma el varias veces citado biógrafo) le conquistó la consagración artística. No sólo estuvo asistido por las más cálidas alabanzas de críticos y comentaristas y por la admiración del público, sino del asenso del jurado que le concedió la primera de las segundas medallas por unanimidad. Con esa misma escultura extendió su fama al extranjero, concurrente a la Exposición Internacional de Chicago de 1893, en la que alcanzó otra segunda medalla y acaso hubiese conquistado más altos galardones de haber expuesto su Obra en materia definitiva y no en escayola.
Por entonces comenzaron a llegarle importantes encargos entre Otros muchos de menor empeño, como los del oratorio del marqués de la Vega de Anzo, el medallón del poeta en bable Teodoro Cuesta y Otros, figurando entre aquéllos el mausoleo de los Masaveu en el cementerio de Oviedo; la estatua de José Parres Piñera; en Posada (Llanes); las estatuas colosales representando La Comedia y La Tragedia (1892) del Teatro Campoamor, de Oviedo; el busto y el panteón de Fr. Ceferino González en el convento de dominicos de Ocaña (Toledo); la estatua sedente del fundador de la Universidad ovetense, el arzobispo Valdés (1895), en el claustro de ese Centro; el monumento a las víctimas de la explosión del Machichaco en Santander; la estatua a Pedregal y Cañedo en Grado (1897), y otros.
Entretanto, nuevos galardones afirmaban su descollante personalidad. En 1895 conquistaba en la Exposición Nacional de Bellas Artes una preciada primera medalla con el grupo escultórico en escayola, pareja del galardonado últimamente, intitulado El sacamuelas.
En la Exposición Universal de París, de 1900, conquistaba una segunda medalla.
Aunque en posesión del más alto premio en las exposiciones nacionales, continuó acudiendo a ellas en 1901 con Jarrón en barro cocido; en 1906 con el grupo en yeso Las cosquillas, y en 1910 con el Retrato del poeta Campoamor, también en escayola.
También contribuyeron a dar realce a su personalidad el ingreso como profesor, en calidad de profesor auxiliar, en la Academia de San Fernando el año 1903 y la participación como miembro de Jurados calificadores en exposiciones y Concursos.
Entre las últimas obras más importantes ejecutadas por encargo figuran las imágenes (1902) de los Sagrados Corazones de Jesús y María para el altar mayor de la iglesia parroquial de Santa Cruz, de Madrid; el mausoleo de los marqueses de San Juan de Nieva en el cementerio de Avilés y el monumento en Castropol al marino Fernando Villamil, que no pudo ver inaugurado por haber fallecido meses antes, en Madrid, el 17 de enero de 1911.
Referencias biográficas:
Acevedo y Huelves (Bernardo).— Los asturianos de hoy: Cipriano Folgueras y Doiztúa. (En el Boletin del Centro de Asturianos, Madrid, febrero de 1888.)
Anónimo.—Un bosquejo biográfico. (En La Correspondencia de España, Madrid, marzo de 1896.)
Juan-Jesús.—Un boceto biográfico. (En El Heraldo de Asturias, Habana, 21 de abril de 1895.)