Militar y escritor que floreció en la segunda mitad del siglo XIX.
Si en lo primero se acreditó por bizarro y pundonoroso, como literato merece que no se le tenga en el absoluto olvido en que ha caído su nombre. Aunque haya quien se atrevió a maltratarle como Cejador, que le juzgó de “poeta chirle y novelista ídem, folletinesco y para la gente menuda”, merece el respeto y la consideración mínimos que se deben a los trabajadores intelectuales que producen su obra con desinterés, buena fe y entusiasmo. No fué un excelente poeta, pero tampoco inferior a otros muchos de su tiempo que parecen más meritorios. Y como prosista, tanto en las narraciones de asunto o carácter histórico como en novelas y obras teatrales, habrá que reconocerle estilo y lenguaje estilo y lenguaje correctos, amenidad e interés. No se tratará de obras maestras y sí posiblemente “para la gente menuda”, como dice Cejador, pero dentro de ese género de obras en que el interés dimana del enredo y la intriga.
García del Canto ha dejado como fruto de su fecunda pluma obras que para el gusto del gran público de su época resultaron manantiales de placer, como, por ejemplo, la intitulada Candelas o los bandidos de Madrid, numerosas veces reeditada.
Nació Antonio García del Canto en modesto hogar de da o el 5 de febrero de 1823, y no del 24 como anotan algunos, hijo de don Francisco García Muñiz Y de doña Ventura del Canto.
Por deseo de sus padres y por tratarse de los estudios más accesibles a las modestas posibilidades de ellos comenzó García del Canto a cursar en la ciudad natal estudios preparatorios de la carrera eclesiástica. Pero a los catorce años se vió obligado a interrumpirlos, con motivo de la guerra civil sostenida contra el pretendiente al trono, don Carlos de Borbón, para sentar plaza como voluntario en el batallón movilizado de León. Poco después alcanzó la baja en el ejército y se fué a reunir con la familia, que se había trasladado a Palencia. Su latente vocación al estudio le inclinó por entonces a seguir la carrera de Leyes, pero se lo impidió la falta de recursos económicos. Hubo de conformarse con atender a su ilustración de un modo autodidáctico, hasta que aparecieron en él las aficiones al cultivo de las letras como poeta y prosista.
Al llegarle la edad entonces prescrita para el servicio de las armas, que era la de los diecinueve años cumplidos,le tocó por sorteo vestir el uniforme de soldado e ingresó en el ejército el 21 de diciembre de 1841.
Ascendido a subteniente e incorporado al Regimiento de Isabel II número 94, pasó destinado a Filipinas en agosto de 1844. donde permaneció por espacio de cerca de siete años. Los primeros tiempos estuvo destinado a la guarnición de Manila, pero desde el año 46 se alternaron sus servicios en esta plaza con los prestados en otros lugares del archipiélago, especialmente dedicado a la represión del contrabando y la piratería. Por su destacada y valiente actuación se le concedió la Cruz de San Fernando de primera clase y el grado de teniente.
Al cumplirse el tiempo reglamentario de su permanencia en Filipinas,solicitó el retorno a la Península y regresó a España. En el mes de abril de 1851 prestaba ya servicios en Castilla la Vieja.
A esa permanencia en Filipinas corresponden los primeros Aoc tos que conocemos de sus actividades de escritor: un tomo de poesías.
una novela y un drama en verso (números I, II y UI), que son como el exponente de las principales modalidades literarias por él practicadas.
En abril de 1852 pasó a desempeñar una plaza de auxiliar en la Dirección General de Infantería (Ministerio de la Guerra). a la que hubo de renunciar por motivos de salud. Ascendido a teniente efectivo del arma en mayo del 53, se le confirió dos meses más tarde la plaza de ayudante secretario de la Comandancia General de Salamanca, al dad a la que habría de estar muy vinculada su vida en adelante, debido A matrimonio en 1854 con la poetisa de esa ciudad doña Josefa Esteve.
Sus actividades de publicista se incrementaron por esta época notablemente en prosa y verso. Además de varias obras en volumen, Publicó numerosos trabajos en diversos periódicos, entre ellos Correo Salmantino, La España, de Madrid, y Gaceta Militar, en la que una serie de artículos acerca de la administración civil y militar de Filipinas le dió gran renombre. También gozó del aplauso del público como autor dramático con el estreno de El Huérfano.
En marzo de 1856 volvió al servicio de cuartel a petición propia Y estuvo incorporado sucesivamente a las guarniciones de Valencia, Madrid, Orense y nuevamente la de Madrid, donde en octubre de 1859 fué ascendido al empleo efectivo de capitán. Destinado luego a Valladolid, Permaneció aquí hasta que en mayo de 1860 se le confirió un empleo en la Dirección General de Infantería, que desempeñó hasta el 64, con Una breve interrupción en junio del 62, en que estuvo de servicio en Salamanca.
Ascendido al empleo de comandante en setiembre de 1864, se Je destinó en el año siguiente de nuevo al ejército de Filipinas, trasladándose al archipiélago en compañía de su esposa.
Durante esta nueva permanencia en el archipiélago filipino desde 1866 hasta 1870, fué sucesivamente gobernador político-militar de los distritos de Davao y Mindanao, en la provincia de Nueva Guipuzcoa. Durante su mando en el primero de ellos y bajo su dirección se construyó la nueva capital, con espaciosas calles y plazas y magníficos edificios oficiales y particulares. En setiembre de 1868 fué ascendido al empleo y mando de teniente coronel.
Quebrantada su salud, a fines de 1870 regreso a España. Dos años después era ascendido al empleo efectivo de teniente coronel y al grado de coronel.
Durante esta época de su vida continuó con luma fecunda sus ocupaciones de escritor. Publicó varios volúmenes de literatura en diversos géneros y otros de historia relacionad con Filipinas. Colaboró en numerosas publicaciones, especialmente en el Semanario Histórico e Ilustración de Madrid. También publicó algunos trabajos en La Nube, de Zaragoza.
Empleado en el Ministerio de la Guerra, a fines de 1872 le propuso el ministro de ese departamento, movido por los conocimientos demostrados demostrados por García del Canto como escritor sobre los asuntos filipinos, para ocupar el puesto de secretario general del Gobierno Superior Civil de esa provincia española ultramarina, cargo que desempeñó muy acertadamente con la categoría de jefe de Administración de primera clase. Pero disconforme con el proceder en algunos casos del capitán general, presentó la dimisión a los pocos meses y regresó a España.
Quedó incorporado entonces a la guarnición de Salamanca, de cuya plaza fué elevado al cargo, algún tiempo después (1874), de comandante general, destino que desempeñó hasta julio de 1876.
Permaneció después por espacio de unos cuatro años en situación de reemplazo, y volvió al servicio activo, ascendido a coronel por antigüedad (1881), destinado al mando del Regimiento de Infantería de San Marcial, en Vizcaya, que desempeñó por espacio de dos años, y entonces solicitó y obtuvo el retiro. En esta situación falleció tres años después, el 26 (y no el día 20 como se anota en algún sitio) de diciembre de 1886.
Además de otras condecoraciones poseía Cruz y Placa de San Hermenegildo, la Encomienda de Isabel la Católica y la Cruz del Mérito Militar. Figuraba también como miembro titular de la Academia Franco-Hispano-Portuguesa, de Tolosa (Francia).
Aunque en los últimos años de su vida no dió muestras públicas como escritor, no quiere ello decir que hubiese abandonado estas actividades. Dejó al morir varias obras inéditas, que publicó la viuda, entre ellas una de sus mejores novelas titulada Los piratas de Filipinas. Después que doña Josefa Esteve cumplió con lo que estimaba deber suyo para con el esposo fallecido, se retiró a la vida conventual.
Obras publicadas en volumen:
I—Horas de melancolía. (¿Manila. 1850?: poesías).
II.—La capilla expiatoria. (Manila, 1850: novela: reproducida más tarde en folletín por el Correo Salmantino, de Salamanca; el Semanario Histórico y La Ilustración, de Madrid, y La Nube, de Zaragoza).
III.—La justicia de Dios. (Manila, 1850; drama en verso).
IV.—La isla del amor.(….)
V.—Poesías. (Madrid, 1853: un tomo en 4º).
VI.—La calavera milagrosa. (Salamanca, 1854; leyenda fanatico-religiosa).
VII.- Los Misterios de Filipinas: (Madrid. 1858-59: novela en dos tomos).
VIII.—Los tres hijos del crimen. (Madrid, 1861: novela en dos tomos).
IX. Candelas y los bandidos de Madrid. (Madrid. 1861: dos tomos en 4º; obra reimpresa numerosas veces).
X. España en la Oceanía. (Madrid, 1862).
XL-—Estudios históricos sobre Filipinas. (Madrid, 1862).
XIL—Los terremotos de Manila. (Madrid. 1863).
XIL-—Aventuras de un cochero y memorias de un lacayo. (Madrid. 1863: volumen en 4º con ilustraciones).
XIV.-—El huérfano. (1863? : teatro).
XV.-—La conquista de Joló. (Binondo, Manila. 1865: drama).
XVI.—Poeta y suegra en guerra, (teatro).
XVI.-—Mujer de virtud y honor, (teatro).
XVIII.-—El misionero. (Binondo. Manila, 1873: leyenda religiosa reproducida en el tomo V del Romancero español contemporáneo.Madrid. 1886).
XIX.—Guía para los viajeros de Madrid a Filipinas. (Madrid).
XX.—Colección de poesías inéditas. (Salamanca, 1887: obra póstuma, en 4.9).
XXI-—Los piratas de Filipinas. (Salamanca. 1888: novela histórica póstuma en dos tomos en 4.2, precedida de un estudio biográfico escrito por la viuda, doña Josefa Esteve).
XXII.-—Mis recuerdos. (Salamanca, 1888: obra póstuma).
Trabajos sin formar volumen:
1.—Orden de San Hermenegildo. (En el tomo II volumen I. de la Historia de las Ordenes de Caballería y de las condecoraciones españolas. por don José Gil Dorregaray» Madrid. 1864).
Referencias biográficas:
Anónimo.—Una semblanza- (En Escenas Contemporáneas, Madrid, 1864).
Esteve (Josefa).—Un estudio biográfico. (Como preámbulo a la novela de García del Canto Los piratas de Filipinas, Salamanca. 1888).
Martínez de Velasco (Eusebio).— Ilmo. Sr. D. Antonio Garcia del Canto, coronel de Infantería, distinguido literato. (En La Ilustración Española y Americana, Madrid, 22 de febrero de 1887).