Una de las más brillantes eminencias científicas asturianas, adornada con el mayor de los méritos: el de deberse a sí mismo todo lo que fué. Y fué el doctor Róel, además de un médico de grandes aciertos profesionales, un investigador y tratadista que conquistó el respeto y la admiración de los sabios españoles y extranjeros. Nació Röel en el pueblo de Ceceda (Nava) el 5 de mayo de 1821, (y no en 1819 como se anota en la Enciclopedia Espasa), hijo de don José García Röel, cirujano militar, y de doña Joaquina Rodríguez.
Comenzó sus estudios académicos con los de Latinidad y Filosofía en la Universidad de Oviedo. Su vocación científica, inclinada especialmente a la profesión del padre por el ambiente y los estímulos recogidos en el hogar, le decidió a seguir la carrera de Medicina, con Cuyo motivo se trasladó a Madrid. Dificultades económicas de su familia le obligaron a recurrir a una plaza de practicante en el Hospital General, obtenida por oposición, al amparo de la cual pudo concluir la carrera.
Probablemente residió después en Madrid algún tiempo, ampliando estudios y acaso ejerciendo ya la profesión, pero al fin la nostalgia de la tierra natal le determinó a establecerse en Oviedo, que fué en adelante lugar habitual de residencia.
Sus vastos conocimientos teóricos y experimentales en Medicina le acreditaron en Oviedo rápidamente y fué en seguida el médico de los ricos, el solicitado siempre en todos los casos de apelación a los recursos supremos; pero también fué el médico de los pobres, solícito siempre a poner su ciencia al servicio de los desheredados. Su profundo amor al prójimo se hizo ostensible con motivo de la invasión del cólera morbo en Asturias el año 1855; en el ejercicio de la profesión contrajo la terrible enfermedad, y no había salido de la convalecencia cuando volvió a prestar desinteresadamente sus auxilios médicos en varios pueblos de la provincia. (Igual conducta observó, ya en los albores de la ancianidad, cuando la nueva invasión del cólera treinta años después).
A la vez que de médico particular desempeñó funciones de carácter oficial. Obtuvo por oposición plaza de médico de la Beneficencia provincial, en cuyo cuerpo llegó a la categoría de inspector general; figuró como miembro de las Juntas local y provincial de Sanidad; perteneció también al Cuerpo de Sanidad Militar y con este carácter fué director del Hospital Militar de la provincia; tuvo a su cargo la dirección de los baños de Caldas de Besaya, y fué médico de Prisiones y de la Casa de Salud de San Lázaro, conocida por La Malatería.
Aunque consagrado a la profesión hizo vida de sociedad; difícilmente se iniciaba en Oviedo algún movimiento cultural, benéfico o que trajera mejoramientos sociales que no contara con su concurso. Fué uno de los más entusiastas fundadores del Casino, sociedad que en su primera época contribuyó grandemente a impulsar el nivel cultural ovetense; figuró, además, entre los fundadores y propulsores de entidades industriales y bancarias como la Fábrica de Gas y Banco de Oviedo.
Pero lo que dió considerable prestigio a Faustino García Róel fué su dedicación al estudio como investigador de temas profesionales,labor a la que entregó lo mejor de su espíritu. El conocimiento al día de las obras modernas de Medicina en diversos idiomas; la observación clínica y los viajes frecuentes al extranjero en plan de estudio, fueron dando al médico ovetense la posesión de los conocimientos que elevaron su personalidad a la categoría de sabio. De tal le fueron acreditando sus colaboraciones en numerosos periódicos, algunos de ellos asturianos, como El Fomento de Asturias (1851), El Faro Asturiano (1856) y El Carbayón (1879), todos ovetenses, fundados en las fechas indicadas; otros, madrileños, entre los que figuran El Siglo Médico (1854) y Los Dos Mundos (1879); y algunas publicaciones extranjeras. En campo más reducido, limitado a las esferas científicas’ y oficiales, fueron realzando su personalidad y prestigio los informes elevados al Gobierno y las monografías presentadas al estudio de Corporaciones y Congresos de España y del extranjero.
Esta labor del investigador científico alcanzó la máxima consideración entre los hombres de ciencia cuando la Academia de Medicina, de Madrid, le adjudicó el importante Premio Rubio por su obra Etiología de la Pelagra, o sea, de la pluralidad de las enfermedades que afligen al linaje humano, fruto de muchos años de estudio y experiencia, sobre la que la Academia decía en el informe emitido en abril de 1881: “La vasta y rica erudición contenida en el libro del señor Róel; el estudio que en él se hace de la pelagra, tan amplio, tan extenso, tan profundo como puede desearse: el grande y variado caudal de datos que atesora; sus numerosas historias clínicas, en las que se han recogido y consignado todos los antecedentes, todos los fenómenos morbosos, los resultados del tratamiento y cuanto en alguna manera pueda conducir al conocimiento perfecto de la enfermedad, con una perseverancia, con una prolijidad, tan penosas como raras, y por esto mismo dignas de loa y de los mayores elogios… El grado de mérito de esta obra no es inferior al de su originalidad, y nadie que la haya leído o la lea y sepa estimar en lo que vale una laboriosidad llevada al extremo más provechoso para la ciencia. dejará de apreciar los inmensos materiales que en ella ha acumulado su autor, y de calificarla como de Mérito relevante, como sobresaliente entre las más sobresalientes”. (Se conoce con el nombre de pelagra o mal de la rosa, una especie de lepra que venía siendo, desde siglos atrás, enfermedad endémica en Asturias; Sobre ella investigaron antes que Róel, el doctor Gaspar Casal y don Idefonso Martínez Fernández).
Desde entonces su reputación y fama quedaron definitivamente consolidadas en los centros científicos españoles y extranjeros. En el Congreso Médico celebrado en Sevilla en 1882 tomó parte con la presentación de otro de sus principales trabajos, intitulado Patogenia de las principales enfermedades, que alcanzó unánime reconocimiento por su valor científico. Años después (1889), en el concurso abierto en Valencia por el Instituto Médico para premiar a los cuatro profesores españoles de Medicina de mayores merecimientos y de edad superior A los cuarenta años: García Róel alcanzó el premio primero, que le fué conferido solemnemente en el Congreso Médico-Farmacéutico celebrado en esa ciudad en julio de 1891.
Su saber le dió ingreso en numerosas Corporaciones científicas, españolas y extranjeras: las Academias Quirúrgica y de Medicina y la Sociedad Española de Higiene, las tres de Madrid; las Academias de Medicina de Barcelona y Valencia; la Sociedad de Higiene, de París; la de Ciencias Médicas, de Lisboa; la italiana de Higiene, y otras varias.
Sobre su modo de vivir en Oviedo, cuando la opulencia le permitió disfrutar de una de las más bellas mansiones ovetenses, ha escrito Juan Antonio Cabezas: «“Röel fué un médico famoso y un hombre extravagante a fines del siglo XIX. Tenía bien definidas las tres características indispensables: era ateo, epicúreo y liberal. Hacía frecuentes viajes a París y recibía cartas afectuosas del médico y criminólogo italiano César Lombroso (acaso tuvieron también una amistosa polémica sobre algunos síntomas de la pelagra). La vida del médico Róel era la de un sabio misántropo. Encerrado en su habitación, que era a la vez despacho y biblioteca —dos departamentos aislados del resto de la casa por una fuerte puerta forrada de hierro—, se pasaba muchas horas leyendo o escribiendo en completa soledad.
“La quinta de Róel iba poco a poco convirtiéndose en museo neorromántico. Un lago artificial, surcado de cisnes rubenianos más o menos unánimes; sobre el lago un puente falsamente rústico y una falsa fuente que mana entre unas enmarañadas rocas rodeadas de hiedras y musgo. En el fondo de este lago había siempre un trozo de cielo en que los relámpagos finos y fríos de unos peces de colores se apresuraban a comerse la luna cuando les caía dentro. También había una larga gruta, laberinto de piedras y musgo. En los umbríos cruceros de la finca, bajo los pinos de Noruega y las palmas aclimatadas entre macizos de flores, o bajo pérgolas con guirnaldas de plantas trepadoras, todo un Olimpo de divinidades paganas”.
Recuerda Cabezas que el famoso músico ruso Nicolás Rismky-Korsacoff fué huésped de ese palacio de leyenda y que en él acaso compuso la parte asturiana de su bellísimo Capricho español.
Por los años a que alude el citado escritor era Röel un septuagenario de salud bastante quebrantada, que buscaba alivio a sus males todos los inviernos en Alicante. El último viaje emprendido a la provincia levantina no llegó a concluirlo. Salió de Oviedo muy corrido ya el otoño de 1895 y encontrándose de paso en Madrid, fué víctima de una parálisis, y tras algunos días en el sanatorio Villa-Gloria falleció el 20 de diciembre de ese mismo año y no en 1896 como se anota en la Enciclopedia Espasa. (Dos días después su cadáver fué trasladado a Asturias).
Célibe y sin mayores deberes y obligaciones que cumplir, a su fallecimiento distribuyó la mayor parte de su cuantiosa fortuna en legados para que se constituyeran con ellos fundaciones con fines benéficos y culturales. Una de esas disposiciones la recibió la Academia de Medicina, de Madrid, la cual fundó con los intereses del capital recibido dos premios a los su se puso el nombre del donante para laurear separadamente monografías médicas y actos benéficos. Otro mandato de 260.500 pesetas nominales en papel del Estado lo dejó al rector de la Universidad de Oviedo para que se constituyera un patronato bajo su presidencia, integrado por el cura parroco más antiguo de Oviedo, un medico del Cuerpo de la Beneficencia municipal, un mayor contribuyente, un representant de la clase obrera y otro del periodismo asturiano; su finalidad sería la de impulsar actos de caridad y beneficiencia, publicar obras de reconocida utilidad científica, pensionar a estudiantes pobres, etc. Dejó también otro importante legado a la villa natal, con cuyos intereses se han introducido en ella importantes mejoras urbanas, entre las que sobresale el abastecimiento de aguas potables.
Dos homenajes póstumos ha merecido la memoria de Rúel. Fué el primero, la dedicación de una lápida en mayo de 1909 en el colegio po Médicos, de Madrid, con cuyo motivo se celebró bajo la presidencia del doctor don Angel Pulido, oriundo de Asturias, una solemne velada, en la que tomaron parte como oradores prestigiosas personalidades del mundo intelectual. El otro consistió en la erección de un monumento público en Ceceda, la villa natal, obra del escultor asturiano Arturo Sordo, inaugurado con toda solemnidad en julio de 1932 con asistencia de las autoridades provinciales, representaciones de Academias y de Corporaciones científicas y bajo la presidencia del entonces Ministro de Justicia Álvaro de Albornoz.
Obras publicadas en volumen:
I.—Etiología de la pelagra, o sea, de la pluralidad de las enfermedades que aflijen al linaje humano. Estudio basado en pruebas históricas, documentos fehacientes y hechos clínicos. Obra ilustrada con 23 cromolitografías y un Mapa geológico demostrativo de la distribución Geográfica de treinta leproserías en la provincia de Asturias. (Madrid, 1880; un tomo en folio).
II. —Colegiamiento médico. (Oviedo, 1882; programa para llevar a cabo la colegiación profesional).
III.—Tesis sobre la patogenia de las principales enfermedades que anticipan la muerte del género humano. (Madrid, 1882).
Trabajos sin formar volumen:
1—Estudios sobre la pelagra: Invitación a los facultativos españoles. (En El Siglo Médico, Madrid. julio de 1863).
2.—La pelagra en España. Carta dirigida a los médicos y directores de los manicomios. (En La Crónica Médica, Sevilla, mayo de 1864).
Obras inéditas:
—Memorias sobre la pelagra y escorbuto desarrollados en la Casa de Salud de San Lázaro, de Oviedo. (MS.; estudio redactado por orden del Sr. Gobernador civil de Asturias el 28 de febrero de 1854)
—Informe al ministro de la Gobernación sobre lepra, pelagra y acrodínia. (MS. redactado por Real Orden del 14 de mayo de 1862)
Referencias biográficas:
Anónimo.—Los asturianos de ayer: El doctor Róel. (En El Carbayón, Oviedo, 23 de diciembre de 1895).
Idem.—Universidad de Oviedo: Fundación Róel, Sindicato de Oviedo. Estatutos. (Oviedo, 1906; opúsculo).
Balbín de Unquera (Antonio).—El señor Róel y los estudios médico-topográficos. (En Asturias, órgano del Centro Asturiano, Madrid, junio de 1909).
Cabezas (Juan Antonio).—Glosario provinciano: Róel y Rimsky-Korsacoff. (En El Sol, Madrid, 17 de diciembre de 1935).
J. y B. [Rogelio Jove y Bravo].—Los asturianos de hoy: El doctor Róel. (En El Carbayón, Oviedo, 18 de abril de 1892; trabajo reproducido en Asturias, órgano del Centro de Asturianos, Madrid, junio de ese mismo año).
P.—Necrología. El doctor don Faustino Róel. (En Asturias, organo del Centro de Asturianos, Madrid, enero de 1896).