Religioso dominico del siglo XIX, a quien el fervor religioso llevó a la propagación del Evangelio entre las bárbaras tribus de Tonkín, en la Indochina, donde pagó con la vida, sometido a martirio, su acción Civilizadora.
Nació Fr. Melchor García Sampedro el 28 de abril de 1821 en humilde hogar de campesinos, de la aldea de Cortes (concejo de Quirós). Después de preparado para realizar los estudios de la segunda enseñanza se trasladó a Oviedo y en su Universidad siguió los de la Facultad de Filosofía, equivalentes al bachillerato, y después, los de Teología en el mismo Centro hasta el grado de bachiller en esta disciplina. Poco más tarde el Cabildo de la Catedral le nombró profesor del colegio de San José, sostenido por el obispado; pero él aspiraba a ser un luchador en defensa de la fe y no le contentaba la vida quieta a que le sometían las funciones del profesorado. Decidió entonces ingresar en la Orden de Santo Domingo y tomó el hábito de ella en el colegio-convento de Ocaña (Toledo), el 16 de agosto de 1845; hizo la profesión solemne de votos el día 18 de ese mismo mes del año siguiente y concluyó la carrera eclesiástica en 1847, ordenado de diácono en marzo y de presbítero en diciembre.
“Angel en carne humana —dice el P. Ocio—, según testimonio de su director y Maestro de novicios, embarcóse en Cádiz el 7 de marzo de 1848, y aportando el 25 de julio del mismo año a Manila, a bordo de la fragata Victoria, el 28 del mismo mes se le nombró lector de Filosofía en nuestro colegio de Santo Tomás. No eran éstas sus aspiraciones: así es que, habiendo hecho presente a los superiores su vocación a las misiones de Tung-kin, el 16 de agosto de 1848 se le dió institución de misionero en aquel reino, y el 7 de octubre del mismo año se embarcaba con rumbo a Macao”.
Llegó al punto de destino a fines de febrero del año 49. Allí, “dióse muy de lleno al ejercicio y práctica de todas las virtudes…; no contento con la predicación continua de la divina palabra, puso especial cuidado en imprimir trabajos propios y ajenos, en beneficio de los que no podían acudir a escuchar de labios de sus ministros la explicación del Evangelio”.
Desde su llegada a Tonkin estuvo encargado de un colegio establecido por la Orden y desempeñó luego otros cargos como el de provicario, desde el 30 de julio de 1850, y vicario provincial, desde el 1 de agosto del 52. En diciembre de 1854 resultó electo obispo de Tricomía y fué consagrado por el obispo P. Sanjurjo en Bui-Chu el 16 de setiembre del año siguiente.
Ya antes de este momento había corrido algún peligro de ser secuestrado por los indígenas y “al fin —seguimos citando al P. Ocio— permitió Dios que cayese en manos de los idólatras el 8 de julio de 1858. hallándose a la sazón en el famoso Kieu-lao, cansado de huir de una parte a otra. Conducido a Nam-Dinh, capital de la provincia, cargado de cadenas y enjaulado a guisa de fiera, continuó allí completamente incomunicado hasta el 28 del mismo mes, en que fué conducido al suplicio con grande aparato de soldados y elefantes, haciéndole andar a pie y con una cadena de unas setenta libras. Llegados al lugar destinado al efecto hacia las diez de la mañana, degollaron primeramente a dos familiares suyos, y tomando luego al obispo, extendiéronlo violentamente en una especie de ecúleo o caballete, y amarrado fuertemente a ocho estacas fijas en tierra, cortáronle con hachas embotadas de propósito, las piernas y brazos y últimamente la cabeza. No satisfecha aún la rabia de aquellos crueles mandarines, arrancáronle las entrañas y las pusieron por escarnio en las puertas de la ciudad. Tomaron también la cabeza y, después de exponerla al público desmenuzada en un cesto, arrojáronla al día siguiente al mar para impedir que cayera en poder de los cristianos. Con el mismo fin, hicieron en el lugar del suplicio una gran fosa y arrojaron en ella todos los demás miembros mutilados con la tierra empapada en sangre. No pudieron, sin embargo, conseguir que los elefantes pisasen aquellos restos venerados, por más que lo intentaron con empeño.
“Además de las reliquias de este venerable señor que se remitieron a Oviedo el año de 1888 y las que quedaron en la misión, tenemos la dicha de poseer en este convento [de Manila] un brazo, colocado en una hermosa caja que al efecto hicieron los sobrinos del mismo en esta ciudad de Manila”.
Ya proclamado Fr. Melchor García Sampedro protomártir de Asturias, fueron trasladados sus restos a Oviedo en 1888. Llegaron en abril del 89 a Barcelona, donde se les tributó un solemne recibimiento y quedaron depositados en la Catedral; al día siguiente, 4 de abril, se depositaron en un tren con destino a la capital asturiana. Al paso del tren que los conducía a través de las provincias de Palencia, León Y Asturias, en muchos pueblos les tributaron honores y homenajes. La llegada a Oviedo dió motivo a una memorable solemnidad religiosa, que tuvo lugar los días 28 y 29. Los restos quedaron depositados en un panteón de la capilla del Rey Casto, de la Catedral.
Trabajos sin formar volumen:
1.—Martirio del venerable P. Fr. José Diaz Sanjurjo, O. P. (En El Correo Sino-Annamita, 1859: obra póstuma).
2.—Cartas a sus padres y amigos escritas desde el Tung-King Central. (En Santísimo Rosario, julio a setiembre de 1889: idem).
Obras inéditas:
—Relación de la persecución en Tung-kin. (MS.).
Referencias biográficas:
Alvarez (Fr. Paulino).—Vida y martirio del V. Fray Melchor C. Sampedro. (Palencia, 1889: folleto).
Anónimo.—Diversas informaciones. (En El Carbayón, Oviedo, abril de 1889).
Idem.—Información sobre el traslado de los restos a Oviedo. (En El Santísimo Rosario, Palencia. junio de 1889).
Cuesta (Teodoro).—El protomártir asturiano Fr. Melchor García Sampedro. (Oviedo, 1895; poema en bable).
Sarri Oller (José). —Biografía de Fr. Melchor García Sampedro protomártir asturiano. (Oviedo, 1889).