ESCRITORES Y ARTISTAS ASTURIANOS

ÍNDICE BIO-BIBLIOGRÁFICO

GONZALEZ DE POSADA Y MENENDEZ (Carlos Benito).

En otra ocasión hemos escrito de este benemérito asturiano: “Vida sencilla y oscura de un hombre sabio que solamente algunos investigadores y eruditos recuerdan. Vida ejemplar en virtudes y en laboriosidad. Historiador y arqueólogo eminente, poeta a ratos, del que toda su enorme producción permanece inédita, archivada en gran parte en la Academia de la Historia, de Madrid. Fué para Asturias en el siglo XVIII y parte del siguiente lo que en anteriores tiempos representaron Tirso de Avilés, Carbayo y alguno que otro de menor altura: el reconstructor de la historia regional”.

Se le ha censurado, y alguna vez con desmedida acritud, como lo ha hecho el jesuíta P. Uriarte, haber procedido en sus trabajos de investigación con escaso o deficiente método científico; pero tales censores incurren en el error de querer encontrar en esos trabajos métodos que corresponden a época posterior. Sólo pueden admitirse esas Censuras por el uso y hasta abuso que hace Posada de referencias fabulosas. Por lo demás es de lamentar que su vasta producción inédita se haya perdido en buena parte, porque supone pérdida irreparable. especialmente para la historia de Asturias.

Fué González de Posada el primero, exceptuados los genealogistas, que se preocupó de biografiar a las personalidades asturianas distinguidas en algún sentido. De este su afán llegó sin embargo escaso fruto a los que después continuaron esos trabajos. Casi ha quedado reducido a la publicación en vida suya (1794) del primer tomo de una obra preparada en veinte bajo el título de Memorias históricas del Principado de Asturias y obispado de Oviedo, en el que se reseñan las personalidades de nombre propio iniciado con la letra A. según era costumbre entonces. Los materiales de los otros diecinueve tomos se han perdido en la forma que referiremos más adelante. El examen de dicho primer tomo nos da la medida de la importancia grande de los restantes, ya que sin éste habrían pasado al olvido absoluto algunas personalidades de las que no hay ninguna otra noticia.

A esta aportación parcial de tan magna obra hay que añadir la de otra de menor extensión, que por haber quedado inédita, dió lugar a que se discutiera largamente sobre la paternidad de ella. Nos referimos a la Biblioteca asturiana, manuscrito publicado en la obra Ensayo de una Biblioteca de libros raros y curiosos, de Bartolomé José Gallardo, atribuido a Campomanes sin otra razón que la de haberlo encontrado en el archivo de éste a su fallecimiento. Pero acaso convenga añadir aquí algo más, sobre todo por la consideración que merece otro insigne trabajador en materia biográfica acerca de personalidades asturianas, Máximo Fuertes Acevedo, quien ha sido el más esforzado mantenedor de la falsa atribución. En su obra Bosquejo acerca del estado que alcanzó en todas las épocas la literatura en Asturias, Fuertes Acevedo se esfuerza en demostrar que la Biblioteca asturiana no es de González de Posada sino “obra del mismo conde de Campomanes”, Nada dice, en efecto, de Campomanes como estudio individual independiente; pero, volviendo la proposición a la inversa, se podría exclamar: ¡Cómo, si la Biblioteca asturiana es de Campomanes, nada se dice de Posada! Porque ambos están en el mismo caso. Lo cual tiene una explicación sencilla: ninguno de los dos figura reseñado porque ambos vivían a la sazón y el manuscrito sólo recoge memorias de muertos. Pero toda la consistencia del más fuerte argumento que aduce Fuertes Acevedo desaparece al poder negarle que no se cita la Campomanes en ese trabajo. Mientras el nombre del verdadero autor solo aparece aludido tácitamente para llevar al lector a ampliar noticias de algunos personajes a otro manuscrito sobre eclesiásticos asturianos, que figura entre los extraviados de González de Posada, a Campomanes se le cita varias veces y dos de ellas con elogio a su estilo y sabiduría, cosa que sirve para apoyar dos afirmaciones: que no iba a incurrir Campomanes en la necedad de elogiarse a sí mismo y que Fueres Acevedo no llegó a conocer la obra en cuestión. De conocerla, no podría escribir que en ella nada se dice de Campomanes. Y aunque parezca cosa demasiado sorprendente en hombre tan docto y laborioso, no ha examinado este trabajo, contra lo que deja suponer, aun cuando resultaba cosa fácil, por haber sido impreso en el aludido Ensayo de Gallardo más de veinte años antes de emitir su opinión. La prueba concluyente de tal desconocimiento descansa en que en el susodicho trabajo de Posada se registra más de un centenar de escritores de los que Fuertes Acevedo no da ninguna noticia, ni en el manuscrito depositado en la Biblioteca Nacional con el título de Biblioteca de escritores asturianos ni en el citado Bosquejo, publicado posteriormente.

Restituida la paternidad de la Biblioteca asturiana a González de Posada, no podemos ni debemos regatearle el elogio y la gratitud , por haber salvado del olvido absoluto no pocos nombres de escritores asturianos, algunos de relevante mérito.

Carlos González de Posada nació en la villa de Candas (Carreño) el 8 de agosto de 1745. Desde la infancia reveló una gran vocación para las letras. A este respecto recuerda él mismo que cuando andaba por los seis años arrancaba de las novelas de doña María de Zayas, que constituían la lectura favorita de la abuela, todas las páginas que contenían versos, las cuales escondía entre la piel y la ropa que le cubría el pecho.

Empezó sus estudios, después de las primeras letras, con los de Latinidad en Candás, que continuó en la villa de Avilés. Luego se trasladó a Oviedo y en el convento de Santo Domingo estudió Humanidades, preparándose para seguir la carrera eclesiástica y con este mismo propósito ingresó en 1761 en la Universidad, en la que obtuvo el grado de bachiller en Artes a los dos años y el de bachiller en Sagrada Escritura en abril de 1767.

En el transcurso de estos estudios dió repetidas pruebas de inteligencia y aplicación, lo que le permitió hacer de profesor sustituto de varias asignaturas, tanto en el colegio de dominicos como en la Universidad.

Desconocemos la causa de que no haya concluído entonces la carrera eclesiástica; sabemos únicamente que se retiró, después de recibidos esos dos grados académicos, a la villa de nacimiento y que fué su propósito consagrarse en ella al estudio y la investigación de cuestiones históricas y arqueológicas, profanas y religiosas, a las que le inclinaba una fuerte vocación. Pero tal propósito se lo frustró en seguida la necesidad de intervenir en un pleito que sostenía uno de sus abuelos contra la Administración de justicia y el Municipio de Candás. Fallado a favor de aquél en la Audiencia de Oviedo, el regidor acudió en apelación al Consejo de Castilla, y esto obligó a González de Posada a trasladarse a Madrid para seguir de cerca el curso de la apelación.

Acaso estuvo entonces muy lejos de pensar que este suceso tan fortuito había de promover un cambio profundo en su vida. Una vez en Madrid se le ocurrió hacer oposiciones a la cátedra del entones colegio y más tarde Instituto de San Isidro, y en octubre de 1771 alcanzó una de Latinidad.

No descuidaba entre tanto el pleito encomendado por el abuelo a su celo y pericia. El mismo refiere que, empobrecido por el desdichado litigio, al celebrarse la vista del recurso ante a Sala Segunda del Consejo de Castilla se presentó en ella sin abogado defensor y, después de exponer verbalmente al tribunal la precaria situación que el pleito había traído a la familia, demandó que se le permitiera ser el mismo contendiente contra los argumentos del defensor contrario. Accedió el tribunal a la petición y dice Fuertes Acevedo que “ya fuese por su buena defensa o por la justicia que le asistía, el Consejo confirmo la Sentencia de la Audiencia de Oviedo”.

Su permanencia en la Madrid duró unos seis años y gozó en todo momento de la consideración y el respeto de muchos hombres eminentes, entre los que figuraban sus insignes paisanos Campomanes y Jovellanos, con el que le unió siempre una entrañable amistad. Además de las tareas de profesor se impuso algunas otras, como el aprendizaje de la lengua hebrea y el desarrollo de importantes investigaciones de carácter histórico. Fué, además, corrector de obras latinas editadas por la Real Compañía de Impresores y Libreros del Reino, e introdujo algunas notas ilustrativas del texto en obras de Horacio. Cicerón y Ovidio.

Probablemente corresponde a esta época lo más antiguo que se conoce suyo como escritor original en verso y prosa. Por entonces escribió un poema de quinientos versos endecasílabos con el título de Poema celebrando a los poetas asturianos, a imitación del Laurel de Apolo de Lope de Vega, y de que sólo se sabe que envió, original o en copia, a Jovellanos. También por entonces, según Canela y SEcades, escribió un drama con el título de Conquista de Asturias por Augusto, de cuyo paradero, como de otros muchos frutos de su ingenio y de su estudio, nada se sabe. De toda la producción suya correspondiente a esos años sólo dió a la publicidad, para uso de los discípulos, el Ensayo de buena versión en prosa Y verso de latín a castellano (número I). Seguramente por entonces, y también con destino a los discípulos, habrá hecho las traducciones de una Gramática latina y de una Lógica.

En 1776 se le confió la cátedra de Pasantía de Sintaxis, que regentó escaso tiempo. Había decidido abandonar la enseñanza para dedicarse al sacerdocio, reavivada su primitiva vocación. Un año después dejaba el claustro de profesores de San Isidro, ya ordenado de Sacerdote, para desempeñar un curato en la villa de Masalavés (Valencia).

En seguida regresó a Madrid. Le animaba un nuevo propósito: el de prepararse para alcanzar una canonjía en el obispado de Oviedo y dedicarse al amparo de ella al estudio de la historia regional. A este fin comenzó por adquirir los grados mayores de Teología, los cuales obtuvo en la Universidad de Avila.

Sus grandes amigos. Campomanes. Jovellanos. Ceán Bermúdez y otros no asturianos, a la vez que le estimulaban a seguir la disciplina elegida, pretendieron disuadirle de sus aspiraciones a la canonjía de Oviedo, por estimarla dedicación inferior a sus positivos merecimientos, pero no hubo medio de convencerle y tuvieron que aceptar la idea de ayudarle a conseguir lo que pretendía. Con este deseo, poco después de obtenidos los grados de licenciado y doctor en Teología y muy dominado por la nostalgia de la tierra natal, se retiró a Asturias decidido a realizar investigaciones de carácter histórico, a las que se entregó con verdadera devoción por espacio de algunos años, época en la que seguramente preparó los materiales y escribió los más de sus trabajos relacionados con Asturias.

Entre tanto transcurría el tiempo sin que en el Cabildo catedralicio de Oviedo se produjera una vacante, por lo que su vida tomó otro rumbo y la aspiración de ser canónigo en Oviedo quedó frustrada.

En 1788, tal vez a requerimiento de Jovellanos, volvió a Madrid, donde ocupó un destino en la Secretaría de Interpretación de Lenguas, y en este mismo año su aludido protector le consigue el nombramiento por Carlos III de canónigo con dignidad de magistral del Cabildo catedralicio de la isla de Ibiza.

Fué entonces cuando el saber y prendas de carácter de González de Posada comenzaron a conquistar una franca estimación pública. Rápidamente se acumularon sobre él cargos y honores: los de examinador sinodal de las diócesis de Ibiza, Barcelona y Barbastro; teniente vicario general de la Rea] Armada; vicario general en la primera sede, vacante; presidente del Hospital y de la Beneficencia de dicha isla.

Pero nada de esto impedía su dedicación al estudio de cuestiones históricas y arqueológicas. De esta permanencia en Ibiza, que no fue larga, son varios los trabajos que se conservan. La Academia de la Historia le nombró en 1789 académico honorario, distinción por la que se creyó obligado a colaborar en las tareas de este Instituto con algunos estudios, como el titulado Descripción de la isla de Ibiza. Otras instituciones de carácter cultural le incorporaron también entonces e su seno, como algunas Sociedades Económicas de Amigo del País, la de Oviedo entre ellas.

En 1792 regresó a la Península como canónigo de Tarragona, plaza de la que tomó posesión el 10 de octubre. Tarragona fué en lo sucesivo por espacio de cerca de cuarenta años y hasta su fallecimiento, la residencia habitual. Le ofrecía un ambiente propicio a sus aficiones, debido a las riquezas arqueológicas que guarda tal ciudad.

Abandonadas definitivamente sus actividades poéticas, en las que nunca se mostró muy fecundo, ahora le ocupaban totalmente las tareas de historiador. Entre los escritos que entonces salieron de su pluma, inspirados en asuntos tarraconenses, figuran: Noticia histórica de la Santa Iglesia de Tarragona, Colección de barros con marcas de sus artífices y Colección tarraconense de sellos de barros egipcios, griegos y romanos (entre otros manuscritos destruidos o extraviados), y los discursos: Alabanza del Dibujo y Necesidad del estudio de la Arquitectura, pronunciados como cooperación al auge de una Academia de Dibujo de asistencia gratuita, de la que él fué distinguido propulsor en los primeros años del siglo XIX. Entre otros cargos, comisiones e iniciativas a su cuidado en Tarragona, estuvieron el puesto de secretario del Cabildo Catedralicio y la organización de una Academia de Moral.

Pero su devoción fervorosa a la región de nacimiento no la menguaban ni la distancia ni el tiempo. Entre sus obras de carácter asturiano correspondientes a esta época — si no es que también pertenecen a ella otras que se suponen anteriores—, figuran: el Diccionario de etimologías del idioma de Asturias y el Catálogo de asturianos ilustres, escrito el primero a instancias de Jovellanos con destino a la proyectada Academia Asturiana, ambos desaparecidos.

Achaque de González de Posada ha sido el de su exagerada modestia, llevada al extremo de no interesarle la publicación de sus producciones. Con esto ha dado lugar a que permanezcan inéditas o se hayan extraviado muchas de ellas y, lo que es peor para su gloria, a que figuren atribuidas indebidamente a otros autores, como ha ocurrido en el caso ya comentado de la Biblioteca Asturiana.

También se dedicó González de Posada en Tarragona al estudio de la Numismática, como lo acredita su trabajo Noticias de españoles Aficionados a monedas antiguas (número 3), publicado más de un siglo después de escrito. Dice a este respecto Fuertes Acevedo que llegó a poseer un monetario por el que le ofrecieron hasta quince mil duros.

En los primeros años del siglo XIX se sitúa una anécdota suya atestiguadora del gran cariño que profesaba a Jovellanos. Se cuenta, parece que con visos de verdad, que estando Jovellanos preso e incomunicado en el castillo de Bellver, próximo a Mallorca, González Posada se dejó llevar del vehemente deseo de abrazar al amigo, para lo que se disfrazó de fraile y se trasladó a dicha isla, consiguiendo burlar todos los obstáculos y permanecer algún tiempo acompañando al recluso en su celda, (Jovellanos, por su parte, le dispensaba amistad y cariño extraordinarios y en sus escritos íntimos y en algunas poesías le alude bajo el seudónimo de Posidonio).

La invasión francesa de 1808 significó un paréntesis de incertidumbre y amargura en la vida del apacible canónigo de Tarragona, el cual se vió precisado a huir a Baleares. No sucedió esto sin padecer algunas peripecias, pues cayó prisionero de unos piratas, suceso que ha narrado en su Relación de mi cautiverio por los piratas en mayo de 1810, navegando de Tarragona a Ibiza, uno de tanto manuscritos de ignorado paradero.

Otra peripecia mucho más lamentable es la que ha privado a la historia de Asturias y de España de que continuara publicándose su obra Memorias históricas. Tenía ya dispuesto para la imprenta el segundo tomo y preparados los materiales para los otros dieciocho, cuando todo este fruto de sus pacientes tareas de investigación desapareció de la manera que él mismo refiere así: “Una vieja criada que, mientras mi emigración a las Baleares, quedó con el cuidado de toda la casa, en el Saqueo de Tarragona se vió tan despojada y pobre, que ni aun tenía jergón para dormir; compró un poco de arpillera, y haciendo uno, no halló para mullirle más que mis papeles. Hasta aquí no se había perdido todo: mas los iba sacando de allí todos los días para encender el fuego… ¡Adiós, mi obra de romanos!”.

Poco después de concluida la guerra de la Independencia, en el mismo año 1814, pudo regresar a su canonjía de la Catedral tarraconense. Esta última etapa de su vida es una continuación de los años anteriores: cumplimiento de sus deberes eclesiásticos y dedicación asidua al estudio, no obstante su entrada en la vejez.

Transcurrido un decenio, y unos cuatro años antes de su fallecimiento, cayó gravemente enfermo, acaso de parálisis, viéndose obligado a permanecer recluido en su casa y a valerse de un cochecito para trasladarse de un sitio a otro. Sin embargo, no debieron de decaer gran cosa su capacidad de trabajo y su capacidad mental, ya que por entonces escribió la Noticia de los entretenimientos literarios de don Carlos González de Posada, natural de la villa y puerto de Candás, en el obispado de Oviedo, Principado de Asturias, escrita de su puño a los ochenta y dos años de su nacimiento, a instancia de un amigo a quien desea
complacer.

Victima ya de la aludida enfermedad, con fecha 9 de enero de 1826, escribió su propio testamento. “Declaro —dice en — que tengo en la villa de Candás dos casas y una finca de pan llevar”, que constituían su principal riqueza. Dejó sus libros a la Biblioteca del Arzobispado y los manuscritos que entonces poseía, fruto de su ingenio y saber, a su sobrino, el coronel don Carlos González Llanos, ignorándose el destino que éste haya podido darles.

Falleció González de Posada en Tarragona el día 13 de marzo de 1831. Aunque algunos anotan como fecha de su óbito el día 14, ésta seguramente corresponde al sepelio porque la que nosotros damos esta tomada de la partida de defunción.

 

Obras publicadas en volumen:

I.—Ensayo de buena versión en prosa y verso de latín a castellano (Madrid, 1775: obra publicada a nombre de Alejandro Gómez, amigo de González de Posada).

II.-Memorias históricas del Principado de Asturias y obispado de Oviedo. (Tarragona, 1794; tomo primero, que comprende personalidades y sucesos asturianos por orden alfabético de nombres propios iniciados con la letra A).

 

Trabajos sin formar volumen:

1.—Biblioteca asturiana. (Trabajo reproducido en la obra Ensayo de una Biblioteca de libros raros y curiosos, de Bartolomé José Gallardo, tomo I, Madrid, 1863; figura atribuída al conde de Campomanes. Véase a este respecto lo que dejamos dicho páginas atrás).

2.—Ibiza arqueológica e histórica en 1791. (En el Boletín de la Academia de la Historia, Madrid, octubre de 1907; tomo LI).

3.—Noticias de españoles aficionados a monedas antiguas. (En idem, diciembre de 1907; tomo LI; manuscrito de 1804).

 

Obras inéditas:

—Poema celebrando los poetas asturianos, imitación del “Laurel de Apolo”, de Lope de Vega. (MS. de quinientos versos endecasílabos de paradero ignorado).

—Conquista de Asturias por Augusto. (MS. Drama atribuido F. Canella y Secades; perdido).

—El diptongo ae se usó entre los romanos, lo mismo en los mejores siglos de su Imperio que en los de la República. (MS. Desconocido).

—Historia de Candás y su concejo de Carreño, que son doce parroquias. (MS. Extraviado).

 

Referencias biográficas:

A. – Los asturianos de ayer: El canónigo Posada. (En El Carbayón, Oviedo, 30 de marzo de 1885).

Canella y Secades (Fermín).—Don Carlos González de Posada: notas bibliográficas. (Madrid, 1899: edición separada del estudio publicado en la obra Homenaje a Menéndez y Pelayo. El mismo estudio, ampliado, en el Boletín de la Academia de la Historia, Madrid, enero de 1908: tomo LII).

Fita (Fidel).—Un asturiano ilustre, o sea, don Carlos González de Posada: Datos biográficos Y bibliográficos. (En el Boletín de la Academia de la Historia, Madrid, diciembre de 1907: tomo Ll).

González de Posada (Carlos).—Noticia de los entretenimientos literarios de don Carlos González de Posada, natural de la villa y puerto de Candás, en el obispado de Oviedo, Principado de Asturias, escrita de su puño a ochenta y dos años de su nacimiento, a instancia de un amigo a quien desea complacer, (MS. Archivado en la Academia de la Historia en gráficas de señores académicos).

Idem.—Su testamento. (En el Boletín de la Academia de la Historia de Madrid. enero de 1908: tomo LII).

M Ruiz y Porta (Juan). —Biografía del asturiano don Carlos González de Posada. (En el Boletín Arqueológico Tarraconense, Tarragona, Julio y agosto de 1914).

Suárez (Constantino),—Carlos Benito González de Posada y Menéndez, (En el Diario de la Marina, Habana. 31 de julio de 1932).